900 post

curra-portada-postEl martes pasado publiqué el post número 900. O sea, que el que están leyendo ahora hace el número 901. Iba a escribir sobre otra cosa, pero al entrar en el escritorio y pulsar para nueva entrada he visto el número redondo. Redondo y extraordinario.

Madre mía, 900 entradas. Cuando hice 500, allá en diciembre de 2012, lo celebré haciendo una selección de post cortitos y terminaba diciendo que «a por los mil». Y luego se te olvida, porque alcanzar esa cifra no es un reto, ni un objetivo. Llegas, te sientas y empiezas a escribir, sin más y sin pensar si llevas mucho o poco. ¿Cuánto es mucho o poco? Por ahí tengo escrito que este blog no tiene objetivos, porque entonces deja de ser lo que es: un descanso, una escapatoria, una afición, una forma de olvidarme del día. O de crear, o de divertirme, o sólo de distraerme.

– ¿Tienes un blog? ¿Y de qué es?

Y siempre respondo lo mismo: de lo primero que se me ocurre. Podría decir que de tonterías, pero yo me cuido mucho de calificar lo que hago de tonterías, porque, como nos enseñó la madre de Forrest Gump, tonto es el que hace tonterías. Y tener un blog no es ninguna tontería, o no me lo parece a mí. Tener un blog es algo al alcance de muy pocos, aunque esté al alcance de todo el mundo. Y todos ustedes seguro que me entienden, tanto si tienen un blog como si no.

Hay épocas. Temporadas en las que se te ocurren millones de cosas que contar, aunque luego no las cuentes, y otros momentos en los que te sientas aquí delante con la mente en blanco, a juego con la pantalla, y te cuesta la vida actualizar el blog con algo medio decente. Es verdad que se pierde frescura y se gana técnica y no sé yo si eso es una buena noticia. Me temo que no.

Se pierde algo de magia. Alguna vez he pensado en abrir otro blog y empezar de nuevo, con otra identidad. Pero no estoy segura que recuperara las sensaciones de los primeros 200 post, ni creo que repitiera las mismas historias. No sé quién me comentaba (o tal vez lo he leído en otro blog) que tal vez había que repetir historias, porque el que llega nuevo a tu blog raramente se lo recorre entero, empieza desde el principio y se lo lee todo. Yo desde luego no lo hago, pero a veces te encuentras con un lector que va entrando en post antiguos. Seguramente ha llegado aquí por la reseña de Algo va mal, de Tony Judt, o por el post de la casa de la calle Franklin, que son dos de los post más leídos de todos los tiempos (pelotazos de actualidad o de fútbol aparte), y luego sigue, como una hormiguita, dejando el rastro en las «vistas». Si usted abre un blog y quiere una lluvia fina de lectores, le aconsejo estos dos títulos, sin duda.

También le aconsejo que se agencie un lector filipino. Le hará dudar del motor de estadísticas pero su fidelidad no tiene precio, y eso proporciona muchísima alegría en los días de bajón. LLega usted triste, entra al mapa y ahí está él, puntual a la cita.

En fin, llegaré a las 1.000 entradas en el blog, tarde o temprano. De eso era de lo que les quería hablar hoy, de la expresión «tarde o temprano». Pero lo voy a dejar para cubrir la entrada 902. Pero eso ya será otro día.

La espía que me comentó

espia dreamstimeLes conté hace tiempo, aunque no se acordarán (o no lo habrán leído, están en su derecho), que mi amiga Susana es muy crítica con este blog. Lo contaba aquí (CLICK), pero mi misión en esta vida es ponérselo fácil a ustedes y no hacerles perder el tiempo, así que lo resumiré sin repetir toda la historia para que, si van con prisa, se lo puedan saltar.

Mi amiga Susana hace tres críticas a mi blog (siempre son tres). La primera, que no actualizo todos los días, y eso a ella le parece una falta de profesionalidad. O algo así. La segunda es que yo, aparte de pesada con algunos temas y cursi o cobardona con otros, siempre cuento las cosas desde mi punto de vista, y eso a ella le parece una falta de consideración. Y la tercera, y ahí entran todos ustedes, que mis comentaristas son unos pelotas y unos vendidos y siempre me dan la razón. Acabáramos.

