Adiós, Currita, hasta siempre

Curra, mi perra querida, murió el pasado 26 de marzo. Este post me ha costado muchos borradores y ha sido muy difícil de escribir. Pero ella le dio nombre al blog y el tributo es obligado.

Curra ha vivido quince años, que son los que hemos pasado juntas. Ya estaba muy mayor, y en el último año y medio había superado algún que otro match ball. Hasta que no pudo más. Los perros te avisan a su manera de que han llegado al final. Con los ojos, con su comportamiento, con su gesto. Curra eligió dejar de comer de forma radical, dejó de comer obstinadamente, casi como una rebelión para que yo no tuviera dudas. Y yo no pude hacer otra cosa que rendirme ante su instinto y llevarla a que muriera en paz.

Era la abuelita del parque, una ancianita que nunca perdió la costumbre de hacer la ronda buscando quién le diera un chuche, y que cuando lograba dos o tres golosinas se plantaba en el mismo centro, quieta como el nomon de un reloj solar, mientras el resto de los perros correteaba a su alrededor esquivándola milagrosamente. Los días que había muchos cachorros sueltos me la llevaba de allí, no fuera que alguno me la tirara al suelo y la terminara de desgraciar. Y es que alrededor de Curra ya sólo podía haber delicadeza. Delicadeza y asombro: ¡Curra es eterna!, gritó una chica en el parque cuando la reconoció hace un par de meses, porque la había tratado de niña y ahora era una mujer que encaraba la treintena.

Viejita y todo, se levantaba por las mañanas contenta y brincaba por el portal cuando la sacaba a la calle. A veces se alocaba olvidándose de su edad y de sus reúmas, y se caía al suelo, y se quedaba ahí, asobinada, esperando a que yo fuera a levantarla. Las pelotas de goma y los juguetes hacía mucho que se habían guardado en un altillo, porque la pulsión de ir a por ellas a toda costa no la había perdido del todo y no le convenían los excesos. Se apuntaba a salir siempre que te pusieras el abrigo. Y entonces nos íbamos ella y yo de paseo, a caminar despacio, porque ninguna de las dos tenía ya ninguna prisa.

La vida de Curra en este último año, con toda su vejez a cuestas, con sus achaques y debilidades, fue una vida pausada, lenta y paciente, con algún que otro destello, como esos rescoldos que para reavivarlos se soplan con mimo y así nos siguen dando algo de calor debajo de las cenizas. Y en casa, en mi familia, todos compensábamos su mengua de energía con más cariño si cabe, con mayor devoción si eso fuera ya posible, con la ternura que ofrece la indefensión del perrito anciano, que es muy parecida a la fragilidad del recién nacido. Y así fue hasta que ella quiso que fuera.

Curra ha muerto, pero el recuerdo queda. Yo siempre la llevaré en mi corazón como la perra buena, noble y cariñosa que era. Sobre ese triángulo construyó su personalidad, en la que faltaba astucia y pillería, en la que no había egoísmo ni celos, y para la que no necesitó nunca ni un asomo de fiereza. Ha sido una perra dócil y generosa que no exigía atención y que, sin embargo, siempre la merecía, precisamente porque no se preocupaba por ella. Una perra que podías llevar a cualquier parte y que era muy querida por todo aquel que la trató, aunque sólo fuera por unos minutos. Una perra divertida y simpaticona que se dejaba querer y que es imposible de olvidar. Esa era mi Curra.

Ha vivido quince años y ha vivido muy bien. Ella ha sido muy feliz y yo con ella también he sido muy feliz. Me quedo con eso, con la felicidad, y no con la tristeza y el dolor de la pérdida. Y creo que es lo justo, creo que es lo que se merece su recuerdo. Curra ha sido mi amiga, mi compañera fiel, mi perrita del alma. Curra ha muerto y ahora, ya para siempre, la echaré mucho de menos a mi lado. 

Un beso energético y un trocito de pan. Descansa.

