La Tarrés

Que Ana Tarrés era como el sargento Hartmann en La chaqueta metálica me parece que lo sabíamos todos los españoles, incluyéndome a mí, que no sigo las zambullidas de las chicas de la natación sincronizada más que una vez cada cuatro años. Y eso no tanto porque comprenda el subir y bajar de las piernas como para criticar el diseño de los peinados. Pero una cosa es tenerla por una mujer hiperexigente y otra pensar que es una enferma. No sé a vds, pero a mí me cuesta un trabajo enorme creer que todo ese sadismo que se describe ahora ha podido sobrevivir impunemente durante tantos años, con tanta telebasura y tanto afán por titular escándalos que hay en España.

¿Dónde está la verdad? ¿Dónde está la razón? Yo pienso que ésta es una de esas veces en la vida en las que la realidad es mucho más sencilla de lo que se ve a simple vista, una vez que se ha deformado hasta configurarse en dos bandos.

¿Qué era la natación sincronizada hace 15 años? Nada. Ir de la nada a la élite no es gratis, no puede serlo. Codearse con la perfección exige mucho sacrificio y muchos vómitos tragados. Y eso no lo soporta cualquiera, y no sólo porque el entrenamiento sea de un nivel inimaginable para la gente normal, sino porque el sólo acceso a intentarlo ya descarta la debilidad y la falta de condiciones físicas y mentales de las candidatas. Por eso hay tan poquísima gente en la élite, y tantísima en la mediocridad. ¿Que alguna vez la Tarrés se pasó de frenada? Pues es posible, pero la vida se compone de días de 24 horas con infinitos instantes, demasiado tiempo para pensar que quien pilotaba la perfección estaba loca.

Probablemente, las anécdotas que se cuentan en la carta de las nadadoras sean verdad. También cabe pensar que los ejemplos están muy bien seleccionados para dar valor y verosimilitud a las palabras y acusaciones. Pero cuidado, que también se podrían encontrar ejemplos que probaran lo contrario, o que al menos no probaran ese sadismo. Total, que me parece a mí que esa carta sirve para envolver sardinas pero no vale para cubrir las medallas de la sincronizada.

En alguna ocasión me he divertido intentando contener la respiración durante el mismo tiempo que duraba la apnea de las nadadoras. No lo conseguía, claro, y eso que yo estaba sentada en un sillón y ellas estaban haciendo gorgoritos con los brazos debajo del agua. ¿Medallas «NO A COSTA DE TODO«? Desde luego. Mírenme a mí: yo no tengo ninguna.

Los zapatitos del húsar

Fulanite bouillait car il était clairement mal informé, et Menganite était dans ses petits souliers».

He aquí, señores, una frase que me he encontrado y que les traduzco literalmente: «Fulanito hervía ya que estaba claramente mal informado, y Menganito estaba en sus pequeños zapatos«.

Lo de hervir no tiene mucho misterio, y tampoco hay que entretenerse en pensar en el carácter leguminoso de Fulanito porque en español también decimos que nos hierve la sangre cuando estamos a punto de saltar al cuello de alguien. ¿Pero y lo de los zapatitos? ¿Qué es eso de quedarse en sus zapatitos?

Me levanté y pregunté a E., que además de quitar los grumos de mi agenda me resuelve enigmas de esta categoría. Es la primera vez en mi vida que lo oigo, me dijo. Y aventuró: ¿Será que se puso como los niños pequeños, avergonzado en sus pequeños zapatos? Y mientras me decía esto, me hizo un pucherito por si no lo entendía.

