El céntimo sanitario y los tres monos sabios

mapa-centimo-sanitarioNo sé qué me parece más escandaloso, si el haber estado cobrando durante 10 años un impuesto ilegal o que no pase nada. Tanta alharaca por tantas chorradas y nos mangan pasta oficialmente y aquí no pasa nada. Cualquier día nos meterán de clavo, previo «huy, un fallo informático», diez o doce euros de más en cada declaración y se quedarán tan panchos. Y llegados a este punto, ya no sé si pensar que casi mejor, porque cualquier multa que le pusieran al Estado la pagaríamos vd. y yo, irremediablemente.

Toda esta patulea que nos gobierna seguro que robaba del monedero de su abuela cuando eran pequeños. Ni rigor, ni ética, ni siquiera algo de solvencia en administrar los asuntos públicos: no es un mono con una pistola, sino una manada de gorilillas alrededor de un misil nuclear. Realmente, en España nos pasan pocas cosas para todo lo que nos podría pasar…

Lo más asombroso ha sido la reacción de los responsables. Montoro dejándonos muy claro que todo lo anterior a 2009 ya no cuenta (sólo le ha faltado decir «Ah, se sienteeee»), y que el asunto corre por cuenta del votante al volante. De los gobiernitos autonómicos mejor ni hablar:  sólo les ha faltado hacernos una pedorreta. Por supuesto, si vd. pide responsabilidades, oirá un eco: …»Hades, hades, hades…»

Vale que es difícil devolver el dinero, aunque no es imposible, ni incalculable. Se me ocurre que si vd tiene un coche desde 2010 y le ha hecho 100.000 kilómetros, y su modelo de coche gasta 7 litros cada 100 kilómetros, por un precio medio de 1 euro son 7.000 euros. Aplíquenle un margen de error del 30%, venga, para que el Estado nunca pueda perder: 4.900 euros. Le tendrían que devolver 49 euros, suponiendo que no haya ido a Segovia. Ya sé, es calderilla, pero le recuerdo que es SU calderilla. Y sí, ya sé, que vd sale perdiendo, pero no se me venga arriba y modere su ambición: frente al Estado, vd. va a salir perdiendo de todos modos.

Sin embargo hay algo que no cuesta nada, algo que no supone dinero para el Estado, ni penaliza el déficit, ni aumenta la deuda. Hay algo que no provoca ningún lío administrativo, algo que no lleva tiempo, que no paraliza ninguna decisión, ni contraviene ninguna ley o norma. Algo que ni siquiera requiere imaginación. Ese algo es ofrecer alguna disculpa, o al menos una pequeña explicación…

Nuestros gobernantes son como una caricatura de los tres monos sabios: sordo cuando le reclamas el dinero, ciego para buscar responsables y mudo para que no se le escape una disculpa. Diosito…

Interpretar la factura de la luz

Al cabo de los dos años soñó el Faraón que estaba a orillas del río, y veía subir de él siete vacas hermosas y muy gordas, que se pusieron a pacer la verdura de la orilla; pero he aquí que después subieron del río otras siete vacas feas y muy flacas, y se pusieron junto a las siete que estaban en la orilla del río, y las siete vacas feas y flacas se comieron a las siete hermosas y gordas; y el Faraón se despertó. Volvió a dormirse, y por segunda vez soñó que veía siete espigas que salían de una sola caña de trigo muy granadas y hermosas, pero detrás de ellas brotaron siete espigas flacas y quemadas por el viento solano, y las siete espigas flacas y quemadas devoraron a las siete espigas hermosas y granadas y se despertó el Faraón. Este fue el sueño.» Génesis, 41.

electricidadEntre estas dos facturan que ven a su izquierda, median siete años. Misma potencia y un mismo consumo aproximado, pero un importe a pagar muy diferente.

Yo supongo que si el Faraón de Egipto hubiera soñado con kilowatios hermosos y gordos a los que suceden kilowatios feos y flacos, se hubiera despertado del sueño entre gritos y sudores.

Y también supongo que, al ver ¡EL 53% DE DIFERENCIA!, no hubiera necesitado llamar a José para interpretar nada.

