«…El hilo conductor es siempre la defensa del Estado de derecho. Pensamos que su debilidad en España es la clave de muchos de los despropósitos que están ocurriendo en los últimos tiempos, como el olvido – deliberado – del principio fundamental de que el derecho ha de regir los procedimientos y las actuaciones no sólo del ciudadano normal sino también de los poderosos, y, sobre todo, del poder por antonomasia, que es el del Estado (o el miniestado autonómico). La degradación del Estado de derecho conduce a la injusticia y a la desigualdad, y con el tiempo llegará, si no es que ha llegado ya, la pobreza y la desprotección de los más débiles.»
Bajo el seudónimo de Sanson Carrasco, cinco juristas (a quienes también se puede encontrar en el blog ¿Hay derecho?) se proponen con este libro explicarnos la degradación de la justicia en España. Un libro interesante, e interesante también el esfuerzo de los autores por hacernos comprender dónde estamos y hacia dónde nos encaminamos, que no por conocido (y sobre todo imaginado), deja de ser algo que haya que conocer algo mejor.
Un país en el que se nos dice que existe igualdad ante la ley y en el que florecen los indultos (unos 600 al año en un alto porcentaje a prevaricadores, delitos contra el medioambiente y malversación de fondos públicos), aforamientos (unos 10.000 privilegiados), amnistías fiscales (una vergüenza, sin más). Un país cuya selva normativa, agravada por el giliestado de las autonomías, hace que se apilen más de 100.000 normas, diez veces más que en Alemania, un país con el doble de población. Un país en el que el poder judicial y los organismos reguladores no son más que tentáculos de los partidos políticos (y cementerios de elefantes en donde colocar a incompetentes y gentuza sin ninguna formación, experiencia ni habilidad), que convierten en ineficaz al que debería controlarlos. Un país en el que, a pesar de todas esas normas, no se cumple la ley. O se modifica para que la irregularidad sea legal.
Al fondo, una hiperregulación y una intervención insoportables que trae esta plaga, pero una intervención con la que la población vive tan feliz (incluso quiere más, ahí están las encuestas para corroborarlo), en donde falta cultura, educación y responsabilidad civil, en la que nos encanta que nos prohiban cosas y que el Estado se meta hasta en la cama de cada uno a regular cuántos botones debe tener el pijama de cada cual.
También analizan el funcionamiento de la justicia, de los jueces, su organización y procedimientos. La foto no es bonita, desde luego. Y tienen un capítulo muy interesante dedicado a la mediación y el arbitraje que serían un buen remedio para desatascar la justicia, y también para resolver conflictos en los que la justicia digamos “normal” no es la mejor de las soluciones (casos de divorcios, herencias, o conflictos entre empresas).
Hay una parte dedicada al capitalismo de amiguetes y las corruptelas, subvenciones a sindicatos y ONG´s opacas o recien inventadas para pillar la pasta, despilfarros diversos en cursos de formación u otras partidas, que se hace algo pesado por conocido. Sin embargo, el último capítulo está dedicado a contar la peripecia de la Caja de Segovia y esto quizá no es un episodio tan conocido. Acabas con un rebote poco normal, y con la sensación de dinero tirado, de injusticia manifiesta, y de asco infinito.
Al final, todo esto tiene un coste económico para usted y para mí, no lo duden. Creemos que la hiperregulación nos traerá seguridad frente a libertad y al final ni tenemos seguridad ni libertad, y además, nos han robado el dinero por el camino. Léanlo, aprenderán cosas.
El estatalismo no trae más que penuria. Un beso.
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