Operación Bikini

Yo soy de las que piensa que si a estas alturas del año no has completado la operación bikini, olvídate, ya no hay nada que hacer. El año pasado contaba yo, después de una Semana Santa bien entorrijada, que la operación bikini había que empezarla en el mes de Octubre anterior al verano objetivo, porque si no, mal vamos.

Y mal voy.

Yo no estoy gorda. Ni gordita. Ni rellenita. Ni tengo unos kilitos de más. Bueno, quizá me sobra un par de kilos, pero no son kilitos, ¿eh?. Porque cuando se dice «kilitos» lo que realmente se quiere decir son «kilazos», o sea, la medida multiplicada por nueve. Lo mío son kilos de los normales, o sea, de mil gramos. Bueno, y tal vez no me sobran dos, sino dos y medio. Pero no más. Y además, el asunto no es que me sobren, sino que se deberían repartir mejor. Sería feliz si tomaran el ejemplo de la mantequilla cuando se extiende en la tostada.

No sé, por ejemplo, los tobillos y los pies están como vds ven ahí arriba, no sufren en absoluto. En cuanto a las muñecas, les adjunto una foto y les doy mi palabra de que permanecen inalterables (me he puesto un clip para que puedan calcular el tamaño real, es un truquillo que he sacado del CSI). Los párpados tampoco varían, y tampoco se nota nada en los hombros, ni en los brazos. Vamos, que no cambia nada de cintura para arriba. Ni de cintura para abajo.

Pero, cómo explicarles… Que sería más feliz si no cambiara nada ni de empeine para arriba y ni de empeine para abajo.

Uno que cuenta

Mi hijo tendría entonces cinco o seis años, un mocoso. Habíamos salido de casa los dos, y nos disponíamos a coger el metro. Entonces me tiró de la manga y me preguntó:

¿Dónde vamos?

A casa de la abuela, le contesté

¿Sólo nosotros?

Sí, sólo nosotros. ¿Te parece que somos pocos?

Sí.

¿Y si viniera papá?

Ah, si viniera papá entonces seríamos muchos.

Diálogo ofrecido por P.P., tomando un café tranquilamente, mientras hablábamos de organización, liderazgo y gregarismo. Las conclusiones las dejo para cuando escriba un libro. Lo que ya no sé es el tema que deberé abordar en el libro…

El tío de la boina

No pensaba yo escribir sobre la final de la Copa del Rey que se jugó el viernes entre el Athletic de Bilbao y el Barça. Desde luego no sobre el partido en sí, que ni vi ni pensaba ver de todas formas. A mí me gusta el fútbol cuando hay algo de emoción de por medio. De emoción mía, se entiende. Y tampoco quería tratar la polémica del himno, porque creo que es una de tantas trampas que nos pone ese nazionalismo tan plasta y provocativo que tenemos y que cansa mucho, sobre todo a aquellos que creemos que se puede ser español sin necesidad de darse cuenta. Pero leí un artículo sobre la final de Copa que me enfadó mucho y me levantó dolor de cabeza. Si hacen CLICK aquí lo pueden leer.

El artículo, publicado en Italia, lo escribe el Sr. Segurola, periodista deportivo nacido en Bilbao y residente en Madrid, ciudad que tiene a gala acoger a gente de todas partes con una naturalidad que pasma al que viene de fuera. Una ciudad en donde por lo general se trata bien al visitante. O al menos se le trata igual que al madrileño, porque si hay que darle un bofetón a uno, lo que importa es dónde tiene la cara, no la partida de nacimiento.

