Buscando a Cervantes desesperadamente

255px-Miguel_de_Cervantes_signature.svgPor fortuna Cervantes murió en la cama y no en la batalla de Lepanto. De haber sucumbido en aquel barco, a la desgracia de no disponer de El Quijote ahora se añadiría el tener que ir a drenar el mar Jónico para dar con los restos de Don Miguel. Algo mucho más costoso que llevarse por delante el suelo de la iglesia de las Trinitarias, dónde va a parar. Me dirán ustedes que si se buscan los restos de Cervantes es precisamente por haber escrito El Quijote, pero no estoy yo muy segura de eso. Piensen que cuanto menos dinero público queda, más idiotas hay para gastarlo, lo cual no deja de tener su correlación aunque no estoy segura de que ése sea el buen orden.

Confieso que no alcanzo a entender qué interés tiene remover ahora un montón de polvo, de huesos y de madera carcomida. Nunca se podrá estar del todo seguro de que los restos que encuentren  fueron alguna vez Miguel de Cervantes, a no ser que se topen con una carta firmada por un notario de la época atada a los restos de una mandíbula. Y aunque estemos seguros ¿qué? ¿cuál es la utilidad? ¿qué importancia tiene para el mundo? No tiene ninguna. Podría tener importancia si hubiera muerto asesinado, por ejemplo, y quisiéramos saber quién lo mató, aunque 400 años después lo único que le puede pasar al asesino es que dé con sus huesos en la cárcel, para lo que tendríamos que seguir desenterrando cadáveres por toda la capital.

De momento están muy contentos porque en un féretro que había en la cripta han descubierto un remache con clavos en donde se puede leer MC. Así es que se pusieron a celebrarlo (M de Miguel, C de Cervantes… ¡eureka!), pero luego, rascando, se han encontrado con restos de un hombre, sí, pero también de un niño y de una mujer. Yo me estoy esperando que encuentren huesos de algún ratoncillo del siglo XXI, ya verán. En fin, lo que podemos concluir es que, de momento, MC significa Muchos Cuerpos…

Y suponiendo que por fin encuentren algo que nos dé la absoluta certeza de haber encontrado los restos de Cervantes ¿qué pasa luego? ¿qué hacemos después con esos restos? ¿los exponemos en vivo? ¿esa guarrería? ¿¿really?? ¿lo metemos en una urna y nos lo llevamos de gira por provincias, como si fuera la Copa del Mundo? ¿lo volvemos a enterrar y le decimos a las monjas que le echen un Padrenuestro? De verdad, qué absurdo todo.

En fin, yo puedo estar de acuerdo en que el dedo de la monja que señalaba la cripta (¡Cervantes está ahí!) es menos espectacular que este despliegue de arqueólogos, forenses e historiadores metidos a desenterradores de postín y resultaba menos publicitario. Pero a los idealistas les diré que también era mucho más romántico. Y a los prácticos, mucho más barato.

 

Pegar un catarro

Yo me pregunto muchas veces cómo se genera el primer catarro. Y quién lo porta. Porque el 21.000 está claro: se genera por contagio. Pero ¿y el primero? Me refiero claro al primero de todos en absoluto, no al primero de la familia, o el primero de la oficina, o del colegio o de la pandilla, que a ése lo tenemos más o menos pillado.

Creo que estaría muy bien averiguarlo y hacer algo con esa persona. No sé, colgarlo por los pies y darle una tanda de azotazos en el culo, aunque tal vez lo más aséptico (y útil) fuera enviarlo a una isla desierta y luego rociar la isla con un líquido detergente que evitara que ningún satélite descubriera esa isla por más que la buscara.

Yo creo que cuando empiezan las décimas de fiebre todos sabemos, más o menos, quién nos ha pegado el catarro. Y si no lo sabemos, lo sospechamos. A veces no, porque siempre te lo pueden pegar en el autobús, pero otras lo tenemos clarísimo, sobre todo los que no vamos en autobús.