Yo desde luego no me he dejado influenciar, que es lo que ella pretendía. Muy de Susana, no la conocen ustedes. Ella se sienta, opina, inventa conjeturas sobre lo que no conoce y luego pretende que los demás hagamos lo que quiere, sin ella mover un dedo y sin dar ejemplo. Una españolaza de manual, vaya.  Claro que yo he seguido escribiendo lo que me peta y dándoles las gracias o respondiendo, cuando puedo y me acuerdo, a sus comentarios. Hasta he contestado a algún troll que ha venido, y eso que son muy cansinos, para que ella vea que censuro la procacidad, no la crítica.

Y resulta que hace unos meses me dijo que había entrado a comentar. Primera sorpresa, porque su compromiso era no comentarme hasta que no abordara un tema concreto, algo que no he hecho si no tengo mala memoria. Y mientras me decía que había entrado al blog a comentar, rebañando con el tenedor el último trozo de una tarta de arándanos y con un hostil gesto desafiante (la tarta de arándanos provoca gestos desafiantes a todo el mundo), me retaba de voz y palabra a que localizara su comentario. Es malísima la tía.

Ya se pueden ustedes figurar que me faltó tiempo para llegar a casa, abrir el ordenador y ponerme a buscarlo. Porque Susana no miente. Y fue como buscar una aguja en un pajar. No lo encontré y abandoné, sin olvidarlo. Hasta que me lo recordó el jueves pasado, en esta ocasión delante de una tarta de grosellas, que no es hostil como la de arándanos, sino que es una tarta muy  violenta. Y, para mi asombro, remató: «y que sepas que me respondiste a ése y a otro comentario que te hice unos días más tarde. Y no me has cazado, no sabes quién soy». ¡Un segundo comentario! Válgame. Ya sólo tuve palabras para la camarera.

– Tráiganos unos licores, haga el favor.

Mi querida Mar, desde su mousse de café, aportó una solución brillante para poder encontrar esos comentarios: averiguar la IP de Susana. El problema del qué está en el cómo, porque Susana no va a decirme cuál es si IP, así es que, siempre según Mar, yo tendría que ir a casa de Susana, abrir su ordenador y hacer un ipconfig, ahí es nada. Alternativamente, y dado que hacer eso es un poco invasivo, puedo llevarme mi propio ordenador chez Susana, meterme en el cuarto de baño con el ordenador y hacer el ipconfig desde allí.

– ¡Como si yo supiera qué es un ipconfig!

Merchitas por su parte, mientras removía su granizado de limón graduado, aportaba una solución que tiene mucho que ver con su pasión por el manejo de las bases de datos: ¿Por qué no haces una búsqueda? me dice. Bueno, no, ella no dice búsqueda, sino query, pero se le entiende todo.

– ¿Pero qué clase de artefacto te crees tú que es un blog, querida?

Y aquí me tienen, con una comentarista que me espía y que me pone a prueba, que no sé si viene en son de paz o si viene guerrera, si se esconderá detrás de un comentario adulador o por el contrario, tras una frase despectiva, si me llevará la contraria o si me dará la razón aunque no la tenga, si se identificará con un nick inventado o acentuará su anonimato sin querer imaginar un nombre, y que realmente no viene a comentar sino a jugar al escondite.

La buena noticia es que luego va y lo cuenta. Le puede la vanidad. Cualquier día me la encuentro siguiéndome en Twitter…

 

Post tonto de lunes

Que sepan ustedes que les iba a poner una cancioncilla, para cubrir el lunes. Bueno, y también para volver a coger la mano al blog, que me está quedando un mes de abril como con eco, con cuatro solitarias entradas en el mes. Voy batiendo mis propios records.

Dudaba si poner a Frank Sinatra, con el Fly me to the moon o largarles algún trozo de ópera, pero he decidido que no. Mejor busquen ustedes entre su música preferida y sírvanse, que para eso son libres y además tienen su propio gusto.

No vayan a pensar que me faltan asuntos por comentar. Se me ocurren cinco o seis a lo largo del día, pero luego los voy olvidando. Son temas cotidianos, del tipo «qué mala suerte vivir con una verruga en medio de la frente», o «los idiomas son una frontera infranqueable» (con la derivada de «los franceses tienen enormes dificultades para entender que haya personas en el mundo que hablen otras lenguas, incluso si se lo dices en francés»), o «las mechas californianas son una mala idea», o «la semiótica del seguimiento de un proyecto puede llegar a ser un tremendo foco de conflictos». Y es que llevo cerca de tres semanas que no leo un periódico, ni apenas oigo la radio o veo la tele. Mejor para mí: vivo más tranquila; y peor para mí: estoy fuerísima de todo.

