Cantarina

Ayer puse una tontería más en Twitter. Decía: ¿Habéis probado la Quinta Sinfonía usando ‘NO’? Pues probad conmigo: NO, NO, NO, NOOOÓ… NO, NO, NO, NOOOÓ…

Si no me siguen en Twitter, sepan vds que hacen lo correcto porque sólo digo majaderías. Aquí, sin embargo, digo cosas mucho más sensatas, inteligentes, elaboradas y sesudas.

Mientras piensan en lo que les acabo de decir y deciden si me llevan la razón o la contraria, les dejo con esto. Les hará sonreir.

Segunda Feira…

Não me deixe só, eu tenho medo do escuro, eu tenho medo do inseguro dos fantasmas da minha voz. Não me deixe só tenho desejos maiores, eu quero beijos intermináveis até que os olhos mudem de cor. Não me deixe só que o meu destino é raro. Eu não preciso que seja caro, quero gosto sincero do amor. Fique mais, que eu gostei de ter você. Não vou mais querer ninguém agora que sei quem me faz bem. Não me deixe só, que eu saio na capoeira, sou perigosa, sou macumbeira, eu sou de paz, eu sou de bem mais não me deixe só, eu tenho medo do escuro, eu tenho medo do inseguro dos fantasmas da minha voz…

E agora, com um pouco de ritmo: Não me deixe só

Valera, minuto 67

No suelo ver al Barça. La verdad es que me aburren mucho, los eternals, con un juego que, como dice I. Ruiz Quintano, parece un limpiaparabrisas en funcionamiento. Decir esto y ser condenada al infierno futbolero es todo uno, porque como todo el mundo sabe, el único equipo bueno, que juega bien, que es caballeroso, y limpio, y humilde, y generoso, y solidario y progresista, es este Barça de Pep. No han roto un plato en su vida, todos son beatíficos, angelicales y bondadosísimos, y jamás han dado una patada o han hecho ni una falta. Vamos, que serían unos merengones si no fuera porque eso es lo que nos llaman a los madridistas, que por otra parte somos todos fascistas, retrógrados, canallas, malvados, tramposos, marrulleros, violentos, arrogantes y malos perdedores. Y chulos. Aunque cuando a mí me dicen que los madrileños somos chulos yo siempre contesto lo mismo: «Vale ¿y?«.

Así es que no veo al Barça y me entero de sus merecidísimas victorias (solo ellos las merecen, como se sabe), a través de la prensa, intentando elegir los pocos medios que no babosean demasiado (Marca, ABC y pare vd de contar). Sin embargo, la temporada pasada fui a ver al Barça al campo del Getafe, por aquello de vivir una experiencia religiosa sin tener que  salir de la provincia – al Bernabéu no se puede ir, que a veces les aplauden. Es un campo de nombre entrañable, el Alfonso Pérez, y pequeñito, pero aunque no lo hubiera sido mi entrada estaba en la fila 2, así es que pude ver de cerca a esos dioses terrenales. Pude dormir sin mayor problema aquella noche a pesar de respirar su misma atmósfera, traída en sus purísimos pulmones directamente del Monte Olimpo. El Getafe perdió y tengo que decir que había más seguidores del Barça que del Getafe en el campo. Es normal: el fútbol de los eternals es tan arrebatador que sulibeya como los perjúmenes de aquella mujer: Eau de Pep probablemente, con dosificador.

Este año ni se me ocurrió irme a ver el Getafe-Eternals porque ya me había ganado el derecho a morirme el año pasado. Y además, había un Madrid-Atleti a las ocho, y luego tenía cosas mucho más interesantes que hacer. 

Una lástima, porque creo que Valera, jugador del «Geta», marcó EL UNICO GOL DEL PARTIDO en el minuto 67… 

La pata mejorada

Las ganas que tenía de escribir esto. Hace unas semanas, conté sobre la mala pata de Curra. Y recibí a cambio, por parte de algunos de vosotros, unos comentarios de lo más cariñosos. Y luego me habéis seguido preguntando por ella, unos a través del blog, otros en persona. Yo sólo puedo daros las gracias a cambio, y me parece muy poco para lo que recibí con aquel post.