Lo habrán vivido. Esos sacos de mocos y de flemas que se pasean impunemente por las oficinas, que se meten en tu despacho o se acercan a tu mesa para sorberse, estornudar y toser y que dejan el ambiente lleno de miasmas que luego van a acomodarse en todo aquel que haya compartido mesa de reunión o ascensor con él. Tal vez colgarle de los pulgares…

En algunos centros de trabajo, fábricas o salas de llamadas, tienen planes de contingencia para estas cosas. Pero para las reuniones de directivos no sé yo que existan planes de contingencia para esto, y sin embargo una buena gripe puede descabezar una compañía durante una semana. Y si no descabezarla, sí atontarla lo suficiente como para echar el mes a perder. Y hay quien te dice: «no te acerques, no sea que te contagie», y te dan ganas de decir «oye, por qué no te quedas en tu casa y, aparte de curarte tú, evitas de paso que tengamos que curarnos los demás». Pero decir esto parece muy incorrecto, suena a insolidario, cuando no lo es. Tanto que se habla de prevención y no se ponen carteles bien grandes que digan: SI TU COMPAÑERO TIENE CATARRO, HUYE DE ÉL COMO DE UN GUARRO.

Y sobre todo, que nadie se queda en su casa por una simple gripe, con lo que es la pescadilla que, además de morderse la cola, no tiene remedio.

Una simple gripe… Ayer tenía décimas de fiebre y, aunque ya llevo 4 sobres de anticatarrales y dos aspirinas francesas, parece que lo contengo, pero no crean que estoy muy católica. Y sé perfectamente quién fue el saco de mocos que me lo contagió. Y no sólo me lo ha pegado a mí, sino que en mi oficina hay una planta entera con escalofríos. Y esto es circular, porque cuando te curas, siempre hay alguno que no está del todo sano y te lo vuelve a pegar. Los virus son felices en las oficinas y campan a sus anchas por los conductos de la calefacción y suben y bajan en los ascensores. Siempre hay alguien que los acoge en su seno y vuelve con ellos cada día para que se vuelvan a encontrar con sus virus familiares y amigos que habitan en el portador que se sienta en la mesa de al lado. Es terrible.

Creo que voy a empezar a ir a la oficina con mascarilla. Al tiempo.

Keep walking

Esta es una publicidad que ya puse hace tiempo. Para verla, había que entrar en la página de Johnnie Walker y poner la fecha de nacimiento y aun así, no era fécil de encontrar. Me figuro que está ya desactualizado. Por casualidad hoy la he vuelto a encontrar en Youtube, y aquí lo tienen de nuevo.

Me parece una publicidad maravillosa. La idea, el relato, el trabajo de Robert Carlyle, la ejecución… todo. Si es la primera vez que lo ven, lo disfrutarán mucho más que yo, sin duda.

Y revisando, también puse este otro clip de Johnnie Walker, mucho más emocional, pero también fabuloso, por si se quieren pasar.

Libros 2014: se acabó.

gafas abuelitapaz unmundoparacurraHace un año por estas fechas, me propuse (en público y por escrito) escribir una reseña de cada libro en 2014, tal y como hace ND en su Mesa cero del Blasco. Desde luego, estoy contenta por haberlo conseguido, pero no renovaré la promesa para 2015 porque me parece que tiene alguna desventaja, como es básicamente la obligatoriedad que imponen todos los compromisos. Pero hay más cosas.

De las 160 entradas que he escrito este año, 53 han estado dedicadas a libros. Calculadora en mano, las de este año son un tercio de 2014 y casi la mitad de todas las entradas dedicadas a libros desde que abrí el blog. Y qué quieren que les diga, me parece una proporción que desequilibra por completo el sentido y el interés del blog, sobre todo si se tiene en cuenta que anteriormente el porcentaje de entradas dedicadas a hablar de libros no superaba el 10%. ¡Este no es mi blog, que me lo han cambiado!

Conste que he estado a punto de abandonar el reto de «un libro, un post» varias veces a lo largo del año, y de hecho me he tenido que internar en 2015 para poder completarlo. Muy limpio no ha sido, lo admito. Y también debo decir, para ser honrada, que he hecho una pequeña trampa y me he saltado el post de un librito de unas 80 páginas (La fable des abeilles, de Bernard de Mandeville) que he considerado como extensión de La gran degeneración, de Niall Ferguson, puesto que lo cita en varias ocasiones y tuve curiosidad por leerlo. Eso que nos hemos ahorrado.

