Hormonas con patas

«A partir de los 40, las mujeres somos hormonas con patas», dice Mónica Naranjo, y la periodista de ABC lo resalta en un titular del colorín. En la web luego añaden el comentario «hay que cuidarse» para explicar, supongo, que la cantante no va a darnos consejos para atenuar futuros sofocos, sino que nos va a contar cómo piensa superar los 41 sin que le estalle el vestido.

monica--250x270Cuando lees el titular te parece una chorrada, porque las mujeres (y los hombres) tenemos hormonas toda la vida, y no sólo a partir de los 40. Luego ya ves la foto y la frase te parece hasta descriptiva, sobre todo porque empiezas a calibrar de quién son las patas a las que se refiere la Naranjo. Y también entiendo ahora ese chorreo de voz que tiene la cantante, en especial cuando parece que grita. Yo también gritaría. De hecho, he gritado.

Todo esto lo cuenta porque ahora es embajadora de una firma de productos de belleza. La han contratado y se lo cuenta al mundo, entre otras cosas porque la han contratado para que se lo cuente al mundo. Así es que hace su trabajo y es normal que se sienta orgullosa: podría haber firmado para promocionar las morcillas de Soria, por ejemplo, pero en ese caso la promoción perdería mucho glamour y lo trataría con mayor discreción.

Doña Mónica dice, textualmente, : «En el ecuador de nuestra vida, se es lo que se ha sembrado. Yo siempre me he cuidado y, oye, me veo estupenda». Y luego sigue dando explicaciones: que si se baña en el mar en invierno, que si hace dos horas de gimnasio cada día, que tiene buena salud mental, que cuida mucho la alimentación, que no trasnocha ni bebe alcohol, y el largo etcétera del mainstream antivicio. Total y en resumen: que los productos esos que vende no le hacen falta porque ella lleva preparándose para los 41 desde que era chiquitita pero que ojo cuidao que a los 40 a las hormonas les salen patas.

Hombre, pues sí. Si tienes un buen físico la edad te respeta un poco más, qué duda cabe, pero hasta cierto punto. Quiero decir que no te sube los pómulos ni hace que se te acumule más carne en los labios: la gravedad, como las hormonas, trabaja todo el rato, al menos en mi experiencia. Y yo no creo que haya que cuidarse más, sino que hay que cuidarse de otra forma. Usas otro tipo de cremas, otro tipo de zapatos y otro tipo de sujetadores. Y por supuesto trasnochas menos y bebes menos: cuando el bisonte que corretea por tu cabeza al día siguiente tarda en irse doce horas, eliges un poco mejor los eventos que valen la pena.

Pero en fin, y volviendo al principio, Mónica usa estos productos y por eso los recomienda, pero si está estupenda es por comer mucha verdura y matarse en el gimnasio. Dicho de otro modo: la cosa tiene remedio, aunque a ella no le hace falta. O sea, la imagen.

Buscadores decepcionados IV

Hace más de un año que no hago una entrada sobre los buscadores decepcionados, ya saben, esas personas que van buscando algo en internet y que por culpa de los misterios insondables que esconden los algoritmos de Google acaban en este humilde blog, aunque a veces ni siquiera los algoritmos pueden explicar lo inexplicable.

Para encontrar cosas raras normalmente conviene ir a los términos de búsqueda que sólo aparecen una vez. La mayoría de la gente que llega lo hace buscando directamente un mundo para curra o variaciones. Y sin embargo, es curioso que el peinado de Callejón (el futbolista), aparece en 158 ocasiones. Y si sumamos todas sus variantes, puede llegar fácilmente a las 600 búsquedas. A ver: lo que me parece chocante no es que lleguen aquí, sino que tanta gente lo busque, con lo horroroso que es ese peinado.