No he vuelto a hablar de ello, desde finales de septiembre, porque realmente no había gran cosa que contar. Que seguíamos, y seguíamos, y seguíamos con las curas y con las visitas al veterinario. Primero cada día, luego cada dos, cada tres, y así hasta hoy. Ha habido alguna crisis, porque un animal no entiende que no se puede rascar ni morder, aunque le pique. Un animal no tiene responsabilidad, sino instinto. Es nuestra responsabilidad que, con su instinto, no se dañen. Pero no puedes evitar darte la vuelta, o ¡gran momento de pánico! encontrarte con la persona que crees que la está vigilando en la habitación donde no está la perra (y decirnos mutuamente ¿pero no está contigoooo?), o que llamen al teléfono y olvidarte de que no tiene la gola ni el bozal puesto… Para qué contar, si todo es imaginable.

Por si la pata fuera poco, dos cositas han venido a adornar la convalecencia. Una otitis provocada por la gola, por lo que Curra lleva calcetines al sur y orejillas pringosas al norte, y, casi lo peor, que no se la puede bañar, con lo cual estamos a base de lavadillos parciales y cepillados a músculo. Y mi perra otra cosa no, pero siempre ha ido limpia y relimpia, con un pelo negro brillante y veteado que es la envidia de todo el barrio.

Eso y que está tristona, porque no entiende nada la pobre y cree que  la castigamos por lamerse. Y cuando llegas sale al recibidor moviendo cola y gola a ritmo de can-can y se va dando con las esquinas, y se engancha con la puerta, y aquello suena y es incómodo y es un rollo. Perruno, pero rollo. Y por mucho tono de cariño que le pongas al bozal, y por mucho que le digas que no, bonita, que no, que eres una perrita buena, no nos engañemos: Curra es un perro y no puede entender.

Y hoy, 25 de Noviembre, ¡por fin!, le han quitado las vendas, aunque hay que llevarla con un calcetinito y estar pendiente de ella todavía unas semanas más para que no se lo toque. Veréis, tiene la pata que da pena verla, sin pelo, enrojecida, con manchas… En fin, una lastimita. Pero ya está sana. Le he hecho una foto pero si no me lo pedís prefiero no ponerla de entrada porque igual os puede dar un poco de repelús. A mí no me lo da, y eso que me mareo sólo con pensar en una herida, pero yo estoy acostumbrada a verla y no sé calibrar si debo hacerlo o si os parecerá desagradable. En este caso, la duda no ofende y podemos esperar a que tenga un poquito más de pelo.

En fin, que aun con novedades en el frente, los andares siguen siendo de lo más saleroso. Gracias por aguantarme hasta aquí. 

El tupé de Callejón

Bueno, señores, pues como prometimos y después de dos días dedicándonos a la literatura, vamos a desengrasar hablando de ¡Fútbol! Sí, ya sé que no les gusta nada, pero hace mucho que no le dedicamos un post y ya va siendo hora de que pongamos manos a la obra. 

Ayer vimos el Real Madrid-Dínamo de Zagreb con un resultado apretado. Apretado para el record, queremos decir. En veinte minutos deliciosos, el Madrid marcó cuatro goles. El primero nos lo perdimos porque no habíamos encendido aun el televisor, y el segundo porque estábamos en la cocina cogiendo una Coca-cola. Pero vimos el de Higuaín, nos pareció precioso, realmente magistral. Y es que tenemos debilidad por este jugador, aunque eso ya lo contaremos otro día.