Voy a ver si en mayo me reconduzco y escribo un poco más. Escribir es una gimnasia estupenda. Y anotar lo que se te va ocurriendo es una idea buenísima. Y acordarte de dónde lo has apuntado ya es como jugar al poker y ganar… A ver si me reconduzco. A ver, a ver.

¿Ven como al final no ha hecho falta que ponga una cancioncilla?

 

 

Y mañana viernes

Vamos a buscar la tranquilidad. Y la calma. Y la serenidad.

Lo que viene a ser bajar el soufflé.

Disfruten, que lo vale.

 

Visitantes

Sé que estás ahí. A esta frase, tan rotunda, siempre le sigue algún complemento para adornar la comprensión. Por ejemplo, sé que estás ahí, malandrín. O sé que estás ahí, no te escondas. O sé que estás ahí, lo sé.

¿Y dónde es ahí? Pues no desde luego detrás de unas cortinas. Ahí es al otro lado de la pantalla. Yo aquí y tú ahí. Lo sé, malandrín, no te escondas. Estás ahí tan pancho, leyendo las tonterías que escribo desde tu cómodo sillón. O en la oficina, en el descanso de la comida. O por el móvil, mientras vuelves en el autobús. Eso no lo puedo saber, pero sé que estás ahí leyendo.

¿Que por qué lo sé? Anda, por las estadísticas. No creas que las estadísticas de WordPress son ninguna maravilla. Son muy resumidas, y a veces dicen cosas realmente incomprensibles. Nunca me he puesto a cuadrarlas, tengo mejores cosas que hacer, pero es probable que no sumen correctamente. Los números que distraen nunca suman correctamente. Mucho cuadro de barras, mucho mapamundi, mucho colorín, pero realmente poca información. Sin embargo, sí me dicen si no vuelves, porque distingue entre visitantes y visitas. Bueno, a ver, tendría que calcular: suma de los visitantes diarios menos los visitantes semanales y ya sé cuántos no han repetido en esa semana. El resto es oscuridad. Señores de WordPress ¿Por qué no hacen una estadística de fidelidad? Por ejemplo, sería muy interesante saber cuántos entran todos los días, o sólo una vez a la semana. Y cuantos entraron una vez y ya no han vuelto nunca jamás (y en este caso, prefiero no saber por qué).

Claro que tampoco sé el tiempo que pasan en el blog. Sólo sé que tienen que estar unos minutillos para salir retratados. O sea, que si llegas por error, no te cuenta. Bueno, no te cuenta siempre y cuando repares en tu error rapidamente, claro.

También me dice desde qué país me lees, aunque no de dónde eres, claro. Si estás en España entonces eres del grupo muy mayoritario de los lectores. O tal vez formas parte de ese 8% que se conecta desde los EEUU, o ese 5% que entra desde Francia, o Alemania, o Colombia, o México. Debo reconocer que los lectores que me leen desde otros países me emocionan. Me hacen muy feliz, y no sé por qué. En cuanto a ti, lector filipino, no sabes la alegría que me da verte cada vez que miro. Ahí estás tú, solitario, al lado de tu banderita, pero fiel fiel como Curra, o como los 5 japoneses o los 4 que entran desde Rusia, aunque ésos me da a mí que no son siempre los mismos cuatro o los mismos cinco. Que supongo que serán españoles, porque si no, no sé yo qué leerán, que aquí no tengo teclados adaptados, ni de lo cirílico ni del japonés. Esperen, que se lo voy a explicar, por si acaso.

ESTE ES UN MENSAJE PARA LOS LECTORES JAPONESES Y RUSOS: 

¡Kon’nichiwa! ¿Ogenkidesuka? Gomen’nasai. Watashi wa nihongo ga nyüryoku dekinai.

¡Zdravstvui! , ¿Kak dela? Mne zhal’, no u menya net net kirillitsy na klaviature.

 

En cuanto al lector filipino, después de los ditirambos anteriores, considero que debo compensarle. Hombre, mira, cualquier día de estos le voy a componer un soneto. Empezaría más o menos así: Mi querido amigo, qué es de tu vida/ allá en las Filipinas, filipino/ (Si no encuentro pronto cómo lo rimo/ no me leerás por más que te lo pida). Bien, estoy de acuerdo: debo trabajarlo un poco más.

