Un gesto mal entendido

Les contaré lo que me ha pasado esta mañana cuando salía de casa para ir a la oficina. El gesto automático consiste en llevar el bolso, las llaves del coche y el móvil en la mano izquierda y las llaves de casa en la derecha, y luego cambiarme de mano el móvil y las llaves de casa para echar un vistazo a los mensajes mientras bajo en el ascensor. Pero hoy al salir, se ha cruzado en mi rutina un par de paquetes de Clinex dentro de mi bolso, uno de ellos destinado a quedarse en casa, y eso me ha descabalado todos los movimientos. Más o menos como cuando a Bush se le ocurrió comerse una galleta mientras daba un paseo.

Mis gestos de rutina a esas horas son muy importantes. Si no fuera por ellos, podría llegar a la oficina con la falda o la blusa desabrochada, un zapato de cada color, dejarme las llaves puestas en la puerta u olvidarme el móvil en la cocina y llevarme el cargador. Digamos que es poner un piloto automático cuando el día es rutinario. Ahora bien, si tengo que viajar, la maleta me la hago por la mañana antes de irme porque, curiosamente, el reptiliano me funciona estupendamente a esas horas. Tal vez es lo único despierto.

La cuestión es que en un momento dado me faltaba una mano, y me he guardado el móvil en el bolsillo trasero izquierdo del pantalón. Durante el trayecto en el ascensor, he estado comprobando si llevaba otro paquete de clinex en el bolso. Una vez en la planta cero, con la mano derecha libre y mientras caminaba, iba sacándome el móvil del bolsillo…

Y ahora levántate y haz la prueba. Mientras vas caminando a buen paso, con tu mano derecha saca una Blackberry con su funda, aprisionadas, del bolsillo izquierdo de un pantalón pitillo ajustado. Venga, hazlo.

Cuando ya estaba diciéndome algo así como «jolín, qué postura más difícil. Desisto, ya lo sacaré al llegar al coche«, he reparado en el portero. «Buenos días, Juan«, y al cruzarme con él he creído detectar una cierta sonrisilla sardónica. Y, como en el chiste, me han dado ganas de decir: «Vale, sí, me iba colocando las braulias; si te cuento la verdad no te la vas a creer…«

Agenda Colacao

Yo tengo últimamente una agenda Colacao. Y vds se preguntarán qué es una agenda Colacao. ¿Color chocolate? ¿Una agenda de publicidad de la marca? ¿Una agenda que sabe a cacao? Pues no. Se trata de una agenda con grumos. Voy a ver si consigo explicarme.

Una agenda sirve para ordenar las cosas que hay que hacer en el tiempo. Imaginen tres días completamente vacíos dentro de dos semanas. Y de pronto, surgen 2 solicitudes de reunión con mucha gente implicada, ambas para un espacio de tres horas, superponiéndose al comienzo y al final y con viaje de por medio.  Tienes el día anterior y posterior sin agenda, incluso la tarde liberada, pero las citas se quieren colocar a la vez. A esto le llamo tener un grumo. Y como últimamente se me hacen muchos grumos, mi agenda me recuerda a un Colacao con leche fría.

Hoy se lo he comentado a mi querida E., que es la dueña de mi tiempo, y me ha reprochado el símil porque ella se siente como una cucharilla para eliminar los grumos y no le parece agradable estar venga a remover y remover. He estado tentada de decirle que también se pueden aplastar los grumos contra la pared del vaso, pero ante el riesgo de que me dijera que me apañara yo con mis grumos, he preferido callar y dejar que siguiera removiendo. Entonces ha intervenido S., que tiene buena parte de culpa en la creación de los grumos para decir que el asunto se resolvería si yo utilizara leche caliente o si comprara Nesquik, a lo que le he tenido que contestar que si ella no echara tanto Colacao de golpe en el vaso, E. tendría menos problemas para deshacer los grumos.

Y en esas estábamos cuando ha llegado el gran grumete de mi agenda Colacao. Soy una víctima de los mercados.

