Chinos en el lado oscuro

No es ninguna primicia, lo habrán ustedes leído o visto en cualquier telediario: China ha llegado a la cara oculta de la Luna. O bueno, eso dicen, y hasta donde yo sé y he podido leer, se lo ha creído todo el mundo. Fíjense que llevamos casi 50 años de polémicas con los negacionistas de la llegada a la Luna, que si lo de Armstrong está por demostrar (lo de Neil, que lo de Lance está más claro), que si las imágenes estaban rodadas en un estudio de la Warner, que si la bandera se movía y no había viento, que si cien cosas, y ahora llegan los chinos, dicen que han llegado a la parte de atrás de la Luna, donde nadie los ve, y nos lo creemos sin rechistar. Qué cosas.

Han enviado una nave que ha logrado depositar en la superficie lunar un robot cuyo nombre es Yutu, seguramente porque va a tomar vídeos y a mandarlos a la Tierra. Así es que es muy probable que el siguiente cacharro que manden se llame Tuite y manden mensajes de 140 ideogramas. A los chinos se les puede acusar de todo menos de falta de imaginación para la copia, en esto me darán la razón. Pero hay cosas mucho más inquietantes que la llegada de YouTu a la Luna. Mucho más.

Veamos. La primera pregunta que hay que hacerse es por qué se van a ese lado. A ver, ¿qué es lo que no quieren que veamos? ¿Por qué se esconden? Hum. Dicen que la cara oculta es mejor para estudiar el universo. Ya, ya. Para estudiarlo y para hacer cositas sin que se vean. ¿Y qué querrán hacer los chinos? Sabe Dios. De momento, se han llevado unos gusanos de seda. Y también han llevado patatas, semillas de algodón, aceite de colza y unas flores. ¿Pero ustedes se imaginan lo que pueden hacer los chinos con todo eso sin que los veamos? ¿El resto de potencias extranjeras (las que se unen en las películas) va a dejar que los chinos se traigan una nave de vuelta después de andar trajinando por allí con gusanos, aceite de colza y patatas? ¿Really, George? Porque lo de las flores es para disimular, no se engañen: el alien vendrá ofreciendo un ramo de flores lunares y cantando una bonita melodía para que desconfiemos.

O sea, esto:

chinos en la luna
¿Quién te escribía versos, dime quién era?
¿Quién te mandará flores por primavera?
¿Quién, desde la Luna llena, 
por la parte más discreta,
te lanzará el arma secreta?

 

 

Qué horror. Yo desconfío de todo, y ustedes harían bien en hacer lo mismo. Les propongo una manifestación en contra. La podemos hacer en Madrid Central, y así, si no vamos muchos, tenemos una excusa. Como lema para la pancarta podemos escribir algo popular, por ejemplo «Pedro, vete a ver qué hacen los chinos y ya si eso nos lo cuentas». No sé, algo tendremos que hacer con esto urgentemente. ¿Que no?

 

 

Los impuestos, según Gustave Nadaud

Esto me parece muy divertido para un día de Navidad. Bueno, en realidad, para cualquier día del año.

Les Impôts (1851) 

Bien que j’aie une patente,                           Aunque tenga una licencia
Une femme et des enfants,                           Una esposa e hijos
Je n’aime pas qu’on plaisante                      No me gusta que se bromee
Des impôts ; je le defends.                            Con los impuestos: yo los defiendo.
D’enrichir notre patrie                                  De enriquecer nuestra patria
Nous devons être contents.                          Debemos alegrarnos.
Augmentez-les, je vous prie,                         Auméntenlos, se lo ruego
Messieurs les représentants.                        Señores Representantes