Segurola habla de todo menos de fútbol, salvo por esos dos parrafitos que le sirven de excusa para decir bobadas. Empieza con un sentido homenaje a esos pobres hinchas oprimidos que venían a gritar su amor patrio al Bernabéu en la época de Franco (1) (2), y luego se viene arriba para terminar llamándonos opresores a los madrileños del siglo XXI. Ese «o haces lo que quieren o te lo harán saber a la fuerza» pone los pelos de punta sólo de pensar de qué película de serie B lo habrá sacado. Nos dice también que hay 15.000 bilbaínos que están en Madrid sin entrada y que eso es culpa de la derecha más irreductible y del madridismo más intolerante, y compone un collage subliminal madridismo-derecha/Bernabéu-Franco muy propio de ese victimismo palurdo que gasta esta gente tan pesada. Hombre, Segurola, a ver si tú también vas a atribuir a la maldad de otros lo que es sólo estupidez de unos, porque hacerse cuatrocientos kilómetros para ver el partido en un bar tiene algo de Homer Simpson. O de Forrest Gump, que parece más progresista. Eso o que tienes mucha pasta y poco que hacer. Pero en fin, se queja de que se juegue en el Calderón, aunque considera maravillosa la final de hace 3 años en un Mestalla que tiene 2.000 asientos menos y está  lejísimos de Bilbao. Para mí que lo que le fastidia es no poder invitar a sus amigos a unos potes en su casa después del partido, y enseñarles de paso el barrio. No se puede ser tan comodón, Segurola, no se puede ser tan comodón.

En el último párrafo ya se ve que el hombre tenía prisa y cogió la brocha. Me es indiferente el odio africano que tiene a Esperanza Aguirre, e incluso que invierta la carga de culpabilidad, como suelen hacer estos trileros de sentimientos cuando empiezan una provocación; y también me parece algo ridículo tratar de asustar a la gente con una manifestación de impávidos que se podría celebrar en un minicine. Ambas cosas forman parte del desparrame idiotizado en el que los españoles somos capaces de convertir un bonito partido de fútbol. Pero en todo caso Segurola, si lo piensa un poco, les concederá ese derecho a la libertad de expresión que tan emotivamente reclama para los que quieren silbar un himno. No se lo negará en el fondo de su corazón democrático, porque sería tener «un instinto autoritario más fuerte que la tolerancia a puntos de vista opuestos«. Y él, claro, es hombre mesurado y nada fanatizado por unos colores y un origen.

Las obras menores del Bernabéu le han pillado a contrapie, sin duda, y ha confundido las viejas letrinas con algún recuerdo infantil. Nadie debe tener ningún miedo a venir a Madrid. No tenga miedo nadie a pasear una Ikurriña, una Señera, una camiseta a rayas en la capital. No lo tenga de los madrileños, que aquí no hay «clima de violencia», ni pegamos tiros a los de fuera. Aquí nos los pegan unos que se interesan por el RH. Eso sí, no damos las gracias cuando nos ponen bombas, pero cualquiera puede entender que no es porque no nos tiemble el pulso, sino porque, ante esas circunstancias, nos tiemblan las piernas.

Mis más sinceras felicitaciones al Barça.

(1) El Athletic de Bilbao ganó 5 «Copas del Generalísimo»en el Bernabéu, tantas como perdió, algunas cuando se llamaba Nuevo Chamartín. Para ganar las otras cuatro que ganarón con Franco tuvieron que irse a Montjuic (2) o al Calderón (2). No he podido averiguar si Franco se desplazó a esos estadios a dársela personalmente o no fue para así oprimir más a los del Athletic. Por cierto que, viendo la estadística, si yo fuera del Bilbao preferiría jugar la final en cualquier sitio menos en el Bernabéu…
(2) Franco murió hace 37 años

Una vuelta por los ascensores

Los ascensores me parecen unos lugares interesantísimos. Normalmente estrechos y siempre de paso, nos provocan algo de ansiedad y alguna que otra pesadilla. Pero también dan pie a muchas anécdotas, y casi todo el mundo tiene alguna historia de ascensor divertida que contar. En las últimas semanas he oído una campaña de publicidad en la radio en la que una empresa de instalación de ascensores habla de sí misma como expertos en besos, porque, como ellos dicen: ¿quién no se ha besado alguna vez en un ascensor?. Me parece un tono aspiracional un poco chocante para tratarse del que te instala el ascensor, no del ascensorista…