Con todo, deben saber que se han librado ustedes de una reseña de La Ley, de Frederic Bastiat, porque no he encontrado el momento de tener la cabeza suficientemente despejada para seguirle la prosa, aparte de que casi me rompo el cuello de una cabezada; de El caudal de las noches vacías, de Mercedes Salisachs porque hacia la mitad del libro me dije que si seguía leyendo sobre aquel cura tendrían que darme a mí la extremaunción antes de acabarlo; de Las batallas del desierto, de José Emilio Pacheco, porque me daba vergüenza ajena tener entre manos durante más tiempo una edición tan paupérrima y tan mierdosa que convertían la lectura en un acto infamante; y de Esta vez es distinto, de Carmen Reinhart, que abandoné porque no entendía nada y me exigía demasiado para mi cerebro, muy castigado este año. Excepto el del tal Pacheco, como digo una edición horripilante, no descarto retomar algún invierno los otros. Ya dije un día que los libros no son abandonados, sino vencidos por otros libros que, en libre competencia, son más seductores.

En resumen, he escrito 53 post de libros pero no he leído 53 libros este año, porque dos libros tienen dos post, y dos post son relecturas. Así que la cosa se queda en 48 (más el de Mandeville), y les pongo el enlace abajo por si acaso se han perdido alguno y quieren echarle una ojeada al post antes de echarle una hojeada al libro.

Y una vez dicho esto, y como les decía más arriba, les anuncio que ya no seguiré con este experimento. No me ha divertido en absoluto, salvo por lo que tiene de voluntarioso y de resistencia a la comodidad. Y puestos a emplear mi poca capacidad de constancia en algo, prefiero dedicarla a producir impuestos. El blog, como la lectura, son dos aficiones que tengo: encadenarlas, aunque sea entre ellas, no las hace ni mejores ni más divertidas.

Ahí va la lista (el orden que sigo es más o menos el de lectura, no el de publicación del post).

– Las solidaridades misteriosas, de Pascal Quignard. Papel. Un libro sorprendente y muy recomendable.

– El sueño del celta, de Mario Vargas Llosa. Papel. Un gran libro.

– L’affaire Dreyfus. Analyse et decryptage, de Arnauld Cappeau.  Digital. Un despropósito.

– Les choses, de Georges Perec. Papel. Una maravilla.

– Noche salvaje, de Jim Thompson. Digital. Una trama interesante con un final incoherente.

– Una habitación propia, de Virginia Wolf. Digital. Un libro interesante, aunque algo rollete.

– Una mujer difícil, de John Irving. Papel. Una buena novela, pero un poco americanada.

– La casa de la alegría, de Edith Wharton. Digital. Un horror y una cursilada.

– El profesor chiflado y Mr. Wert, de Tomás García Yebra. Papel. Una novela muy divertida.

–  Cuadernos azules, de Nuria Marugán. Digital. Un libro interesante, pero muy duro.

– Huy, de John Lanchester. Digital. Una sarta de pamplinas escritas por un listo.

– La forja de un rebelde, de Arturo Barea. Papel. Un gran libro.

– 14, de Jean Echenoz. Papel. Una pequeña gran novela.

– Joyland, de Stephen King. Digital. Un buen libro, aunque un poco inquietante.

– Las partículas elementales, de Michel Houellebecq. Papel. Una gran novela.

– El lápiz del carpintero, de Manuel Rivas. Papel. Una buena novela.

– La maquinaria de la libertad, de David Friedman. Digital. Un libro divertido, aunque algo largo.

– La delicadeza, de David Foenkinos. Digital. Maravilloso.

– 10 días de julio, de Esteban Navarro. Digital. Un libro mal escrito.

– El héroe discreto, de Mario Vargas Llosa. Papel. Una telenovela muy divertida.

– Retorno al patrón oro, de Juan Manuel López Zafra. Digital. Un libro muy interesante

– Catedral, de Raymond Carver. Papel. Libro de relatos cortos. Pelín petardo.

– ¡Noticia bomba!, de Evelyn Waugh. Papel. Una novela muy divertida.

– Alex, de Pierre Lemaitre. Papel. Una novela trepidante.

– El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad. Papel. Un grandísimo libro.

– La gran degeneración, de Niall Ferguson. Digital. Un libro interesante.

– El libro de la señorita Buncle, de D. E. Stevenson.Digital. Una libro facilito que está bien.