– No, no, E., eso no es posible. Menganito es el mismo por el que tuvimos que buscar en el diccionario la expresión “à la hussarde”, ¿Recuerdas lo de tomar decisiones “à la hussarde”? ¿Que discutíamos tú y yo si un húsar era de la caballería rusa o de la húngara? No, no puede ser. No me lo imagino en el papel de Betty Boop de pronto, poniendo morritos avergonzados después de tomar una decisión «à la hussarde», todo lleno de galones y con un sable, en su imponente caballo, zas, zas…

Y en efecto, no era eso. «Etre dans ses petits souliers», significa estar incómodo. Y me escribe mi querida E.: «La imagen del zapato demasiado pequeño, por lo tanto inconfortable, que te hace daño en el pie, puede ser usada cuando alguien está incómodo con la situación, sea cual sea la razón…»

Sea cual sea la razón. Humm… ¿Le estarán pequeños los zapatos, con lo bien que le queda su precioso uniforme?

Museo de la Historia secreta de Las Navas del Marqués

Tomás García Yebra es un periodista y escritor de Las Navas del Marqués que ha querido recuperar la esencia del pueblo montando un museo – librería en lo que es parte de su casa. Para explicar la iniciativa, te cuenta divertido que “era esto o comprarme un coche” y tú asientes con la cabeza de manera mecánica sin comprender muy bien qué tendrá que ver una cosa con la otra, y sin saber si lo que fue fácil fue la decisión o la disyuntiva.

El caso es que Tomás ya se ha ocupado de Las Navas en muchos otros momentos de su quehacer creativo. Lo hizo cuando escribió la primera y la segunda parte de la Historia secreta de Las Navas del Marqués, en la que nos cuenta la historia del pueblo y algo de su intrahistoria, que salpica con acontecimientos, anécdotas y pasajes que si no los has vivido en primera persona, es porque te los han contado los protagonistas. También con la edición de un libro de fotografías publicado este año junto con el fotógrafo del pueblo, Manzanero, en el que fija la memoria y en el que no permite que las imágenes mueran en el olvido de un cajón: una fotografía está muerta cuando no se sabe quiénes son ni cómo se llaman los que aparecen en ellas

Pero la librería-museo es digna de ver. Como él dice “si hubiera tenido dinero, lo hubiera estropeado”, y yo creo que hay mucha verdad en esto. Los libros se distribuyen con cierta anarquía en mesas construidas con palés, en arcones rescatados de alguna casa en ruinas y hasta en una carretilla apoyada en el tronco de un árbol. Y Tomás te explica cómo se sangra el pino resinero que hay en medio de la librería y te va mostrando las herramientas necesarias fabricadas por el herrero del pueblo; o que cada cencerro tiene un sonido aunque a ti te parezcan todos iguales y que por eso cada vaquero sabe dónde están sus vacas; o te cuenta cómo está construyendo poco a poco la preciosa maqueta de tren que tiene en el piso de abajo; o que la gente va trayéndole cosas, antigüedades, para que las exponga en la casa museo; o cómo se le ocurrió poner una escalera en el techo, para decorarlo… Y tú pasas un rato de lo más agradable y decides volver para hacer fotos y dedicarle un post.

Y aquí está el post. Y menos mal que no decidió comprarse un coche…

Si pasan cerca, visítenlo. Yo creo que les gustará. Está en el Barrio de La Estación de Las Navas del Marqués, al lado del bar Martigón.

Llamada urgente

– ¿Si?

– Oye, guapetón ¿No me invitarías a un café, que si me leo a pelo el petardo que me ha pasado el jefe se me va a caer la cabeza?

– … ¿Quién es?…

– … Soy… Eh… A ver, ¿No es el 791?

– No, es el 701… Hola, Carmen…

– Ah…, hola (pongan aquí el nombre de su jefe), perdona, se ve que me he confundido.

– Eso creo yo, porque a mí no me llamas guapetón.

– No, eso es verdad, a ti no te llamo guapetón.

– Tómate un café, será lo mejor.

– Sí, será lo mejor.