Cambiar un recuerdo

El Real Madrid no pudo llegar a la final de la Champions League este año porque perdió el partido de vuelta de semifinales en el Bernabéu contra el Bayern. Aquel partido se perdió en la tanda de penaltis, que no es en absoluto una lotería sino un castigo para la tensión arterial de cualquier aficionado, aparte de un buen jarabe de palo para el equipo que pierde y que luego se lamenta de no haber sido capaz de meter el golito de la clasificación durante 120 minutos. Pero yo supongo, y sólo lo supongo, que para los jugadores no debe ser tampoco un plato de gusto…

Sergio Ramos, un jugador de quien la mayoría guarda una primera impresión llegando como el Tony Manero de Camas a la capital para firmar su contrato, mandó en aquella semifinal su disparo a la luna y se convirtió entonces en el pimpampum de todas las bromas y de todos los chascarrillos no ya en Madrid, sino en toda España. Poco importaba que Cristiano y Kaká, uno delantero y otro mediapunta, ambos Balón de oro y ambos FIFA World Player, hubieran fallado en su turno. Ramos, un jugador magnífico a quien todos los graciosos de España ya recordaban por la imagen de una copa del rey descacharrándose a cámara lenta desde un autobús de celebración, ahora iba a ser recordado por aquel penalty que apeaba al Real Madrid de la Décima. La gran mayoría de los jugadores no podrá fallar nunca un penalti como ése por la misma razón que la Reina de España no se podrá romper nunca una uña fregando platos. Una bendita cruz de la que aquí se reía todo el mundo, y algunos hasta babeaban un poco de hiel.

Y ayer Sergio Ramos, con una final de Eurocopa sobre el tapete, se volvió a presentar voluntario para la lista de los penaltis. Y no sólo hizo gol sino que además cambió para siempre el recuerdo que, a partir de ahora, tendrán los españoles de él. Bien hecho, Sergio Ramos, bien hecho.

La caló

Hace calor. En la tele no se ve el calor, pero te lo cuentan. Te lo cuenta una voz en off mientras salen imágenes de termómetros callejeros en donde se ve 42ºC mientras te dicen que Sevilla está en alerta naranja. Es la misma alerta que ponen en Teruel cuando en el mes de enero se sitúan a 15º bajo cero, de lo que yo deduzco que la alerta naranja la ponen cuando pasan cosas normales. También te explican el calor que hacía a las 3 de la madrugada, porque lógicamente a esas horas tú estabas durmiendo y no te has enterado. Para que no desconfíes sacan el mismo termómetro callejero a 31ºC justo cuando cambia los minutos, de 3:00 a 3:01. Y con eso queda todo explicado.

Después de plantear el asunto, y una vez que te tranquilizas pensando que un 26 de Junio no tendrás que volver a sacar el abrigo del armario ni sortear osos polares por la calle, empiezan los testimonios ofrecidos por personas que van con un botellín de agua y que te confirman no el calor que hace, sino el calor que tienen, que para eso ya te han enseñado el termómetro. Es la chica que está sentada en un trozo de césped a pleno sol, el obrero que está cavando una zanja en medio de una acera sin sombras o el chico que va haciendo footing por el Retiro con una luz que te hace pensar que debe ser la una de la tarde. También el chavalín que te dice que entre la tienda (allí), y el entrevistador (aquí) se le ha quedado calentorra la botella y la señora mayor que se queja porque no para de sudar, mientras se restriega la frente y te enseña la mano, mira, mira. Esto en TVE, porque de ser Tele 5 a la señora no le hubieran enfocado la cara, sino el canalillo.

El reportaje termina con los consejos. Que te hidrates (no es lo mismo que beber), que vayas a la piscina (entre reunión y reunión de trabajo, claro), que camines por la sombra, que te pongas una gorra y ropa de algodón ligera y fresquita, y que evites las horas de más calor. Y sobre todo, que no dejes a niños ni a ancianos en el coche a pleno sol. Más que nada, para que no les dé por morirse, que menudo disgusto con estos calorines. Llegados a este punto, yo echo de menos que no aconsejen volver a ver Barrio Sésamo, aunque en ese caso terminarían antes el reportaje y total, no está pasando nada de importancia por el mundo.

Atención Alerta Roja: julio empieza el domingo.

 

España-Francia

Luego el señor del Bosque nos regaña, y un sector de la prensa nos dice que somos nuevos ricos y que estamos malcriados. Que ya no nos acordamos de los tiempos de penurias, cuando España caía en la primera eliminatoria, eso contando con que pasara la liguilla previa. Que nunca estamos contentos con nada y que así no hay manera.

Pues ¿Qué quieren que les diga? Pues que lo de ser nueva rica me parece un aburrimiento. A ver si Portugal, esos pobres, nos anima un poco y nos da un par de tortas, para que tengamos que pegarles nosotros tres. Y así habrá algo de emoción.

O sea, casi que prefiero lo de «¡qué manera de perder…!», que cantaba Sabina del Atleti. Les dejo con la canción por si la quieren escuchar, que hay que reconocer que tiene su gracia. Y una sonrisa nunca está de más.

