Hace unos años, yo trabajaba como responsable de comunicación, y decidimos hacer un spot en el que salía un niño. Era arriesgado, siempre es arriesgado usar a niños en publicidad, y mezclados con ciertos productos es realmente un atrevimiento, pero la historia que había inventado el creativo era muy buena. Ahora tocaba ejecutarla, y ahí es donde se juega el tipo el artista. Te equivocas en el casting y un niño muy rico se convierte en un repelente, no das con el tono de la voz en off, eliges el decorado inadecuado, no cuidas el doblaje, el montaje, cada una de las palabras del texto y te llevas por delante una marca. La buena publicidad con niños es aquella en la que el niño aparece como un elemento natural de la historia y, precisamente por eso, no es una publicidad con niños, sino una publicidad en la que sale un niño. Un asunto delicado, desde luego, con el que hay que andarse con mucho cuidado.
La agencia nos recomendó buscar gemelos. Los tiempos de rodaje se acortaban considerablemente, porque tú no puedes tener a un niño de 4 años (esa era la edad aproximada del protagonista) durante 8 horas en un estudio en el que, normalmente, hace un frío de mil demonios. Al final no pudo ser, y elegimos a un niño realmente adorable, divertido y espabilado a más no poder, que nos hizo el trabajo bastante llevadero, teniendo en cuenta que un niño de esa edad lo único que quiere es jugar y entiende sólo a medias que tiene que hacer determinados gestos y decir ciertas frases. A esto último tuvimos que renunciar finalmente, porque entre la lengua de trapo y que había que montar imágenes para dar con la frase correcta, no se entendía una palabra de lo que decía. Una dobladora nos sacó del apuro. Por cierto ¿sabían que casi todas las voces de niños en la tele y en el cine son dobladas por mujeres?
De aquel rodaje recuerdo la incomodidad con los padres del niño. O más concretamente, con la madre. Estaba claro que ella no estaba de acuerdo con dejar que el niño saliera en un anuncio. Yo no me acuerdo de lo que cobraron, pero desde luego no era una gran cantidad. Y yo estoy convencida de que, en la mayor parte de las ocasiones, los padres no presentan a sus hijos como modelos para un anuncio por dinero, sino que lo que hay detrás es orgullo, una caída de baba que empieza y se satisface en el ego de los padres, no de las criaturas. Pero aquella madre estaba incómoda, algo avergonzada (finalmente, estaba alquilando a su hijo con fines comerciales), por momentos enfadada, y desde luego arrepentida. En cuanto al padre, apareció por allí cinco minutos, se mostró henchido de orgullo y vanidad, y se fue a su oficina, supongo que a presumir con sus compañeros, aunque me queda la duda de si no se quedó para no verlo.
El resultado fue sensacional, aunque recuerdo ese rodaje como una pesadilla en toda regla. Y se te queda un poco cuerpo de bruja cruel «comeniños», todo hay que decirlo, porque el niño se cosifica, si tiene hambre, o sueño, o está cansado, te parece un fastidio y no acabas de entender que, en realidad, el niño no va a salir de lo que para él es cotidiano.
En la parrilla de la tele, hoy, no hay día en el que no veamos a niños usados como monos titiriteros para distraer a un público adulto. Son utilizados como espectáculo, y da un poco igual que queden 10.000 ó 15.000 eliminados en el casting previo, con toda la carga de decepción que tendrán que sobrellevar esas criaturas a lo largo de su vida. Los niños cantan, bailan, guisan y muestran sus habilidades… Y si al menos fuera eso… Porque en mi opinión, no son llamados para mostrar su talento, sino que, en un reality dantesco, compiten salvajemente los unos contra los otros, porque sólo puede quedar uno, y el resto es desechado, eliminado, expulsado, enviado fuera de los focos y tratado como un niño peor frente a uno mejor. A la vista de 5 millones de espectadores, por los que las cadenas comerciales se matan entre ellas, sin pudor y sin ningún tipo de edulcorante que nos haga pensar que se trata de un juego para los protagonistas, o un programa amable en la que podamos enternecernos con la ingenuidad de la infancia (yo lo contrapongo a un programa muy divertido que se llamaba L’ecole de fans, en la TV francesa…), o simplemente, una publicidad en la que salen niños.
A mí me dan mucho asco todos estos programas, no puedo evitarlo. Paso por alto lo repelentes y marisabidillas que son la mayoría de ellos, y paso por alto a esos padres que echan a sus hijos al circo por unas monedas. O para satisfacer su ego, que me da lo mismo. Eso no es un juego, ni es un programa para otros niños. Eso es un circo en donde los monos son los niños, los gorilas son los padres, y las taquillas, pertenecen a la cadena correspondiente que nunca ha tratado de disimular su codicia. Y ahí está la población embrutecida, levantando el dedo o bajándolo, sin piedad, indicando a los jueces, pedorros venidos a menos que buscan promoción, quién se queda para vender más.
Todo en orden: si tiras cacahuetes, tendrás monos.
Qué buen análisis, la verdad… Muchas veces el ver al niño te resulta tierno y no te paras a pensar todo lo que puede haber detrás. Y está bien que nos lo recuerden ^^
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A veces basta con ver lo que hay delante!
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No soporto los anuncios de niños que hablan, si están calladitos aún aún, pero en cuanto abren la boca no lo aguanto. Y si son los programas de talentos ya es la repera.
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Pues depende. Acuérdate de aquel niño que decía eso de «Papá, ¿Por qué somos del Atleti?».
Los programas de talentos yo no los veo, no sea que tire un jarrón a la tele y me la cargue.
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Los del Atleti es que son un mundo aparte. Esos no cuentan!
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🙂
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Yo no soporto los programas con niños , especialmente cosas como Lluvia de Estrellas donde salían niñas de 6 años imitando a Marife de Triana o Antonio Molina, supongo que porque le gusta a la mama o papa del nene, que a su vez babeaban en las gradas.
La publicidad con niños es necesaria y debe ser durísimo, lo digo por lo que cuesta hacer una puñetera foto a mi nene de 3 años que este quieto, mirando a cámara, con los ojos abiertos y riendo.
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Viejuno, rancio, sin gracia, el horror. Yo creo que no lo vi nunca, porque si pasé por ese programa alguna vez, me dio un escalofrío.
Yo discrepo un poco de esto que dices de las fotos de niños. A mí me parecen fáciles de fotografiar, no tienen pudor. Hombre, tal vez con 3 añitos no, pero con cinco o seis…
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Estoy completamente de acuerdo contigo. Un beso.
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Gracias.
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