El poblachón

Si llevas más de 30 años yendo a un pueblo a veranear y a pasar fines de semana en invierno, entonces tienes que aceptar que en algún momento lo has querido y que te aporta todavía alguna cosa. Eso que yo llamo el poblachón, sin intención despectiva, se ha convertido en un pueblo vulgar que tiene el encanto que le otorga la memoria, en la que yo me encuentro con una niñez tan feliz como toda niñez y una adolescencia tan complicada como todas las adolescencias. Hoy es un poblachón que se empezó a dejar la personalidad con las subvenciones que llegaron de Europa y terminó de perderla con las que llegaban de la Comunidad Autónoma. El boom inmobiliario sólo puso la guinda al destrozo perpetrado por alcaldes mostrencos que imaginaron la comodidad y la modernidad del pueblo tomando como referencia cualquier suburbio de Alcobendas, con mucho asfalto, mucho ladrillo visto y muchas rotondas con parterres de flores.

Un lugar en el que un veraneante valía menos que una vaca así que cuando la vaca vale cada vez menos, figúrate el veraneante. Un pueblo que tuvo dos cines y que hoy recurre a un proyector comprado en un chino para distraernos en las noches de verano (que allí son como las noches de invierno en Málaga) dice mucho de la inteligencia que aplica el consistorio a eso de atraer veraneantes. Y es que los defectos del poblachón antes se miraban con encanto y ahora se soportan con espanto. Porque se trata de un pueblo que confunde muy a menudo lo económico con lo barato, y que considera que una instalación de calefacción es incompatible con la conservación de una casa construida en piedra.

El resultado es que allí sólo vamos los de toda la vida, siempre y cuando conservemos la afición. Y la derivada es que cuando estás allí, además de alimentar la lorza con patatas revolconas en el aperitivo y botellines con cacahuetes por las tardes, no tienes ni una sola preocupación de las que sobrevienen cuando estás en Madrid o cuando te vas de viaje a cualquier esquina del mundo. Eres tú y no puedes ser otra cosa. Todo es tan apacible como rutinario y sólo te importa el aburrimiento cuando llevas más de dos semanas allí y empiezas a cansarte de los pinos (y de lo que no son los pinos).

Pero el poblachón vivió otro tiempo, y no solo en mi niñez y mi adolescencia. Un tiempo que está recogido en un museo del que les hablaré otro día, porque merece un capítulo aparte.

Spam guarrindongo

Yo estoy muy mal acostumbrada. Trabajo en una compañía que es más o menos como Fort Knox en materia de seguridad informática y por otra parte tengo un correo personal bastante competente para esto de la guarrería (luego tengo otras dos direcciones que dejan algo más que desear, pero que vivo con mucha paciencia). Este blog también controla bastante bien el spam, o eso me parece a mí, que tiendo a ver siempre con buenos ojos mis inversiones…

Pero a pesar de todo, algo se filtra: aquellos comentarios que el sistema considera dudosos los deja en una bandeja especial por si acaso yo veo que no es spam y quiero autorizarlos. Y no, no. No son para autorizar. Y si no, juzguen vds mismos las cositas que me puedo encontrar:

– Gucci Bag Outlet me escribe desde una web que se llama luxury brand bags list para decirme que La noche de los Tiempos (libro ambientado en la guerra civil española) is a nice post… Sólo espero que no me propongan corbatas de Hermès si hablo de cómo cocinar misioneros en una olla, que todo puede ser.

– Un tal Aoelar Consulting Group me dice que “You actually make it seem so easy … It seems too complex and very wide for me… I’m looking ahead in your subsequent post… I will attempt to get the hold of it!» . Vaya. Si no me hubiera entrado en la bandeja de spam me hubiera dejado perpleja: un «consulting group» que te contesta en inglés al post que se llama Un par de huevos y que trataba del cojón que le falta a uno de los leones del Congreso…