El Cerro del Tío Pío

He estado esta mañana en el Cerro del Tío Pío, que es un parque que hay en el sudeste de Madrid, Vallecas arriba, y que lo único que tiene de feo es el nombre. Este parque está situado en una terraza en la que antiguamente se habían ido instalando los inmigrantes que llegaban a Madrid a principios de siglo (XX). Más que un barrio marginal, era un asentamiento de chabolas e infraviviendas, que en los años 70 y 80 se fue rehabilitando y que, finalmente, se convirtió en lo que es ahora: un mirador extraordinario desde el que las vistas de Madrid son asombrosas.

También se conoce este parque como el Cerro de las Siete Tetas, o el Cerro de las Tetas, sin más. Y es que el parque tiene unos montículos enormes debajo de los cuales están los restos de las antiguas chabolas. Los urbanistas, yo creo que con buen criterio, en vez de llevarse los escombros echaron arena y plantaron césped, y ahora eso se ha convertido en  unas protuberancias que parecen tetas. Bueno, que parecen tetas o que somos unos ordinarios, porque si este parque lo pones en París, entonces se llamaría le Parc des Sept Grandes Buttes, o ya puestos a evitar descripciones se hubieran inventado cualquier cursilada, y lo hubieran llamado le Parc de la Grand Vue, o le Parc de la Melancolie, o le parc de l’Amour pour la Terre, o algo así.

Creo que ya les he contado que trabajo en una undécima planta. Los cielos que veo desde mi ventana son de infarto la mayoría de los días, y en especial por las tardes. Esta semana, con el frío y la ausencia de contaminación, hemos tenido espectáculo casi todas las tardes. La muestra que les ofrezco aquí es pobre y además tiene una ventana por medio, pero creo que permite que se hagan una idea de lo que me toca penar algunas tardes:

Uno de estos días, hablando de los cielos de Madrid y de la suerte de poder verlos desde lo alto, una compañera mencionó el Cerro del Tio Pío. Me dijo que ella iba a veces con su perro y que había mucho friki con cámara por las tardes. No me digan más. Con lo que me gustan los perros a mí. ¡ Y con lo que me molan los frikis con cámara! Así es que esta mañana he montado a Curra en el coche y nos hemos ido de excursión. Según Google maps está a a un cuarto de hora en coche desde mi casa. Nosotras hemos tardado 45 minutos porque, como era previsible, nos hemos perdido. Por otra parte, el día era feote, de estos en los que el cielo no está limpio ni hay nubes, era media mañana con una luz tirando a ej, en fin, que como no lo van a quitar, yo tenía sólo el propósito de ir a ver dónde estaba, cómo se llegaba, qué se veía y qué tal iba el objetivo de la cámara. Lo que se llama una visita de prospección.

Amigos, todavía tengo la boca abierta.

Madrid a tus pies. Madrid y más allá, porque se ve Guadarrama y toda la sierra, y yo creo que con unos buenos prismáticos se ve hasta el Monasterio de Montserrat. Madrid grandioso, Madrid precioso, Madrid über alles. Un espectáculo. Les dejo unas fotos que no valen nada, pero habrá más visitas: sólo hay que esperar a que el cielo nos sea propicio.

Lo que me parece curioso es que se trata de un lugar desconocido para la mayoría de los madrileños, no digamos para la turistada. Quizá sea mejor así. Pero entre ustedes y yo, si pasan cerca y no lo conocen, dense un garbeo por allí, que me lo agradecerán.

La historia del parque, aquí.

 

Lovecats, de The Cure

Me encanta esta canción. Les iba a poner el vídeo de Youtube para que lo vieran, pero tengo para mí que estos videos no se miran nunca. Uno dice «Bah, ya conozco la canción, la oiré en otro momento» y se saltan la única sustancia que tiene el post.

A ver si así.

Que tengan una buena tarde de sábado.

Buscadores decepcionados IV

Hace más de un año que no hago una entrada sobre los buscadores decepcionados, ya saben, esas personas que van buscando algo en internet y que por culpa de los misterios insondables que esconden los algoritmos de Google acaban en este humilde blog, aunque a veces ni siquiera los algoritmos pueden explicar lo inexplicable.