Tampoco sé cómo sabes que actualizo. Ni si discriminas la lectura en función del título, o de la foto (cuando me acuerdo de poner alguna). O te lo lees sin más, da igual qué ponga o deje de poner. Tampoco sé por qué no comentas, pero créeme si te digo que no te lo reprocho. Yo leo muchísimos blogs al cabo del día y comento en muy pocas ocasiones, así es que te entiendo. Yo también soy lectora silenciosa, pero en cada blog desarrollo una pauta. Así es que supongo que tú (sí, tú) reaccionas de manera diferente a ti (sí, ti). De todo modos, esto sí que no lo dice ninguna estadística, nada que reprochar a WordPress.

Bueno, y ya, mis queridos visitantes, que la traducción al ruso me ha dejado exhausta. Son ustedes pocos, pero muy amables. Quiero que sepan que yo esto de escribir en realidad no sé por qué lo hago. Espero que ustedes tampoco sepan muy bien por qué me leen. Y así, todos en paz, que para algunas cosas de la vida, nada mejor que declararse inconsciente.

Ustedes ahí, y yo aquí.

 

¿Y a quién felicito yo hoy?

Pues verán, resulta que en el año 1975 nacieron en España 669.378 personas. No tengo ni idea de cuántos habrán fallecido desde entonces, pero la vida en estos tiempos es muy amable con la vida, así que supongo que habrá bastante más de medio millón de españolitos que en 2015 cumplen los 40. Por cierto, que lo de cumplir 40 es algo bastante corriente que le ha pasado ya a todo aquel que haya nacido antes del año 75. Figúrense, desde los neanderthales, la de gente que se habrá tomado una tarta con velitas. Yo, que ya lo he pasado, les puedo asegurar que es una fecha como cualquier otra: no hay un antes y un después, aunque nos empeñemos en darle a ese número de años un significado casi metalúrgico. Digo taumatúrgico. En qué estaría yo pensando…

Pero sigo. De todos los nacidos en 1975, 50.347 personas lo hicieron en el mes de febrero, que fue por cierto el mes en el que menos nacimientos hubo ese año. Y es que hace frío y viento y como que no apetece nada ponerse a nacer. No, si yo lo entiendo, no crean. Con todo, 50.347 personas es una cifra considerable con la que no se podría llenar el Bernabéu, lo admito, pero sí el Vicente Calderón, que es un estadio más de chichinabo y para gente a la que se le ocurre de pronto ser de algún equipo.

Lo que ya no puedo decirles es cuánta gente nació hoy, concretamente hoy, día 4 de febrero de 1975. El INE no sé si llega a tanto, y aunque ellos lleguen, yo no. Sin embargo, con un sencillo cálculo se puede uno imaginar que la cosa andará entre 1.500 y 2.000 personas que hoy cumplen los 40. Francamente, no creo que sean muchos más, ni tampoco muchos menos.

Pero la cuestión hasta ahora no tiene la menor importancia. La cuestión en realidad es que si yo hoy me propusiera felicitar a alguien por su 40 cumpleaños tendría muchísimo donde elegir. Eso suponiendo que los conociera a todos, a los 1.500 y, ahora que lo pienso, no sé si he conocido a 1.500 personas a lo largo de toda mi vida, ése es un cálculo que nunca se me ha ocurrido hacer, la verdad. También tengo que suponer que quisiera felicitarlos a todos. Y ya puestos, debería suponer más cosas, por ejemplo, que me acordara, porque yo para las fechas soy una verdadera calamidad.

Pero sí, sí que me acuerdo. Claro que me acuerdo. Sería imposible pasarlo por alto. ¡Cómo no acordarme, después de la lata que ha estado dando con el tema de su cumpleaños últimamente! Con todo, y a cambio, y de paso, yo he solucionado la cuestión que me traía aquí a estas horas: ahora ya sé a quién felicitar por sus nuevos 40.

Felicidades, amiga.

Que cumplas muchos más. ¡Y yo que lo vea!

