El Jastag

hashtagsLeo una noticia que me hace sonreir, y es que Francia prohibe la palabra ‘hashtag‘. Así, como lo oyen. Como todos vds sabrán, el ‘hashtag‘ es una frase o palabra que empieza con este signo #, y que sirve en Twitter para identificar una etiqueta y así poder marcar todos los tweets, o mensajes, que se realicen sobre un asunto en cuestión. Cuando tenemos muchos tweets con ese ‘hashtag‘, entonces nos encontramos con un ‘trending topic’, o sea, lo que viene siendo la candente actualidad. Acabo de mirar, y hoy sale Bárcenas con hashtags a diestro y siniestro. Sobre todo a siniestro.

Pero a lo que voy, que Francia lo ha prohibido. No el poner hashtags, se entiende, sino llamar hashtags a la cosa. ¿Por qué? Anda, pues porque tienen su propia palabra para decir ‘hashtag‘, menudos son. Así es que una cosa que se llama «Comisión general de terminología y neologismo«, que depende diguectemón del Premier Ministre de la France ha decreté que se acabó eso de usar palabrotas que nadie entiende y que para significar «una serie de caracteres sin espacios que comienzan con el signo # y que indica que es un asunto de gran interés que se inserta en el mensaje para facilitar su seguimiento» – me he quedado sin guespigasion -, bueno, pues que para decir ça, se use la palabra francesa, que para eso la tienen: mot-dièse.

Hombre, mucho más fácil, intuitivo e inteligible, dónde va a parar.

Y yo me digo que en España no hacemos estas cosas de prohibir por decreto palabras extranjeras, a pesar de tener como tenemos la segunda lengua más hablada del planeta después del inglés, el chino y el árabe (ya, ya, a mí tampoco me salen las cuentas, pero yo me atengo a la interpretación oficial de los datos). A falta de un comité dependiente de un Primer Ministro que no está para estos líosh, nuestra querida Academia hará una entrada en el diccionario con la grafía «jastag» dentro de quince o veinte años.  En fin, supongo que, ante la ley de la gravedad, lo mejor es dejar que las cosas caigan por su propio peso. Y sin embargo… (grand soupir)… con lo facil que sería decir almohadilla para etiqueta, que es lo que todos estamos pensando cuando marcamos un hashtag en el Twitter. Bueno, todos no: mi querida madre diría el chirimbolo ése, en el improbable supuesto de que se abriera una cuenta en Twitter.

Ah, qué falta de Grandeur.

Odios

El odio está a la orden del día. Odio esto, odio lo otro, decimos por pereza cuando realmente lo que queremos decir es que esto nos molesta o lo otro no nos gusta. O que no lo soportamos, que también puede ser. El caso es que se lee muy a menudo esto del odio, y se oye también. Y así llevo yo unos días pensando en escribir este post sobre el odio.

Verán, es que cuando yo pienso en el odio, me imagino a alguien con cara de malvadísimo, los ojos achinados de furor, los dientes apretados y rechinando, y mucha maldad en el alma. Pero si estoy en un probador y oigo que en el contiguo una chica le dice a otra «odio que se me marquen las bragas«, pues me da por pensar que si se tratara realmente de odio, entonces lo que desearía es quedarse sin culo, porque el odio sólo tiene sentido si no dispones de tiempo para renovar tu estilo de lencería o, en su defecto, pedir una talla superior de pantalón. Lo que quiero decir es que odiar que se te marquen las bragas es una idiotez, porque tiene muchos y muy elementales remedios, que van desde ir sin bragas hasta ir sin pantalón, pasando por otras soluciones menos extremas aunque más imaginativas.

Y si han llegado hasta aquí sin odiarse a sí mismos por perder el tiempo, entonces me quedo mucho más tranquila: tampoco me odiarán a mí por hacérselo perder.

Air France que vas por los cielos

Ala-de-avión-en-unmundoparaHace un par de semanas tuve que ir a un país del antiguo Este, que ahora llaman de Europa Central, para que la geografía distinga lo que antes distinguía la política. El caso es que para llegar a esa capital no había muchos vuelos. Las líneas regulares, nunca mejor denominadas, proponían unos horarios que me obligaban a perder un día entero esperando a que llegara la hora de mi reunión. Así es que E. me metió en una Low cost, muy a su pesar. Yo traté de tranquilizarla: en una ocasión cogí un vuelo de vuelta en low cost porque era eso o quedarme colgada un día entero en Marrackech sola. Sin embargo, las instrucciones de esta compañía eran muy confusas, así es que E. me dijo que mejor me pasara por el mostrador por si acaso, aunque había que pagar por sacar la tarjeta de embarque en el aeropuerto.