– Fruta Planta Reduce Weigh me dice, en el post Instrucciones (que si lo recuerdan hablaba sobre un lápiz para el ipad), lo siguiente (se lo voy a traducir/resumir, porque no tiene desperdicio): “Gracias por su artículo. Mi socio y yo continuamente vemos que hay gente que necesita perder peso porque quieren verse más delgados y atractivos. Sin embargo, no se dan cuenta de que, además, eso tiene muchos más beneficios…». Y a continuación pasan a contarme todas las enfermedades que puedo contraer si no pierdo peso de inmediato. Algo que se llama Pey yu gou capsule (que manda narices) me escribe en el mismo sentido en otro post, por lo que voy a solicitar formalmente a WordPress que programe otra bandejita donde se queden anidados los comentarios faltones y groseros que se refieren a mi muy querida e íntima lorza.

– Un hilo de denuncias de cualquier paginucha de tres al cuarto toma prestado el nombre de Banco Banamex, banco respetabilísimo donde los haya, para que me digan esto: “Estaba buscando informacion para un proyecto de la escuela relacionado a prestamos y llegue aqui.
Me ahorro mucho trabajo”. Y yo me digo que todo lo que sea ayudar a los demás me puede interesar para el juicio final, aunque me temo lo peor cuando veo que el comentario viene del post “Avispas”, en el que contaba una interesante manera de matarlas una por una…

– udgbsttaaapft, me escribe desde biyupftdaauupg. Y le responde a uno de vds, en el post ¿Tiempo libre?, lo siguiente: “aT8u6I  (urljaht  tgbkshfntknc dot com) /]sajhgaag[/url], [link =  /jqcgdyhknxif.com /]sfjjs[/link)” (He manipulado un poco el texto para no hacerles correr riesgos de entrar en lo que sin duda es una página de lo más cerda, cutre y llena de bichos…). Díganme en serio si debo dejar pasar eso y dejarles que les respondan estos barbarismos impronunciables.

En fin, todo así. Aunque la palma se la lleva uno que me he encontrado en el post de titulo El abuelo fue picador, y que dice lo siguiente: “viagra: what color is the viagra pill? buy generic viagra without prescription. Viagra from China”.

Que tengan un buen fin de semana (yo creo que, después de este post, tendré que comprar el antispam upgrade de WP).

 

PS: Mi amiga T, asidua lectora de este blog, me ha dado la idea del post esta mañana cuando me ha escrito  un Whatsapp para decirme que mi blog no le publicaba comentarios, que es la manera fina de avisarme de que he roto algo. Aparentemente no había ninguna avería, salvo que, por alguna extraña razón, su comentario se había alojado en la bandeja de spam, algo que no es la primera vez que me pasa. En nombre de los duendes de la informática, le pido disculpas y de paso le doy las gracias por la inspiración. Y por hacerme, como siempre, un comentario de lo más sensato y ponderado, que, por supuesto, he liberado de tan infame compañía.

Comparaciones ociosas

Nos fuimos al hotel, en la Ruta 66. El hotel era una especie de motel de carretera, horrendo, antipático, hortera y sobre todo, libre de humos. Eran unos pesados con esta historia, y hasta nos hicieron firmar un papel de compromiso – bajo pena de multa de 200 $ – como garantía de que no fumaríamos. Y no fumamos. A cambio les dejamos los alrededores bien llenitos de colillas, aunque eso sí, exhalando siempre el humo hacia el campo. El hotel tenía además un detalle encantador: pasaban unos trenes de mercancías larguísimos y ruidosísimos cada media hora más o menos, y allí retumbaba hasta el flequillo de la portera. Otros detalles con glamour eran un búho de plástico en el tejado y un pony también de plástico en la entrada. En fin, un hotel para olvidar, aunque no será fácil, esas experiencias se quedan grabadas a fuego.