Libros 2014: se acabó.

gafas abuelitapaz unmundoparacurraHace un año por estas fechas, me propuse (en público y por escrito) escribir una reseña de cada libro en 2014, tal y como hace ND en su Mesa cero del Blasco. Desde luego, estoy contenta por haberlo conseguido, pero no renovaré la promesa para 2015 porque me parece que tiene alguna desventaja, como es básicamente la obligatoriedad que imponen todos los compromisos. Pero hay más cosas.

De las 160 entradas que he escrito este año, 53 han estado dedicadas a libros. Calculadora en mano, las de este año son un tercio de 2014 y casi la mitad de todas las entradas dedicadas a libros desde que abrí el blog. Y qué quieren que les diga, me parece una proporción que desequilibra por completo el sentido y el interés del blog, sobre todo si se tiene en cuenta que anteriormente el porcentaje de entradas dedicadas a hablar de libros no superaba el 10%. ¡Este no es mi blog, que me lo han cambiado!

Conste que he estado a punto de abandonar el reto de «un libro, un post» varias veces a lo largo del año, y de hecho me he tenido que internar en 2015 para poder completarlo. Muy limpio no ha sido, lo admito. Y también debo decir, para ser honrada, que he hecho una pequeña trampa y me he saltado el post de un librito de unas 80 páginas (La fable des abeilles, de Bernard de Mandeville) que he considerado como extensión de La gran degeneración, de Niall Ferguson, puesto que lo cita en varias ocasiones y tuve curiosidad por leerlo. Eso que nos hemos ahorrado.

Con todo, deben saber que se han librado ustedes de una reseña de La Ley, de Frederic Bastiat, porque no he encontrado el momento de tener la cabeza suficientemente despejada para seguirle la prosa, aparte de que casi me rompo el cuello de una cabezada; de El caudal de las noches vacías, de Mercedes Salisachs porque hacia la mitad del libro me dije que si seguía leyendo sobre aquel cura tendrían que darme a mí la extremaunción antes de acabarlo; de Las batallas del desierto, de José Emilio Pacheco, porque me daba vergüenza ajena tener entre manos durante más tiempo una edición tan paupérrima y tan mierdosa que convertían la lectura en un acto infamante; y de Esta vez es distinto, de Carmen Reinhart, que abandoné porque no entendía nada y me exigía demasiado para mi cerebro, muy castigado este año. Excepto el del tal Pacheco, como digo una edición horripilante, no descarto retomar algún invierno los otros. Ya dije un día que los libros no son abandonados, sino vencidos por otros libros que, en libre competencia, son más seductores.

En resumen, he escrito 53 post de libros pero no he leído 53 libros este año, porque dos libros tienen dos post, y dos post son relecturas. Así que la cosa se queda en 48 (más el de Mandeville), y les pongo el enlace abajo por si acaso se han perdido alguno y quieren echarle una ojeada al post antes de echarle una hojeada al libro.

Y una vez dicho esto, y como les decía más arriba, les anuncio que ya no seguiré con este experimento. No me ha divertido en absoluto, salvo por lo que tiene de voluntarioso y de resistencia a la comodidad. Y puestos a emplear mi poca capacidad de constancia en algo, prefiero dedicarla a producir impuestos. El blog, como la lectura, son dos aficiones que tengo: encadenarlas, aunque sea entre ellas, no las hace ni mejores ni más divertidas.

Ahí va la lista (el orden que sigo es más o menos el de lectura, no el de publicación del post).

– Las solidaridades misteriosas, de Pascal Quignard. Papel. Un libro sorprendente y muy recomendable.

– El sueño del celta, de Mario Vargas Llosa. Papel. Un gran libro.

– L’affaire Dreyfus. Analyse et decryptage, de Arnauld Cappeau.  Digital. Un despropósito.

– Les choses, de Georges Perec. Papel. Una maravilla.

– Noche salvaje, de Jim Thompson. Digital. Una trama interesante con un final incoherente.

– Una habitación propia, de Virginia Wolf. Digital. Un libro interesante, aunque algo rollete.

– Una mujer difícil, de John Irving. Papel. Una buena novela, pero un poco americanada.

– La casa de la alegría, de Edith Wharton. Digital. Un horror y una cursilada.

– El profesor chiflado y Mr. Wert, de Tomás García Yebra. Papel. Una novela muy divertida.

–  Cuadernos azules, de Nuria Marugán. Digital. Un libro interesante, pero muy duro.

– Huy, de John Lanchester. Digital. Una sarta de pamplinas escritas por un listo.

