Una esquela con emoticonos

Leo en el periódico que se ha publicado la primera esquela con un emoticono. Por lo visto la fallecida lo pidió así, e incluso eligió el emoticono que quería que figurara: se trata de la carita que saca la lengua y guiña un ojo, lo conocerán ustedes. Y lo usarán, sin duda, para contestar a cualquier jatorrada de sus amigos en el whasap.

La señora tenía 75 años y no quería ningún símbolo religioso, así es que descartó los emoticonos de la cruz y de la media luna, que supongo yo que existen. También, y en esto le alabo el gusto, no dejó al albur del estado de ánimo de su familia la elección. Imagínense  😥 por doquier, que la gente es muy sentida. A mínima, y a poco que estén consternados, echarían mano del 😦 , pero con seguridad les acabaría pareciendo poco. Claro que si murió de repente, nos encontraríamos con :o. También podría darse o_O, para cuando el vecino dice eso de ¡Pero si ayer la vi y estaba como una pera!, o sea :mrgreen:, y le contestan ya, pero es que fumaba 😳

La esquela se suele poner enseguida, casi con el fallecido de cuerpo presente, así es que todavía no habrían abierto el testamento. Cabe descartar entonces encontrarse con 😡 , pero no con :?, porque alguna preocupación habrá entre los herederos. Pero no creo que se atrevieran, y más bien hubieran dejado a los nietecitos dar ideas. Madre mía el festival: ❤ ❤ ❤ ❤ . Ya, ya, la nuera seguro que también habría aportado ideas, pero la flamenca bailando es uno de tantos emojis que wordpress evita amablemente que pueda insertar. También veo que había un cuñado. Humm, no soy experta en emoticonos, pero… ¿tal vez el de la hamburguesa? Ya saben, lo del muerto al hoyo y el vivo al bollo ¿lo pillan?

La mujer tenía humor, no hay duda, y además un humor optimista y nada macabro. Descartemos, pues, una lápida grabada con un emoji del pulgar hacia abajo acompañando al epitafio definitivo «Aquí os espero, majos». Se ve que optó por quitar dramatismo a su propia muerte. Y lo ha logrado, desde luego.

En fin, por si no me creen, aquí les dejo la esquela. He quitado todas las referencias personales. Un respeto.

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La Undécima y alimentar la leyenda

escudo-futbol-madridMañana el Real Madrid puede ganar su Undécima Copa de Europa. La prensa cursi y el stream correcto -¡y hasta mi madre!- han tomado partido por el Atleti. Que llevan muchos años intentándolo, que han ganado a mejores equipos hasta llegar a la final, que el esfuerzo de un club tan humilde debe tener premio, que… bref, que esta copa la merecen ellos. Porque sí. Pero no. No, porque el fútbol funciona del siguiente modo: hasta que el Atleti no meta un gol más que el Madrid, no merecerá ganar esta Champions. El resto, nenúfares.

También nos dicen, mimimimí, que el Atleti no tiene todavía ninguna Copa de Europa y el Madrid ya tiene 10. Pero vamos a ver ¿Y para qué porras quieren los atléticos una Copa de Europa? Porque yo entiendo perfectamente para qué queremos tener once los madridistas. Nosotros queremos once Champions para alimentar la leyenda del Madrid. Si el Atlético quisiera, de verdad, alimentar su leyenda, lo que debería hacer es perder mañana.

Una Champions sola en una vitrina no vale para nada, eso lo tienen muchos equipos. Sin embargo perder dos tercios de las finales que juegas contra el eterno rival tiene una carga de romanticismo dificilmente superable. Y rentabilísimo. El Atleti me está decepcionando, de verdad. ¿Pero es que no piensan en los niños? ¿Qué les van a contar en las frías noches de invierno a la orilla del Manzanares si ganan? ¿Cómo van a cantar el himno de Sabina con una Champions? ¿Cómo seguir siendo el equipo del pueblo, de la gente humilde, el equipo simpático, el Pupas, el equipo del esfuerzo, bla, bla, una vez instalados en la élite europea? En serio, yo creo que no les trae cuenta.

A mí, que conste, no me gusta mucho que la final sea contra el Atleti, pero no por razones deportivas, que lo que importa de una final es ganarla y contra quién es muy secundario. Pero es que tengo muchos amigos del Atleti y recuerdo su decepción de Lisboa, y la verdad es que no es agradable. Aunque pensándolo bien… hum, pensándolo bien, si pierde el Madrid ellos (los indios) no van a dedicar ni medio segundo en imaginar qué tal se me habrá quedado a mí el cuerpo. Y miren, oigan, si tanto les duele perder una final y tanto se entristecen, que se hagan del Real Madrid,que no está prohibido, ¿no les parece? Hala, a otra cosa.

