Hoy, como día 1 que es, toca reseña del Club de Lectura. La última reseña del año, aunque no el último libro, como es lógico. En esta ocasión, se trata de una novela de Rafael Chirbes, La larga marcha, una novela en mi opinión magnífica que me ha encantado y con la que he descubierto a un Chirbes con una prosa mucho menos brutal, menos contundente, menos seca que la que emplea en los otros libros suyos que he leído, tal vez porque Chirbes no está indignado en este libro y simplemente se dedica a narrar. A narrar una derrota, y después la larga marcha de dos generaciones durante los cuarenta años que van desde la Postguerra hasta los estertores del franquismo.
El libro arranca en el final de los años 40, y nos va contando la historia de seis personajes y de sus familias. Personajes derrotados de los dos bandos, que vivieron el miedo y la tragedia de una guerra que todos perdimos y que sobreviven como pueden en pueblos y ciudades, tratando de salir adelante con profesiones que no tenían y que han debido improvisar. Cada personaje vive en su mundo, desconectados los unos de los otros y son sus hijos, a la vuelta de una generación, los que se encuentran y relacionan en el Madrid de los años 60, procedentes cada uno de una punta del país. Les une la ideología; una ideología que no nace de las referencias que la penuria impuso a sus padres, sino del ambiente intelectual de la época que maman en la universidad.
En la primera parte, Chirbes construye la novela a través de episodios muy cortos, que en sí mismos son una historia independiente y en los que va alternando la peripecia de los seis personajes y de sus familias. Y tú, lector, te preguntas qué tendrán todos esos personajes en común, aparte de un país devastado por la guerra, la penuria y el miedo. Es en la segunda parte cuando Chirbes, sin abandonar la estructura de pequeños capítulos, va acercando a los personajes y relacionándolos y compone la historia. Es decir, que primero presenta la historia descompuesta en historias independientes, hasta que se enlazan en un tronco común.
En realidad, la historia de los padres no explica el devenir de los hijos. La primera parte yo la entiendo como el dibujo de una sociedad que pare a otra, pero que no la explica (o no al menos como yo creo que quiere Chirbes que la explique). Sin embargo, sí me parece brillante el recurso a la hora de contar el origen de los personajes que son los verdaderos protagonistas de la novela y que son al final el tronco de la historia. Curiosamente, las historias secundarias cuentan el origen de los personajes, el tronco del que salen las ramas, pero son al mismo tiempo ramales de la historia.
Todo ello sin un punto y aparte, y sin un diálogo, que esto es muy del autor. Una novela extraordinaria, aunque creo que mis amigos del club de lectura tienen otras opiniones, algunas muy diferentes. Los podéis leer, como cada mes, en La mesa cero del Blasco, Delenda est Carthago, La originalidad perdida y en el blog de Bichejo. Y a lo largo del mes, en el blog del club o escuchando nuestra tertulia en nuestro podcast (que tenéis señalado en un apartado en la columna derecha de este blog).
La verdad es que yo lector me preguntaba más que qué tendrían en común esas historias, quién podría encontrarlas interesantes. Ya veo que soy el único que se hacía esa pregunta y también el único que dejó el libro por imposible.
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Ya lo siento. Pero son gustos, qué le vamos a hacer!
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Lo dicho, me pasé más de un tercio de un libro sin saber dónde quería ir a parar sin darme cuenta de lo necesaria que era la historia de los padres para comprender cómo se llega a la de los hijos.
Si me dices que lo suyo es la vida sin punto y aparte, creo que mi relación con Chirbes empieza y termina con este libro, eso se me ha hecho muy pesado como lectora.
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No es muy amigo del punto y aparte, no. Pero a mí me gusta cómo escribe.
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Mucho tronco, mucha rama pero pocas raíces. Y sin raíces no se sujeta ni un árbol ni una historia. No voy a decir que me ha disgustado porque sería mentira, pero hasta la segunda parte he vagado errante por la novela preguntándome hacia dónde iba, y aunque Chirbes la recompone de manera muy digna me parece un peaje demasiado alto a pagar.
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