Para encontrar cosas raras normalmente conviene ir a los términos de búsqueda que sólo aparecen una vez. La mayoría de la gente que llega lo hace buscando directamente un mundo para curra o variaciones. Y sin embargo, es curioso que el peinado de Callejón (el futbolista), aparece en 158 ocasiones. Y si sumamos todas sus variantes, puede llegar fácilmente a las 600 búsquedas. A ver: lo que me parece chocante no es que lleguen aquí, sino que tanta gente lo busque, con lo horroroso que es ese peinado.

El fútbol y los nombres de los futbolistas aparecen en muchas ocasiones, incluso acompañados de algún que otro insulto, aunque la palma se la lleva el que llegó aquí buscando carem benzema autor francés y su arquitecturaen platillos. Para mí que era el abogado del Real Madrid antes de una rueda de prensa de Florentino. Así vamos los madridistas, que no ganamos para sustos.

Hay muchos buscadores que esperan encontrar en este blog una especie de oráculo del Whatsapp. Incluso principiantes, como por ejemplo el que llegó buscando el whapatt de un hombre fiel. La cosa está como para poner una escuela, porque no faltarían  profesores muy avanzados, por ejemplo el que andaba buscando imagenes de cadenas para whatsapp de que parte de la ropa me quitarias. Supongo que buscaba alumnos el que llegó a través de dummie de los Whatsapp, así es que lo mejor es dejarlo en un curso básico: Lección 1,  La cosa empieza por like y te lo digo por chat; lección 2, like & te digo que me gusta de ti ;p y Lección 3 y última: like y te publico – tonteras.

No puede faltar el capítulo de animales, y estoy pensando muy seriamente poner en la barra lateral el enlace al National Geografic. Sobre buhos hay muchas, y alguien se pregunta por un buho que curra, sin que se me ocurra qué profesión debo atribuir al búho, aunque aprovecho para aclarar que Curra es un PERRO, y que aquí no hay ninguna oveja curra, gallina curra, curra cabra o saltamontes curra (?!), ni sé cuál puede ser el nombre científico de las hormigas curras. También hay quien busca cocodrilo manco y luego precisa: cocodrilo manco porvenir. Yo no tengo respuesta pero desde luego no me haría muchas ilusiones con el porvenir del pobre bicho. También está el que venía buscando diferencias entre mono y mona, al que pondré un enlace especial a la página de Barrio Sésamo.

Estos buscadores en el fondo me dan algo de penina, porque hay veces que tienes la certeza de que nunca encontrarán lo que buscan, ni aquí ni en ningún sitio. De este tipo son Porunhep, o kom ombo, o loloew enbragsd (para mí que busca bragas de Loewe, pero mira, que lo escriba como Dios manda) y aogeo porigeo, que me hace pensar en la que se me viene encima después de la entrada sobre orbitar que hice el otro día.

De libros hay una barbaridad de búsquedas, y por regla general bien escritas y respetando la ortografía, no como el de Loewe. Uno ha llegado con milam kundera la despedida despertador y deduzco que le aburrió el libro; otro escribe no entiendo el libro de Joyland, y no me explico qué es lo que no ha entendido; y luego los que creen que esto es un consultorio, tipo novelas cortas para que mi hijo haga un librito en la escuela, a quien supongo que habré decepcionado mucho.

En el capítulo de miscelánea, están magenes de todo aquel q habla de manzana se la kiere comer, que no sé lo que le pasa; fots de tren de hersshey, que no sé dónde quiere llegar; dor de dedo gordo del pie dedecho de la bada, que debe de tener un catarro de campeonato; quiero poner un moño negro en facebook, que no sé a qué espera; umagenes de cuando vas en un avin, que debe de ser primo hermano del de hersshey y senoras haciendo pis empinadas, que definitivamente no comprendo cómo ha podido llegar a este blog.

Curioso también que han llegado tecleando yo soy Charlie, y poniendo yo no soy Charlie. ¿Alguien duda de qué lado estoy?

Terminaré con una búsqueda que me ha encantado: el amor es como la wifi. Pues sí, amigos. Y por eso estoy yo aquí.

Sigan buscando.