Mañana el Real Madrid puede ganar su Undécima Copa de Europa. Y eso sí que es hacer historia. Eso sólo está al alcance del Madrid. Y eso es una gran razón para ganar el partido.

Traed esa Copa. ¡Hala Madrid!

 

 

Impuestos y mentiras

Cuando llega esta época del año me invade la melancolía. ¿La primavera? No, los impuestos. Y es una melancolía nada romántica. Es un sentimiento de pérdida, de cansancio, de agotamiento vital. Me invade la impotencia, me aturde la vida, me aburre el trabajo, odio la sociedad y me cuesta un mundo levantarme de la cama. Vivo en un estado de cabreo sordo, y las yemas de los dedos me sorprenden con un extraño cosquilleo. Creo que si me dejara llevar tiraría este ordenador por la ventana, rompería airada el televisor y estrellaría la radio contra un espejo. Pero al final, en vez de eso alargo el momento más triste del año, ése en el que constato mi derrota y la de todos los españoles:

– Sr. ministro de Hacienda, se lo ruego, devuélvame por favor las cuatro perras de más que me ha quitado por adelantado. Se lo solicito, en esta carta firmada que he tenido que descargarme de la aplicación de Hacienda, que he tenido que imprimir, que he tenido que revisar, que tengo que firmar, que he de llevar al banco. Hágalo cuando quiera, que usted no tiene prisa, porque si se retrasa no le pasara nada. A su disposición por si necesita más información sobre mi vida y patrimonio.

Sumisión, ese es nuestro destino con los impuestos. Deberíamos declararnos en rebeldía, salir en manifestación, paralizar el país, organizar caceroladas, tirar tomates y lechugas en las puertas de todos los organismos públicos, y escupir en la cara a toda esa caterva de desahogados que nos extraen la sangre y nos quitan nuestra propiedad. ¿Para Sanidad y Educacion? Eso es mentira, eso es un mantra podrido, una añagaza a la que se agarran para seguir dilapidando nuestro dinero.

¿Solidaridad? No me hagan reir. ¿Desde cuándo la solidaridad es obligatoria? Miren, cuando hay verdadera necesidad, el Estado ni aparece. Aquí la única solidaridad que pagamos es la de mantener a analfabetos sin formación ni oficio conocido en el Congreso de los diputados. Aquí la única pobreza que aliviamos es la intelectual, y desde luego con poco éxito. Y es que no da de sí el dinero para mantener a tanto indigente intelectual, amigos.

No mejorarán las cosas, más bien al contrario. El Estado es un pozo sin fondo que no ahorra nunca. El Estado cambia el destino del gasto, pero no ahorra nunca. Escuchen atentamente a nuestros políticos y verán que siempre encuentran algo en que gastar lo que han ahorrado, o lo que dicen que han ahorrado. No hay refugios en los que esconderse de estas sanguijuelas. Más tienen, más gastarán. Y si usted más tiene, más pagará. Sin remedio.

¡Cabrones!

Unas flores para Ana

No sé si lo sabes, pero yo no soy buena recordando fechas. No recuerdo casi ninguna, que es lo mismo que decir que se me olvidan casi todas. Pero yo sí lo sé y por eso me digo que debería inventarme trucos para recordar. Y luego no me invento el truco porque me digo que, si me importa, seré capaz de acordarme. Y vuelta a empezar: no sé si lo sabes, pero yo no soy buena recordando fechas.

Y anoche muy de noche me recordaron que la fecha era hoy. Ay, hoy. Y aquí me tienes, nominándome para ser la última porque estoy segura de no ser la primera. Aquí me tienes, en este rito de paso. Tarde, pero me tienes, que hoy todavía es hoy.

Tal vez debería dedicar un párrafo a las palabras bonitas, a las frases de halago, a las alabanzas que ya me han pisado los que han madrugado, los que han recordado, los que han llegado a tiempo. O tal vez debería contar alguna anécdota divertida, o recordar cómo nos conocimos, o lo primero que pensé al oirte. Y me digo que la verdad es sencilla y el respeto palpable, y que recitar una sucesión de cualidades no las harían más visibles aunque yo fuera capaz de escribirlas sin echar más azúcar de la necesaria.

Tal vez debería mencionar la mesura, la calma, la discreción; esa apariencia de frialdad que no es otra cosa que sensatez y prudencia. Tal vez debería recordar ahora que nunca dices una palabra de más, pero tampoco de menos, porque lo cortés no quita lo valiente. Y releo, y tacho, y vuelvo a escribir sobre el afecto y sobre el cariño. Y borro definitivamente: si hay moderación, hay moderación.

Qué sé yo lo que podría escribir detrás de otro tal vez. ¿Tal vez que ninguna de las dos somos muy buenas demostrando en público ciertas emociones?