Mon voisin me scandalise                              Mi vecino me escandaliza
Par un luxe injurieux ;                                    con un lujo insultante.
Tous les jours, sous sa remise,                       Todos los días, en su cochera
Roulent des chars orgueilleux,                      ruedan unos carros orgullosos.
J’entends dans son écurie                               Y oigo en su caballeriza
Hennir trois chevaux fringants                     relinchar tres apuestos caballos.
Imposez-les, je vous prie,                                Pónganles impuestos, se lo ruego
Messieurs les représentants.                         Señores Representantes                                  

Ma femme est assez jolie ;                              Mi esposa es bastante guapa
J’en suis même un peu jaloux ,                      Estoy incluso un poco celoso,
Car elle aime a la folie                                     porque a ella le gustan con locura
Les chats blancs et les chiens roux.              Los gatos blancos y los perros pelirrojos.
De cette ménagerie                                          De esta colección
J’abhorre les habitants                                    deploro los habitantes.
Imposez-les, je vous prie,                                Pónganles impuestos, se lo ruego
Messieurs les representants.                         Señores Representantes

Je ne bois que de l’eau claire;                        Yo no bebo más que agua clara
Par goût, je ne fume pas :                               Por gusto, no fumo.
Frappez le vin et la bière,                               Golpeen fuerte el vino y la cerveza,
N’épargnez point les tabacs;                          Y no ahorren fuerzas con el tabaco.
Seulement, l’épicerie                                       Sólamente, los ultramarinos
Souffre depuis bien longtemps.                    sufren desde hace tiempo.
Dégrevez-la, je vous prie,                               Desgrávenlos, se lo ruego
Messieurs les représentants.                         Señores Representantes.

 

El soplador de hojas

Claro que los han visto por la calle. Van armados de un cacharro que hace un ruido infernal y del que sale un tubo con el que soplan las hojas caídas. No quitan todas, ni mucho menos. Digamos que quitan «lo gordo». Luego las dejan amontonadas en un apartado y tú te esperas que después alguien se las lleve, pero no. Entonces por la noche llega otro soplador de hojas, tan natural como el viento, que vuelve a desparramarlas. Cuando por fin toca que vengan a recogerlas, vienen unos tipos con un carrito minúsculo pensado para el recogido diario. Así es que como mucho se llevan  «lo gordo», que es una cosa gordísima, con lo cual lo que dejan es también gordísimo. Total, que la calle está hecha una mierda.

Lo bueno que tiene el otoño y que caigan las hojas en Madrid es que tapan la suciedad, que se ve menos. Ahora, que las hojas se ven muchísimo. De hecho, es imposible no verlas. No verlas, no pisarlas, y no venir a casa con ellas en el zapato. Así que tenemos hojas en la calzada, en las aceras, y ahora también en los portales, en los pasillos y en los cuartos de baño. He mirado en Amazon y resulta que te puedes comprar un soplador por menos de 50 euros. Estoy pensando en encargar uno, no crean, que Curra y yo subimos de nuestro paseo que parecemos ents de Tolkien, y dejamos el recibidor que parece una calle de Carmena.

Menos en los árboles, hay hojas por todas partes. Hojas de todos los colores y tamaños. Bueno, para decir toda la verdad, en los árboles también quedan algunas hojas todavía, probablemente porque ya no tienen hueco para tirarse con el protagonismo que el otoño requiere. Se me ocurre que los sopladores de hojas, en vez de orientar ese artefacto infernal hacia el suelo, acabarían antes enchufándolo contra las ramas de los árboles. Como decía mi abuela, «para tan poca salud, lo mejor es morirse», y este dicho es aplicable a la caída de las hojas casi tanto como a los propios árboles, que en Madrid se caen cada vez con más frecuencia. Supongo que el sentimiento de culpa también les afectará: ¿a quién se le ocurre crecer de un brote caducifolio? Cuánta irresponsabilidad.

