El tipo que, de pié al lado de las botellas de litro comunes, se bebe tres vasos de agua, rellenando uno detrás de otro. Sus tres cuartos de litro de cada mañana, como si estuviera en la cocina de su casa, y en vez del mostrador aquello fuera una encimera. También los hay que apuran el zumo de camino a la mesa, sin poder esperar a sentarse para beberlo. Y una se lo imagina así de tripón y de peludo en calzoncillos y calcetines, con la nevera abierta y bebiendo a morro del tetrabric de leche familiar y eructando después.
O la cerda que pone sus tostadas en el tostador común con el queso cheddar, para que éste se derrita, huy, qué bueno, qué rico, sin importarle que se quede el tostador lleno de queso y y que los demás clientes tengan que soportar su pestífero capricho y su mala educación. Y una se la imagina acostándose sin quitarse de la cara el pesado maquillaje, dejando la almohada llena de rimel y de restos de pintura de ojos barata.
O el que va todavía sin duchar y coge la barra de pan con la mano desnuda, que a saber qué habrá manoseado antes, sin usar la servilleta que han puesto para que la sujete mientras corta el pan a su gusto. Y una se lo imagina hurgándose la nariz mientras espera en su coche a que el semáforo se ponga en verde.
O la que, desparramando lorzas, se levanta todavía masticando el beicon que se puso con los huevos fritos para servirse un tercer plato, esta vez de salchichas. De camino, consigue alcanzar un resto de tocino que se le quedó entre la tercera y la cuarta muela. Luego se limpia la mano en el pantalón y coge delicadamente las pinzas. Y una se la imagina recogiendo una albóndiga del suelo grasiento de su cocina, y volviéndola a poner en el plato.
Así es que, en el bufet de los hoteles, un cafetito y a correr.
Sí, te ha salido un poco guarrindongo. Cuando iba a hoteles nunca pensaba en esto y ahora leyendo tu post me acuerdo de esos desayunos y creo que me estàn sentando mal
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Sí, he dudado si colgarlo. Pero es que no se me ha ocurrido otra cosa. Es que los lunes no estoy yo para muchas fiestas…
Si es muy horroroso lo quito.
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Ni se te ocurra quitarlo, describe muy bien ese ambiente
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Desagradable, es, pero no lo quite, igual tenemos la suerte de que alguno de ellos sabe leer, lo lee, se reconoce y se redime.
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Bueno, bueno, lo dejaré entonces, lo dejaré.
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La verdad es que ha quedado desagradable, sí. Afortunadamente yo no pienso esas cosas cuando desayuno, aunque a lo mejor a partir de ahora sí…
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¡Espero que no lo pienses!
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Para quitarlo no es, mujer. A mí, después de leerlo, me sigue apeteciendo desayunar en los hoteles. Debo tener un estómago a prueba de bombas.
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🙂
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Qué anticuados suenan el decoro, la urbanidad y la consideración hacia los demás. La educación, en resumidas cuentas. Cosas de fachas trasnochados. Y qué práctica era, sin embargo. La frontera entre la libertad individual y el respeto a los demás se ha ido haciendo cada vez más borrosa, y las actitudes como las qué describes cada vez más frecuentes.
Y no sólo es eso, que ya es. Es que los maleducados que se conducen como si los demás no existiéramos se creen en el derecho de hacerlo y consideran que es una obligación de los demás aguantarlo. A ver quién es el guapo que le dice algo a tus personajes.
Pues eso, un cafelito y a correr. Y mucha resignación.
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Sip. Gracias por tu comentario.
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Me está dando vueltas en mi barriguita la comida de hoy. Gracias.
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