– El hereje, de Miguel Delibes. Papel. Es Delibes y ya. Gran libro.

– ¿Hay derecho?, de Sanson Carrasco. Digital. Un libro que tiene interés, con zonas algo pesadas.

– Los recuerdos, de David Foenkinos. Papel. Una novela maravillosa.

– 22/11/63, de Stephen King. Digital. Una novela interesante, aunque un poco larga de más.

– Nos vemos alla arriba, de Pierre Lemaitre. Papel. Una buena novela.

– El tiempo mientras tanto, de Carmen Amoraga. Digital. Un libro triste, pero bonito.

– Lugares donde se calma el dolor, de César Antonio Molina. Digital. El 80% que me leí, un petardo.

– En la orilla, de Rafael Chirbes. Papel. Una novela magnífica.

– Salman Rushdie, de Joseph Anton (Salman Rushdie). Papel. El mejor libro que he leído este año.

– La posibilidad de una isla, de Michel Houellebecq. Digital. Una novela aburrida.

– Historia de las hormigas, de Pierre Huber. Digital. Un libro fascinante.

– Las abejas, de Mª Angeles Julivert. Digital. Un libro infantil.

– El sentido de un final, de Julian Barnes. Digital. Un libro soso, muy muy soso.

– Malala, mi historia, de Malala Yousafzai y Patricia McCormick. Papel. Un libro con interés.

– El regreso de Reginald Perrin, de David Nobbs. Papel. Una novela muy divertida.

– Correr, de Jean Echenoz. Digital. Una crónica que está bien.

– La larga marcha, de Rafael Chirbes. Una gran novela.

– Las tribus liberales, de María Blanco. Digital. Un libro muy interesante.

El libro de los vicios, de Adam Soboczynski. Digital. Una imbecilidad de libro.

1290 almas, de Jim Thompson. Papel. Una novela policiaca que se deja leer.

El hombre que fue Jueves, de G.K Chesterton. Papel. Una novela maravillosa.

Y… La fable des abeilles es un rollete que sólo tiene interés por lo que tiene de fábula. Así que mi consejo es que calmen su curiosidad informándose de otro modo que no sea acudiendo a la fuente.

Chin pun.

 

Piropismo en libertad

Yo creo que esto de los piropos es como lo de distinguir entre erotismo y pornografía: nadie sabe muy bien explicarlo, pero se distingue en cuanto se ve. Con el piropo pasa lo mismo. Entre el «Eso es un cuerpo, y no el de los bomberos» y el «ven pacá que te folle» hay una diferencia tan evidente que sólo se le escapa al que circula con medio cerebro por el mundo.

Mejor que prohibir y erradicar, creo que lo pertinente es dedicar una partida de fondos públicos para la educación del piropo. «Piropismo en libertad» se podría llamar el curso. Sesiones de braninstorming, coaching y mentoring, sin olvidar libros de autoayuda editados en cada lengua del Estado, destinados a que nuestros machos ibéricos aprendan a piropear democráticamente en tres capítulos: Ojos verdes desde el respeto, La legitimidad constitucional del culo, y Andares por la igualdad. Yo creo que con eso y un bizcocho… Hum, qué mala rima. Pongamos que con eso y un mantecado, en piropos te has licenciado.

Lo que yo descartaría son los folletos. O en todo caso los llamaría dípticos informativos, no vaya a ser que alguno crea que el curso va de lo que no va y la liemos. Que los hombres son muy brutos. Les das un poco de lenguaje, un par de neuronas, una boca para hablar y ahí los tienes, invadiendo nuestra intimidad como locos.

También sería conveniente establecer alguna subvención para la compra de tapones para los oídos en el caso de  mujeres en riesgo de ser piropeadas. Y multas, muchas multas para financiar estas subvenciones, aunque quizás Bruselas estaría de acuerdo en que se habilitara un pequeño impuesto, el céntimo piropeante, destinado a sufragar políticas antipiropo.

Pero no hay que hacerse ilusiones. Estas políticas tardan tiempo en dar sus frutos. Así es que hay que hacer una campaña de publicidad en todos los medios para enseñar a las mujeres a defenderse de piropos indeseables y promover la creación de ONG’s pro no piropo. Las mujeres, ya se sabe, son incapaces de todo, y hay que enseñarlas a girarse para decir «Eso se lo dices a tu madre, cerdo» en el caso de enfrentarse a cualquier procacidad. Ah, las mujeres, esos animalillos indefensos.

