El fin de semana pasado, en el poblachón, aparecieron frente a mi casa – y por todo el campo – un montón de hormigueros. Dos semanas antes no estaban, esto seguro. Me imaginé (sí, me lo imaginé porque no tengo ni idea) que las hormigas en septiembre se dedican a hacer sus casas para pasar el invierno.
Mientras las perras se peleaban por mordisquear el mismo palo, y puesto que yo no pintaba nada en aquella discusión, me entretuve en observar uno de esos hormigueros. Entonces vi a una hormigota enorme y cabezona que arrastraba a una pobre hormiguilla chiquitita hacia la puerta del hormiguero. Me pareció evidente que se la llevaba para la merienda. El espectáculo se colmaba con un montón de hormigas pequeñitas por los alrededores que no hacían ni caso de aquel atropello. Y me pareció intolerable. Así es que cogí un palito y traté de evitar que la gorda se metiera en el agujero con lo que era claramente su presa. Las separé de la puerta, pero la gorda tenía bien agarrada a la pequeña y no la soltó. Así que opté por matarlas a las dos. Finalmente, pensé, la pequeña dejaría de sufrir aquel tormento.
¿Tú estás segura de que se la iba a comer? ¿Y si sólo estaba enferma? Si te fijas, hay otras grandotas y pequeñas alrededor de la colonia y parece que habitan en paz… Lo mismo has vuelto a intervenir en donde nadie te ha llamado, en cosas que estás segura de desconocer…Qué mala es la conciencia.
De vuelta a la wifi de Madrid, busqué en Amazón algún libro sobre hormigas y encontré este libro, que por lo visto es un básico para conocer la organización y las costumbres de estos animalitos. Pierre Huber, provisto de hormigueros artificiales (y de una enorme paciencia y admiración hacia estos bichos), descubrió hace dos siglos un montón de cosas que el tiempo y unas mejores herramientas han permitido confirmar.
El principio del libro se hace un poco rollo, porque nos habla de la anatomía de las distintas especies de hormigas y de la arquitectura de los hormigueros, pero luego el libro se anima cuando empieza a contarnos cómo se reproducen, las distintas fases por las que pasan hasta que se hacen adultas, la organización social, sus migraciones, el pastoreo que hacen con los pulgones, el esclavismo, las relaciones de afecto entre ellas (sí, de afecto), las guerras y sus tácticas, su lenguaje y su manera de comunicarse, la irrelevancia de los machos, los hormigueros mixtos, etc. En fin, que el libro es curiosísimo pero no sólo para alguien que ha matado un par de hormigas el día anterior y tiene algún remordimiento. Huber cuenta las cosas con un lenguaje sencillo, con asombro ante sus descubrimientos, con modestia ante sus comprobaciones y con humildad ante lo que reconoce como deducciones.
No debería haber matado a aquellas dos hormigas, aunque a causa de ello haya podido disfrutar de un libro encantador. Probablemente estaban en medio de una migración, o tal vez la grandota era una hembra que transportaba a una obrera, y ni siquiera descarto que fuera la pequeña la que transportaba a la grande. Lo que es seguro es que si la grande estuviera comiéndose a la pequeña, las otras pequeñas no estarían tan tranquilas llevando piedrecitas por alrededor.
Ay, el prometeísmo…