El fútbol y los nombres de los futbolistas aparecen en muchas ocasiones, incluso acompañados de algún que otro insulto, aunque la palma se la lleva el que llegó aquí buscando carem benzema autor francés y su arquitecturaen platillos. Para mí que era el abogado del Real Madrid antes de una rueda de prensa de Florentino. Así vamos los madridistas, que no ganamos para sustos.

Hay muchos buscadores que esperan encontrar en este blog una especie de oráculo del Whatsapp. Incluso principiantes, como por ejemplo el que llegó buscando el whapatt de un hombre fiel. La cosa está como para poner una escuela, porque no faltarían  profesores muy avanzados, por ejemplo el que andaba buscando imagenes de cadenas para whatsapp de que parte de la ropa me quitarias. Supongo que buscaba alumnos el que llegó a través de dummie de los Whatsapp, así es que lo mejor es dejarlo en un curso básico: Lección 1,  La cosa empieza por like y te lo digo por chat; lección 2, like & te digo que me gusta de ti ;p y Lección 3 y última: like y te publico – tonteras.

No puede faltar el capítulo de animales, y estoy pensando muy seriamente poner en la barra lateral el enlace al National Geografic. Sobre buhos hay muchas, y alguien se pregunta por un buho que curra, sin que se me ocurra qué profesión debo atribuir al búho, aunque aprovecho para aclarar que Curra es un PERRO, y que aquí no hay ninguna oveja curra, gallina curra, curra cabra o saltamontes curra (?!), ni sé cuál puede ser el nombre científico de las hormigas curras. También hay quien busca cocodrilo manco y luego precisa: cocodrilo manco porvenir. Yo no tengo respuesta pero desde luego no me haría muchas ilusiones con el porvenir del pobre bicho. También está el que venía buscando diferencias entre mono y mona, al que pondré un enlace especial a la página de Barrio Sésamo.

Estos buscadores en el fondo me dan algo de penina, porque hay veces que tienes la certeza de que nunca encontrarán lo que buscan, ni aquí ni en ningún sitio. De este tipo son Porunhep, o kom ombo, o loloew enbragsd (para mí que busca bragas de Loewe, pero mira, que lo escriba como Dios manda) y aogeo porigeo, que me hace pensar en la que se me viene encima después de la entrada sobre orbitar que hice el otro día.

De libros hay una barbaridad de búsquedas, y por regla general bien escritas y respetando la ortografía, no como el de Loewe. Uno ha llegado con milam kundera la despedida despertador y deduzco que le aburrió el libro; otro escribe no entiendo el libro de Joyland, y no me explico qué es lo que no ha entendido; y luego los que creen que esto es un consultorio, tipo novelas cortas para que mi hijo haga un librito en la escuela, a quien supongo que habré decepcionado mucho.

En el capítulo de miscelánea, están magenes de todo aquel q habla de manzana se la kiere comer, que no sé lo que le pasa; fots de tren de hersshey, que no sé dónde quiere llegar; dor de dedo gordo del pie dedecho de la bada, que debe de tener un catarro de campeonato; quiero poner un moño negro en facebook, que no sé a qué espera; umagenes de cuando vas en un avin, que debe de ser primo hermano del de hersshey y senoras haciendo pis empinadas, que definitivamente no comprendo cómo ha podido llegar a este blog.

Curioso también que han llegado tecleando yo soy Charlie, y poniendo yo no soy Charlie. ¿Alguien duda de qué lado estoy?

Terminaré con una búsqueda que me ha encantado: el amor es como la wifi. Pues sí, amigos. Y por eso estoy yo aquí.

Sigan buscando.

Blue monday

Ayer fue Blue Monday. Me lo recordó un amigo que me vio sonreir. Y digo que me lo recordó aunque realmente lo que hizo fue avisarme.

Te veo muy sonriente ¿no sabes que hoy es el blue monday? Deberías parecer deprimida.

