Hoy Curra ha estado en la San Perrestre. Por supuesto ella no lo ha elegido, sino que hemos ido por voluntad mía. Sin embargo, estoy segura de que ha ido con mucho gusto, porque tanto el motivo, como la organización, como el ambiente eran muy apropiados para su condición de perra. Y de perra con suerte.
Sí, amigos, hasta para ser perro hay que tener suerte en la vida. Curra, como muchos otros, la ha tenido. Ha dado con una familia que la quiere y que la cuida, que la ha educado y que la considera un miembro más de la familia, con un papel muy concreto que no admite confusión con los demás participantes. Porque en las familias están los padres, los hijos, los abuelos, los tíos, los sobrinos, la familia política y la mascota. Todos tienen su papel, y Curra también. Es el elemento que nos hace compañía, que llora de alegría cuando llegamos a casa (bueno, cuando llego yo ni me mira, esto es así), que da cariño a todo el mundo y que nunca falla. Es un ser peludo y básico, simple como un cubo boca abajo, que cuando te mira parece que escucha y que cuando oye es como si te viera. Es algo más que un ser vivo y algo menos que un ser humano, pero el que ha tenido un perro sabe que es verdad eso de que es el mejor amigo que puede encontrar el hombre.
Así que Curra y yo nos hemos ido hoy a San Perrestre, que es un evento que organizan los de El Refugio para recaudar fondos para su organización. También lo hacen para salir en la tele y concienciar a la gente sobre algunas cosas que no hay que dejar pasar por alto como son animar a la adopción en vez de comprar perros, concienciar contra el abandono de animales y promover el sacrificio cero. Y yo apoyo estas tres causas, porque me parecen nobles, y porque creo que un país que respeta a los animales es un país mejor, más civilizado, más respetuoso y más compasivo. Y el mundo necesita esas tres cosas.
Estamos en Navidad y se acercan los Reyes Magos. Quiero decir en este blog que esos padres irresponsables que regalan cachorritos a sus hijos y luego los abandonan en primavera tienen todo mi desprecio. Les diré que no se hagan ilusiones pensando que son buenos padres: no lo son, no lo pueden ser, porque no son buenas personas. Y los juzgo, ya lo creo que los juzgo. Y los condeno. Y si en mi mano estuviera, irían a la cárcel y les metería una multa de 20.000 euros.
Amigo, nadie tiene la obligación de tener un perro. Por eso, si no lo puedes cuidar, no lo tengas. Si no estás seguro de que vas a poder hacerte cargo de él, tampoco. Y si a pesar de todo, te embarcas en esa responsabilidad y un buen día te das cuenta de que no puedes seguir cuidándolo, regálalo, acude a una protectora, pon un anuncio en el supermercado, busca una solución, que si la buscas, la encontrarás, pero por el amor de Dios no lo abandones.
Y al revés, si te lo puedes permitir, adopta un perro. Es verdad que hay que sacarlo todos los días, haga sol o llueva; es verdad que cuesta un dinero, aunque también cuestan todas las tonterías que compras y que no necesitas; es verdad que te condiciona algo la vida, aunque menos si está bien educado; es verdad que se comerá tu sillón y que te llenará el abrigo de pelos; es verdad que va a requerir un esfuerzo por tu parte. Sí, todo eso es verdad. También es verdad que lo normal es que muera antes que tú, y que eso te partirá el corazón. Es verdad. Pero un perro, si eres capaz de quererlo sólo la mitad de lo que te querrá él a ti, te hará mejor persona.
¡Feliz San Perrestre!