Casa Decor y otras cosas del montón

Ayer estuve en Casa Decor comiendo con un buen amigo y visitando de paso esa estupenda idea de la que solo disfrutamos los madrileños y los barceloneses, o aquellos que vengan a una de estas dos ciudades del mundo mientras dura la exposición (enlazo arriba su página web para quienes no lo conozcan). Este año están en un palacete al lado del Senado, en la antigua Real Compañía Asturiana de Minas. Así es que en esta ocasión, además de ver propuestas de decoración, se puede visitar un edificio singular de finales del XIX y protegido por Patrimonio Nacional, y que yo lo supongo destrozado antes de que llegaran todos los carpinteros, pintores, fontaneros, albañiles, electricistas… Y sobre todo, antes que llegaran los de Casa Decor, claro, que son los que organizan el asunto. Esta es una de esas cosas que me hace ser un poco francófila, ya ven.

En realidad yo no quería hablarles de esto, sino contarles otra cosa. Verán. Para llegar a Casa Decor, miré en internet a ver si había un parking cerca. Y en internet ponía que no, así es que decidí ir en taxi. Cuando salía de la oficina me di cuenta de que sólo tenía 20 euros pelados en el monedero, así es que fui a un cajero. Y el cajero me pidió 6,75 eurazos por darme 150 euros, figúrense. Naturalmente, cancelé la operación. A ver, entiendo pagar una comisioncilla por no andar penando hasta encontrar un cajero, pero 6,75 me pareció un disparate. Supongo que mi límite de tolerancia estaría en un par de euros, pero ¡6,75! Y conste que no soy nada rata para estas cosas.  La cuestión es no me daba tiempo a buscar otro cajero, y cogí el taxi con mis escasos 20 euros. Claro, cuando el taxista me preguntó que por dónde prefería ir, le contesté que por donde fuera más barato. Así, sin ningún disimulo. Y ahí estaba el taxímetro, implacable. 10,20, 10,30, 10,40. Llegué a pensar que tendría que tirarme del taxi en marcha. Puse un tuit y una persona me contó que la declaración de la renta de Florentino Pez era a pagar 48 euros. Sentí una enorme frustración pensando que con lo que llevaba no me daba ni para pagarle la renta a Florentino Pérez. No digamos ya después de pagarle al taxista. Al final, con el corazón en un puño, llegué por el módico precio de 15,35 euros. Y entonces fue cuando descubrí que internet miente: ¡Había un parking justo en la puerta!

En fin, después del soponcio de los 20 euros, todo fue como la seda. La exposición estupenda (pude ver un cuarto de baño más grande que el salón de mi casa, y una casa con salón, cocina, habitación, baño, despacho y terraza más pequeña que mi habitación) y una comida agradabilísima. Y luego me volví a la oficina no sin antes pasar por un cajero más razonable que me evitó un viaje de vuelta algo menos conmovedor.

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