Charlamos entonces de lo que pueden ustedes encontrar en la Wikipedia por si acaso no están avisados como yo. O no tienen amigos, que todo puede ser. Y es que en este mundo hay gente para todo, incluso para inventarse una fórmula que mida el grado de depresión de la peña. Claro que también hay peña de sobra para creérselo. Por haber, hay incluso blogueros que se animan y se sacan un post sobre el tema.

En fin, a lo que voy. Por lo visto hay dos fórmulas, pero yo les copio la que entiendo un poco mejor para poder comentarla. La fórmula es esta:

[W + D – d] Tº / MNa

que, traducido, viene a ser: Tiempo atmosférico + Deuda – Sueldo mensual multiplicado todo ello por el tiempo transcurrido desde la Navidad elevado al tiempo desde que hemos olvidado nuestros propósitos de año nuevo, y dividido el total entre el nivel de motivación multiplicado por la necesidad de hacer algo.

Toma del frasco, Carrasco.

Yo veo en esta fórmula varias dificultades y alguna que otra putada. Si vamos a las dificultades, la primera que se me ocurre son las unidades de medida, que para empezar no sé cuáles son en la mayoría de los casos y para terminar no veo cómo se pueden convertir para que haya equivalencia. ¿Qué número pongo en tiempo atmosférico para decir que hace un frío del carajo, llueve hace viento? ¿Y cómo hago para ponerlo en euros y poder multiplicarlo por lo que sale de restar el sueldo de las deudas? ¿Pongo lo que me ha costado el abrigo, las botas y el paraguas? ¿Quid de las bragas de cuello vuelto, tan caras como difíciles de encontrar (recordemos que el frío es del-carajo)? En fin, supongo que habrá tablas, o serán factores, en todo caso yo no lo he encontrado. Corrijo: no lo he buscado (si lo busco, no hay post).

En cuanto a las putadas, pues… francamente, hacernos reconocer los propósitos abandonados del año el tercer lunes del mes de enero es para deprimir a cualquiera. Si nos ponemos en este plan, el blue monday se convierte en grey tuesday cuando te subes a la báscula el martes y en black wednesday cuando faltas a tu clase de inglés del miércoles. Y valdría cualquier color estrafalario para definir ese día de marzo en el que caes en la cuenta de que, del coleccionable de miniaturas de coches antiguos que empezaste el 3 de enero, sólo has comprado el Renault Gordini.

En realidad tampoco hay que romperse la cabeza buscando colores para esos días porque como saben todos ustedes, la palabra blue no hace referencia al color, sino a su significado en inglés de triste. Se lo digo porque, en el curso de la conversación con este amigo, también tuvimos tiempo de comentar este punto mientras nos divertíamos inventando un pink thursday, un green friday, un yellow saturday y un purple sunday.

¿Purple sunday? ¿O era brown?

Orbitar

Orbitar. Bonito verbo que evoca el espacio misterioso, la inmensidad de las galaxias, la aventura de las naves espaciales, el prodigio de ingeniería de los satélites. Orbitar también me gusta porque viene de órbita, que es una palabra muy original porque su condición de esdrújula anula su vocación de diminutivo. De todos modos nuestro idioma lo ha previsto todo y te permite decir orbita al conjugar orbitar, con lo que se devuelve a la órbita esa condición tímida y ligera que sin duda persigue.

El DRAE lo da sólo como intransitivo (la nave orbitaba en torno a la luna), pero el diccionario de Manuel Seco también prevé un uso transitivo. Es decir, que una vez puestos a orbitar, se puede orbitar un complemento directo.

El diccionario no se entretiene demasiado con el significado del verbo porque lo que tiene enjundia es el nombre del que proviene. Una órbita no es exactamente una vuelta. La órbita, como enseña el diccionario, es una curva debida a la acción gravitacional o a campos electromagnéticos. Quiere esto decir que si remueves unas lentejas, por ejemplo, sería un poco raro decir que las estás orbitando, por más hierro que tengan. Ni siquiera vale para un crêpe, aunque al voltearlo se despegue de la sartén y parezca que vuela. Y si vamos al uso intransitivo, o sea, al fetén, tampoco me atrevería yo a decir algo como he llevado a Curra a orbitar por el parque cuando la saco de paseo, entre otras razones porque pobre Curra.