Para empezar, el equipaje. Yo viajo con una maletita con mi ropa, un attaché con mis papeles y un bolsón con mi monedero. Ese equipaje me ha acompañado en infinidad de viajes, sin tener nunca ningún problema para meterlo en el avión. Pues bien, en Wizzair (sólo el nombre provoca espanto) uno puede montarse en un avión con una maleta casi de cualquier tamaño. Eso sí: debe ser una y sólo una. Un bolso cuenta igual que una maleta. El resto va en bodega, previo pago, por supuesto. Ahora imagínenme en el mostrador de esa compañía de transporte de ganado decidiendo qué meter en la maleta de la ropa para facturarla y qué llevarme conmigo en el maletín del que previamente debía desalojar papeles. Ví mi preciosa maleta partir por la cinta, sin candado, con un par de dossieres y mi bolso medio vacío, mientras salvaba de la quema una hidratante, la colonia, el monedero, la agenda, las gafas… y la incertidumbre.

Como sabía que no tenía reserva de asiento, E. me había cogido algo como «preferencia de embarque». Y menos mal, porque eso no era una cola, sino un amogollonamiento irracional de gente. Lo que E. no me había cogido era el extra «espacio adicional para las piernas«. Supongo que, en su candidez, habría pensado que como nadie se quita las piernas para montarse en un avión, ese extra estaría reservado para personas especialmente altas. Cuando vi aquellos asientos y la perspectiva de cuatro horas ahí sentada, me fui a a la primera fila y me senté. Y si a la ida sólo tuve que blandir los papeles de la reserva, con una cara y un tono que no admitía muchas discusiones,  a la vuelta me costó una buena discusión con la azafata, pero logré no ir como el resto del ganado. Y desde luego, sin pagar ni un euro más: para entonces ya estaba harta de pagar extra por lo básico, pero sobre todo, por pagar por algo que debería estar prohibido por sanidad. Estas compañías, además de llevar a la gente como si se tratara de ovejas lanares, son un fraude y una mentira.

Esta semana he tenido que viajar de nuevo, esta vez con Air France. No hace tanto, en mi época viajante (no diré viajera, que eso no he dejado de serlo), me metía con ellos, porque han ido bajando la calidad poco a poco y metiendo más asientos, aunque sin llegar a la desvergüenza de Iberia, desde luego.  Ya no es el refresco gratis o el embarque ordenado: simplemente que te traten de vd y con respeto ya indica que tienen la vocación de transportar personas, y no animales de granja. Llevaba el mismo equipaje que en mi viaje a Bucarest y pude meterlo todo en el avión sin pagar más. También llevaba las mismas piernas, y en un asiento de turista podía cruzarlas sin dificultad. Y sobre todo, no tuve que discutir con nadie, ni tuve sorpresas.

Esta experiencia me confirma que el mundo se precipita por un agujero de vulgaridad y de masificación que logrará que, para conservar un atisbo de buen gusto y de amor por los viajes, uno tenga que quedarse en su casa encerrado entre cuatro paredes viendo vídeos. Muchas veces un mal viaje lo provoca la simple mala educación de los demás pasajeros. Y esto es cada vez más frecuente en los aviones. Y me parece explicable: si tiras cacahuetes, tendrás monos.

Los boleros de Pablo en el Tropicana

Tenía yo el viernes una divertida charla con unas amigas, y salió a relucir Pablo Alborán. Después de confesar que sólo conocía una de sus canciones, lo cual me situaba en el espacio reservado a los extraterrestres, comenté unas declaraciones que sin embargo le había oído sobre el amor. Algo como que estaba en todas partes, y no sólo en el ramo de rosas que le daba a una chica. En tu casa, en el parque, en la calle, en el trabajo… Bien, no sé si me apetece mucho dilucidar si este Pablo tiende a la generosidad o a la exageración, pero en todo caso, su incipiente carrera solo le convierte en un animado teórico del amor que quizá, en un futuro, se convierta en un clásico.