Una mujer dificícil, de John Irving

Una mujer difícil unmundoparacurraTerminé el otro día de leer este libro de John Irving, una estupenda novela de 750 páginas que me ha gustado mucho. Sí, se trata del mismo John Irving que escribió La última noche en Twisted River y que mereció una crítica feroz por mi parte (click). Esta crítica provocó que mi hermana mayor me regañara mucho y muy seriamente: yo había ido a dar con uno de sus libros basura, pero Irving es magistral y para comprobarlo, me recomendaba leer otros de sus libros. Como sería la cosa que me comprometí a leerme el libro de Irving que quisiera regalarme: así que, muy en un tono «si no quieres caldo, toma dos tazas», en Nochebuena me regaló Una mujer dificil y en Reyes Las normas de la casa de la sidra. Y aquí estoy con este post.

Es verdad, es otro Irving. Para empezar, la novela se desarrolla en un ambiente mucho más culto, elegante y civilizado que La última noche…, así es que, de momento, ya no he tenido que penar con ese lenguaje traducido tan de película americana de serie B. Cuenta la historia de Ruth Cole, una mujer cuya vida empieza antes de nacer, cuando sus dos hermanos mueren en una accidente de tráfico. Este accidente provoca no sólo su nacimiento, sino también la búsqueda de sus padres por solventar su ausencia. Ruth Cole se convierte en escritora de éxito y sólo empieza a encontrarse a sí misma con casi cuarenta años, cuando su padre muere y ella inicia una nueva vida y una nueva etapa como escritora.

La novela está llena de giros inesperados, de historias dentro de la historia principal. Los personajes están cuidados, están llenos de coherencia a pesar de tener personalidades extrañas, a veces extremas. La historia parte de un hecho trágico y de la vida llena de desasosiego de la madre, y pasa por muchos momentos de tensión y hasta de suspense, pero dentro de todo es una novela optimista y que se sigue con mucho interés.

Así es que he cambiado mi opinión sobre Irving, amigos. Pero no sobre La última noche en Twisted river, que sigue siendo, en mi opinión, un horror digno de salir volando por una ventana. Este, sin embargo, es un magnífico libro que me ha encantado y que yo les recomiendo si quieren leer algo de este señor. Y agradezco mucho a mi hermana que me regañara, que insistiera y que me lo regalara, porque casi con seguridad nunca lo habría leído.

Dejo para dentro de unos meses Las normas de la casa de la sidra. Si es dentro de este año, tendrá también su post, no lo duden.

Mi media hora de más

Despertador unmundoparacurraAntes, aunque no sabría precisar cuándo era antes, yo necesitaba una hora por las mañanas desde que me levantaba de la cama hasta que salía de casa. Si voy de viaje añado un escueto cuarto de hora para hacer la maleta, tal es mi destreza preparando equipajes. En realidad, la maleta la voy haciendo mentalmente mientras me ducho, porque siempre me he negado a dejar hecha la maleta la noche anterior o a dejar un mayor margen de tiempo para guardar las cosas para un viaje: considero que ése es el mejor camino para llenar de «por si acasos» y de chismes inútiles la maleta. La tensión entonces es un remedio eficacísimo.

Me releo. Nunca me he levantado de la cama. Más bien me arrastro penosamente entre las sábanas hasta dar con los pies en el suelo, y después de unos momentos de angustia atroz, tiro del resto de mi cuerpo con muy pocas ganas de vivir. Tras unos pocos segundos dedicados a considerar el sentido de la existencia, se activa mi instinto de homo sapiens, lo que permite que mis piernas me sujeten en una posición semierecta, algo que cualquier observador ajeno a la penuria de mi debilitada voluntad confundiría con una postura literalmente encogida. Cuando estimo que un poco de sangre me ha llegado al cerebro, entonces hago algo que nunca recuerdo pero que me permite llegar a la cocina de cuerpo presente y con el alma ausente, que diría Lorca. La catatonia me dura hasta que termino de desayunar, si bien eso sólo sucede los días mejores. Los peores llevo esta pena hasta las doce de la mañana…

La cuestión es que, sin hacer nada distinto que desayunar, asearme y vestirme, desde hace algún tiempo vengo observando que necesito unos veinte minutos más. Intolerable. Descarto que la razón sea que voy más despacio, porque lo considero imposible, y por otra parte, el resultado de la persona que sale de casa en estos últimos meses no ha mejorado de forma ostensible. Así es que emplear más tiempo para obtener el mismo resultado me convierte en una persona potencialmente improductiva, lo cual no sé si me dará derecho a una subvención pública, bien mirado y dicho sea de paso.