Claro que el uso poético del lenguaje permite casi todo. Eso sí, hay algunos límites, que yo creo que son la cursilería y la comprensión. Si dices que al rematar un botón lo orbitas con el hilo creo que infringiríamos el primero. Para el segundo me vale perfectamente el ejemplo de las lentejas.

La órbita también es una zona de influencia, que no deja de ser una fuerza aunque no física. Si yo estoy en la órbita de Pepe significa que formo parte de su equipo, de su cuerda, de su opinión, de su bando. Sería tan original como arriesgado decir que yo orbito a Pepe, porque yo tengo una imagen que preservar y eso puede ser mal entendido, suponiendo que lo entendiera alguien.  Finalmente, la órbita es la cuenca del ojo. Del ojo y ya. No es la cuenca de un río, por ejemplo, aunque sea el Guadiana.

Y luego tenemos «estar en la órbita» o «poner en órbita», y aquí órbita funciona como pomada o candelero. Pero, amigos, esto son locuciones verbales que no conviene poner a orbitar no sea que acabemos diciendo cualquier disparate.

¿Que a qué viene todo esto? Pues no estoy segura, pero lo más probable es que tuviera alguna idea que me orbitaba en la cabeza y que no he sido capaz de resolver.

 

Parejas reprochables

Seguro que habéis coincidido con este tipo de parejas en alguna cena o en cualquier reunión social. Suelen aprovechar algún comentario de alguien en cualquier conversación sin importancia para reprocharse pequeños defectos personales, detalles domésticos que no le incumben a nadie o comportamientos de su vida en pareja que, fuera de ese ámbito, no tienen el menor interés.

Por ejemplo, alguien dice que ha terminado un libro y entonces uno de ellos salta con un huy, qué bien que tú lees, porque este no coge un libro ni aunque lo mates. O si alguien comenta que va a tirar unos zapatos entonces se descuelga con un mira, ya podías aprender, que tienes el armario lleno. Son unas parejas muy características, muy cargantes y, sobre todo, muy indiscretas.

Cuando es ella la que reprocha, él adopta el típico rol de marido calzonazos, baja la vista y aparenta cargar con una cruz muy pesada, aunque está encantado con el protagonismo. Y así nos enteramos de que duerme con calcetines y ronca con silbiditos, fiuu, fiuu, lleva mal lo de tirar los bastoncillos de las orejas a la basura y sólo se corta las uñas cuando ya no puede escribir en el móvil. Luego ya entramos en que el urólogo le aterra, y entonces nos reímos todos, ja, ja, el dedo por el culo y tal. Eso sí, es buenísimo con los niños y ayuda a recoger la mesa, aunque los domingos no puedes contar con él porque se va al campo y no aparece hasta las cuatro de la tarde.

El hace reproches de forma arrobada mientras la mira con mucho cariño para darnos el parte de sus minúsculas pendencias. Entonces sabemos que se acuesta con la cara llena de potingues – él dice potingues, para dejar constancia de su aversión a las cremas -, que cambia de perfume cada jueves, que es muy estricta con los niños y que no ha heredado el arte de hacer croquetas. A cambio, desde que dejó de fumar cogió algún kilito, pero está estupenda y nada nerviosa, ¿verdad, cariño?