Como a este Pablo por lo visto le pueden escuchar cada día en cualquier sitio, les hablaré de otro Pablo, Milanés, que tiene un maravilloso disco de boleros grabado en el Tropicana y que es uno de mis favoritos entre los favoritos. Se junta que es Pablo Milanés y que se trata de boleros, unas preciosas canciones de amor, aunque no sólo, porque muchas veces contienen algo de desgarro. Quiero decir que no es ese amor pastoso y quinceañero que me aburre tanto, sino un amor mucho más serio, más sentido, un amor madurado, a veces desarraigado y a veces agradecido. Eso es el bolero. Unas canciones en las que una bendice hablar español para poder comprender sus letras, y que te dé la vuelta el corazón de la emoción. Huy, igual me estoy poniendo un poco ñoñas…

Pero lean, lean estas cosas, y ya me dirán si no tengo que bendecir mi lengua materna:

Yo tengo que decirte la verdad aunque me duele el alma. No quiero que después me juzgues mal por pretender callarla. Yo sé que es imposible nuestro amor porque el destino manda y tu sabrás un día perdonar esta verdad amarga. Te juro por los dos que me cuesta la vida, que sangrará la herida por una eternidad. Tal vez mañana puedas puedas comprender que siempre fui sincero, tal vez por alguien llegues a saber que todavía te quiero.

¿Cómo te atreves a decir que me olvidaste? ¿Cómo has podido pronunciar tu decisión? Si cuando se quiere como yo te quise, tan violentamente, guardarán tus besos un recuerdo grato de mí. ¿Cómo te atreves a insinuar que ni te acuerdas de aquellos besos que yo inventaba para ti? Pregúntale a tu corazón sinceramente cómo se siente lejos de mí. Consciente te contestará que tú has mentido porque no has vivido preguntando por mí.

Debí llorar y, ya ves, casi siento placer. Debí llorar de dolor, por vergüenza tal vez. Debí sufrir el bochorno de tu insensatez. Pero ya ves, apenas estoy triste y solo. Y este sufrir sin razón es fugaz padecer. Yo concebí tu traición como un simple revés de que jamás podrás saber cuánto cariño soy capaz de ofrecer. Debí llorar pero pensé por qué.

Esperando en silencio que vuelvas de nuevo conmigo van pasando las horas y siento que al fin llegarás. Borrarán tus palabras el tedio fatal de ausencia y al calor de tus besos podré renacer. Cuánta falta me has hecho estas noches de espera incesante, cuántas cosas se pierden en una semana sin ti. Pero a veces quisiera volver a sentirte tan lejos porque nunca te tuve tan cerca de mí.

Mujer, si puedes tú con Dios hablar, pregúntale si yo alguna vez te he dejado de adorar. Y el mar, espejo de mi corazón, las veces que me ha visto llorar la perfidia de tu amor. He buscado por doquiera que yo voy y no te puedo hallar. ¿Para qué quiero tus besos si tus labios no me quieren ya besar? Y tú, quién sabe por dónde andarás, quién sabe qué aventura tendrás, qué lejos estás de mí…

El disco de Pablo Milanés en Tropicana está entero en You tube. Una hora de vídeo. Verdad amarga abre la grabación, sigue con Cómo te atreves y con Perfidia, Debí llorar en el 20, Una semana sin ti en el 33, El día que me quieras en el 45. Y hasta Pablo se marca un tango, en el 23.

Bueno, hoy es domingo. Tal vez tengan el tiempo y, quizás, nada mejor que hacer.

Razones

– Dame una razón para hacer eso.
– Porque lo dice el jefe.
– Eso no es una razón, querido. Eso es una orden.
– Pues a mí me vale.
– A mí no. Pregúntale.
– ¿Y si no me quiere contestar?
– Pues entonces me estarás dando la razón.

La servidumbre siempre es voluntaria.

Paliar el escándalo

Los telediarios, los periódicos y las radios apestan. Yo me digo que vemos, leemos y escuchamos, pero aun sabiendo que simplemente estamos recibiendo información, una tiene la sensación de estar en medio de un vertedero asistiendo al volcado de comistrajos para gaviotas. Y pensarán vds que lo digo con segundas. Pues sí, han acertado. Pero no se equivoquen, que el camión de la basura también puede llevar flores putrefactadas, y más concretamente rosas agarradas por puños inmundos que gotean roña grasienta. Y cadáveres agusanados envueltos en mortajas estampadas con barras rojas y amarillas, como los de una Señera.