Así es que me he puesto a reflexionar, y, al no encontrar algo que justifique esos veinte minutos, he llegado a la conclusión de que debe de haber un montón de pequeños algos. Esto pasa mucho en la vida, no crean. En los proyectos, son los «nice to have» o los «ya que«, y en la vida son los «bah, total«. O sea, lo que viene siendo tomar holgura. Pequeños gestos, mínimas tareas nuevas, o un orden distinto al realizar las mismas acciones… el orden a la hora de hacer tareas recurrentes es mucho más importante de lo que parece, no crean.

En fin, el tiempo sólo se pierde si no se sabe en qué se emplea, porque de todos modos y hagas lo que hagas, el tiempo va a pasar. Lo expliqué aquí y lo enlazo para que no lo ande buscando mi lector filipino. Y sigo reflexionando y persiguiendo mis veinte minutos de holgura. Pero no hay que engañarse, que esto es como las cuentas de resultados a la baja: una vez justificada la pérdida, el contador se vuelve a poner a cero y, a partir de ahí, se dejan las pesquisas y se sigue con la vida.

Benditos extraterrestres

Cuando leí la noticia en Twitter me quedé estupefacta:

Un espectador lanza un perro contra un árbitro en un partido de fútbol en Almería«

No tengo inconveniente en resumirles la noticia, sobre todo porque no sé si por enlazarla me llevará presa el ministro Wert. Resulta que se jugaba un partido en el pueblo de Olula del Río entre el Comarcal del Mármol y La Cañada, siendo los locales del Comarcal. Resulta que un vecino de Macael – que comparte equipo con Olula del Río – no quedó conforme con una decisión del árbitro y le tiró a la cabeza el perro que llevaba otro espectador. Así. Tú llegas, coges al perro del señor de al lado, y se lo tiras al árbitro.

Voy a aligerar sus inquietudes, que tendrán muchas. El perro era un cachorro. Voló contra su voluntad (y su físico) siete metros y se pegó un golpetazo contra el cemento que le dejó aturdido, aunque se ha recuperado y ahora ya corretea, a voluntad (y gracias a su físico), por los campos de Olula. El árbitro pudo esquivar al perro, aunque no se da noticia del estado en el que quedaron sus nervios. En cuanto al dueño del perro, se sabe que se lió a bofetadas contra el bestia del espectador. Naturalmente, se le ha imputado por un presunto delito de maltrato animal. Aclaro que se ha imputado al que tiró al perro, no al dueño del cachorrillo…

Qué pena de extraterrestres, de verdad. Cuando se leen estas cosas es cuando una echa de menos que no vengan del espacio unos seres enormes, con sus naves en plan Independence Day o La Guerra de los mundos, y abduzcan a tipos como ese espectador. Que le agarren con sus tenazas de los pelos y le metan en una enorme copa de agua con gas, y le dejen ahí pataleando entre las burbujas como cualquiera de vds dejaría a un pobre mosquito que cayera despistado en su vaso de refresco. Que se sintiera como Gregor Samsa, aquel hombre que se convertía en cucaracha en el cuento de Kafka, y que le persiguieran a zapatillazos por los pasillos de las casas y por las aceras de las calles, y se sintiera indefenso e incomprendido.

Si el respeto a los animales es un síntoma de civilización, a este forofo de Olula del río le queda por recorrer un cuarto de milenio. Lástima de extraterrestres…

Currita cachorro

Competencias escasas

Lo habrán leído, oído, visto. En Andalucía hay un nuevo candidato para presidir la Junta. Un candidato joven, lleno de energía y ganas de progresar en la vida. Competirá con la actual presidenta de la cosa, una mujer más joven, pero también llena de energía y ganas de progresar en la vida.

Tienen carreras muy similares. En los dos casos, se afiliaron a sus partidos muy jovencitos y a los 23 ya dirigían las juventudes de sus respectivos a nivel provincial. Luego siguieron progresando en sus camadas mientras lograban una concejalía en sus ciudades, con la tierna edad de 25 años. Ninguno de los dos tenía carrera cuando llegaron a concejales, pero para gestionar dinero público tampoco es necesario saber sumar. Con saber firmar, basta y sobra. Aquí y aquí sus cortas biografías, por si quieren llorar.

