Llegué a este libro por medio de otro que no me he leído, porque sólo lo encontré en ingles y el inglés es un idioma que me provoca fatiga y algo de dolor de cabeza. Y yo creo que ese otro libro ya no me lo leeré, pero por si les interesa, se llamaba The problem of political authority. Si son tan amables de leerlo y de hacerme un buen resumen, se lo agradecería infinitamente. Será eso o esperar a que se me pase la pereza de sus casi 400 páginas y el ataque de ratez, porque el libraco costaba 19 eurazos y me dije mira no, casi que lo dejo para otro momento. Así es que este de David Friedman me pareció igual de atractivo, costaba menos de 10 euros y pesaba unas 250 páginas. Y oye…
Les sonará el nombre de David Friedman pero yo creo que será por su padre (el de David, no el suyo, querido lector), don Milton, premio nobel de economía y liberal de la escuela de Chicago. El hijo ha salido anarcocapitalista y yo me figuro que, de tener nietos, éstos estarán apuntados a una escuela de astronautas para escapar de la Tierra a la menor oportunidad. Y es que este planeta camina sin remedio hacia modelos y políticas de estados grandes, cotillas, mandones y metomentodo. La hiperregulación, por mucho que oigan ustedes mucho griterío «¡Que vienen los neoliberales, que vienen los liberales!», bah, no hagan caso: los estados cada vez intervienen más en la economía, en el mundo occidental y en el que no es occidental, con los resultados que a la vista están. Más desigualdad, más pobreza, más deuda, más déficit, más inflación y menos libertad.
Entonces, nuestro amigo David Friedman propone un mundo sin estado de ningún tipo, en el que sólo se debe respetar la propiedad privada. Lean bien: no hay estado. Todos los bienes y servicios estarían provistos por entidades privadas. No piensen en cuatro ricos forrándose, ni en los oligopolios, porque precisamente nada les fastidia más que la libertad de comercio y la garantía de la propiedad privada. La libertad real (no esta pantomima en la que vivimos) siempre permitiría que un pequeño encontrara una diferencia que le proporcionara un beneficio marginal con el que vivir y de paso, acabar con el oligopolio. En cuanto al monopolio… supongo que están pensando, como yo, que hoy los monopolios están en manos de los estados. Piensen en alguno que no, y ya me cuentan.
O sea, ni justicia, ni policía, ni carreteras públicas. Nada es público, todo es privado. La verdad es que le sale un lio de mundo, pero no deja de tener su atractivo. La base de la teoría es que el poder es peor cuando está más concentrado, y esto incluye el poder de los políticos y de los estados. Cuando se sale del shock inicial al imaginarse un mundo sin ministerio de justicia, uno se da cuenta de que el arbitraje privado ya existe (y que cada país tiene sus leyes, y en nuestro caso, cada autonomía), que las policías privadas ya existen y que las carreteras privadas ya existen. Bueno, pues es eso, pero a lo grande y en todos los órdenes de la sociedad. El autor extiende la idea de libertad incluso al consumo de drogas, puesto que argumenta, no sin razón, que cada uno puede matarse como le venga en gana, y que la represión (y el puritanismo obligatorio) es lo que cuesta dinero y provoca delincuencia, no el consumo. Lo mismo puede decirse de los cinturones de seguridad y de tantas cosas.
¿Y los pobres? ¿Qué hacemos con los pobres si no hay Estado? se preguntarán ustedes con lógica alarma. Veamos: ¿Qué les hace pensar que los pobres están mejor tratados con tanta regulación y tanto impuesto y que los estados realmente están redistribuyendo la riqueza? ¿A quién suelen beneficiar las reformas de mercados estratégicos? ¿A los pobres? No, a ver, no vale reirse. ¿Qué más da que el poder esté en manos de cuatro ricachones o en manos de cuatro dictadorzuelos o de un puñado de partidos sin control? Les recuerdo que el que hace la ley hace la trampa (y en nuestro caso español, el que hace la trampa, hace luego la ley).
El libro es provocador, pero está escrito con alegría y aporta datos y argumentos de una lógica que, si no es aplastante, al menos da que pensar. Yo no estoy de acuerdo con todo, me parece algo extremo, y hay cositas que son una muy mala idea en mi opinión, pero a veces hay que irse a un extremo para ver algo, alejarse radicalmente de este mainstream socialdemócrata en el que vivimos tan cómodos. Tan cómodos y tan aborregados. Tan acostumbrados a que Papá Estado nos lo tenga que dar todo hecho. Como parafrasea el autor del libro «no preguntes lo que el estado puede hacer por ti, sino lo que ya está haciendo por ti (en tu lugar)».
Desgraciaíto también ha escrito una reseña del libro, que yo les aconsejo que lean para hacerse una idea algo más cabal del libro (CLICK). Como a él, me ha parecido que empieza muy animoso, con unos primeros capítulos muy divertidos, pero luego pierde algo de fuelle, tal vez porque ha sufrido una ampliación con nuevos artículos que son algo repetitivos. Y sin embargo, me ha parecido muy interesante y muy recomendable. Si no lo quieren comprar, búsquenlo en una de tantas bibliotecas públicas que pagan con sus impuestos. Tal vez lo tengan…
Me lo apunto, has despertado mi curiosidad. Es un tema complejo que da para mucho pensar y mucho verlo todo blanco un día y negro al día siguiente. A priori tiendo a minimizar el intervencionismo del Estado, pero luego veo que los fallos del liberalismo también tienen consecuencias peligrosas. Lo que se conoce como no tener una postura clara, vaya. Lo cual tiene bemoles puesto que soy licenciada en económicas, master en finanzas y trabajo en una Entidad financiera. Mi falta de criterio es inexcusable.