En no pocas ocasiones, estos moscardones se desentienden de la conversación del resto del grupo para enzarzarse en una de sus estúpidas discusiones. En la refriega siempre encontramos algún ¿y tú, qué?, algún anda quién fue a hablar, y algún eso no me lo habías dicho nunca. También hay muchos no os creáis una sola palabra y varios mira que eres exagerado. O exagerada. La situación pasa de aburrimiento infinito a trance desagradable cuando empiezan a criticar a sus respectivas familias políticas…

Estas parejas, cuando sus hijos eran pequeños, daban el coñazo hablando todo el rato de sus niños. Que si tiene tal enfermedad, que si ha hecho esta monería, que si lo llevo a tal sitio, que si sus amiguitos son no sé cómo. O sea, que los venías venir, aunque por separado. Ahora sus hijos han crecido y hablar de ellos ya es imposible, porque apenas les ven el pelo. Y no me extraña, porque soportar a estos pesados más de una hora debe de constituir algo peor que una tortura japonesa…

El horror, el horror.

There’s a starman, waiting in the sky…

Ziggy-StardustDavid Bowie ha muerto.

Cuando yo era pequeña, en el tocadiscos de mi hermana sonaba casi cada día El auge y caída de Ziggy Stardust y las arañas de Marte, un disco con un extraño título, un disco maravilloso. Yo andaba entonces con otras músicas, pero aquel LP me parecía el colmo del misterio. Y me lo sigue pareciendo.

Luego hubo otros LP’s suyos en casa. Aclaro: suyos, de Bowie; y suyos, de mi hermana. El Hunky Dory, con Changes, con Life on Mars, con la misteriosa Quicksand… (and I ain’t got the power anymore… Don’t believe in yourself , don’t deceive with belief, knowledge comes with death’s release..), El Young Americans, el Heroes, y no sé cuántos más. No sé qué habrá sido de aquellos vinilos, probablemente los siga conservando. 

David Bowie era mi hermana mayor. También Lou Reed, pero sobre todo Bowie (Your face, your race, the way that you talk, I kiss you, you’re beautiful, I want you to walk… We’ve got five years…). Bowie era mi hermana mayor, pero también fue mío sin tener que alcanzar yo su edad, y hasta hoy. Sus discos y su música, la de la primera época sobre todo, su voz, su personalidad, esos comienzos tan especiales de sus canciones que conoces casi sólo con el primer acorde, me siguen pareciendo fascinantes. Tanto como el título de aquel extraño disco que había en casa cuando era pequeña, Ziggy Stardust y las arañas de Marte.

Bowie ha muerto. There’s a starman, waiting in the sky.

Let the children lose it, let the children use it, let all the children boogie.

Descanse en paz.

 

De la mano de un chador

Los veía casi todos los días en verano. El niño, con un traje de baño, una camisetilla y unas chanclas. La madre debajo de un chador marrón y con sandalias y calcetines blancos. Lo llevaba de la mano a la piscina, lo dejaba allí con sus amiguitos y después, cuando caía la tarde, volvía a recogerlo y lo llevaba a casa de vuelta. Así mientras fue niño. Luego un año ya no los vi más, tal vez el niño cambió la piscina por el fútbol, o tal vez se mudaron de casa, quién sabe.

En esos años, a mí siempre me venía el mismo pensamiento, y es qué le rondaría a ese niño por la cabeza cuando viera a otras mujeres en la piscina, todas en bikini o en traje de baño, llegando y marchándose solas, moviéndose sin pudor por el césped y bañándose con otros hombres que no eran de su misma familia en el mismo agua. Mujeres bebiendo una cerveza en el bar sin más compañía que un libro. Mujeres, como su madre. Algunas más jóvenes, otras más viejas, pero mujeres al fin, claramente identificables. Y me preguntaba de quién cogería el ejemplo y a quién consideraría un modelo de mujer buena y respetable y a qué mujer no, en un futuro, cuando creciera y tuviera que vivir en sociedad.