Andalucía es una autonomía con un presupuesto de 31.000 millones, en números redondos. De euros, claro. ¿Tiene vd ipad? ¿No? Pues ese presupuesto da para regalarle una a cada español y nos sobra pasta para invitar a los portugueses, no le digo más.

Para gestionar este pastizal, tenemos a dos individuos que no han visto a un cliente en su vida. No saben lo que es. Estos dos mendas nunca en su vida han manejado un presupuesto que tuvieran que cumplir a rajatabla. Nunca han vendido nada diferente al humo, a la palabrería. Estos dos mamarrachos no tienen ni la más remota idea de lo que es un competidor en un mercado. Estas dos prendas nunca han necesitado ser eficientes. Nunca han arriesgado su puesto de trabajo. Nunca han vendido otra cosa que promesas, sin necesidad de tener que cumplirlas. En definitiva, estos dos no tienen ni puta idea de lo que es la vida real. La una tardó diez años en sacar Derecho y el otro tiene unos estudios menguantes, por no decir inexistentes. Llevan viviendo del cuento desde los 19 años, sin necesidad de esforzarse más que para intrigar en esos lugares inmundos que son los partidos políticos, en donde se respira el aire viciado del peloteo, el arribismo y la sumisión.

Estas dos perlas van a competir en las próximas elecciones para gestionar 31.000 millones de euros. Entre ellos. Con sus competencias personales, que son escasas. Y luego pedirán más competencias al gobierno central, para gestionarlas con sus competencias personales, que ya digo que son escasas. Los políticos están acostumbrados a subir el precio de los servicios (los impuestos), sin necesidad de mejorarlos (recortándolos).  Esa es su idea de la competencia y la competitividad. O sea, escasa. O más exactamente: ni zorra idea.

Y luego dicen que están mal pagados…

Niños en la tele

Hace unos años, yo trabajaba como responsable de comunicación, y decidimos hacer un spot en el que salía un niño. Era arriesgado, siempre es arriesgado usar a niños en publicidad, y mezclados con ciertos productos es realmente un atrevimiento, pero la historia que había inventado el creativo era muy buena. Ahora tocaba ejecutarla, y ahí es donde se juega el tipo el artista. Te equivocas en el casting y un niño muy rico se convierte en un repelente, no das con el tono de la voz en off, eliges el decorado inadecuado, no cuidas el doblaje, el montaje, cada una de las palabras del texto y te llevas por delante una marca. La buena publicidad con niños es aquella en la que el niño aparece como un elemento natural de la historia y, precisamente por eso, no es una publicidad con niños, sino una publicidad en la que sale un niño. Un asunto delicado, desde luego, con el que hay que andarse con mucho cuidado.

La agencia nos recomendó buscar gemelos. Los tiempos de rodaje se acortaban considerablemente, porque tú no puedes tener a un niño de 4 años (esa era la edad aproximada del protagonista) durante 8 horas en un estudio en el que, normalmente, hace un frío de mil demonios. Al final no pudo ser, y elegimos a un niño realmente adorable, divertido y espabilado a más no poder, que nos hizo el trabajo bastante llevadero, teniendo en cuenta que un niño de esa edad lo único que quiere es jugar y entiende sólo a medias que tiene que hacer determinados gestos y decir ciertas frases. A esto último tuvimos que renunciar finalmente, porque entre la lengua de trapo y que había que montar imágenes para dar con la frase correcta, no se entendía una palabra de lo que decía. Una dobladora nos sacó del apuro. Por cierto ¿sabían que casi todas las voces de niños en la tele y en el cine son dobladas por mujeres?

De aquel rodaje recuerdo la incomodidad con los padres del niño. O más concretamente, con la madre. Estaba claro que ella no estaba de acuerdo con dejar que el niño saliera en un anuncio. Yo no me acuerdo de lo que cobraron, pero desde luego no era una gran cantidad. Y yo estoy convencida de que, en la mayor parte de las ocasiones, los padres no presentan a sus hijos como modelos para un anuncio por dinero, sino que lo que hay detrás es orgullo, una caída de baba que empieza y se satisface en el ego de los padres, no de las criaturas. Pero aquella madre estaba incómoda, algo avergonzada (finalmente, estaba alquilando a su hijo con fines comerciales), por momentos enfadada, y desde luego arrepentida. En cuanto al padre, apareció por allí cinco minutos, se mostró henchido de orgullo y vanidad, y se fue a su oficina, supongo que a presumir con sus compañeros, aunque me queda la duda de si no se quedó para no verlo.

