Hoy, día 30 de diciembre, adelantamos el post del Club de lectura para liberar el día 1 por si acaso alguno de nosotros quiere felicitar el año. La propuesta fue rápidamente aceptada porque este libro lleva ya quince días leído por parte de todos, y además porque yo creo que estamos todos deseando quitarnos este muerto de encima y dar por acabado el año.
El libro de los vicios es un libro que elegí yo y que es un bluf. ¿Y por qué lo elegí? hombre, desde luego no porque fuera un bluf, y en mi descargo diré que no lo sabía. Me encantaría tener una historia interesante y divertida sobre las razones que me llevaron a proponer este petardo a mis co-bloggers del club, pero no tengo ninguna. Sí, es un autor polaco y yo estuve en Polonia este verano, pero esta casualidad no tiene nada que ver en la mala elección. Así es que no puedo explicar cabalmente por qué lo elegí, pero me dispongo a explicar por qué creo que es un bluf.
Si se encuentran por ahí algún artículo que hable del libro, leerán algo como que es una diatriba contra la sociedad actual, tan sana, tan impoluta, tan correcta. Que antes (sin saber muy bien cuándo sucedió ese antes) se tenían más vicios, y que es una pena que se pierdan esas costumbres. Les enlazo la reseña de la editorial aquí en la que lo ponen estupendamente, lo cual es lógico porque buscan compradores del truño. Pero además de compradores lo que encuentran son periodistas que probablemente NO han leído el libro, pero escriben que es «un alegato en favor de la desmesura», que «se ríe de la férrea disciplina actual» o que está escrito «con humor, es ameno y lleno de ironía». Y no, el libro no es nada de eso.
El libro parte de una buena idea, como es que cada vez tenemos menos libertades y que vivimos tiempos en los que la masa y la propaganda guía nuestras costumbres, aparentemente sanas e inocuas, pero en realidad muy alienantes. También echa la vista atrás y nos hace ver cómo los viajes han perdido parte del glamour, las despedidas ya no son tales, los centros comerciales son el averno (en esto coincido), el vivir permanentemente conectados no nos permite escapar de la realidad, de las noticias y del mundo y la obsesión por la salud es una dictadura (además, en la mayoría de los casos, un atentado contra la estética). Y entonces va y lo mezcla todo, tira con el argumento, se pasa de frenada y ya resulta que comerse un filete es poco menos que un vicio, o alternativamente una antigua virtud que las malvadas ensaladas han echado a perder. Y todo ello con un tonillo pretendidamente gracioso e intelectualoide, con el que intenta oponerse a lo políticamente correcto cayendo él mismo en el precipicio de la superficialidad, la banalidad y los lugares comunes.
El libro tiene de incorrecto lo que yo de guardia de tráfico, no les digo más. La crítica es pobre, no contiene ninguna acidez, ni ironía, ni nada que te permita soltar alguna carcajada. El libro es soso, las ideas están desarrolladas a trompicones y la crítica es como de pellizco de monja y no se compensa con alguna frase ingeniosa o brillante, porque el conjunto decepciona. Por otra parte, el nombre de los capítulos no tiene nada que ver con lo que luego nos cuenta en cada uno de ellos. Y luego, ya para terminar de fastidiar, con la idea (supongo) de dar alguna continuidad al texto (cosa que no le haría falta si se hubiera concentrado en lo que pretendía), nos presenta unos personajes de dan muchísima dentera cada vez que aparecen, y a los que nombra con frases del tipo «la mujer que me conoce bien», «un amigo que trabaja con éxito en algo relacionado con la cultura» o un escritor imaginario, Hannes Maria Wetzler, que ni existe ni falta que nos hace, salvo para evitar caer en la tentación de tirar el libro por la ventana y olvidarse de leer en la próxima década.
En resumen: un libro que parte de una buena idea pero que le queda un poco grande al autor y que se lo acaba cargando, probablemente por cursi, aunque me temo que la impericia ha tenido también algo que ver. Este autor tiene por ahí otro libro que se llama El arte de no decir la verdad al que no pienso dar ninguna oportunidad. Lo que sí le concedo es la capacidad de poner títulos seductores a los libros. Eso, y ya.
Como cada mes, tenéis otras críticas al mismo libro en La mesa cero del Blasco, La originalidad perdida, Delenda est Carthago y en el blog de Bichejo. También grabaremos en unos días el podcast dedicado al libro, así es que si pinchas a tu derecha, o estás atento al blog del club, podrás escucharlo. y ya. A ver si el año que viene nos trae mejores libros que este año que termina, al menos en cuanto al club se refiere.
Carmen, la verdad es que sí que ha sido un bluff. Yo también me he mirado algunas reseñas y o son pagadas o son incomprensibles porque de donde no hay mata no hay patata y este señor demuestra que sus dotes como escritor son bastante limitadas.
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La gente dice lo que sea para que le regalen cosas. Si no, no me lo explico.
De cualquiera de estos temas sacamos nosotros mucha más chicha…
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