Callejón, una rara avis de la cantera inflacionada del Madrid, marcó dos goles y fue declarado el MVP del partido. Jugó estupendamente pero este chico no nos gusta. ¿Que por qué? Hombre, guapo no es, esto me lo reconocerán vds, pero es que ese  tupé waterproof que se nos pone es horripilante. Por lo demás, un chaval normal, que habla como el resto de los futbolistas – «Nos hemos encontrado muy cómodos en esta posición y hemos podido ayudar al equipo con dos goles, pero tenemos que seguir trabajando para ganar esa confianza del míster. El equipo también está muy contento y motivado. ¿El muslo? No, ya estamos mejor, ha sido simplemente un pinchazo…» – en ese plural mayestático, tan impostor…


Firmin

Sam Savage es un escritor norteamericano que sólo ha escrito dos libros. De uno de ellos, El lamento del perezoso, tomé una cita para una entrada anterior y tengo que decir que fue un libro que me pareció muy divertido. Sin embargo, Sam Savage, un tipo raro con aspecto de náufrago enloquecido, se hizo famoso por su primer libro, Firmin, que yo les recomiendo vívamente.

Firmin es una rata. A ver, aclaremos las cosas: no es Mickey Mouse, ni la Remy de Ratatouille. Es una rata de alcantarilla, fea y sucia, un bicho incómodo que nos produciría pavor, repugnancia, rechazo, del que huiríamos seguramente y que no lamentaríamos ver muerto. El autor no nos propone un animalito de Disney, sino una rata que piensa, que tiene alma y corazón, y que nos cuenta su vida. Una vida de rata en el sótano de una librería, en donde aprende a leer devorando libros – literalmente -, y que es después adoptada por un escritor medio loco que se apiada de ella después de que casi la maten de un paraguazo.

Es una novela deliciosa, con continuas referencias literarias, llena de ternura y de humor, con la que uno comprueba, sorprendido, que se puede llegar a querer a una rata de alcantarilla sin necesidad de que pase por el tamiz de los dibujos animados.

Lo dicho, si no lo han hecho, léansela en cuando tengan un ratón, digo un ratín.

PS: Esto es en desagravio por el post de ayer, en el que debí de quedar como una furibunda lanzadora de libros. Mañana, aviso, hablaré de fútbol.

Tirar un libro por la ventana

Cuando empecé a leer los libros que me daba la gana y no los que me mandaban en el cole, me creía yo que lo de los libros era como lo del plato, que hay que comérselo todo aunque no te guste. Pero hace años que ya no me ando con tantos remilgos, que bastantes sufrimientos te trae la vida de serie como para caer en masoquismos extra. Si no me gusta un libro, aunque esté en la página 50, el libro se cierra, se devuelve cuidadosamente a la librería y a otra cosa, que hay mucho por leer.

A veces, cuando el libro es realmente insoportable, entonces no merece ser cerrado y devuelto a la librería así, sin más. Yo me imagino a mí misma abriendo la ventana y tirando el libro, ¡fuas!, allá va, à la rue. Estos impulsos reptilianos sólo me sobrevienen cuando el autor es muy retorcido (Canetti) o muy pedante (Vila-Matas), (reabro el paréntesis para decir que, en puridad, no es que Vila-Matas sea muy pedante, es que un pedante es muy Vila-Matas), o cuando es muy confuso (Mateo Díez), o muy pesado (cualquier japonés) (reabro el paréntesis para decir que no tengo inconveniente en que se siga permitiendo escribir libros a los japoneses siempre y cuando se prohiba terminantemente publicarlos y distribuirlos). En estos casos, el libro va por la ventana – metafóricamente, que vivo en un sexto y puedo averiar a cualquier viandante – aunque el autor no siempre queda condenado. Por ejemplo, he recogido del suelo varias veces a Cela, pero siempre, ¡fuas! el libro ha terminado como ha terminado: sin terminar. Comprendo que lo que a mí me aburre – o me espanta – no necesariamente aburre a otros. Y viceversa. De manera que si las referencias anteriores no son de su gusto, pues qué le vamos a hacer.