– La forja de un rebelde, de Arturo Barea. Papel. Un gran libro.

– 14, de Jean Echenoz. Papel. Una pequeña gran novela.

– Joyland, de Stephen King. Digital. Un buen libro, aunque un poco inquietante.

– Las partículas elementales, de Michel Houellebecq. Papel. Una gran novela.

– El lápiz del carpintero, de Manuel Rivas. Papel. Una buena novela.

– La maquinaria de la libertad, de David Friedman. Digital. Un libro divertido, aunque algo largo.

– La delicadeza, de David Foenkinos. Digital. Maravilloso.

– 10 días de julio, de Esteban Navarro. Digital. Un libro mal escrito.

– El héroe discreto, de Mario Vargas Llosa. Papel. Una telenovela muy divertida.

– Retorno al patrón oro, de Juan Manuel López Zafra. Digital. Un libro muy interesante

– Catedral, de Raymond Carver. Papel. Libro de relatos cortos. Pelín petardo.

– ¡Noticia bomba!, de Evelyn Waugh. Papel. Una novela muy divertida.

– Alex, de Pierre Lemaitre. Papel. Una novela trepidante.

– El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad. Papel. Un grandísimo libro.

– La gran degeneración, de Niall Ferguson. Digital. Un libro interesante.

– El libro de la señorita Buncle, de D. E. Stevenson.Digital. Una libro facilito que está bien.

– El hereje, de Miguel Delibes. Papel. Es Delibes y ya. Gran libro.

– ¿Hay derecho?, de Sanson Carrasco. Digital. Un libro que tiene interés, con zonas algo pesadas.

– Los recuerdos, de David Foenkinos. Papel. Una novela maravillosa.

– 22/11/63, de Stephen King. Digital. Una novela interesante, aunque un poco larga de más.

– Nos vemos alla arriba, de Pierre Lemaitre. Papel. Una buena novela.

– El tiempo mientras tanto, de Carmen Amoraga. Digital. Un libro triste, pero bonito.

– Lugares donde se calma el dolor, de César Antonio Molina. Digital. El 80% que me leí, un petardo.

– En la orilla, de Rafael Chirbes. Papel. Una novela magnífica.

– Salman Rushdie, de Joseph Anton (Salman Rushdie). Papel. El mejor libro que he leído este año.

– La posibilidad de una isla, de Michel Houellebecq. Digital. Una novela aburrida.

– Historia de las hormigas, de Pierre Huber. Digital. Un libro fascinante.

– Las abejas, de Mª Angeles Julivert. Digital. Un libro infantil.

– El sentido de un final, de Julian Barnes. Digital. Un libro soso, muy muy soso.

– Malala, mi historia, de Malala Yousafzai y Patricia McCormick. Papel. Un libro con interés.

– El regreso de Reginald Perrin, de David Nobbs. Papel. Una novela muy divertida.

– Correr, de Jean Echenoz. Digital. Una crónica que está bien.

– La larga marcha, de Rafael Chirbes. Una gran novela.

– Las tribus liberales, de María Blanco. Digital. Un libro muy interesante.

El libro de los vicios, de Adam Soboczynski. Digital. Una imbecilidad de libro.

1290 almas, de Jim Thompson. Papel. Una novela policiaca que se deja leer.

El hombre que fue Jueves, de G.K Chesterton. Papel. Una novela maravillosa.

Y… La fable des abeilles es un rollete que sólo tiene interés por lo que tiene de fábula. Así que mi consejo es que calmen su curiosidad informándose de otro modo que no sea acudiendo a la fuente.

Chin pun.

 

El último post del año

No crean que estoy muy inspirada para escribir este último post del año. Supongo que tendría que hacer un recapitulativo, o listar catorce cosas buenas que me hayan pasado. Alternativamente podría poner una lista de buenos deseos. Una lista de sueños por cumplir, por decirlo en cursi. Pero eso me exige pensar, y ahora estoy de vacaciones. A cambio, aquí me tienen, sudando la gota gorda, después de llevarme un buen rato luchando con un tronco de encina que no quiere prender.