Quizás ese niño, en la escuela, aprendiera de nuestra cultura. Tal vez un buen profesor le inculcara los valores de occidente según los cuales una mujer es igual que un hombre, tiene los mismos derechos y es libre para estudiar, trabajar, conducir, vestirse, beber, bailar y elegir su futuro. Que la mujer en España es completamente independiente del hombre. Que puede tener hijos soltera, que puede tener amantes, que puede casarse con quien quiera y divorciarse después y ningún tribunal la perseguirá por ello. Ni la sociedad la mirará con malos ojos ni será despreciada por nadie, ni siquiera por un hombre viejo o por un cura retrógrado. Es posible que alguien le enseñe eso, o tal vez lo irá aprendiendo poco a poco, mezclándose con hijos de señoras que sí van en bikini. Quién sabe. En todo caso, dudo que se lo enseñe su madre debajo de ese chador y mucho menos que lo haga su padre, al que nunca vi, pero al que puedo imaginar sin demasiado esfuerzo: el esfuerzo me lo reservo para contener la arcada.

Cuando leo sobre los sucesos de Colonia y Hamburgo, en el que unas hordas de moros (y al que le pique el apelativo, que se rasque) se dedicaron a agredir a mujeres en la noche de fin de año, me acuerdo del niño que iba a la piscina de la mano de un chador. Mi explicación, tal vez ingenua, es que esos tipos vienen de un país en el que las mujeres no salen solas de noche, no beben, no bailan, no estudian, no trabajan, no son libres e independientes. Esas mujeres son cosas que pertenecen a un hombre y de las que él dispone a su agrado: mulas, animales de carga, tripas que engendran, vaginas que paren, tetas que amamantan cachorros. En su mentalidad embrutecida, sin sábana que las respetabilice las mujeres europeas somos furcias, putas con las que «divertirse», mujeres de nadie, o sea, mujeres de todos.

Esos hombres que manosearon, robaron, violaron, agredieron a las mujeres alemanas son cerdos que vienen del infierno. Y su infierno no lo describe el que sean refugiados, pobres, víctimas de la guerra o jovencitos mal integrados. Su infierno lo describe la tiranía y la teocracia islámica. Su infierno es una mentalidad en el que las mujeres son una cosa: el chador que los lleva de la mano cuando son niños.

Las vocecillas que dicen que debemos cuidar cómo nos vestimos o dejar de salir solas de noche; toda esa tropa de feministoides que no levantan ni una ceja ante estas monstruosidades; toda esa corrección idiota, ese respeto «random» hacia lo que es intolerable, forma parte del mismo infierno machista. Eso sí es una sociedad patriarcal, no las imbecilidades en las que se fija el feminismo de subvención y parlamento.

Ese infierno se llama sometimiento. Si alguien pretende traerlo aquí, a mí que me den un arma.

Zidane, esa mirada

ZidaneNo recuerdo en qué año fue, pero él era todavía jugador. Yo estaba esperando en Roissy para volver a Madrid en el último vuelo de la tarde cuando pasó por delante de mí en la fila de embarque. Cuando entré en el avión, él ya estaba sentado en su asiento de Primera. Tenía una revista en las manos. Levantó la cabeza, me miró, le miré, suspiré, tuve la serenidad de no tropezar con nada y opté por enamorarme perdidamente.

Empiezo así porque si voy a hablar de Zidane prefiero empezar con una historia de amor. No es necesario ser del Real Madrid, ni siquiera aficionado, para acordar que este hombre, en el campo, era magistral, el jugador más elegante que pueda guardar uno en la memoria. Mi madrina decía que parecía que bailaba y es verdad. Yo no he visto a Di Stéfano, ni a Pelé, ni a Cruiff; yo he visto a este señor jugar y ya, con Zidane se rompió el molde. Y ahora viene de entrenador. Pues estupendo: yo, al Bernis, voy con binoculares.

Sobre el cambio de entrenador del Madrid, tengo para todos. Para Florentino, que  trajo a Benítez para que pusiera orden y mano dura, y luego le ha dejado tirado a la primera lagrimilla de los jugadores. Para el propio Benítez, que no ha tenido personalidad para sobreponerse a esa plantilla, ni para liderarla. Para los jugadores, esa tropa de niñatos vagos y consentidos, que con una hora de trabajo al día les da para comprarse un Ferrari a los 22 años. Para una prensa que sabe que su plato lo llena la ración diaria de noticias del Madrid, da igual que sean mentira. Y para una afición que, más que al Bernabéu, convendría que fuera al psiquiatra.