Felicidades, pues, y lo dejo aquí. O no, espera: ¡Estás estupenda!

Flores para Ana

 

Amor grafitero

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«Adoro tus labios». Y puedo imaginar al amante callejero aplicando el spray, convencido de que el alma que puede hablar con los ojos también puede besar con la mirada.

Pero su mensaje encuentra inmediata respuesta en el banco de enfrente:

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Entre los labios y la voz, algo se va muriendo.

 

Una ola feroz

Susana, pendiente de María y de su chapoteo en la orilla, llegó al borde del mar tranquila y segura de sí misma pensando que con ella no iban aquellas olas asilvestradas. Se metió en el mar hasta que el agua le llegó a las pantorrillas, abrió las piernas para plantarse bien en el suelo de arena y puso los brazos en jarras.

En esas estaba cuando llegó una suerte de Miura espumoso que la dobló literalmente por la mitad. Y entonces se ve que tuvo un pensamiento corto y decidió que lo mejor para no caer era tirarse. Con rapidez, echó las manos al suelo y se arqueó como un gato, pensando que la postura traería la astucia, y así salvó el primer embate. Pero se confió demasiado al quererse incorporar, porque el resto de la ola –o sea, la mitad del Atlántico–, se le echó encima y la sumergió como en una lavadora. Y la fiesta no acabó ahí: llegó entonces una tercera ola, más violenta aún que las anteriores, la cogió por las corvas, la levantó dos palmos del suelo, la puso horizontal y la dejó caer a plomo. Una vez que el mar hizo hizo todo eso con ella, y por si acaso se le ocurría rechistar, la envolvió de nuevo para darle un par de vueltas más para rematar su guiso, para el caso una tortilla o un sencillo revuelto.

Se levantó desorientada sin saber a qué punto del horizonte debía mirar y sin entender si seguía en la Isla de La Palma o ya había llegado a Zanzíbar. Era como una señora recién salida de la peluquería a la que le tiran un cubo de agua por encima. Y entonces, con cara de susto, se echó las manos a la cabeza y gritó “¡Mis gafas!”. María la miró queriendo entender el problema, feliz mientras seguía rebozada en la espuma y la arena, disfrutando como sólo disfrutan los niños.

– No te preocupes por las gafas, que el mar lo devuelve todo–, le dije a Susana. Pero el mar, como hacemos los humanos, sólo devuelve lo que no le gusta. Ahora sus gafas estarán en la tripa de algún pez.

Estuvimos en aquella playa hasta que el espectáculo ya sólo podía repetirse, cansadas de ver a otros bañistas salir reptando del mar como las iguanas. Nos tomamos algo en un bar cercano y nos volvimos al hotel, a darnos una ducha en calma. Todavía tenemos arena en el pelo.

Que viva España en Japón

Sí, es la canción de Manolo Escobar. Y sí, los cantantes van vestidos de tirolés. ¿La Oktober fest en Mallorca?

Sobre la calidad de las voces, mis impresiones transitan entre la certeza de que en Japón también hay gatos y la sospecha de que los usan para practicar alguna técnica en las academias de canto.

Pido atención a la chiquita de delantal verde y gafas que está entre el público. No sé ustedes, pero yo no tengo dudas: pasó en Madrid una mañana entera cuando volvía de Roma y antes de embarcarse hacia París.

En cuanto a la coreografía, personalmente la encuentro algo previsible y con falta de garra. Me faltan unos espumillones, unas velitas, un algo que agitar, no sé.

Y, por último, hay que destacar la interpretación de la letra. Ese estribillo que dice «España por favorrrr» desconcierta un poco, aunque, francamente, yo daría dinero por saber la traducción de lo que dicen en japonés el resto del tiempo.

Estos japos…

El príncipe, de Nicolás Maquiavelo

el_principeHoy vengo a hablarles del segundo libro del año del Club de lectura. Llego tarde para publicar este post, porque les pedí a mis compañeros que me esperaran hasta el martes porque no lo había terminado, y luego el martes se me pasó escribir (las emociones del fútbol, ya ven). O sea, lo que le faltaba al club: el desorden. Y ahora voy a la reseña.

El príncipe es uno de tantos libros conocidísimos y citadísimos que en realidad ha leído poca gente. Se comprende poco cuando ves que se trata de un librito de apenas 130 páginas, pero se entiende mucho mejor en cuanto se recorren las diez primeras: es muy aburrido. Y es que Maquiavelo lo escribió como un regalo a Lorenzo de Médicis –a quien llama Vuestra Magnificencia– con el fin de aconsejarle a partir de su propia experiencia y la observación de la historia, y no para distraer al público. Así es que Don Lorenzo o cualquier otro príncipe le encontraría al libro la utilidad y el interés que a mí me falta. No es de extrañar: tengo poco de princesa, aunque, la verdad sea dicha, me chiflaría que alguien me llamara Vuestra Magnificencia.