Curra en la #SanPerrestre

Curra en la San PerrestreHoy Curra ha estado en la San Perrestre. Por supuesto ella no lo ha elegido, sino que hemos ido por voluntad mía. Sin embargo, estoy segura de que ha ido con mucho gusto, porque tanto el motivo, como la organización, como el ambiente eran muy apropiados para su condición de perra. Y de perra con suerte.

Sí, amigos, hasta para ser perro hay que tener suerte en la vida. Curra, como muchos otros, la ha tenido. Ha dado con una familia que la quiere y que la cuida, que la ha educado y que la considera un miembro más de la familia, con un papel muy concreto que no admite confusión con los demás participantes. Porque en las familias están los padres, los hijos, los abuelos, los tíos, los sobrinos, la familia política y la mascota. Todos tienen su papel, y Curra también. Es el elemento que nos hace compañía, que llora de alegría cuando llegamos a casa (bueno, cuando llego yo ni me mira, esto es así), que da cariño a todo el mundo y que nunca falla. Es un ser peludo y básico, simple como un cubo boca abajo, que cuando te mira parece que escucha y que cuando oye es como si te viera. Es algo más que un ser vivo y algo menos que un ser humano, pero el que ha tenido un perro sabe que es verdad eso de que es el mejor amigo que puede encontrar el hombre.

Así que Curra y yo nos hemos ido hoy a San Perrestre, que es un evento que organizan los de El Refugio para recaudar fondos para su organización. También lo hacen para salir en la tele y concienciar a la gente sobre algunas cosas que no hay que dejar pasar por alto como son animar a la adopción en vez de comprar perros, concienciar contra el abandono de animales y promover el sacrificio cero. Y yo apoyo estas tres causas, porque me parecen nobles, y porque creo que un país que respeta a los animales es un país mejor, más civilizado, más respetuoso y más compasivo. Y el mundo necesita esas tres cosas.

Estamos en Navidad y se acercan los Reyes Magos. Quiero decir en este blog que esos padres irresponsables que regalan cachorritos a sus hijos y luego los abandonan en primavera tienen todo mi desprecio. Les diré que no se hagan ilusiones pensando que son buenos padres: no lo son, no lo pueden ser, porque no son buenas personas. Y los juzgo, ya lo creo que los juzgo. Y los condeno. Y si en mi mano estuviera, irían a la cárcel y les metería una multa de 20.000 euros.

Amigo, nadie tiene la obligación de tener un perro. Por eso, si no lo puedes cuidar, no lo tengas. Si no estás seguro de que vas a poder hacerte cargo de él, tampoco. Y si a pesar de todo, te embarcas en esa responsabilidad y un buen día te das cuenta de que no puedes seguir cuidándolo, regálalo, acude a una protectora, pon un anuncio en el supermercado, busca una solución, que si la buscas, la encontrarás, pero por el amor de Dios no lo abandones.

Y al revés, si te lo puedes permitir, adopta un perro. Es verdad que hay que sacarlo todos los días, haga sol o llueva; es verdad que cuesta un dinero, aunque también cuestan todas las tonterías que compras y que no necesitas; es verdad que te condiciona algo la vida, aunque menos si está bien educado; es verdad que se comerá tu sillón y que te llenará el abrigo de pelos; es verdad que va a requerir un esfuerzo por tu parte. Sí, todo eso es verdad. También es verdad que lo normal es que muera antes que tú, y que eso te partirá el corazón. Es verdad. Pero un perro, si eres capaz de quererlo sólo la mitad de lo que te querrá él a ti, te hará mejor persona.

¡Feliz San Perrestre!

Un texto sobre la vergüenza ajena

No es siempre, y no es por todo. Es sólo a veces y por algunas cosas. Lo normal es que me sienta acompañada, acompasada, acomodada contigo. Son ya muchos años juntas, unidas por la complicidad, por la costumbre, por el cariño. Muchas tardes, otras tantas mañanas, haciéndonos compañía la una a la otra, tú a mi lado, yo al tuyo, inseparables las dos. Debes saber que no vengo aquí a entregarte un reproche, sino a contar mi verdad.