El pasado martes pensaba salir a hacer fotos por Madrid, aunque después no pude hacerlo. Desde luego, el paisaje es hiperotoñal -asevero- aunque, con lo que llueve, el patinaje artístico que se traen los madrileños por las aceras es más propio del invierno helado. Pero bueno, si encuadras con inteligencia lo mismo hasta puedes tirar un carrete bonito. A favor del fotógrafo está la luz de Madrid en esta época, que es una de las pocas cosas que ni la Botella ni los nuevos pelagatos del ayuntamiento han conseguido cargarse. Hay que aprovecharlo, amigos, porque esto no tiene pinta de ir a mejorar, y me da que en unos años todos los madrileños estaremos ocultos bajo las hojas. Los sopladores estarán enterrados en ellas, y cuando activen sus artefactos malditos, harán revolotear las hojas sobre nuestras cabezas hasta que se haga la más completa oscuridad.

El empedrado, responsable de la suciedad que campa en Madrid y que todavía no ha pedido perdón a todos los madrileños, está escondido debajo de un manto de hojas. Le está bien empleado ¡por cobarde!

Amor grafitero

BANCO-1

«Adoro tus labios». Y puedo imaginar al amante callejero aplicando el spray, convencido de que el alma que puede hablar con los ojos también puede besar con la mirada.

Pero su mensaje encuentra inmediata respuesta en el banco de enfrente:

BANCO-2

Entre los labios y la voz, algo se va muriendo.

 

Que viva España en Japón

Sí, es la canción de Manolo Escobar. Y sí, los cantantes van vestidos de tirolés. ¿La Oktober fest en Mallorca?

Sobre la calidad de las voces, mis impresiones transitan entre la certeza de que en Japón también hay gatos y la sospecha de que los usan para practicar alguna técnica en las academias de canto.

Pido atención a la chiquita de delantal verde y gafas que está entre el público. No sé ustedes, pero yo no tengo dudas: pasó en Madrid una mañana entera cuando volvía de Roma y antes de embarcarse hacia París.

En cuanto a la coreografía, personalmente la encuentro algo previsible y con falta de garra. Me faltan unos espumillones, unas velitas, un algo que agitar, no sé.

Y, por último, hay que destacar la interpretación de la letra. Ese estribillo que dice «España por favorrrr» desconcierta un poco, aunque, francamente, yo daría dinero por saber la traducción de lo que dicen en japonés el resto del tiempo.

Estos japos…

Un texto sobre la vergüenza ajena

No es siempre, y no es por todo. Es sólo a veces y por algunas cosas. Lo normal es que me sienta acompañada, acompasada, acomodada contigo. Son ya muchos años juntas, unidas por la complicidad, por la costumbre, por el cariño. Muchas tardes, otras tantas mañanas, haciéndonos compañía la una a la otra, tú a mi lado, yo al tuyo, inseparables las dos. Debes saber que no vengo aquí a entregarte un reproche, sino a contar mi verdad.

Lo siento, pero no puedo soportar que te pongas la primera en la fila cuando se reparte comida. Hay otros, hay otras, hay muchos que también quieren coger algún dulce y que aguardan su turno pacientes, educados, atentos, hasta que la mano amiga se los ofrece. Tú no. Tú empujas a los demás para coger lo que te corresponde y vuelves a pedir más, como si fuera la primera, como si fueras la única, como si no hubiera más bocas que la tuya, sin otro merecimiento que pedir, y pedir, y volver a pedir, se diría que estás hambrienta, que te supera el ansia, que te abandonas a la codicia, que te rindes a la gula, que te entregas a una voracidad incomprensible que me avergüenza.

También me avergüenzas y mucho cuando, en la calle, nos encontramos con algún conocido tuyo. Esos aspavientos histéricos, esas demostraciones de cariño desmedido, exagerado, excesivo, desmesurado, desorbitado, extremado, descomunal, gigantesco, aparatoso, descontrolado. Me sube la sangre a la cara cuando siento la mirada burlona de los otros transeúntes en mi espalda mientras trato de apaciguar esa reacción tuya tan fuera de lugar, tan inelegante, tan poco contenida.