En fin, esta señora del Observatorio contra la violencia de género del CGPJ (¡con el CGPJ hemos topado!) que propone erradicar el piropo lo mismo está traumatizada por algún disparate que le soltó un tipo desde un andamio después de desayunarse cinco o seis carajillos. Pero para mí que no es eso: como la pornografía, la estupidez se advierte en cuanto se ve.

El hombre que fue Jueves, de G.K. Chesterton

el hombre que fue juevesCon este libro, terminado de leer un 29 de diciembre, doy por terminado el ciclo 2014 en el que he seguido la pauta de “un libro, un post” que me propuse al principio del año pasado. Ya hablaré de este trabajo de Hércules, del que procedo a libararme, en otro post, así que paso a hablar de un libro que me ha encantado.

Quien más y quien menos ha oído hablar de Chesterton, un autor muy citado, entre otras razones porque jugaba mucho con la paradoja, y además le imprimía un cierto humor. Decía aquello de que “una de las desventajas de la prisa es que lleva demasiado tiempo”. Cosas de este tipo.

El hombre que fue Jueves es un clásico y una de sus novelas más conocidas. Gabriel Syme, un detective de la policía de Londres, se infiltra en el estado mayor de una organización anarquista para desbaratarla. Y hasta aquí leo, y el resto de los spoilers, si no la habéis leído, que os los cuente otro.

En la contraportada y en el prólogo del libro se dice de que es una obra de tesis más allá de una novela con una trama detectivesca. Pues es posible. Desde luego, tiene un trasfondo muy divertido, puesto que el autor juega con la paradoja permanentemente y pone arriba lo que estaba abajo y abajo lo que estaba arriba, en cuanto a personajes, argumentaciones y situaciones. Al final, el libro es un juego que resulta de la confrontación entre el caos y el orden, entre lo conocido y lo desconocido, entre el bien y el mal, con diálogos y razonamientos muy divertidos y con giros inesperados.

La novela deriva en una parte final algo onírica (hay quien diría que un poco “loquer”) que supongo yo que es donde se encuentran todos esos códigos y referencias escondidas que he leído que tiene la novela. Pero sin los códigos, se le sigue entendiendo todo a Chesterton, porque tiene una forma de narrar muy ágil  que no se hace pesada en absoluto y que, además, proporciona más de una sonrisa y más de una carcajada. Un libro muy divertido, y muy aconsejable.

Un estupendo libro para acabar 2014. Les dejo con un par de citas, para que se deleiten.

“…Lo raro, lo extraño es dar en el blanco; lo vulgar, lo obvio es fallar. Sentimos que ocurre algo épico cuando un hombre atraviesa a un ave distante con una flecha lanzada al azar. Pero ¿Acaso no es épico cuando una persona alcanza una estación distante gracias a una máquina azarosa? El caos es tedioso, y precisamente porque en el caos el tren puede ir a cualquier parte, ya sea a Baker Street o a Bagdad. Pero el hombre es un mago, y toda su magia consiste en eso, en que él dice Victoria y, ¡mira!, es Victoria. No, quédese con sus libros de prosa y poesía y déjeme leer un horario de trenes con lágrimas de orgullo. Llévese a su Byron, que conmemora las derrotas del hombre, y tráigame el Bradshaw (horario de trenes), que conmemora sus victorias. ¡Tráigame el Bradshaw, le digo!»

Y otra más:

“¡Esas masas!… Usted habla de las masas y de las clases trabajadoras como si ellas fueran el problema. Usted tiene la estúpida idea de que si viene la anarquía la traerán los pobres. ¿Por qué debería ser así? Los pobres han sido rebeldes, pero nunca anarquistas. Ellos tienen más interés que nadie en un gobierno decente. El hombre pobre tiene un interés específico en el país, el rico no lo tiene, él se puede ir a Nueva Guinea en un yate. El pobre ha objetado a veces que se le gobierna mal, el rico siempre ha objetado que se le gobierne. Los aristócratas siempre han sido anarquistas, como se desprende de las guerras entre barones”

Yo también soy Charlie, bien sûr!