El resultado fue sensacional, aunque recuerdo ese rodaje como una pesadilla en toda regla. Y se te queda un poco cuerpo de bruja cruel «comeniños», todo hay que decirlo, porque el niño se cosifica, si tiene hambre, o sueño, o está cansado, te parece un fastidio y no acabas de entender que, en realidad, el niño no va a salir de lo que para él es cotidiano.

En la parrilla de la tele, hoy, no hay día en el que no veamos a niños usados como monos titiriteros para distraer a un público adulto. Son utilizados como espectáculo, y da un poco igual que queden 10.000 ó 15.000 eliminados en el casting previo, con toda la carga de decepción que tendrán que sobrellevar esas criaturas a lo largo de su vida. Los niños cantan, bailan, guisan y muestran sus habilidades… Y si al menos fuera eso… Porque en mi opinión, no son llamados para mostrar su talento, sino que, en un reality dantesco, compiten salvajemente los unos contra los otros, porque sólo puede quedar uno, y el resto es desechado, eliminado, expulsado, enviado fuera de los focos y tratado como un niño peor frente a uno mejor. A la vista de 5 millones de espectadores, por los que las cadenas comerciales se matan entre ellas, sin pudor y sin ningún tipo de edulcorante que nos haga pensar que se trata de un juego para los protagonistas, o un programa amable en la que podamos enternecernos con la ingenuidad de la infancia (yo lo contrapongo a un programa muy divertido que se llamaba L’ecole de fans, en la TV francesa…), o simplemente, una publicidad en la que salen niños.

A mí me dan mucho asco todos estos programas, no puedo evitarlo. Paso por alto lo repelentes y marisabidillas que son la mayoría de ellos, y paso por alto a esos padres que echan a sus hijos al circo por unas monedas. O para satisfacer su ego, que me da lo mismo. Eso no es un juego, ni es un programa para otros niños. Eso es un circo en donde los monos son los niños, los gorilas son los padres, y las taquillas, pertenecen a la cadena correspondiente que nunca ha tratado de disimular su codicia. Y ahí está la población embrutecida, levantando el dedo o bajándolo, sin piedad, indicando a los jueces, pedorros venidos a menos que buscan promoción, quién se queda para vender más.

Todo en orden: si tiras cacahuetes, tendrás monos.

 

El pasajero mágico

M-30, tres y media de la tarde. Sobre la M-30, y en deferencia a mi lector filipino, aclaro que se trata de la carretera de circunvalación de Madrid. También se llama Calle 30, pero ése es un nombre que sólo utiliza la señorita de la radio que está en las dependencias de tráfico para informar sobre los atascos de la mañana, que casi siempre son los mismos. Los atascos en Madrid no son redundantes, sino reiterativos. Excepto cuando hay una manifestación, o un accidente, o una avería, que en ese caso es un atasco inesperado. Inesperado y con costes de adaptación, como todo lo inesperado.

Pero a lo que iba: M-30, tres y media de la tarde. Lo de las tres y media lo pongo para que se hagan a la idea de que estábamos a plena luz del día. Voy con mi coche tan tranquila hacia la oficina y, de pronto, miro por el retrovisor y me encuentro con un tipo con barba sentado en el asiento trasero. Un susto.

– ¡Ah!

He descartado, como es natural, a la chica de la curva porque los testimonios que hablan de ella, que son tantos como amigos con familiares tenemos, dicen que es mujer, joven, está haciendo autoestop y se sube al coche después de que tú pares voluntariamente a recogerla. Y yo a ese tipo no lo he subido al coche, al menos no conscientemente.

Por supuesto, he pensado en un secuestro. O un rapto. Un rapto de locura del hombre, quiero decir, que yo no estoy ya para tonterías. Porque hay que estar loco para subirse a un coche no ya sin avisar, sino sobre todo sin saber a dónde voy. ¿Y si no le viene bien mi destino? Ah, el destino, qué nos deparará el destino, especialmente cuando nos montamos en el coche de una desconocida.

