Resulta que vamos a organizar una cena entre amigos. Aclararé ciertas cosillas de antemano para aclarar ciertas cosillas de antemano por si acaso ciertas cosillas no las tienen claras de antemano. A la cena iremos todos. Todos tenemos teléfono y orejas para escuchar por el auricular. Todos disponemos de voz y hablamos castellano. Todos tenemos la experiencia de haber reservado una mesa en un restaurante alguna vez en la vida y todos conocemos restaurantes. Todos tenemos manos con dedos suficientes para ejecutar la tarea, en el supuesto caso en que necesitemos apuntar algo, aunque también todos disponemos de memoria para, si es menester no cansarse, no tener que dejar nada apuntado. Así es que la Madre Naturaleza nos pone a todos en la misma casilla de salida para optar al «premio» de organizar la cena.
Y ahora viene el momento interesante de la historia. Es, ni más ni menos, cuando alguien te dice , a través de e-mail público, que te ocupes tú porque no tienes hijos. ¿Y qué? respondes. Pues que no tienes nada que hacer. La primera protesta recibe como contestación que no tienes ninguna responsabilidad. La segunda protesta, admito que ya en el terreno de la broma, pretende quedar zanjada con el famoso corolario: «dame las gracias porque mis hijos te pagarán la pensión».
Estos son esos momentos de la vida en que el reptiliano te da las tres opciones: ríndete, huye o lucha…
Efectivamente, no tengo nada que hacer. Supongo que nada es limpiar mocos, soportar carreras por el apacible pasillo de mi casa y dejarme los nervios en un sitio de bolas, cuando ves al niño a punto de romperse la nuca. Esos momentos encantadores de la vida me los he perdido (en frecuencia aunque no en intensidad, que sobrinos sí tengo) y he de admitir que no lo siento mucho, espero que sepan vds. comprenderlo. Aparte de eso, todo lo demás es organizar satisfactoriamente tu tiempo priorizando correctamente tus obligaciones, que no tus responsabilidades, que esas son obvias. No creo que se me pueda discutir que yo no he adquirido ninguna obligación cuando los demás han querido tener hijos, y por otra parte no soy responsable de la defectuosa gestión del tiempo de los otros, que por lo visto convierte la vida de algunos padres en una agenda caótica y estrecha, si esto es lo que quieren decir con esas majaderías. Ahora bien, si lo que me quieren decir es que tener hijos les imposibilita para organizar cualquier acto social que quede cien metros alejado de un columpio, entonces poco más puedo hacer salvo decir que lo siento mucho y que a cada cual su problema, cuando es privado y se acerca peligrosamente a la oligofrenia.
Sobre el corolario famoso… Bien, no sé quién decía que el futuro ya no es lo que era. Así es que lo de pagarme la pensión, en fin, no sé vds, pero yo estoy tejiendo ya mi propio calcetín, porque lo mismo a los 65 ya no queda lana para calzarnos a todos. Lo que sí les puedo decir es que con los impuestos que yo pago cada año y cada vez que compro se pagan colegios y universidades, guarderías, libros escolares, pediatras, cheques bebé, descuentos en el bono-bus, en los museos, en el tren… Naturalmente, la casilla de la desgravación por churumbeles la dejo vacía, pero nada me impide soñar haciendo la prueba de marcarla. Que conste que ninguna de estas ventajas me parece mal, pero, ¡por favor! no me hagan reproches a cuenta, que yo estoy pagando al contado.
Y hay más cositas: las promociones de 3 x 2 del Mercadona, los paquetes familiares de galletas, o la compra de un simple Office, las ventajas sociales de las empresas (becas, modelos de ahorro de impuestos, seguros de vida…), nada ni nadie se acuerda de nosotros, salvo el Estado cuando hay que recaudar y las empresas cuando hay que compensar en precio esas ofertas o en salario esas ventajas sociales.
¿Que no me queje, que vivo muy bien? ¿Pero cómo no me voy a quejar, hombre, si ya hasta cuando bajo a Curra al parque no puedo ni fumarme un pitillo porque el Ayuntamiento ha puesto UN balancín?.
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