¿Y qué decir de esa manía tuya de hacer el trenecito en público? Me sonrío cuando pienso que eso de hacer el trenecito es como lo llama mi hermana, que muy finamente esconde la verdad para no decir, por lo directo, que te pica el culo y te alivias aunque haya otras personas delante. Y así, sin poder dominar la desazón, te frotas disimuladamente cuando te incorporas del sillón, o arrastras las posaderas por la arenilla del pinar cuando te sientas en el suelo, o te aprovechas de las hebras de una manta, qué más dará dónde estés. Me desquicia que pienses que nadie se está dando cuenta. Me desquicia tu primariedad. Y tu descaro.

Pero mira, ya el colmo es cuando intentas montar a otros perros en el parque. Yo nunca, ¡nunca!, te eduqué para que te comportaras como una perra, aunque lo seas. El espectáculo es pavoroso, créeme, y ganas me dan de decir que no te conozco, que yo sólo pasaba por allí de camino a misa, a la Novena, o a Maitines, o a Vísperas, a limpiar el coro o a ensayar con la guitarra, qué sé yo. Y que eso que llevo en la mano no es tu correa, sino un rosario… El colmo, Curra, esto es el colmo del deshonor.

No es siempre y no es por todo, es sólo a veces y por algunas cosas que haces y que son estas que hoy he venido a contar aquí. Y que no debes tomar como un reproche, sino tan sólo como la pura, sencilla e inevitable realidad.

Este texto fue también publicado en El Naviero (www.elnaviero.com)

Papá Noël, ese astronauta

Entre impostar e importar sólo hay una letra. Sin embargo, entre impostura e importación, una se puede encontrar a papá Noël. Así, con diéresis y todo, para que nadie dude de que sabemos idiomas.

De papá Noël lo que se suele decir es que ha venido para quedarse, que es simpático, no, lo siguiente, y que llega a los sitios en cero coma. O sea, que no esperen encontrarlo entre frases muy elaboradas ni muy originales, porque papá Noël es un tipo popular y, por lo tanto, ñoño hasta en el lenguaje que lo describe.

Papá Noël siempre está cerca del árbol de Navidad, por donde las bolas de colores y el acebo de mentirijilla. Es refractario al Belén austero, con sus figuras de porcelana, del mismo modo que Drácula huye del diente de ajo. Todos símbolos, el belén, el ajo y drácula, papá Noël viene en representación de la utilidad, o sea, que nos representa a todos. Y a todas.

Y es que la utilidad se encuentra a la cabeza de los argumentos de los defensores de este man in red. Que si viene antes y así los niños juegan más tiempo; que si los grandes almacenes se ahorran muchos sueldos, porque los de Oriente son una turbamulta; que si los renos caben en cualquier sitio, mientras que a ver dónde coño aparcas tres camellos; que si el disfraz es infinitamente más fácil… En su contra tiene que desciende por la chimenea, un artefacto instalado en poquísimos hogares, con lo que papá Noël se ve obligado a entrar en las casas por donde buenamente puede, o sea, generalmente por la televisión. También, dicho sea de paso y aunque no venga a cuento, lo de entrar por una chimenea me hace pensar que en vez de un vestido de lana rojo debería ponerse un traje de amianto, aunque eso le hiciera parecerse a un astronauta. ¿Ven ustedes como es un impostor?

Y luego que nos dicen que Papá Noël viene de Laponia. ¡De Laponia, Dios mío! ¿Y dónde quedará Laponia? ¿Y qué hay en Laponia, aparte de nada? Es un disparate, lo de Laponia. Venir desde Laponia es como venir desde Saturno, algo que necesitas imaginar con muchísima dedicación y durante mucho rato.