Lo siento, pero no puedo soportar que te pongas la primera en la fila cuando se reparte comida. Hay otros, hay otras, hay muchos que también quieren coger algún dulce y que aguardan su turno pacientes, educados, atentos, hasta que la mano amiga se los ofrece. Tú no. Tú empujas a los demás para coger lo que te corresponde y vuelves a pedir más, como si fuera la primera, como si fueras la única, como si no hubiera más bocas que la tuya, sin otro merecimiento que pedir, y pedir, y volver a pedir, se diría que estás hambrienta, que te supera el ansia, que te abandonas a la codicia, que te rindes a la gula, que te entregas a una voracidad incomprensible que me avergüenza.

También me avergüenzas y mucho cuando, en la calle, nos encontramos con algún conocido tuyo. Esos aspavientos histéricos, esas demostraciones de cariño desmedido, exagerado, excesivo, desmesurado, desorbitado, extremado, descomunal, gigantesco, aparatoso, descontrolado. Me sube la sangre a la cara cuando siento la mirada burlona de los otros transeúntes en mi espalda mientras trato de apaciguar esa reacción tuya tan fuera de lugar, tan inelegante, tan poco contenida.

¿Y qué decir de esa manía tuya de hacer el trenecito en público? Me sonrío cuando pienso que eso de hacer el trenecito es como lo llama mi hermana, que muy finamente esconde la verdad para no decir, por lo directo, que te pica el culo y te alivias aunque haya otras personas delante. Y así, sin poder dominar la desazón, te frotas disimuladamente cuando te incorporas del sillón, o arrastras las posaderas por la arenilla del pinar cuando te sientas en el suelo, o te aprovechas de las hebras de una manta, qué más dará dónde estés. Me desquicia que pienses que nadie se está dando cuenta. Me desquicia tu primariedad. Y tu descaro.

Pero mira, ya el colmo es cuando intentas montar a otros perros en el parque. Yo nunca, ¡nunca!, te eduqué para que te comportaras como una perra, aunque lo seas. El espectáculo es pavoroso, créeme, y ganas me dan de decir que no te conozco, que yo sólo pasaba por allí de camino a misa, a la Novena, o a Maitines, o a Vísperas, a limpiar el coro o a ensayar con la guitarra, qué sé yo. Y que eso que llevo en la mano no es tu correa, sino un rosario… El colmo, Curra, esto es el colmo del deshonor.

No es siempre y no es por todo, es sólo a veces y por algunas cosas que haces y que son estas que hoy he venido a contar aquí. Y que no debes tomar como un reproche, sino tan sólo como la pura, sencilla e inevitable realidad.

Este texto fue también publicado en El Naviero (www.elnaviero.com)

Y no llevaré mochila

Mañana es el Madrid-Barça, un nuevo partido del siglo y yo iré al Bernabéu. Y no llevaré mochila.

Yo soy muy de llevar mochila, no crean. Cuando digo por el mundo digo por el mundo vacacional y findesemanero, aunque a veces me pilla el toro y voy por Madrid con tacones, abrigo y la mochila al hombro (al hombro, al izquierdo para más señas, nada de ponérmela con las dos asas, que yo ya tengo una edad). Esto me pasa porque vengo del poblachón, o por alguna otra razón no necesariamente muy poderosa y que tiene que ver más con la pereza que con el tiempo. Puedo entender que parezca algo chocante, pero a mí me da igual, aunque no siempre: recuerdo por ejemplo la cara de estupor que puso una amiga en una cena, más decepcionada que sorprendida, cuando dejé una mochila azul en la silla para quitarme el abrigo.  No dijo nada… pero hubiera debido.

Tengo varias, incluso una de ante muy mona que ni es mochila ni es nada y que es probablemente el bolso más absurdo que tengo en el armario y que no me pongo nunca. Yo cuando hablo de mochila hablo de mochila, de mochila fea de lona, de mochila de tío, de mochila de ir de excursión con los bocadillos, de mochila de estudiante, de mochila para llevar muchas cosas. Sí me interesa aclarar que no son mochilas de gimnasio. Yo no tengo nada para ir a un gimnasio. Es más: yo no sé lo que es un gimnasio. Gimnasio es para mí una palabra sin contenido que procuro que ni se me pase por la mente.