Perdidas

Yo soy muy de perderme. De inmediato les aclaro que no me refiero a la moral y las buenas costumbres, que yo soy una buena chica, muy formal y eso. Estoy hablando de mi sentido de la orientación, que es muy deficitario por no decir inexistente. Aunque si me comparo con mis hermanas, podría optar a un diploma en GPS mental. Mi madre me dice que yo me oriento muy bien, aunque yo creo que es porque ella se orienta peor todavía. Así que podría parecer que este defectillo viene de familia y algo de eso hay, porque aunque yo recuerdo a mi padre como un señor que siempre sabía por dónde se andaba, como el resto de la familia no tenía ni puñetera idea ni de dónde estábamos ni de por dónde se iba, lo más probable es que diéramos muchas vueltas para llegar y ni nos enterábamos.

No sé si he contado ya en este blog una anécdota mítica de la boda de mis queridos Paco y María. Hice pasar a toda la comitiva de coches por un peaje para ir de Vigo a Bayona, y con esto, para el que conozca la zona, ya digo todo. Una vez pasado el peaje tuvimos que dar la vuelta y volver a pasarlo todos los coches en el sentido inverso… En fin, yo me puedo perder yendo al poblachón desde Madrid. Esto, que sin duda le puede pasar a cualquiera, cuando menos es chocante si consideramos que llevo treinta años pasando allí veranos, fines de semana y todo tipo de pascuas. Y si tenemos en cuenta que no puedo soportar un atasco, el asunto se agrava. Bueno, se agrava o se explica, porque yo suelo atreverme…

Hoy he ido al centro sola y me he pegado una perdida estupenda. He dejado el coche en la Plaza de Benavente y tenía que llegar a la calle Toledo. A la ida vaya que te tira, pero a la vuelta… De verdad que no puedo comprender por qué la Plaza Mayor de Madrid aparece cuando menos te la esperas, por qué tiene tantas salidas y, sobre todo, por qué no se queda quieta…

¡Por mis blasones!

Ya se habrán enterado vds de que la selección española de fútbol ha ganado una Eurocopa y un Campeonato del mundo luciendo en sus camisetas un escudo que no es el español, sino otro que se le parece mucho (shhh, que no se enteren los franceses, a ver si se van a venir arriba en cuartos). Yo no creo que sea una falta de respeto a los símbolos del Estado, sino más bien una mezcla de incompetencia y dejadez. Falta de cuidado más que falta de respeto, vaya.

Y aunque la Federación no ha dado ninguna explicación, está clarísimo lo que ha sucedido.

– Oyes, Pepe, que cojas el ejcudo ese que sale en la bandera y que se lo pongan los chicos del furbol en las camisetas pa que luzca el señorío.

– ¿Y de dónde saco yo un ejcudo? ¿Llamo a la Zarzuela?

– No, hombre no, vas a andar molestando, no seas incurto. Mira en el internés ese, que pa eso está.

Así es que Pepe se metió en el internés, puso «EJCUDO DE ESPAÑA» y se topó con la Wikipedia. Lo siguiente fue llamar al taller del chino que trabaja para Adidas y decirle que se lo mandaba por fas. Y envió esto:

El escudo de España es cuartelado y entado en punta. En el primer cuartel, de gules o rojo, un castillo de oro, almenado, aclarado de azur o azul y mazonado de sable o negro. En el segundo, de plata, un león rampante, de púrpura, linguado, uñado, armado de gules y coronado de oro. En el tercero, de oro, cuatro palos, de gules o rojo. En el cuarto, de gules o rojo, una cadena de oro, puesta en cruz, aspa y orla, cargada en el centro de una esmeralda de su color. Entado de plata, una granada al natural, rajada de gules o rojo, tallada y hojada de dos hojas de sinople o verde. Acompañado de dos columnas de plata, con la base y capitel de oro, sobre ondas de azur o azul y plata, superada la corona imperial la diestra, y de una corona real la siniestra, ambas de oro, y rodeando las columnas una cinta de gules o rojo, cargada de letras de oro, en la diestra «Plus» y en la siniestra «Ultra», (del latín Plus Ultra). Al timbre, Corona Real cerrada, que es un círculo de oro, engastado de piedras preciosas, compuesta de ocho florones de hojas de acanto, visible cinco, interpoladas de perlas y de cuyas hojas salen sendas diademas sumadas de perlas, que convergen en el mundo de azur o azul, con el semimeridiano y el ecuador en oro, sumado de cruz de oro. La corona forrada de gules o rojo. El escudo de España, lleva escusón de azur o azul, tres lises de oro puestas dos y una, la bordura lisa de gules o rojo, propio de la dinastía reinante (Borbón-Anjou).