Leía yo ayer o anteayer, en ese remanso de paz y poesía que es el blog de T, un verso de Neruda que decía «entre pestilenciales agonías«. El poema hablaba de los poetas preferidos de Neruda, y el post hablaba de los de T., así es que no tiene nada que ver con esto de lo que hablo yo hoy, pero la frase «entre pestilenciales agonías» se podría añadir, con ánimo descriptivo y nada poético, a la gran cloaca que está reventando, igual que reventaba el váter en la Grande Bouffe.

Y hay muchos políticos que piden transparencia para paliar el escándalo. No es eso, amigos. Porque justamente la transparencia, el empezar a ver lo que hay, es lo que produce escándalo. Así es que cuanta más transparencia tengamos, más escándalo habrá. Para paliar el escándalo, lo que se necesita es justicia. Y aquí viene lo desolador: la misma transparencia que nos deja ver cómo unos fulanos nos esquilman, esa misma transparencia, nos permite ver cómo no les pasa nada, o muy poco.

¿Paliar el escándalo? ¿Cuál de los dos? ¿El que se produce cuando se descubre o el que se produce cuando se olvida?

El radar estratégico

Yo no sé lo que es un radar estratégico.

Creo saber lo que es una estrategia, así que puedo entender lo que significa el adjetivo que deriva.

También sé lo que es un radar y además me consta su existencia, incluso su proliferación, por una multa que me llegó el pasado viernes.

¿Pero un radar estratégico?

Supongo que se trata de algo que sirve, sobre todo, para detectar la cursilería.

El animal moribundo

El animal moribundo unmundoparacurraEste es el libro que hemos leído este mes para el Club de Lectura. No diré que es un libro que yo he elegido, sino que lo propuse, y el resto del equipage lo aceptó. Se trata de un libro poco simpático, que si te pilla bajo de defensas te puede provocar indignación y hasta escándalo, pero luego te tranquilizas pensando que, en la provocación, no eres precisamente tú quien sale perdiendo.

David, un hombre de 70 años, recuerda a lo largo de las 100 páginas del libro la relación que tuvo ocho años antes con una joven de 24. Y queriendo presentarse a sí mismo como un Casanova experto, libertario y à la page, en realidad se revela como un viejo verde, lascivo, ególatra, misógino, embustero y bastante puerco. El tipo, un intelectual que da clases en la universidad y ha alcanzado cierta notoriedad en programas de radio y televisión, se vale de su preeminencia social para tejer patéticas telas de araña en las que hace caer a sus ex-alumnas todavía veinteañeras con el único fin de follárselas y luego poner una muesca en su memoria, y así dejar el recuerdo para las noches solitarias en las que necesite refocilarse, como el que se guarda un paluego entre los dientes después de cenar. El tipo está incapacitado para eludir tentaciones tanto como para sentir algún remordimiento, en éste o en cualquier otro ámbito de la vida, así es que ya me contarán ustedes la perla que nos traemos entre manos. En fin, un tipejo que no tiene gracia aunque por momentos nos recuerde al viejo garrulo con boina y babas diciendo aquello de «deja que te vea las teticas«. Un animal moribundo, sí, pero que moralmente lleva cuarenta años en estado de putrefacción.

Miren, lo peor que le puede pasar a un autor es que le identifiquen con sus protagonistas cuando éstos son unos individuos repelentes. Philip Roth no es un cualquiera, sino un reputado escritor, pero para su mala suerte (que no la mía), el libro está tan bien escrito, el protagonista es tan creíble, que el lector acaba pensando que el autor está contándonos sus propias experiencias. Y la verdad, Philip Roth está ya por encima del bien y del mal, pero no le hace ningún favor a sus colegas de generación, a los mayores, a los viejos, a las personas venerables por su experiencia, por su saber de la vida, que han acumulado una rica vida interior de elevados intereses intelectuales, y no una obsesiva preocupación por satisfacer sólo la parte del cuerpo situada en la entrepierna y que les convierte en viejos rijosos, solitarios, abandonados y recocidos en su propio egoísmo. El tal David puede llegar al absurdo de reconocer que despierta en las mujeres una mezcla de curiosidad y asco por ser viejo, sin comprender que lo que da mucho asco es la mentalidad cavernaria, no la edad del animalito. Y mientras teclea una sonata de Mozart al piano, con una fingida pose decadente muy en plan neoyorkino cool, David se consuela pensando que aun puede recurrir a la caridad para seguir ligando, después de pasarse media vida recurriendo a engañifas de vendedor de crecepelos para comerse una rosca. Pobre hombre, pero sobre todo, pobre Roth, cuya foto ya no me deja indiferente.

