Tomás García Yebra es un periodista y escritor de Las Navas del Marqués que ha querido recuperar la esencia del pueblo montando un museo – librería en lo que es parte de su casa. Para explicar la iniciativa, te cuenta divertido que “era esto o comprarme un coche” y tú asientes con la cabeza de manera mecánica sin comprender muy bien qué tendrá que ver una cosa con la otra, y sin saber si lo que fue fácil fue la decisión o la disyuntiva.
El caso es que Tomás ya se ha ocupado de Las Navas en muchos otros momentos de su quehacer creativo. Lo hizo cuando escribió la primera y la segunda parte de la Historia secreta de Las Navas del Marqués, en la que nos cuenta la historia del pueblo y algo de su intrahistoria, que salpica con acontecimientos, anécdotas y pasajes que si no los has vivido en primera persona, es porque te los han contado los protagonistas. También con la edición de un libro de fotografías publicado este año junto con el fotógrafo del pueblo, Manzanero, en el que fija la memoria y en el que no permite que las imágenes mueran en el olvido de un cajón: una fotografía está muerta cuando no se sabe quiénes son ni cómo se llaman los que aparecen en ellas…
Pero la librería-museo es digna de ver. Como él dice “si hubiera tenido dinero, lo hubiera estropeado”, y yo creo que hay mucha verdad en esto. Los libros se distribuyen con cierta anarquía en mesas construidas con palés, en arcones rescatados de alguna casa en ruinas y hasta en una carretilla apoyada en el tronco de un árbol. Y Tomás te explica cómo se sangra el pino resinero que hay en medio de la librería y te va mostrando las herramientas necesarias fabricadas por el herrero del pueblo; o que cada cencerro tiene un sonido aunque a ti te parezcan todos iguales y que por eso cada vaquero sabe dónde están sus vacas; o te cuenta cómo está construyendo poco a poco la preciosa maqueta de tren que tiene en el piso de abajo; o que la gente va trayéndole cosas, antigüedades, para que las exponga en la casa museo; o cómo se le ocurrió poner una escalera en el techo, para decorarlo… Y tú pasas un rato de lo más agradable y decides volver para hacer fotos y dedicarle un post.
Y aquí está el post. Y menos mal que no decidió comprarse un coche…
Si pasan cerca, visítenlo. Yo creo que les gustará. Está en el Barrio de La Estación de Las Navas del Marqués, al lado del bar Martigón.
Lo mejor, sin duda, la foto de José Esteban Segovia «Calete» y la camiseta del tipo que aparece en la mesa hecha de palés.
Por si no lo ves, arreglado lo que comentas en mi último post. 😉
Me gustaMe gusta
Oyee, pues es el herrero. Y las herramientas las ha hecho especialmente para el museo y se venden además. Y sobre la camiseta del tipo, no es atribuible al dueño, supongo (y si lo que quieres decir es que debería haberla recortado, pues sí: debería haberla recortado).
Muchas gracias por el cambio, ya lo he visto. Te debo una 😉
Me gustaMe gusta
Gracias, Carmencita, por tus elogios y por dedicarme un hueco en tu seguidísimo blog (según me cuentan tus amigos de Los Matizales). En cuanto a lo del coche te lo aclaro. Si la disyuntiva hubiese sido: o comprar un coche (un Dos Caballos, por ejemplo) y llevarte de paseo por las Alpujarras (por ejemplo), entre eso y hacer un museo, a lo mejos me lo pienso. Eres un encanto, niña. Besazo fuerte. T.G.Y.
Me gustaMe gusta
Gracias a ti por tu comentario, me halaga mucho. Pero aun así, mejor que hayas abierto el museo. Un beso para ti también y hasta pronto.
Me gustaMe gusta
Qué interesante. Me lo apunto. Un beso.
Me gustaMe gusta
Gracias.
Me gustaMe gusta
Acabo de recomendárselo a mi hermano, que tiene casa en Peguerinos y sé que le va a encantar.
Muchas gracias (y perdón por la intromisión)
Me gustaMe gusta
Ah, Peguerinos. Allí veranee yo un par de años, cuando era pequeña. Seguro que le gusta.
Muchas gracias por tu comentario y ¡Bienvenido!
(ya no se quedarán más tus comentarios en cola de moderación)
Me gustaMe gusta
😀
Me gustaMe gusta
Pingback: El cebo | Un mundo para Curra
Yo estuve hace treinta años de veraneo con mis hijos pequeños, íbamos en el coche y casi nos atropella una vaca, en la casa donde estuvimos una pobre vaca se tiró toda la noche debajo de la venta de la habitación berreando hasta que por la mañana la encontraron muerta, ¡Qué susto! y la dueña no la encontraba, tengo que volver el pueblo ahora estará mejor todavía.
Me gustaMe gusta
Sí, hace 30 años las vacas campaban por sus respetos. Ya no es así. Ha cambiado mucho y no precisamente para bien, aunque eso va en gustos.
Muchas gracias por comentar.
Me gustaMe gusta