Y pensarán ustedes que llego con un día de retraso para comentar este libro, pero una tiene su agenda, y en mi caso es independiente de las elecciones a gobiernos autonómicos. El libro que comento hoy se ha publicado recientemente, y enseguida se agotó la primera edición, así es que yo tuve que esperar unos once o doce días a que me llegara mi ejemplar. Con seguridad, las ventas han estado animadas por las recientes elecciones, y yo creo que es una pena, porque, sea cual sea (o haya sido) el resultado de ayer, creo que se necesitan libros escritos con serenidad y que aporten algo de rigor a un tema completamente enloquecido, como es el «asunto» catalán.
Así es que en este libro, Josep Borrell, leridano, político, socialista y antiguo responsable de Hacienda y de Obras Públicas, analiza el «agravio» y el «expolio» que denuncian los independentistas catalanes. Y no utiliza argumentos sentimentales, ni emocionales, ni triperos, sino racionales. Saca la calculadora, y echa números, pero antes define exactamente de lo que está hablando, para que no haya confusiones posibles. Y pregunta, y se informa, y prueba y demuestra. Y luego tú podrás estar de acuerdo o no con su ideología, o te podrá caer mejor o peor este señor, o te podrá ofrecer mayor o menor credibilidad, pero dos y dos suman cuatro, no veintitrés, y se terminó la discusión.
Borrell rebate las dos cuestiones mayores del discurso independentista, como son el expolio al que dicen estar sometidos los catalanes por parte de «España» y eso de que la independencia hay que encararla con una sonrisa grande, porque no tendría costes ni riesgos, ni pasaría nada de malo. Borrell dice desde el principio del libro que una Cataluña independiente es posible, y que sería un estado viable. Lo que sucede es que sería un estado viable y posible después de que los catalanes las pasaran literalmente putas durante no menos de 15 años, y eso sin que nada les garantice que, al cabo de esos 15 años, vivieran como viven ahora. Y se pregunta al final del libro, con razón, si eso vale la pena, si se ha explicado con claridad y, sobre todo, si la población catalana estaría dispuesta a ese sacrificio y a esos riesgos. También reconoce que Cataluña es una región aportadora al resto de España, pero igualmente receptora en los años en los que ha necesitado la ayuda del Estado, como son los años de crisis en los que España entera ha tenido déficit y se ha endeudado hasta límites que él no califica (yo sí, pero hoy no toca esa crítica).
Borrell nos habla de cosas aburridas y áridas, sí, pero de cosas que la población ha renunciado a conocer y distinguir y que debería conocer para que no le engañaran. Explica la diferencia de concepto entre déficit y beneficio fiscal (¿de verdad usted cree que conoce la diferencia?) y tiene la consideración de ofrecernos esa explicación con paciencia y de manera didáctica, para que no nos perdamos en el fárrago de las cuentas del Estado. Y sobre todo, para que notemos la manipulación (con cierta gracia nos dice «pongámonos de acuerdo con los signos»), porque la manipulación no está solo en los números, sino sobre todo en las palabras, y en los conceptos. Si no sabemos de lo que estamos hablando, si no nos ponemos de acuerdo sobre el significado de lo que discutimos ¿cómo podremos discutirlo? Y sobre todo ¿Cómo podemos evitar que nos engañen?
«España nos roba 16.000 millones cada año» gritan los nacionalistas, ocultando que esos 16.000 millones están calculados eligiendo en cada momento el método más conveniente, y tomando como dinero contante lo que es un convenio de anotación contable de un ingreso futuro. De no ser así, la cosa se quedaría en algo menos de 3.000 millones, que es mucho dinero, sí, pero no un expolio. Y Borrell no carga las tintas a la hora de valorar que Cataluña es una región rica, como correspondería hacer a un socialista (yo lo he echado de menos, hay que fastidiarse) y que hay una cosa que se llama solidaridad, o que hay beneficios difícilmente contabilizables en el cálculo de una balanza fiscal, como son las economías de escala o los efectos indirectos de determinadas actuaciones económicas.
También dedica una buena parte del libro a desmontar la falacia de la comparativa con otros países, demostrando que las balanzas fiscales no se calculan en ningún sitio, mucho menos anualmente. También la comparativa de países que se han independizado, y del coste. Y del precio que han tenido que pagar, que según los nacionalistas, es negociable (Cataluña no va a ser un Estado porque su parlamento lo proclame, lo será en la medida en que esta proclamación sea reconocida por otros Estados). O la comparativa con otras regiones españolas, lo que se llama la ordinalidad, es decir, que Cataluña siga ocupando o no el mismo puesto antes y después del necesario equilibrio entre regiones. Pero creo que lo interesante, más que la comparativa con otros países, es mostrar la inutilidad del ejercicio. Del ejercicio de imaginar una Cataluña independiente, quiero decir.
Así que léanlo porque creo que tiene mucho interés, aunque ya hayan pasado las elecciones y aunque el asunto catalán nos aburra. O quizá precisamente porque nos aburre: aburre el griterío, los brochazos y las mentiras groseras, y esto es como un respiro en medio de tanta burricie y tanta impostura. Ya aviso que no es un libro fácil en algunos pasajes (aunque reconozco el esfuerzo pedagógico de los autores), no es un libro cómodo, y no es la alegría de la huerta. Pero a cambio no se hace nada pesado y desde luego es muy interesante. Finalmente, no les voy a contar yo ahora en un post lo que este señor explica estupendamente en 150 páginas. Que el carlismo se cura leyendo y el nacionalismo viajando, que decía Pío Baroja. Pues eso.