Pero he subrayado cositas, no crean. Porque me he aburrido, sí, pero he procurado entender lo que me estaban contando, aunque no me sirva de mucho. Ah, y una cosa: les comunico que la clase política española, y diría que europea, no han transitado esas páginas ni por asomo. Vean, vean, y extraigan conclusiones:

“ Cuando los males se prevén, admiten remedio; pero si se espera a que se presenten, no se logrará el remedio, haciéndose incurables”.

“… es indispensable ganar a los hombres o deshacerse de ellos. Si se les causa una ofensa ligera, podrán vengarla; pero aniquilándolos, quedan imposibilitados de tomar venganza”

“Nunca debe dejarse empeorar un mal por temor a la guerra, pues al cabo ésta no se evita y sólamente se dilata en daño propio”.

“El príncipe que procura el engrandecimiento de otro, labra su propia ruina; porque para ello ha de emplear su fuerza o su ingenio y estos dos medios despiertan sospechas en el ánimo de aquel que ha llegado a poderoso”

“Los daños deben hacerse todos de una vez, porque cuanto menos se repitan, menos hieren; y los beneficios conviene ejecutarlos poco a poco, para que se saboreen mejor”.

“Así, el príncipe que quiera triunfar debe saber ser malo, y usar este conocimiento si lo necesita para defender sus intereses” (esta parte tampoco la han leído, pero intuitivamente han sabido llegar a ella)

“Un príncipe deseoso de ser alabado por su generosidad, no repara en ninguna clase de gastos, y para mantener esa reputación suele verse obligado a cargar de impuestos a sus vasallos y echar mano de todos sus recursos fiscales, lo que no puede menos que hacerle odioso, además de que, agotado el tesoro público con su prodigalidad, no sólo pierde su crédito y se expone a perder sus estados al primer revés de la fortuna, sino que al cabo cosecha más enemigos que amigos […] Siempre será mejor ser poco generoso que serlo demasiado: puesto que lo primero, aun cuando no parezca elegante, no acarrea, a lo menos, como lo segundo, el aborrecimiento y el desdén.

«Algunos disputan acerca de si es mejor que el príncipe sea más amado que temido: y yo pienso que de lo uno y de lo otro necesita. Pero como no es facil hacers entir en igual grado a los mismos hombres estos dos efectos, habiendo de escoger entre uno y otro, yo me inclinaría por el último con preferencia.»

“Bástale para no ser aborrecido respetar el patrimonio de sus súbditos […] porque es preciso confesar que más pronto olvidan los hombres la muerte de sus parientes que la pérdida de su patrimonio.»

Y aquí, la prueba definitiva:

«Procurará el príncipe proteger la virtud, honrar a los que sobresalen en cualquier arte, fomentar en sus conciudadanos el tranquilo ejercicio de sus profesiones y oficios, lo mismo en el comercio que en la agricultura, y en todas las demás actividades a que los hombres se dedican, para que no se abstengan: unos, de mejorar sus haciendas por temor a que se las quiten, y otros, de abrir nuevas vías al comercio por miedo a los impuestos.»

En fin, léanselo que no les hará daño, aunque tengan cuidado con la edición que escogen. Buscando las citas en versiones digitales, me he llevado la sorpresa de comprobar que la edición que manejaba yo (Colección Edime, 1965) se parecía a las otras como un huevo a una castaña, con giros, frases y sentidos muy diferentes en algunos casos entre ellas. Vean un ejemplo, casi al final del libro, en el que una comparación inocua entre la fortuna y la mujer se convierte en un párrafo que parece escrito por un psicópata –aparte de perder todo el sentido:

– Edición Edime 1965: «Más vale ser atrevido, porque la fortuna es mujer y gusta más de la fuerza que de los miramientos. Y, como mujer, amiga de la juventud, porque los jóvenes son audaces y vehementes.»

– Edición digital Austral, traducción Eli Leonetti: «Estoy convencido de que es mejor ser impetuoso que prudente, porque puesto que la suerte es como una mujer, para someterla hay que pegarla y maltratarla. Y se puede ver que se deja vencer más fácilmente por los que actúan así que por los que proceden fríamente, y por eso, como mujer que es, siempre es amiga de los jóvenes, porque son menos cautelosos, más fieros y la gobiernan con más audacia»

En fin, algunos editores lo único que maltratan (por Austral) es la gramática…

Como siempre, tienen otras opiniones en La mesa cero del Blasco, La originalidad perdida, en Lo que lea la rubia y en la propia página del Club, donde encontrarán la opinión de Juanjo, o no. Hasta julio, que volveremos con La gran migración, de H.M. Enzensberger.