En el fondo, lo que Roth nos quiere contar es la angustia del fin de la vida, que no es lo mismo que la espera de la muerte. Roth nos habla de la pérdida y de la despedida. Del miedo a perder la capacidad del goce, y del vacío de las ilusiones cuando la sexualidad es el único motor de placer. Nos habla de la sumisión y de las adicciones, siendo él un adicto y un sometido. Y hace una pretendida denuncia de las costumbres sociales, en la que el protagonista se mueve con un cinismo y una cantidad de prejuicios dignos de un puñetazo en los dientes. Pero todo muy intelectualizado, eso sí, porque para explicarnos lo que yo resumiría como «tener un cerebro de una sola dimensión«, él nos cuenta una de indios parloteando sobre la libertad y la rebeldía, y nos larga ese montón de milongas típicas de los intelectuales caviar que anclan su miseria moral y su egoísmo en tendencias que dejaron de ser modernas hace cuarenta años y en una morralla flower-power que apesta a naftalina. Vamos, un blablablá como para tirar el kindle por la ventana.

Con todo, el libro tiene varias vueltas y deja muchos hilos de los que tirar, que iremos compartiendo en el Club de Lectura, ese otro blog que os gusta casi tanto como éste de Curra. Si no lo habéis leído y no sois muy exquisitos o muy gafapasta, no lo hagáis, que el ISBN da para varias vidas. Es mejor que os divirtáis con las reseñas que mis co-bloggers harán hoy (y que me da que van a ser finas), y con los post que vayamos subiendo a lo largo del mes.

Las otras reseñas las escriben, como siempre, ND, y Livia en La mesa cero del Blasco, Lo que pasa en mi cabeza y La originalidad perdida.

Buscadores decepcionados (II)

Hace unos días, me reí mucho con una entrada de «La mesa cero del Blasco» sobre los términos de buscadores que había encontrado en el blog, y comprobé que sólo he hecho una entrada de éstas, que son clásicas entre el bloguerío y suelen ser muy divertidas, y además eso fue hace casi un año. Así es que me he dado una vuelta por la página de estadísticas para encontrar las perlas del año y poder ofrecérselas a vds.

Yo creo que lo mejor es empezar por Curra, que para eso da nombre al blog. Pasaré por alto la confusión de nombres y de personalidades, e incluso que alguien busque un mudo para curra que debe ser mi alter ego silencioso. Yo creo que está suficientemente claro que Curra es un perro, y por eso llegan buscando cosas para oler, incluso oliendo cosas ya. Pero el asunto no debe andar claro cuando aterrizan después de teclear fotos de vacas para imprimirgatito y lagartijafotos de conejos con ojos azules, paloma atraviesa parabrisa y a una electra golden retriever, que debe ser como la madre de Curra pero con complejos. Espero que el que busca todo eso no sea el mismo que trata de informarse sobre como se puede morir una gallina, que yo no sé cómo se puede morir, aunque sí escribí sobre cómo se puede matar. Han llegado dos con la frase llevar al perro al picnic es un error, sobre lo cual habría mucho que discutir. En fin, termino este capítulo con una inquietante búsqueda: demonio de tasmania mato a un dogo, con un sólo comentario: pobre dogo.

Me encantaría pensar que alguien ha encontrado utilidad al blog después de buscar cuentos para desenojar, o más modestamente frases para desenojar. Es la parte del desenojo el que me gusta. Sabiendo que hay un categoría sobre «job» no me extraña que lleguen buscando una situacion en la que se puede dar un dialogos de besugos, si bien me parece exagerado creer que han encontrado algo para tesis doctoral sobre dichos y refranes o que esto es un  blog proverbios con comprension lectora, entre otras cosas porque la comprensión lectora la ponen vds. De nota el que teclea y que venga er doctó grabié, er der bisoñé, er der paripé, porque m’estoy ajogando, y si no quié venir en el tren, mala puñalá le den, si es que no se la están dando, termino yo, alucinada por la capacidad de aguante de la barrita de google.