Esta es la parte bonita, claro. No diría yo la emocional, porque hay muchas clases de emociones. Lo que quiero decir es que también podrían presumir de ser expertos en pedos, por ejemplo y espero que me disculpen, pero ¿quién no se peído en un ascensor alguna vez? Vale, eso es una gorrinería que no está dispuesto a reconocer salvo que explique a continuación que tenía menos de cinco años y que, de hecho, usted no se acuerda, sino que es algo que le ha contado su madre. Lo que sí me aceptarán al menos es que eso sucede. Porque alguna vez se ha montado en un ascensor que traía un olor inmundo ¿a que sí? Y claro, una vez dentro del ascensor, el cerebro reptiliano le da para dos cosas: la primera, para intentar llegar vivo al octavo piso sin respirar; y la segunda, para rezar por que el ascensor no tenga que recoger a otro pasajero por el camino, mientras Vd. y la ventosidad siguen dentro…

Cuando nos montamos en un ascensor con gente desconocida con la que no tenemos nada que hablar, aparte del saludo de rigor, los comportamientos suelen ser poco naturales. Hay quien espulga las llaves de su casa y las va reconociendo como si no tuviera ni idea de cuál es la siguiente que tiene que utilizar. Otra cosa muy habitual es consultar la hora y sorprenderse: Anda ¿Y este reloj que hace aquí?, parece que piensan. Carraspear también es un clásico, a veces precedido por un prolongado suspiro. O mirar con curiosidad los propios zapatos, moviendo ligeramente primero un pie y luego otro. O seguir con la mirada el recorrido de los números que van pasando por la puerta. A veces listar los botones también ayuda a hacerse invisible: uno, dos, tres… el de la alarma, el del cierre de puertas, el del muñequito que se llena con el peso… En resumen, hacemos todas las cosas que nunca hacemos cuando vamos solos en un ascensor.

Y es que aunque el ascensor es un lugar público, hay pocas cosas tan íntimas como ir solo en uno. ¿Qué hace usted cuando va solo en un ascensor, dígame la verdad? ¿Seguro que no se mira los dientes por si se le ha quedado algún paluego visible? ¿No se acomoda algo que no se acomodaría jamás en público? ¿No se recoloca la ropa? ¿Por ejemplo, la hombrera del sujetador? ¿No se rasca algo, quizá la cabeza? ¿No se hurga en la nariz? ¿No se peina las cejas? ¿Le habla al espejo? ¿Vd. es de los que mira si hay cámaras cuando entra en un ascensor? ¿Lo piensa al menos?

¿Qué hace usted en un ascensor cuando va solo? Al menos hay algo seguro: se verá una cana. Esa cana. La cana…

PS: Por supuesto, mirar el móvil. Pero no se engañen, es una mirada retórica…

Casa Decor y otras cosas del montón

Ayer estuve en Casa Decor comiendo con un buen amigo y visitando de paso esa estupenda idea de la que solo disfrutamos los madrileños y los barceloneses, o aquellos que vengan a una de estas dos ciudades del mundo mientras dura la exposición (enlazo arriba su página web para quienes no lo conozcan). Este año están en un palacete al lado del Senado, en la antigua Real Compañía Asturiana de Minas. Así es que en esta ocasión, además de ver propuestas de decoración, se puede visitar un edificio singular de finales del XIX y protegido por Patrimonio Nacional, y que yo lo supongo destrozado antes de que llegaran todos los carpinteros, pintores, fontaneros, albañiles, electricistas… Y sobre todo, antes que llegaran los de Casa Decor, claro, que son los que organizan el asunto. Esta es una de esas cosas que me hace ser un poco francófila, ya ven.

En realidad yo no quería hablarles de esto, sino contarles otra cosa. Verán. Para llegar a Casa Decor, miré en internet a ver si había un parking cerca. Y en internet ponía que no, así es que decidí ir en taxi. Cuando salía de la oficina me di cuenta de que sólo tenía 20 euros pelados en el monedero, así es que fui a un cajero. Y el cajero me pidió 6,75 eurazos por darme 150 euros, figúrense. Naturalmente, cancelé la operación. A ver, entiendo pagar una comisioncilla por no andar penando hasta encontrar un cajero, pero 6,75 me pareció un disparate. Supongo que mi límite de tolerancia estaría en un par de euros, pero ¡6,75! Y conste que no soy nada rata para estas cosas.  La cuestión es no me daba tiempo a buscar otro cajero, y cogí el taxi con mis escasos 20 euros. Claro, cuando el taxista me preguntó que por dónde prefería ir, le contesté que por donde fuera más barato. Así, sin ningún disimulo. Y ahí estaba el taxímetro, implacable. 10,20, 10,30, 10,40. Llegué a pensar que tendría que tirarme del taxi en marcha. Puse un tuit y una persona me contó que la declaración de la renta de Florentino Pez era a pagar 48 euros. Sentí una enorme frustración pensando que con lo que llevaba no me daba ni para pagarle la renta a Florentino Pérez. No digamos ya después de pagarle al taxista. Al final, con el corazón en un puño, llegué por el módico precio de 15,35 euros. Y entonces fue cuando descubrí que internet miente: ¡Había un parking justo en la puerta!