Lo dicho, me apunto el libro y ya te diré si el amigo Friedman me abre los ojos.
Un beso
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Pues sí, trata asuntos que son interesantes, y ejemplos de sectores que, si te interesa el comercio, te harán reflexionar.
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Me pregunto si el libro es anterior o posterior a aquel artículo de Jorge Valin que seguro que aún circula titulado «héroes de la libertad». Supongo que el ejemplo de «héroe de la libertad» que más me impactó de entre los ejemplos que comentaba era el del traficante de menores para la prostitución infantil (el resto de ejemplos estaban a la misma altura, y el tipo hablaba completamente en serio), argumentando también desde una perspectiva anarcocapitalista, pretendidamente provocadora y también con una lógica aplastante que si lo más apreciado de un país, ya sea porque no dispone de los recursos o de los conocimientos para exportar nada más, es la prostitución infantil, pues entonces los proxenetas están ejerciendo un loable acto de libertad al ejercer esa tarea, ya que si el Estado lo prohibiera esas familias estarían abocadas a pasar hambre y miseria. Y el resto de ejemplos eran por el estilo. Sin ni pizca de ironía. Yo aún tiemblo al recordarlo y el artículo tendrá ya unos 8 o 10 años.
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Efectivamente, ahí anda todavía: http://www.jorgevalin.com/artic/heroes_libertad.htm
Probablemente la prostituta infantil no quiera serlo, pero a nadie le gusta trabajar. Nosotros trabajamos para vivir mejor y satisfacer a la comunidad lucrándonos por ello. La prostituta menor de edad, suele trabajar, no para vivir mejor, sino para sobrevivir en la mayoría de casos. Al prohibirle su libre elección a trabajar y obligarla a estudiar, le estamos negando una fuente de financiación fundamental para ella y su familia. La prostituta infantil suele estar en países pobres donde apenas tiene alternativas. Su trabajo le permite sobrevivir, y no vivir mejor.
Al prohibirle su libre elección a ser prostituta infantil y obligarla a estudiar. Tal vez no le guste ser prostituta, pero a nadie le gusta trabajar. En serio, si no te pone los pelos de punta, no sé qué puedes temer a los libros de Stephen King.
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Si empezamos por asociar liberalismo con prostitución infantil, no creo que ya quede mucho por discutir. Y venir aquí a decir que yo puedo estar de acuerdo con la prostitución infantil es mucho decir. En todo caso ¿No hay prostitución infantil en los estados no liberales, o sea en los estados en general? ¿De verdad? Nadie dice que no haya leyes, ni policía, nadie dice que estemos desprotegidos, ni que nos vayan a comer los malos, o a esclavizarnos los fuertes, simplemente se trata de organizar la vida de otro modo.
Creo que deberías leerlo, igual se te pasaba el susto.
El libro será probablemente anterior, porque es de los años 70. Por eso tiene cosas desfasadas en algunos temas.
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No entiendo por qué lo personalizas: hablábamos (creo) de las consecuencias del anarcocapitalismo, de lo que defiende Carmen. Aunque igual me he liado y no me he explicado bien.
Por otro lado, dices «¿acaso no hay prostitución…?» Sí, una cosa es que exista, y otra muy distinta es que se tolere o incluso se promueva en aras de un bien mayor, algo así como sacrificar a las niñas que son abocadas a la prostitución infantil con el fin de que en el país entren divisas y «alguien» (no me queda muy claro quien, ya que el Estado parece que no) acumule el capital suficiente como para cambiar el tejido producto del país. Algo así como prostituimos hoy a nuestras hijas para ahorrar dinero y montar una fábrica mañana. Esas son las consecuencias «positivas» del anarcocapitalismo que extrae Jorge Valin (no Carmen, que no lo sé) de la lectura de Friedman. Y a mí me ponen los pelos de punta.
Por otro lado dices «nadie discute que ni haya leyes, ni policía». Bueno, de hecho _sí_ lo discuten. Para los ancaps las únicas leyes válidas son las que emanan de la ley natural, y todas las demás sobran. Y la policía también dado que su modelo de seguridad está más cerca de los mercenarios que de la policía tal y como la conocemos.
Y por último, me recomiendas que lo lea y así igual se me pasa el susto… Querida Carmen, eso ha sonado algo pretencioso por tu parte y no te pega, imagino que dolida por mi comentario anterior al creer (erróneamente) que te atribuía a ti la idea de los beneficios sobre la prostitución infantil. ¿No crees que si tu entrada me ha traído a la memoria un artículo del 2004, es que «algo» he debido leer al respecto? Y no Hayek, Von Mises, Friedman, ni todos los economistas de la escuela austríaca, ni la plantilla del Instituto Juan de Mariana ni todos los articulistas de Libertad Digital juntos han logrado que se me pase el susto. Más bien al contrario. Que son muchos años ya en la brecha (digital) y no siempre he sido un patito 🙂
En cualquier caso, mis disculpas si te he ofendido. Reitero que no habla de ti sino de la ideología del libro que reseñas en el post.
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Edito: «hablábamos (creo) de las consecuencias del anarcocapitalismo, NO de lo que defiende Carmen.»
No sé por qué no salió esa palabra y es lo más importante de todo el comentario anterior 😦
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Creo que a D. Friedman lo he leído yo en el New York Times. Hace mucho tiempo fui suscriptora y me leía las columnas de opinión de este caballero. Por lo demás, es un periódico nefando que tiene una fama inmerecida.
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