El mundo de los shoppers está bien representado, y si quitamos el que busca unas elementales zapatillas para perros, y zapatos castellanos, es high level total. Fíjense que llegan tras buscar victoria colorines (quiero pensar que es Victoria Secrets), recambio loewe 16×11, loewe en bangkok, más en general y un omega skeleton central tourbillon co-axial platinum precio. Luego, se ve que pudieron pagar después de la borrachera de compras: hracias por haberse comunicado con Mastercard. Se ve que les aceptaron la tarjeta, y luego tenían dudas si les daría para seguir gastando, porque preguntaban si hay que pagar por ver casadecor? y cuanto cuesta unas patas con muelles? Por el contrario, no sé por qué llegan después de buscar tiendas de madrid que vendan mascaras de gas

Hay otro capítulo que me deja un poco inquieta, especialmente si lo miro todo junto. Búsquedas inocentes, como regalos paara amigo invisible para gente 27 años, idias paara amigo invisible para gente de 27 años (paara mí que era el mismo tartaja el que lo busco dos veces cada vez), empiezan a ser resultar incómodas cuando leo otras dos veces te amo pero tengo cuarenta y tú veinticinco. Ya no digamos el sobresalto cuando veo que llegan tecleando esto: estoy buscando una escort que hable español y que resida en china. ¡Pero bueno! como se dice te amo en 22idiomas y chica apoyada en el semáforo me dejan muy, pero que muy pensativa, cuando leí para rematar algo sobre viejito sin dientes y Desnudo de hombre playa de fuerteventura

Aquí ha llegado alguien buscando ¡7 veces! lo siguiente: yo no creo en la providencia, ni en el destino no necesito ninguna… m. Y como se ve que no lo encontró, afinó: yo no creo en la ni es el destino no necesito ninguno lo inverosimil como un hecho experimental probable improbable sino unicamente frecuencia. Miren, no lo entiendo. Yo creo que ni sabe lo que quiere ni lo que busca. Si eso, que se junte con uno que buscaba un Lexatín caducado.

Hay un gran capítulo de chinos y similares: La Birmania real imita a Orwell, por ejemplo. También llegan con he leido en un libro chino algunos pensamientos, que supongo que luego no pueden contrastar, porque esto no es un blog de opinion sobre lectura oriental.

Búsquedas sobre información económica de enjundia también hay: que pasa cuando el pib es lento (no sé) diga cuanta abitante ay (no kiero) y por que tengo menos en mi nomina 2012 feb (vd. sabrá).

Han llegado poniendo soy mas larga que la piquer, supongo que se refieren a Wilma. Pero poner sus canciones de vez en cuando da para mucho: como controlar las tarantas, o  yo misma le di la muerte pero me falta serrano valor para aborrecerle. Aunque los hay que llegan sin hacer los deberes, porque preguntan quien hera dona conchita.

Y ya, en un capítulo de miscelánea que no sé cómo clasificar, me encuentro las búsquedas  «saw es real«, «el papa y la mama y tres niñas y una pareta» (una familia feliz, sin duda), «laboina, calle paris 57 barcelona» (así no llegarán nunca si le dicen eso a un taxista), «mis torrijas tienen mala pinta«, «je sui venu te dire historia«, «take a hike go to fly a kite get lost» (flipo),  y finalmente, una que me encanta: «el carmen, ja»

Termino con una muy linda: es paradoxal

Y con otra muy apropiada: au revoir que dijo voltaire significado

Sigan buscando.

Razonamiento metaeconómico

La prima de riesgo bajó ayer y se situó en un espectacular 334  puntos.

El médico me comunicó la semana pasada que me había subido el colesterol.

Si me compro a plazos una cinta de correr conseguiré que la economía real y la incomprensible entren en relación.

Y también se produciría una conjunción planetaria entre mi salud y la economía española.

Que ambos mejoren depende de otros factores, pero eso es secundario, como los mercados de deuda.

¿Ven qué fácil es entender el mundo?