Susana le quitó hierro al asunto argumentando que en peores sitios habíamos dormido. Decir esto es una gran verdad si haces un razonamiento rápido, secuencial, casuístico y comparativo, pero si lo piensas despacio te das cuenta de que es una majadería, porque reconocer que hay sitios peores no le añade ni una pizca de simpatía a aquel hotelucho de mierda. Así es que yo le di la razón un poco para no discutir y otro poco para evitar que la cara de “decepción” de Paula nos contagiara a todas y termináramos volviéndonos a Phoenix».

De mi cuaderno de viaje Verano 2008 (EE.UU.)

El rey bloguero

Esto se veía venir. Se habrá dicho que ya que tenemos página, vamos a postear. Y lo entiendo: tiene las visitas aseguradas, un negro que le escriba y argumentos de sobra para publicar al menos un post a la semana. Así que, Majestad, bienvenido al club. Le nombraremos Primer Bloguero de España, y nos dará mucha envidia por la cantidad de lectores únicos, retuiteos y suscriptores al Reader.

Yo, que soy lectora de blogs y pertenezco a esa extraña tribu que tiene uno, echo en falta si embargo algunas cosillas. No desde luego lo de poner el número de seguidores o de visitas: comprendo que podría convertirse en un barómetro de popularidad y bastante tenemos ya con seguir las encuestas sobre la independencia de Vic y las fluctuaciones de la prima de riesgo. Pero sí echo de menos algo de decoración bloguera. No sé, por ejemplo una mascota virtual. Los pececitos de colores, la tortuga que se tira al agua cuando le enseñas un gusanito o el pato que sigue con la mirada el ir y venir del puntero son algunos muy chulos que me vienen en este momento a la mente. Claro que con los medios que tiene la Casa Real, bien podría hacerse uno a la medida. Aunque, Majestad, invénteselo vd y no abra un concurso de ideas, que los españoles a veces somos muy procaces y tenemos muy mala leche.

También comprendo e incluso apoyo que tenga cerrados los comentarios. El ejército de funcionarios que debería contratar para contestar a todo no es acorde con los tiempos de crisis y, por otro lado, abrir comentarios para luego no decir ni gracias es de bloguero arrogante, perezoso o, lo que es peor, con un firewall en la oficina de armas tomar, y no me parece que sea su caso. Sin embargo, podría poner unas estrellitas de valoración, o las manitas de «me gusta/no me gusta». Francamente, leerle y luego no poder decir nada es como echar limón en la boquilla de una trompeta, vd ya me entiende.

En todo caso donde más tiempo conviene que invierta es en los contenidos, que al final es lo que importa en un blog. Es normal que el primero sea para presentar la web y que en el segundo nos hable de cosas del curro, pero sería genial que abriera un poco la lista de temas y nos hablara de su familia. O de política si no, que tiene menos riesgo. Si le da cuqui lo de poner nombres reales en la web se puede apañar con iniciales, que es lo que hacemos todos: la RS, el PDA, la PDA (o sea, la L.), la IE, la IC y FJFdeTlosS cuando hable de escopetas. Ahora bien, un consejo: si menciona a los yernos sea cauteloso, porque una parte de los españoles se enfadaría si cree que dice que Izquierda Unida no tiene un comportamiento ejemplar. En todo caso, vaya pensando en diversificar porque dentro de diez entradas ya nadie le va a hacer ni caso y tendrá muy mala sensación cuando le bajen las visitas. Y aunque lo esté pensando, ni se le ocurra poner al Príncipe de co-blogger, y mucho menos a la princesa: hay guisos que requieren su punto justo de sal.

Pero siga hablándonos, que está muy bien. Ábranos su corazón, cuéntenos experiencias de su día a día, construya relatos con sus recuerdos, comente la actualidad, reseñe sus libros de cabecera y láncese a postear tonterías, que no sabe lo que relaja. Esto de abrir un blog, por experiencia se lo digo, es un punto de no retorno: se le coge cariño, y luego es muy difícil dejarlo.

 

PS: Disculpe que no le ponga en mi blogroll. No es que yo le exija reciprocidad por ponerle en la lista sino que, por el momento, con un enlace creo que será suficiente.