Sucede que desde hace unos años asisto a una tertulia en la que hay que leerse un título determinado cada mes. Así es que cada mes leo algo que no he elegido yo, sino que “me han elegido”. De ahí que me haya tenido que leer libros igual que me acabo comiendo un puré de zanahorias, con la única diferencia de que el puré, si no es muy recio, lo tiraría por el fregadero…

Casual Friday

Hoy ha entrado en mi despacho un tipo que vestía un pantalón vaquero devastado por algo que no podía ser una lavadora. Un pespunte rojo en arabesco sobrevivía a duras penas por las costuras deshilachadas de unos bolsillos vencidos y una bragueta apretada. Llevaba una camisa negra con botones blancos en el cuello, a juego con un cinturón de hebilla plateada, y una blazer de tres botones en pana marrón oscuro.

Calzaba unos mocasines sin antifaz de color camel con extra punteras ennegrecidas , no estoy muy segura si como consecuencia de un diseño confuso o de un betún confundido. Imposible describirles el dibujo de sus calcetines, porque desde luego no le he invitado a sentarse, pero los he supuesto negros, de lycra y cortos.

Llevaba un tupé prominente y no se había afeitado.

Es imposible que esa mezcla sea casual.

Lexatín a cubos

Han conseguido hartarme, yo que llevaba unos días de muy buen humor. España ha subastado unos bonos a 10 años por valor de 3.500 millones de euros (o sea, nada que no podamos pagar) y la prima de riesgo ha sido muy alta – no se ahora cómo ha cerrado. A la hora de comer, en la radio del coche, alarma en los mercados. En el telediario, estamos al borde del abismo. En el periódico, situación de rescate. De vuelta a la oficina, situación de no retorno. O lo perdemos todo, o nos quitan todo, incluso las dos cosas, y además  moriremos sin remedio. Palabras como «incendio», «sangría», «desastre», «quiebra», mucho griterío y muchas lágrimas.

Hombre, ya está bien. 

Que la situación es muy grave y delicada, estamos todos de acuerdo y yo no quiero quitarle importancia. Pero los grandes titulares en rojo tomate, el griterío angustiado, y las frases apocalípticas no creo que conduzcan a nada. Hemos pasado del optimismo antropológico a una carrera para ver quién lo pone más negro y dice más sandeces. Y, ya digo, lo que necesitamos es un poco de sosiego y no entrar en este pánico generalizado en el que estamos.

Yo no creo que haya que acabar con el Estado del Bienestar, aquí hay mucha manifestación preventiva y muchas ganas de confundir las cosas. No hay que despilfarrar el dinero público y no hay que pagar imbecilidades, y poco más. Cambiar la estatua de Colón de sitio, o tener un aeropuerto en Reus no tiene nada que ver con el Estado del Bienestar y sí mucho con el despilfarro y con la imbecilidad. Y no confundir los derechos con lo que no son derechos: Por decirlo de manera gráfica, si vd necesita quitarse la vesícula, vale, pero si quiere una habitación de 30 metros cuadrados con baño individual, págueselo vd. Si un joven de 30 años se quiere independizar de sus padres, que se lo pague él o se lo paguen sus padres, pero que no exija una subvención del Estado. Nosotros tenemos que gastar menos y devolver el dinero que nos han prestado, y salir del ensueño de que esto es jauja, de que papá-Estado tiene que darnos todo, porque el dinero llueve del cielo y además «no es de nadie». Definir el Estado del Bienestar, y sí, acotarlo, porque se pagan muchas cosas que el Estado (o sea, mis impuestos) no tiene por qué pagar. Pero sin ponerse dramático, por favor, que bastante drama hay ya en la cola del paro, recogiendo los productos caducados que desechan los supermercados y en los comedores de Cáritas.

Y solo un apunte más. Quienes se han endeudado hasta las cejas son los Estados y las Administraciones públicas, y detrás todos los españoles poniendo la mano. Los «mercados», de momento, lo único que han hecho ha sido poner la pasta.

Si no está conforme con lo que digo, tómese un Lexatín y mire el telediario en su canal autonómico, que seguro que tiene uno. Después le pondrán «paisanos por el mundo», no se preocupe por la droga.