A la peluquería voy con mochila, no sé muy bien por qué. Y cuando voy con Curra a algún sitio que no sea de paseo. Y al aperitivo, aunque sea en ciudad. Y al Rastro, si voy al Rastro, y a un museo si voy a un museo. Y ahora que lo pienso, a muchos sitios voy con mochila. Y claro, al fútbol también la llevo. Sin embargo, mañana iré al Bernabéu con las manos en los bolsillos. Las llaves, el DNI, algo de dinero, el móvil, la entrada y ya está. No me molesta que me miren lo que llevo, no. Sencillamente, creo que cuanto más fácil se lo ponga yo a los polis, más difícil se lo pondré a los malos y así haré algo más útil que poner un tuit.

Para terminar un post incoherente en el que no se sabe muy bien si hablo de complementos, de costumbres, de las caras que pone una amiga, de mis paseos con Curra, del horror que me producen los gimnasios, de la seguridad en un estadio o de mis convicciones ciudadanas, les diré que me conformo con un 1-0. Hala Madrid.

Un árbol con flores

Hay en el pinar del poblachón, a un lado del camino por el que paseo a menudo, un árbol adornado con flores. No son flores silvestres sino rosas, claveles y lirios que alguien pone ahí y que mantiene frescas y cuidadas como una tumba en un cementerio. Las flores están distribuidas por el suelo y sujetas al tronco con alambres, y tienen el aspecto de estar enredadas en el árbol, uno de tantos abetos que conviven con los pinos en esa zona del bosque. El pie está rodeado de piedras que alguien ha dispuesto de manera cuidadosa, como si quisiera separar ese árbol del resto, como si quisiera reforzar una singularidad que de otra forma no tendría o como si quisiera reservar el espacio con una barrera que evite que nadie se acerque y robe las flores. Es imposible no verlo, y no sólo por estar en la orilla del camino. En un entorno de verdes, marrones y azules, los rojos, rosas y blancos de las flores destacan por lo inesperado Se diría que son casi una excentricidad en un bosque austero y sin primavera.

Este tipo de señales, recordatorios con flores, se ven mucho por las carreteras en lugares en los que ha habido accidentes. A veces las flores en el arcén están acompañadas por una cruz que parece pedir una oración por el alma de quien encontró la muerte en aquella recta, en aquel cambio de rasante o en aquella curva. Quizá es al revés, y son las flores las que acompañan a la cruz, que después de todo es un símbolo de mayor trascendencia y menor caducidad. Pero, en cualquiera de los casos, el conjunto rinde homenaje al recuerdo, aunque sea el de un desconocido, y transmite una sensación de desasosiego por lo que tiene de funerario y porque siempre se piensa que, ahí debajo, tal vez hayan dejado las cenizas que convertirán el lugar en un relicario sin reliquias.

Es la misma sensación que provoca el árbol de mi paseo. No sé por qué en ese abeto hay flores, no sé por qué alguien quiere destacar ese punto del camino y por qué quiere hacerlo de esa manera. No sé qué se conmemora, qué se recuerda, qué se señala. He podido preguntar en el pueblo –ya saben, en las panaderías siempre se encuentra respuesta a todo, porque el pan es memoria–, he podido intentar informarme pero prefiero no saber. Porque si me dicen lo que temo, o algo peor, por ejemplo que en ese lugar se apareció una virgen luminosa a unos pastorcillos, tendría que saltarme esa vereda del recorrido. Cada mirada del perro a la lejanía, cada crepitar de una piña al abrirse, cada topillo que se arrebujara entre los matorrales o cualquier otro suceso hasta entonces corriente me provocaría un espasmo de inquietud y terminaría abandonando un camino que, por rutinario, me alimenta la imaginación. Y entonces mi paseo matinal se arruinaría.