¿A qué dios ofendía Malala Yousafzai por querer aprender a leer? Hoy hemos tenido una nueva respuesta a esa pregunta. No buscan el respeto a un profeta, sino el sometimiento a una tiranía.

Yo también soy Charlie Hebdo. Bien sûr!

Charlie hebdo.jpg-largeTraducción: Si Mahoma volviera… – ¡Que soy Mahoma, bruto! – ¡Cierra la bocaza, infiel!

Do es trato de varón

No me pregunten por qué, pero ando yo hoy con la música de Sonrisas y lágrimas en el cerebro desde que me he levantado. Tal vez he soñado con algo que me lo ha hecho recordar, que pueden ser muchas cosas, por cierto. He podido soñar con una mala traducción, por ejemplo, porque la canción que me viene a la cabeza, para mi estupor, es la doblada al español.

Do es trato de varón. El día de Navidad no sé por qué salió en la conversación la traducción de la famosa canción Do, Re, Mi, y uno de mis cuñados contó que en un pueblecito de Soria, en una ocasión un paisano le preguntó que cuál era su don. Él, extrañado, a punto estuvo de contestarle que tenía mucha paciencia pero, inteligente como es, adivinó por el contexto (y por la edad del caballero), que le estaban preguntando por su nombre.

– ¡Pues yo hubiera contestado que sé mover las orejas!

– No, porque a ti te hubiera preguntado cuál es tu doña…

El don. Todos tenemos un don. Incluso Sholojov, aunque el de éste era apacible. En la traducción al español, los amigos de los destrozos se comieron tres consonantes: el trato de varón, el selvático animal y el lejos en inglés. Como me decía @hombrerevenido el otro día, «son fechas de excesos gastronómicos y el que esté libre de culpa, que tire el primer turrón del duro». Claro que en original también jugaron con la fonética para salvar la canción:  Doe, Ray, Me, Far, Sew, La, Tea… Por lo visto, con esta canción se puede hacer casi cualquier cosa.

Sí, casi cualquier cosa. Pero ¿por qué será que se me ha quedado grabada esta canción?

¡Felices Reyes Magos!

 

 

Un post tonto sobre gorduras

Me siento aquí delante y me digo que no voy a hablar de fútbol, aunque hace mucho que no escribo sobre el Madrid. Hoy hemos perdido después de hace-tanto-que-ni-me-acuerdo , después de que los del Valencia nos hayan pegado patadas hasta en el carnet de identidad, que en el Madrid es también y muy a menudo el Permiso de Residencia. Creo que voy a esperar a que redebute el niño Torres en el partido de Copa, para ver si me inspiro un poco.

En vez de eso, de hablar de fútbol, les haré una pregunta: ¿Dónde creen ustedes que van los kilos que pierden? Sí, sí, yo hubiera contestado como ustedes, o incluso si lo hubiera pensado un poquillo lo hubiera relacionado con la energía, por aquello de las calorías. En realidad, hubiera dicho cualquier cosa, porque entre que no tengo ni idea, y que nunca me he hecho esa pregunta, habría estado como todo el mundo hasta ahora: in albis.

Y es que leí hace unos días un artículo en prensa que decía que los kilos que se pierden se transforman en CO2, o sea, los perdemos al respirar. Eso una parte, porque la otra se transforma en agua y entonces ya sí, ya nos acercamos a nuestra primera intuición. Veamos: si se rastrean los átomos uno por uno (hay gente con mucho tiempo, estoy de acuerdo), nos encontramos con que 10 kilos de grasa se transforman en 8,4 kilos de dióxido de carbono y en 1,6 de agua. Pero esperen, que si pensamos en el proceso metabólico completo, para perder 10 kilos de grasa hay que inhalar 29 kilos de oxígeno, y de este modo produciremos 28 kg de CO2 y 11 de agua. Ya, yo tampoco lo entiendo, pero prefiero creérmelo y no perder mucho más tiempo.

Hasta aquí, lo que pone en el artículo – muy resumido. Lo que no pone el artículo es de dónde vienen los kilos que ganamos. Porque si los perdemos a través de la respiración, justo es pensar que los ganamos de la misma forma, o sea, no respirando mucho.

Voy a tomarme un poco de roscón mientras sigo meditando. Eso sí, suspiraré todo lo que pueda antes y después.