En fin, después del soponcio de los 20 euros, todo fue como la seda. La exposición estupenda (pude ver un cuarto de baño más grande que el salón de mi casa, y una casa con salón, cocina, habitación, baño, despacho y terraza más pequeña que mi habitación) y una comida agradabilísima. Y luego me volví a la oficina no sin antes pasar por un cajero más razonable que me evitó un viaje de vuelta algo menos conmovedor.

CJ la poderosa

He puesto un fondo verde.

Tal vez a vds les guste.

O no.

Yo no lo sé.

Desde luego, me importa mucho su criterio y sus gustos.

Lo que pasa es que a mí el fondo verde no me gusta.

Y alguien tiene que tomar las decisiones aquí.

¿Ven abajo a la derecha que pone «Administrador del sitio»?

Pues esa soy yo.

Fin del post y de cualquier eventual discusión.

PS: Lo dejaré hasta el miércoles para que este post tenga algún sentido.

El papelito de las autonomías

Este jueves se celebró el consejo de política fiscal y financiera en el que el Estado y las Comunidades Autónomas llegaron a un acuerdo para reducir gastos y alcanzar un objetivo de déficit común. Muy serios ellos. Un día después, cuatro comunidades hicieron que se tuviera que revisar la cifra porque, ¡ups!, se les había olvidado contabilizar algunos millones de euros. Unas decimillas, que tampoco es para tanto, a decir del Ministro Guindos. Y a todo esto, estamos en Mayo…

18.000 millones es lo que tienen que ajustar las Comunidades autónomas. Son cifras de las que se habla con mucha normalidad, pero son colosales. Miren, si cada euro fuera un segundo, el ajuste nos situaría en el año 1441. O sea, antes del Descubrimiento de América. Y si fueran metros, con el ajuste iríamos y volveríamos de la luna 22 veces. Si consideramos que una casa vale 150.000 euros, el ajuste da para comprarse 120.000 casas, o sea, Jaen entero. En España en 2011 se matricularon 808.000 vehículos. Hagan cálculos y verán como con ese ajuste se pueden comprar todos.

No conviene despistarse en este asunto, porque aquí no cumple ninguno. Y si Cataluña tiene que aportar un 25% del total de los 18.000 millones, en Castilla la Mancha cada habitante tiene que apoquinar 787 eurazos, más que el salario mínimo. Murcia debe ajustar 623 millones, casi lo mismo que Madrid pero ¡con menos de un cuarto de población! Es tal el desmadre que cualquier día se les va a colar el gasto de El Pireo y no se van a dar cuenta. Pero ya lo han arreglado, porque en el Consejo de política fiscal han puesto en un papelito que van a cumplir este año. Probablemente el papelito será un Power point y se titulará ¡PODEMOS!, lo que denota el hábil dominio del lenguaje político, para quien lo mismo da el indicativo de poder que el subjuntivo de podar.

Ayer, dos días después de la firma del papelito, fue la final de la Champions League entre el Chelsea y el Bayern de Munich. Es un acontecimiento deportivo de primera magnitud, nadie lo pone en duda, y es normal que se retransmita. Yo lo estuve viendo en la 1 de TVE, que da señal a toda España. Pero también podría haberlo visto en TeleMadrid. Y en la tele de Galicia. Y en la de Castilla la Mancha… Prime time, un sábado por la noche. Estos son nuestros gestores.