No crean que es tan fácil hacer bien este encargo. Porque Pepe, aun creyendo que se lo estaba mandando al chino en su propio idioma (en el del chino), todavía tuvo una pizca de sentido común para hacer repetir la primera partida de camisetas, que llevaban esto que ven abajo (1)

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(1) Entiendan esto como una broma. Les ruego que me disculpen por esta EVIDENTE falta de respeto hacia los símbolos del Estado. No he podido evitarlo…

La basura, ese lujo madrileño

Los que no sean de Madrid tal vez no sepan que los madrileños tenemos una tasa especial para la recogida de basuras desde el año 2009. Hace tres años, el anterior alcalde, hoy Ministro de Justicia y Notario Mayor del Reino, descubrió un lunes por la mañana que no nos cobraba lo suficiente por generar desperdicios. Lo que ya no soy capaz de recordar es cuál fue la excusa para pegarnos el palo, pero en su mentalidad paternalista prevalecerían, sin duda, un par de reconvenciones muy de gobernante, a saber, que no es menos guarro quien más limpia sino quien menos ensucia y que la cáscara de la sandía también se come.

Pero no piensen vds que nos cobraba más por lo mismo. No, no. Además de la tasa, nos impuso dividir la basura en bolsitas de colores con el aviso de que como se encontrara una cáscara de plátano en una bolsa azul multaría a todos los habitantes del inmueble, no tanto por entender que la culpabilidad es solidaria como por multiplicar cabalmente el importe de la multa por el número de vecinos. Que luego se mezclen los colorines en el punto de destino es lo de menos, que tampoco hay que meter la nariz donde no nos llaman, mucho menos en un basurero.

Ahora, tres años después, Anita Botella, Alcaldesa de Madrid por una gracia de Rajoy, ha echado números y ha llegado a la conclusión de que le falta pasta, a pesar del atraco. Pero no va a subir más la tasa, así que ya podemos respirar tranquilos. Ahora bien, una cosa es respirar tranquilos y otra poder respirar todos los días, porque a continuación ha anunciado que no se recogerá la basura a diario. Luego sale un tal Pedro Calvo, esbirro de competencias ampliadas y capacidades disminuidas, y suelta esta perla: «Esto es peor, pero no malo«, a lo que yo le respondo que si no es mejor, será que no es bueno y que si quiere seguir con jueguecitos de palabras que oposite para un parvulario. Y luego, por si acaso no ha quedado claro que no necesitamos ni un delegado de empleo ni a ningún calvo, nos dice que no nos preocupemos, porque «la calidad del servicio seguirá intacta«. Entonces: que haga oposiciones para un parvulario, sí, pero de alumno.

También he tenido que leer que somos la única capital europea que recoge sus basuras cada día, así es que despídanse del sol madrileño porque tendremos que alinearnos con la lluvia de otras capitales. Y estoy esperando el argumento monguis de la semana, que consistirá en decirnos que lo que pasa es que no reciclamos lo suficiente, y que esta es una medida buena para los madrileños porque nos ayudará a comprender el coste de los servicios públicos. Tócate las narices. O mejor, tápatelas.

Ya esta mañana he oído en la radio cómo un tertuliano afín al PP decía que podía entender la medida, puesto que con la crisis se generaba menos basura. O sea, que con la cáscara de sandía los madrileños estamos haciendo croquetas. Eso, o que ya nos comemos hasta las ruedas de un molino…

El gilifútbol

España está en cuartos de la Eurocopa de puro milagro. Porque Casillas hizo un par de paradas de esas que te hacen creer que no es un jugador para salir en los cromos sino en las estampitas, de las de grito hitchcocktiano y desmayo posterior. Y consiguieron enfadarme, y enfadarme mucho. De esos enfados míos de levantarme del sillón, quitarme las gafas y tirarlas a la pared. De empezar a jurar y llamar a Del Bosque de todo y nada bueno. De gritarle al televisor y a cada jugador. De esos cabreos raciales que no tienen nada de sordos y que me levantan dolor de cabeza por toda la energía que saco, y que hacen que la pobre Currita sea la única que se asusta y se ponga a ladrarme, pobrecilla.