Esta mañana mi recorrido ha sido más meditabundo de lo habitual. Al pasar al lado del árbol he seguido mi camino como cada día, pero esta vez me ha dado por pensar que quizá esas flores no tengan un significado luctuoso. No debo esperar susurros sobrenaturales en unos bosques que tan sólo gritan serenidad. Me he dicho que tal vez en ese árbol se conmemora una promesa o una declaración de amor. Quizá por allí paseaba una pareja que, ya anciana, no puede alcanzar este tramo del bosque, y pide a sus nietos que alegren en su honor la imagen triste de los abetos con un sencillo homenaje. O puede ser que el árbol no encierre otro misterio que haber sido cabaña de juventud, lugar de juegos y de secretos que dejan de serlo porque se olvidan. Se me ha ocurrido incluso que es posible que se trate de la chaladura de un esteta de los campos, un loco de las flores, un tipo inconformista y con inquietudes por redecorar la naturaleza, siempre tan salvaje. Cualquiera de estas explicaciones puede parecer descabellada, pero nos enseñan que el misterio conserva su encanto cuando se aleja de la muerte.

En fin, cualquier día de estos, si me animo, preguntaré en la panadería. O no.

 

Curra entre abetos

 

 

Do es trato de varón

No me pregunten por qué, pero ando yo hoy con la música de Sonrisas y lágrimas en el cerebro desde que me he levantado. Tal vez he soñado con algo que me lo ha hecho recordar, que pueden ser muchas cosas, por cierto. He podido soñar con una mala traducción, por ejemplo, porque la canción que me viene a la cabeza, para mi estupor, es la doblada al español.

Do es trato de varón. El día de Navidad no sé por qué salió en la conversación la traducción de la famosa canción Do, Re, Mi, y uno de mis cuñados contó que en un pueblecito de Soria, en una ocasión un paisano le preguntó que cuál era su don. Él, extrañado, a punto estuvo de contestarle que tenía mucha paciencia pero, inteligente como es, adivinó por el contexto (y por la edad del caballero), que le estaban preguntando por su nombre.

– ¡Pues yo hubiera contestado que sé mover las orejas!

– No, porque a ti te hubiera preguntado cuál es tu doña…

El don. Todos tenemos un don. Incluso Sholojov, aunque el de éste era apacible. En la traducción al español, los amigos de los destrozos se comieron tres consonantes: el trato de varón, el selvático animal y el lejos en inglés. Como me decía @hombrerevenido el otro día, «son fechas de excesos gastronómicos y el que esté libre de culpa, que tire el primer turrón del duro». Claro que en original también jugaron con la fonética para salvar la canción:  Doe, Ray, Me, Far, Sew, La, Tea… Por lo visto, con esta canción se puede hacer casi cualquier cosa.

Sí, casi cualquier cosa. Pero ¿por qué será que se me ha quedado grabada esta canción?

¡Felices Reyes Magos!

 

 

Nochebuena y Navidad

Esta noche y mañana cenaremos y comeremos en casa. Y en Fin de año ya veremos. La peculiaridad de este año es que esta noche tendré a cuatro perros en casa y mañana tendré cinco.

A Curra, la titular, ya la conocéis. Una perra tranquilona, nada celosa y muy sentida. Luego Wilma, la co-titular, una gamberra que acaba de cumplir 3 añitos y que es un terremoto. Además está Jara, a quien yo llamo «ojos de ciruela». Sus dueños, amigos de una hermana, se han ido de viaje y la han dejado donde saben que la cuidan. Es muy miedosa y friolera, así que siempre está temblando. Y tendremos a Mara, que es la perra del novio de mi sobrina, una cachorra de Golden que espero que sepa comportarse y a quien todavía no conozco. Y mañana se une Gus, el perro de mi otra hermana que tiene pinta de golfo pero que es bien simpático. Rufo, que es el gato de mi tía, se lo va a perder. Mejor: ya está muy mayor y estos saraos no le molan mucho. ¡Alegría!

Os dejo con un video muy divertido que he visto en Tw esta mañana y que viene muy a tono con esto que os estoy contando. Aunque aquí son 13 perros y un gato cenando…

Y antes de dar por acabado el post, os deseo a todos una Feliz Nochebuena, y también una Feliz Navidad.