Sí, un Power point seguro. Y no es imposible que hayan usado la Comic Sans…

Contenidos

Alex estaba sentado enfrente de mí, esperando la llamada de la puerta de embarque. Yo revisaba unos papeles mientras él hojeaba el Madame Air France, que viene a ser como un Telva que te dan gratis en los aeropuertos franceses y en los aviones de Air France.

Movía las hojas buscando alguna verdad, llevaba la lectura hacia delante y hacia atrás con cierto nerviosismo. Yo ya conocía bien esa actitud y ese gesto: no buscaba nada en concreto, pero quería encontrar algo. Y estaba a punto de desconcertarme…

De verdad que no lo entiendo. Lees una revista de hombres y salen tías en sujetador. Y lees una revista de tías y sigues viendo tías en sujetador. ¡No lo entiendo! Si a los tíos les gustan las tías en sujetador, entonces las revistas de tías deberían sacar a tíos medio desnudos, y si a las tías les gusta ver la ropa interior que van a llevar, entonces los hombres tendrán interés en ver anuncios de camisetas y calzoncillos. Ese es el buen razonamiento. Pero no: siempre, al final, lo único que ves son tías. Yo no entiendo el mundo editorial.

Sonó una voz femenina, salvadora: «Votre attention, s’il vous plaît. Le vol 2100 à destination Madrid...» Guardé mis papeles y busqué con la mirada la puerta de embarque.

– ¿ Vamos?

El banco y la pastelería

Un banco no es una pastelería. Yo lo sé seguro porque mi abuelo tenía una, y en las épocas de mucho público en las que bajaba toda la familia a echar una mano, a mi padre, que trabajaba en el Banco Hispano, le ponía mi abuelo a despachar bocaditos de nata, que es lo más sencillo de hacer porque se venden por unidades y son inconfundibles.  Aunque un banco tiene también épocas de mucho trabajo, nunca se dio el caso en que mi abuelo tuviera que ir a ayudar a mi padre, pero yo supongo que éste le hubiera encargado, como mucho, vigilar la trituradora de papel.

Yo siempre he pensado que una Caja de Ahorros es como un banco, pero me temo que sus dirigentes las han confundido con una pastelería. Y si ya es difícil montar la nata, hilar el huevo o subir el hojaldre, figúrense vds lo que debe ser administrar depósitos y conceder créditos. Pero ahí los tienen, casi 200 políticos sin ningún tipo de experiencia bancaria, sentados en los consejos de administración de las Cajas de Ahorros como si estuvieran sentados en un tendido de la plaza de toros de su pueblo, con el puro, el whisky y el traje de rayas de los domingos. El pañuelo blanco en el bolsillo superior de la chaqueta que no falte, por si toca pedir la oreja, que viene a ser como conceder el creditón-cerdito con el que construir alguna promoción inmobiliaria.

Alcaldes que se tienen que desenroscar la boina y limpiarse los zapatos llenos de bosta de vaca; eurodiputados que acaban de bajarse del avión que les trae de Bruselas después de discutir sobre cualquier tontería de las que se discute en Bruselas; concejales de capital de provincia, incluida Madrid, que solo saben subir impuestos y reparar aceras; sindicalistas que cambian la chaqueta de pana por otra de alpaca de primera calidad; dirigentes de partidos con el único mérito de la verborrea; todos sin ningún oficio ni experiencia bancaria, dilucidan qué hacer con un dinero que, a falta de accionistas, no es de nadie. Y el verdadero problema no es lo que cobran, sino lo que estorban y lo que rompen. Si les hubieran pagado por quedarse en su casa, esa hubiera sido la mejor inversión que habrían hecho, créanme.

Rato es el invitado estelar de los fuegos artificiales en los se ha convertido un sistema completamente desquiciado por Comunidades Autónomas y entes locales.  El agujero en el que nos han metido políticos profesionales jugando a banqueros aficionados es de cuidado. Mucho mayor del que podía provocar mi padre en la pastelería de mi abuelo, que no dejaba que nadie sin oficio se acercara, en aquel obrador, ni siquiera al agujero del roscón. Aunque sólo fuera para decorarlo.