Ayer estuvimos jugando al gilifútbol durante todo el partido. Un tuya-mía aburrido e imbécil que desquicia a cualquier espectador cuerdo. Cuerdo durante la primera media hora, porque después ya te deja la cabeza como a la niña de El exorcista, una pura carraca. Porque el asunto es conservar el balón, hasta el punto de que ya no sabes si el juego consiste en hacer un gol o una compota. El Sr. Don Vidente del Bosque sigue en su jardín de las cabezonerías, sin comprender que lo del Barça está muy bien, pero con Messi y Alves. O sea, que a Don Vidente le faltan un par de melocotones. Y en estas que marca Italia (¿Alguien lo dudaba?), y ya quedamos la mitad de los españoles listos para el infarto, porque la otra mitad se ha ido a dormir o está con el Apalabrados. Manda narices que Italia haga del tiqui taca ese de los tacones un juego con emoción…

Y por si acaso el fútbol no es suficientemente insufrible, ahí tenemos a los comentaristas de Tele 5 para hacer subir las ventas de pushing balls en el Decathlon. Entre la bola en posesión, el uno contra uno, los bloqueos, las asistencias y los pases magistrales, una ya no sabe dónde está la canasta. No pitan pasos porque no saben lo que es, pero están convencidos de que Casillas puede hacer dobles como la bote más de la cuenta. Lo mismo pasan esa retransmisión del partido a los jugadores y se piensan que estamos todos encantados, porque escucharán ese babeo tontorrón y atiborrado de setas en donde el penúltimo pase es el rey y la posesión, su furcia.

Cualquier día de estos se nos va a hacer bola la compota. Que Santa Lucía nos ampare.

El abuelo fue picador

El abuelo fue picador, allá en la mina. Así empezaba una canción de Victor Manuel de finales de los años 60 muy bonita y llena de romanticismo. La vieja lucha del obrero de la primera mitad del siglo XX, que trabaja en condiciones extremas, que con sus manos extrae de la tierra la riqueza geológica, y que, fatigado vuelve a casa, donde su esposa le prepara una humilde sopa, porque un sueldo tan escaso no da para más. Es la imagen que tenemos del picador de la mina, enfermo de silicosis y desahuciado para la prosperidad, que envía a sus hijos a estudiar a la capital para que se labren un futuro mejor, lejos de la mina y lejos de la comarca, pobre, limitada y que tan sólo ofrece una vida llena de penurias, sinsabores y peligros.

El biznieto sigue siendo picador, y ahora corta la carretera que va a la capital para reivindicar sus derechos, que ya no son los mismos que los de su bisabuelo porque los años no pasan en balde para nadie. Los derechos del minero actual son los de alguien que vive de una subvención que le pagamos entre todos desde hace 30 años. Ahora lo que se reclama es un futuro para los hijos en el mismo pueblo, que para eso está enclavado en un verde valle rodeado de robustos montes, una especie de arcadia feliz leonesa o asturiana. Porque el oficio de minero sigue siendo muy, pero que muy perro, pero te llevas para casa un buen salario fijo, las máquinas evitan tener demasiada roña en las uñas y los horarios, gracias a los convenios colectivos, son muy llevaderos. Además, la jubilación llega pronto y en magníficas condiciones. El tataranieto, por tanto, será picador, aquí en la mina.

Los líos de la minería ya empezaron con Felipe González, y ahí siguen. Ahora, la bronca es porque les han recortado las subvenciones. No descarto que si reclaman que las ayudas europeas se vuelvan a prorrogar hasta 2018 no sea para que les llegue la prejubilación a quienes en los años 80 todavía mordían un chupete y que para esa fecha, y a poquito que se alargue, ya pasarán de la cuarentena. El carbón, una cosa muy poco ecológica, hoy sólo alimenta el 10% de la energía eléctrica que se consume en España y la producción ha bajado en los últimos 10 años un 70%. Las ayudas de papá Estado en todos estos años no han hecho sino anquilosar el sector y lo han ulcerado de tal forma que ya no sabe nadie cómo puede resolverse, porque ni se reconvierte, ni progresa, ni evoluciona, ni compite, ni nada. Treinta años perdidos allá en la mina, esperando no se sabe si a Godot o al Espíritu Santo.

Pero es la aristocracia obrera, señores, una imagen que ha pasado por los siglos del blanco y negro al color sin inmutarse y que exige la solidaridad incondicional. A un policía se le puede recortar el sueldo, igual que a un bombero, a un conductor de autobús o a uno del SAMUR, y se le puede poner a trabajar un 10% más de horas por el mismo jornal. Un taxista tendrá que dejar el taxi y ponerse de camarero, y un empleado de banca irse a la cola del paro a los 50 años o poner con la indemnización un puesto de chuches. Pero a un minero, que no necesita estudios ni un certificado de penales limpio para picar piedra, debemos comprenderle y defender su sueldo y su prejubilación, porque, a lo que se ve, 30 años no son suficientes para que comprendan que su trabajo no es útil, y que una subvención es lo mismo que una limosna.

Ya estamos tan perdidos que uno no sabe dónde está lo revolucionario y dónde lo conservador. Que Santa Bárbara nos ampare. Tralará.