Intrigada, he preguntado: «Oiga, ¿Quién es vd, qué hace en mi coche y qué quiere de mí?«. Le he hecho tres preguntas en una por si acaso las preguntas tienen alguna tasa, que yo no estoy al corriente de todos los elementos fiscales de la vida, que son muchos y muy variados. Pero el hombre no ha respondido. Me miraba fijamente a través del retrovisor, mudo, concentrado, y muy serio. Por el rabillo del ojo le veía mover los labios pero yo no podía oirle, así es que he aceptado seguir viviendo sin saber qué decía.

Entonces se  ha despejado ligeramente la carretera y he aprovechado para echar un rápido vistazo al asiento trasero. Allí no había nadie. Y sin embargo, según mi retrovisor, ese hombre con barba venía conmigo en el coche. Pero… había algo raro en la imagen. Se veía algo rojo en la parte inferior del retrovisor… Considerando algún extraño efecto óptico, he acelerado. Y entonces se ha abierto el cuadro. La cara del hombre se ha alejado y ha aparecido, rodeando su cuerpo, un Citroën. He levantado el pie del acelerador y el hombre ha vuelto a instalarse en el coche.

¡Magia! ¡El retrovisor de mi coche es mágico!

Me ha parecido tan divertido que he decidido llevarle conmigo los dos kilómetros que me quedaban de camino. E incluso hemos hecho dos cambios de carril juntos, aunque durante el cambio ha querido venirse al asiento del copiloto, algo que me ha parecido una insolencia, y que naturalmente, no he querido consentir.  Era poco gentil el tipo, no crean, porque pretendía hacer el cambio antes que yo. Y no: las damas, primero, que cualquier otra cosa es de muy mal tono.

Ya al final, también he podido verle las manos, con las que gesticulaba un poco, aunque más bien daba la impresión de que tenía una mosca delante de su cara y quería alejarla…

 

 

Mensajes automáticos

«Mensaje enviado con mi dispositivo móvil». Yo llevaba puesto ese mensaje automático, hace muchos años. En realidad, lo llevaba por puro descuido, aparte de que ni me había molestado en saber si se podía cambiar, cuando había reparado en ello. Por recordar, diría que era en 2006 ó como mucho 2007. Y fue mi amigo GV quien me devolvió uno de mis correos con esta mensaje (o parecido):

Vale, Carmen, pues quedamos como dices.

Ah, y por favor, quita eso de «mensaje enviado desde mi Blackberry». No aporta nada a la firma, porque lo lleva todo el mundo, ni al contenido del mensaje, porque me da igual si estás sentada en tu despacho, en una terminal de aeropuerto o tomándote un café en el bar. Por otra parte, indica que ni te has molestado en cambiarlo y que eres descuidada, o algo peor: que presumes de llevar Blackberry… Uf, quítalo.

Ya os podéis figurar que lo cambié inmediatamente, aunque me pasé media tarde trasteando con el cacharro aquel. Y también os podéis figurar cuáles fueron los argumentos que más pesaron en mi decisión. Aunque yo confío siempre ciegamente en los consejos de mi querido GV, y aunque me hubiera dicho simplemente «creo que lo deberías quitar», lo hubiera hecho sin hacer preguntas.

Esto no me lo creo ni yo.

Es raro ya ver este mensaje en las Blackberrys, aunque esta tarde he recibido uno de una compañera de la oficina con el mensaje de marras. No me había fijado hasta hoy, y me ha venido a la cabeza la anécdota para el post. Sin embargo, es muy frecuente verlo en los i-phones. Sobre todo en los i-phones. Me pregunto por qué, quiero decir, cuál de los argumentos de mi amigo GV es el más certero… Bah, supongo que es que la gente es muy descuidada.

Otra cosa son esos mensajes automáticos del e-mail que se ven en verano sobre todo. Me refiero a ése que dice, más o menos:

Estoy de vacaciones hasta el 15 de agosto. Si no quieres esperar hasta que llegue la Virgen y ardan fiestas en todos los pueblos de España, puedes llamarme al móvil, en el que por cierto recibo tus correos. Si ves que no te contesto, ni lo cojo, ni nada, y es urgente que te mueres, llama a mi secretaria, que ya verá si eso. Ah, y no te preocupes, que a ella sí que le cojo el teléfono. Pero vamos, que estoy de vacaciones.»