Así que ahora llega Zidane. Y yo soy de las que creo. Zidane es un icono, un mito, una figura que se respeta. El fútbol son emociones, así es que eso tiene que valer algo. Como él ha dicho, nunca se está preparado para entrenar al Madrid, y yo estoy de acuerdo: miren a Benítez, tanto trabajo, tanto estudiar y tanto disgusto. A cambio, no sé si cómo será la estética futbolística de este nuevo Real Madrid, pero de momento, al entrenador da gusto verlo, esto es incontestable.

Al Madrid le va a venir bien una personalidad como Zidane. Os lo digo yo, que he visto su mirada.

Hala Madrid.

Noche de Reyes

Gabi y yo con ReyesClaro que todos fuimos niños una vez, pero sólo el que tuvo una verdadera infancia la recuerda con cariño. La infancia es esa época de la vida en la que todo es asombro, la realidad es fantasía y llenamos con ingenuidad la parte de la vida que todavía no conocemos.

Hay que nacer con suerte y luego hay que saber agradecerlo. Pasan los años y el tiempo nos hace peores, nos deja la huella de las pequeñas infamias de la vida, pero lo relevante es poder mirar atrás y tener corazón para recordar, aunque sólo sea por un rato, la ilusión de la noche de Reyes.

La fiesta de Reyes es una fiesta de niños y para niños. Es su día, igual que una vez fue el nuestro, y así es como yo creo que hay que entenderla. Nuestra mentalidad de adultos nos tiene que servir únicamente para recordar la ilusión y para honrar nuestra infancia, si es que la tuvimos alguna vez y somos capaces de recordarla. El resto son intereses de adultos, problemas de adultos, amores y odios de adultos, chorradas de adultos, egoísmos de adultos.  No hay que volver a la niñez para recordarla.

Sólo quién no sabe valorar su infancia, y agradecerla como el don que es, intenta racionalizar lo que no se ha inventado para la razón. Claro que los Reyes son los padres, claro que esos señores de las barbas eran unos paisanos con disfraz, claro que todo es un cuento. Claro. Pero eso lo decimos hoy, con la edad que tenemos hoy. En la foto, esas niñas no se retrataban con los empleados de unos grandes almacenes, sino que habían escrito una carta de su puño y letra, con su mejor letra y ortografía, llena de promesas y de deseos y con alguna que otra mentirijilla. Y habían ido a entregarla, en mano, no fuera que el cartero la perdiera por el camino.

Feliz noche de Reyes.

Por qué fracasan los países, de Daron Acemoglu

AcemogluEste es el último libro del año del Club de Lectura, un año realmente para olvidar. Tanto que no sé yo si el club sobrevivirá a este 2015 que empezó, casi como una premonición, entre limones, un título muy a tono con el premio que damos al peor libro del año. Leerse aquella tontería ni siquiera sirvió para despejar la incógnita de qué libro ha sido más horrendo en estos últimos 12 meses, decisión que estará muy reñida.

Hoy vengo a hablarles de un libro que debería haberse quedado en un sencillo paper, aunque igual le falta algún que otro dato. Se trata de un libraco de más de 500 páginas y que es un ensayo pesado y repetitivo que he terminado abandonando, cansada de leer ochenta veces cada argumento para sostener la misma idea, con repasos de la historia que son eso, un repaso (pero muy repaso), y sin que el autor consiguiera interesarme lo más mínimo con lo que me estaba contando. Tal vez es que ha llegado a mis manos en un momento de desgana para abordar un libro de estas características, o tal vez es que el autor es un ser sin infancia ni adolescencia, yo no lo sé y no me quiero preocupar por averiguarlo. Pero una vez llegados al primer tercio del libro, he colapsado y me he puesto a leer otra cosa.