Test de memoria

Después de 3 e-mails recibidos, me digo que si contesto a la encuesta de satisfacción tal vez no me escriban más.

Haga click sobre el enlace… esta encuesta solo le llevará unos minutos…como titular de Australian Rapide le damos la bienvenida…su opinión nos interesa… pinche en el boton COMENZAR ENCUESTA para comenzar la encuesta.

– Pregunta 1: ¿Recuerda la llamada de Australian rapide el día 2 de septiembre?

Miro el calendario. Intento recordar la llamada de Australian Rapide.

– NO

Fin de la encuesta.

Gracias por utilizar Australian Rapide… su opinión nos interesa…es Vd. un cliente estupendo… pinche en CERRAR VENTANA para cerrar la ventana…

José Tomás en Nimes

Yo no entiendo mucho de toreo, aunque sí me gusta ir a los toros. Pero me gusta ir a la plaza, que verlo en la tele es una de las cosas más aburridas que existen, si exceptuamos los partidos del Real Madrid en esta liga que acaba de comenzar (no me hablen). Y como vivo en Madrid, pues la plaza que me toca es la Monumental de Las Ventas, una plaza en la que, por San Isidro, no se va a ver torear sino a tomarse un whisky. Hace ya algunos años que no voy, pero el ambiente de las últimas veces no tenía nada que ver con el que había cuando me llevaba mi abuelo, un señor muy serio en los toros con el que había que estar con la boca bien cerrada, que aquí no se viene a decir majaderías ni mucho menos a gritar por ningún susto.

Yo vi torear a José Tomás en la plaza de toros de Avila con mi madre, hace sus buenos diez años. Compartía cartel con Joselito y Espartaco, que volvía creo de estar apartado por una grave cogida, o tal vez por alguna lesión.  El caso es que la corrida se publicitó en el poblachón con antelación suficiente como para podernos hacer con unas entradas. La verdad es que tanto mi madre como yo teníamos mucho más interés en ver a Joselito que a José Tomás, que ya por entonces era un gran torero pero que no había alcanzado esa aura de misticismo con la que se le trata ahora y que para mí está provocada, además de por sus condiciones indiscutibles, por una muy sabia dirección de su carrera profesional – lo que por otra parte dice mucho (y bueno) de la inteligencia de este hombre.

De la corrida recuerdo el frío, a pesar de haber cogido tendido de sol – una no se acaba de acostumbrar a los fríos polares de la provincia de Avila -, una faena irrelevante de Espartaco y otra buena de Joselito (yo diría que le dieron una oreja), con un natural mirando al tendido muy chulo y sobre el que puedo dar fe de que no estaba mirando de reojillo al toro, que a veces hacen trampas y con razón, que el toro no se quita los cuernos porque deje el torero de mirarlos. Pero lo que recuerdo perfectamente de aquella corrida en Avila es a José Tomás de espaldas a nosotras, a unos diez metros, tapándonos la cabeza del toro con su cuerpo. Se puso la muleta delante y le citó. Me recuerdo preguntándole a mi madre “pero ¿por dónde va a pasar el toro?”, y la respuesta de mi madre, a la manera del abuelo: “calla”. Y el toro pasó, aunque yo sigo sin comprender muy bien cómo y sobre todo, por dónde, porque él no se movió del sitio.

También podría contar cómo es la plaza de toros de Nimes, a la que fui dos años consecutivos invitada por unos buenos amigos franceses. La plaza es rarísima porque, además de ser ovalada, está construida sobre las ruinas de un antiguo anfiteatro romano. O sea, que tú vas por los vomitorios y te parece que te vas a cruzar con un gladiador de un momento a otro. Pero eso tal vez lo cuente en otro post. En este me conformo con contar que he visto a José Tomás y que he visto la plaza de Nimes, aunque para saber lo de ayer, haya tenido que leer un periódico.