Pero este capítulo tal vez merece otro post. Haré una lista el próximo verano con los más divertidos que me vaya encontrando. Pero eso será, en todo caso, el próximo verano.

Mujeres directivas y cuotas

mujer-directiva-grafico1-gEl porcentaje de mujeres universitarias es del 60%; entre alumnos de postgrado es el 56%; el de empleo cualificado es 43%; el de directoras funcionales un 19%; el de consejos de administración es del 11%; en la alta dirección, el porcentaje de mujeres es del 8%; hay un 5% de mujeres en la presidencia de las grandes compañías.

Como dicen en un informe de Mc Kinsey, la situación de la mujer para llegar al top management no es un techo de cristal, sino que se parece más a una tubería hacia la cumbre en la que se van perdiendo efectivos en cada punto de transición. Por cierto, que en este mismo informe se afirma que las empresas con mujeres en su comité ejecutivo mejoran de media un 47% su ROE y el 55% el EBIT. A esto hay que añadir que el 80% de las decisiones de compra las toman las mujeres.

En 2010, después de algunos años dándole vueltas, la Comisión europea adoptó el Women charter con el objetivo de aumentar de una vez la presencia de la mujer en los puestos de responsabilidad de las empresas y lograr un mayor equilibrio en los puestos de toma de decisiones. Se elaboraron una serie de recomendaciones, se hicieron estudios, se debatió y en septiembre de 2010 se elaboró un plan de acción con el objetivo de alcanzar un 30% de presencia de la mujer en los consejos de administración en 2015 y un 40% en 2020. La decisión, entonces, fue dejar todo en manos de los países, cuya mayoría optó por la autoregulación, esto es, hacer una labor de sensibilización y una cierta presión hacia la publicación de códigos de gobierno corporativo y para la instauración de políticas destinadas a favorecer la presencia de mujeres en puestos de alta dirección, pero dejando que cada empresa hiciera lo que mejor le pareciera.

En el conjunto de la UE y entre las 600 mayores compañías europeas, el porcentaje de chairpersons que son mujeres en 2006 era de 3,7 y en 2012 es de 3,2. En los consejos de administración en Europa, en 2010 el porcentaje de mujeres era de 11,8% y en 2012 es de 13,7%, aunque cabe decir que los 10 puntos de crecimiento de Francia (con cuotas obligatorias bajo sanción en caso de incumplimiento desde enero de 2011) aportan, en el último año, casi un punto de crecimiento al total de Europa. Es decir, sin Francia estamos en el 12,9%, un crecimiento del 1,1 en dos años, menor que la media anual entre 2003 y 2010. En España estamos por debajo de la media, con un porcentaje que no llega al 11%. Esto en los consejos. Si nos vamos a la alta dirección de las empresas, el porcentaje de mujeres en 2011 estaba en un 8%.

Así están las cosas, es decir, los progresos son muy limitados y de hecho, ya se ha dejado de hablar de 2015 y se empieza a hablar de 2020… Como le gusta decir a una amiga mía, a este paso las mujeres no alcanzaremos ni el 30% de presencia en los consejos en 2020, aunque podemos aspirar al 20% en 2030…

Hace ya tiempo que las razones ideológicas se han quedado en el camino. El feminismo ideológico, eso que yo llamo el feminismo folckórico, se dedica a debates muy menores y muy vaginales que, por aspersión, contaminan los verdaderos asuntos de envergadura en los que una mayor participación de la mujer puede hacer progresar a toda la sociedad, y no sólo a las mujeres. Porque aquí hablamos de los puestos de poder real, de esos que de verdad hacen que las cosas cambien. Hoy en día, cada vez son más las asociaciones de mujeres directivas y empresariales, cada vez más mujeres altamente cualificadas, inteligentes, que han llegado al puesto que ocupan después de carreras muy difíciles, quienes reclaman  las cuotas en Europa, a la vista de los resultados de una autoregulación. La barrera es cultural y tiende a retroalimentarse, y en mi opinión, tiene poco que ver con la conciliación y con los hijos, porque hablamos en primer lugar de pocos puestos, además de retribuciones con las que una mujer se puede permitir tener ayudas privadas. Mujeres que defendemos la meritocracia y dejar a las empresas tomar sus propias decisiones y gestionarse como a ellas les parezca más oportuno con la menor intervención de los Estados, nos encontramos con que los números que aporta la autoregulación nos llevan la contraria con enorme terquedad: Hoy, como ayer, en caso de igualdad de méritos, se sigue eligiendo al hombre en porcentajes elevadísimos. Creo que esto es un hecho y cerrar los ojos no creo que lleve a ninguna parte.