Yo no le quito la razón al autor ni pongo en duda la teoría que aborda el libro, que indica que la causa de que haya en el mundo países pobres lo tienen las instituciones políticas, que cuando son extractivas y desincentivan la actividad y el progreso privado provocan pobreza. Nada nuevo bajo el sol. Lo que pasa es que, hasta donde he leído, trata el asunto con la profundidad del estanque de ranas de la Plaza del Pinsapo, una plaza del Poblachón en cuyo estanque se cayó Curra una vez y sólo se mojó las patas. Todo esto lo pongo para ponerle emoción a la reseña, no vayan ustedes a creer que Curra se cae a los estanques. Curra se tira, porque es una gran amante del agua estancada, ya sean charcos o recipientes de mayor entidad. ¿Se hacen ya una idea del libro o sigo con los renacuajos?

Para no se vayan de balde, y ya que han llegado hasta aquí, les copio lo que dice la editorial del libro:

¿Qué determina que un país sea rico o pobre? ¿Cómo se explica que, en condiciones similares, en algunos países haya hambrunas y en otros no? ¿Qué papel juega la política en estas cuestiones?

Que algunas naciones sean más prósperas que otras, ¿se debe a cuestiones culturales?, ¿a los efectos de la climatología?, ¿a su ubicación geográfi ca? No, en absoluto.

 Ninguna cuestión relativa a la prosperidad de un país está relacionada con estos factores, sino que proviene de otro mucho más tangible: la política económica que dictaminan sus dirigentes.

Son los líderes de cada país, afi rman los reconocidos profesores Daron Acemoglu y James A. Robinson en este libro, quienes determinan con sus políticas la prosperidad de su territorio, y así ha ocurrido en todos los períodos de la historia, como demuestran en este apasionante estudio.

Sinopsis

Nogales (Arizona) y Nogales (Sonora) tienen la misma población, cultura y situación geográfica. ¿Por qué una es rica y otra pobre? ¿Por qué Botsuana es uno de los países africanos con mayor desarrollo y, en cambio, países vecinos como Zimbabue, Congo o Sierra Leona están sumidos en la más desesperante pobreza? ¿Por qué Corea del Norte es uno de los países más pobres del mundo y Corea del Sur uno de los más prósperos?

Por qué fracasan los países responde a estas y otras cuestiones con una nueva y convincente teoría: la prosperidad no se debe al clima, a la geografía o a la cultura, sino a las políticas dictaminadas por las instituciones de cada país. Debido a ello, los países no conseguirán que sus economías crezcan hasta que no dispongan de instituciones gubernamentales que desarrollen políticas acertadas.

Asimismo, los autores responden a las siguientes cuestiones:

• China está creciendo a un ritmo trepidante. ¿Hasta cuándo podrá seguir creciendo al mismo ritmo? ¿Acabará por aplastar al mundo occidental?

• ¿Hasta cuándo será Estados Unidos una potencia mundial? ¿Su sistema económico es apto para competir en las próximas décadas?

• ¿Cuál es el mejor método para sacar de la pobreza a millones de personas? ¿Realmente las ayudas de Occidente ayudan a erradicar las hambrunas?

A través de una cuidada selección de ejemplos históricos y actuales (desde la antigua Roma pasando por los Tudor y llegando a la China moderna) los reconocidos profesores Daron Acemoglu y James A. Robinson harán que usted vea el mundo, y sus problemas, de un modo completamente distinto.

Con este libro, como decía más arriba, se termina el año. Veremos qué nos depara el 2016, si es que nos depara algo. Tienen, como cada mes, otras opiniones en La mesa cero del BlascoDelenda est CarthagoLa originalidad perdida y en la propia página del Club, donde encontrarán la opinión de Bichejo