Dicen las malas lenguas que papá Noël es un invento de la Cocacola, pero yo creo que no es verdad. Si así fuera, no nos lo presentarían en un trineo tirado por renos y con muchas campanitas sonando a su alrededor, din-don, din-don, sino en un camión de reparto de esos que te bloquean el coche cuando se ponen en doble fila. Esos camiones que siempre ves descargar pero que, al igual que papá Noël, antes también cargan.

 

 

Los costes alocados

Esto de los costes alocados es una equivocada traducción del inglés allocated cost, que significa costes asignados. En francés se dice coûts alloués, o sea, costes asignados. Nada que ver con la famosa allouette, gentille alouette de la canción, que significa «alondra, dulce alondra», aunque en su literalidad es «alondra, amable alondra», si bien nadie imagina una alondra amable aunque sí una alondra dulce.

(¿Cómo es una alondra? Pues si pinchan aquí la verán y la oirán. Su piar es horrendo, casi casi como lo de los costes alocados. Alondra me suena a atolondra. La alondra que atolondra. La alondra atolondrada, o sea,como los costes alocados pero en plausible.)

Si lo de costes alocados se lo oyes decir a un español, entonces adviertes la pésima, ínfima y atolondrada traducción. Si se lo oyes a un francés o a un inglés, entonces te das cuenta de que es lo que se llama un falso amigo. Lo más extraño del asunto es que las veces que oído utilizar eso de costes alocados nadie hace la gracia que resulta evidente. ¿Cuál es esa gracia? Pues verán: a la pregunta, por ejemplo, de «¿Se han alocado los costes de este proyecto?» la respuesta debería ser «¿Alocados? En absoluto, mi capitán, son unos costes sensatos y ajustados y además están bajo control«. Y sin embargo la respuesta que se suele dar es «Sí, mi capitán, los costes están alocados desde el mes de septiembre, cuando se hizo el presupuesto de este año«.

Y a mí estas cosas me hacen casi tanta gracia como aquello de «vamos a seguir el mismo modus operanding» que me dijeron una vez y que casi me provoca un desmayo.

Menos mal que los marcianos no han venido. Y esperemos que, de venir algún día, no hablen español. Porque, de ser así y de oír una conversación así, nunca invertirían en España. Y eso es fatal para la economía, que se lo he oído yo decir a un ministro, ahora no sé si al de economía o al de educación.

Do es trato de varón

No me pregunten por qué, pero ando yo hoy con la música de Sonrisas y lágrimas en el cerebro desde que me he levantado. Tal vez he soñado con algo que me lo ha hecho recordar, que pueden ser muchas cosas, por cierto. He podido soñar con una mala traducción, por ejemplo, porque la canción que me viene a la cabeza, para mi estupor, es la doblada al español.

Do es trato de varón. El día de Navidad no sé por qué salió en la conversación la traducción de la famosa canción Do, Re, Mi, y uno de mis cuñados contó que en un pueblecito de Soria, en una ocasión un paisano le preguntó que cuál era su don. Él, extrañado, a punto estuvo de contestarle que tenía mucha paciencia pero, inteligente como es, adivinó por el contexto (y por la edad del caballero), que le estaban preguntando por su nombre.

– ¡Pues yo hubiera contestado que sé mover las orejas!

– No, porque a ti te hubiera preguntado cuál es tu doña…

El don. Todos tenemos un don. Incluso Sholojov, aunque el de éste era apacible. En la traducción al español, los amigos de los destrozos se comieron tres consonantes: el trato de varón, el selvático animal y el lejos en inglés. Como me decía @hombrerevenido el otro día, «son fechas de excesos gastronómicos y el que esté libre de culpa, que tire el primer turrón del duro». Claro que en original también jugaron con la fonética para salvar la canción:  Doe, Ray, Me, Far, Sew, La, Tea… Por lo visto, con esta canción se puede hacer casi cualquier cosa.

Sí, casi cualquier cosa. Pero ¿por qué será que se me ha quedado grabada esta canción?

¡Felices Reyes Magos!