Con los datos en la mano, estar en contra de las cuotas sólo responde a razones emocionales, me parece a mí. En España las cuotas se asocian a las Aido y a las Pajines, mujeres que no valían ni para fregar escaleras y que llegaron a ministras en virtud de las famosas cuotas y de una frivolidad que, en realidad, escondía altas dosis de paternalismo. Estas operaciones de imagen impostada son un bumerán que se vuelve en contra de nosotras, y se convierten en referencias altamente dañinas para las mujeres. Ya tienen los machistas irredentos algo que agradecerle a Zapi: que les dé razones, ya que nunca les dio la razón. Naturalmente, con estos antecedentes es normal que la sola mención  de las cuotas provoque sarpullidos entre las mujeres cualificadas, aquellas que se consideran preparadas y que no quieren ser asimiladas con esos ejemplos, ni mezclarse con el feminismo de pandereta y griterío. Y yo las entiendo, no crean que no. Es el lado oscuro de las cuotas, ése que coloca a mujeres irrelevantes para cubrir las apariencias. Sin embargo, cuando hay pasta de por medio, en la empresa privada, es muy raro – no diré que imposible, no – ver a floreros en puestos clave de las compañías, con cuota o sin ella. Tonterías, las justas. Así es que yo les pediría que se olvidaran por un momento de las miembras, que miraran las cifras que cito arriba con frialdad y que me den otra solución más rápida y más eficaz que las cuotas.

Hoy, en caso de igualdad de méritos, se elige a un hombre para un puesto directivo en la mayoría de las ocasiones. Es decir, hoy en día ya hay unas cuotas, no escritas, no reguladas, pero efectivas y que se basan en las mismas razones que la cuota femenina: se elige al directivo en razón de su sexo, pero porque es un hombre. Eso es también discriminación, aunque está escondida y se cifra a posteriori. Hoy, la cuota masculina en la alta dirección es del 85-90%, y cabría preguntarse, no si nos parece más justo (aunque también) sino sobre todo si nos parece realista mirando nuestra sociedad actual. Hoy, en los puestos de alta dirección y en los consejos, ni todos los hombres son más valiosos que muchas mujeres ni todos están mejor preparados. Sí cabe esperar que el porcentaje de idiotas sea muy superior al de las mujeres, aunque sólo sea por lógica estadística. La llegada de las mujeres aumentará la competencia, y aunque sólo sea por eso, desalojará a mucho inútil en esos puestos directivos.

Las razones de esta situación son muchas y muy variadas, pero no hay que buscar las penas en la conciliación. Las razones que culpan a las responsabilidades familiares del famoso techo de cristal pierden fuelle en favor de otras que tienen más que ver con un ecosistema empresarial que promueve al hombre por razones de tradición, colegueo y pereza mental. Al menos eso es lo que dicen los que saben de esto, que son ni más ni menos que los propios directivos y directivas.

A mí las cuotas no me gustan y desde luego, preferiría que la autoregulación funcionara, pero el caso reciente de Francia, que siguiendo los pasos de Noruega, ha logrado doblar las cifras en solo un año, me hace pensar que no son una mala solución para que cambie el panorama. Porque no se trata de romper el famoso techo de cristal, sino de romperlo más rápido, o al menos no con este ritmo tan terriblemente lento que impone la autoregulación. Unas cuotas hasta alcanzar un porcentaje que nos permita olvidarnos de los porcentajes, que deje atrás eso de «le han puesto porque es un hombre/una mujer». Y es que de algún modo habrá que cambiar las cosas, y hoy, pidiéndolo por favor y por las buenas, no parece que valga.

Por si os interesa el tema, os dejo algunos informes muy interesantes que tal vez os ayuden a reflexionar.

Women Matters 2013, McKinsey

Eurobarometer: Women in decision – making position

 PwC: la mujer directiva en España

Qué seria me he puesto y qué largo me ha salido…