Y es que hoy me han traído leña al poblachón. El hombre de la madera ha tenido la amabilidad de venir con ella hoy, 31 de diciembre, y de colocarla en el trastero. Yo nunca había comprado leña. De eso se ocupaba mi padre, que la encargaba a alguien de su pueblo, en la provincia de Toledo. Se la traían en un camión y luego el guarda le ayudaba a colocarla en el trastero. La última que encargó la colocó el guarda solo, porque mi padre ya había fallecido. Y allí estuvo tanto tiempo que yo creo que se la acabó llevando el mismo guarda que la había colocado. Aquella chimenea acabó sellada y sellada sigue, hasta que alguien le quiera pegar un martillazo y pruebe con leña nueva.

Ahora, en esta casa, el dueño anterior me dejó un trastero lleno de buena leña, muy seca, magnífica. El año pasado me dediqué a regalarla, total para qué quería yo tener leña si no iba a encender la chimenea, y me quedé con muy poquita. Pero un día de invierno muy húmedo, probé. Y he seguido encendiéndola cada fin de semana que he venido, porque es un placer y porque hay algún embrujo en mirar el fuego. Y en oírlo. Y en olerlo. Sentarte a leer un libro, con un café o una copa de vino, mientras se está yendo el sol o ya de noche cerrada, en silencio, es un placer. Un pequeño placer, modesto, sencillo, un poco tonto, lo reconozco. Pero placer.

Tengo que decirles que a veces cierro el libro y enciendo la tele. Y un día como hoy veo a gente con serpentinas y gorros ridículos, chillando delante de una cámara y diciendo cosas ininteligibles, contestando a preguntas obvias, gritando y haciendo aspavientos, simulando una fiesta que a mí me parece algo vulgar y bastante estúpida y deseándole a todo aquel que le esté viendo en ese momento un feliz año nuevo. Y yo, desde Marte, se lo agradezco porque me han educado, y hasta digo igualmente porque soy en el fondo una buena persona.

Sentada en mi sillón, al lado de mi chimenea que hoy estrena leña, os deseo un Feliz 2015. Que os traiga salud a todos, también a vuestros seres queridos. Y que no solo os permita disfrutar de pequeños placeres, sino que además os deje tiempo para encontrarlos.

Nochebuena y Navidad

Esta noche y mañana cenaremos y comeremos en casa. Y en Fin de año ya veremos. La peculiaridad de este año es que esta noche tendré a cuatro perros en casa y mañana tendré cinco.

A Curra, la titular, ya la conocéis. Una perra tranquilona, nada celosa y muy sentida. Luego Wilma, la co-titular, una gamberra que acaba de cumplir 3 añitos y que es un terremoto. Además está Jara, a quien yo llamo «ojos de ciruela». Sus dueños, amigos de una hermana, se han ido de viaje y la han dejado donde saben que la cuidan. Es muy miedosa y friolera, así que siempre está temblando. Y tendremos a Mara, que es la perra del novio de mi sobrina, una cachorra de Golden que espero que sepa comportarse y a quien todavía no conozco. Y mañana se une Gus, el perro de mi otra hermana que tiene pinta de golfo pero que es bien simpático. Rufo, que es el gato de mi tía, se lo va a perder. Mejor: ya está muy mayor y estos saraos no le molan mucho. ¡Alegría!

Os dejo con un video muy divertido que he visto en Tw esta mañana y que viene muy a tono con esto que os estoy contando. Aunque aquí son 13 perros y un gato cenando…

Y antes de dar por acabado el post, os deseo a todos una Feliz Nochebuena, y también una Feliz Navidad.

Blogs, bloggers y cansancio

foto blog unmundoparacurraSí es verdad que está el bloguerío algo de capa caída. Yo la primera, que este año he escrito casi menos que el primero, y eso que empecé el blog un mes de abril. Hay blogs con telarañas, y otros que se notan forzados, y tú ves el pobre blog como ese pescado que ha saltado del agua y todavía colea, pero le va faltando el aire, y le va faltando el aire, y le falta el aire.

Naturalmente, hay excepciones. Gloriosas, pero excepciones.

Hay quien dice que la culpa es de Twitter. Yo no lo creo. El año que más actividad tuve en Twitter fue también el año que más escribí. Y viceversa: este año apenas piso Twitter (tengo que contar por qué me aburre algún día). Me parece a mí que lo de los blogs es cansancio, un entusiasmo que se va perdiendo. Del mismo modo que se pierde frescura y se gana técnica, yo creo que la aventura del blog, como aventura, es difícil de mantener. Y al final, aunque blogs hay muchos, nos movemos en círculos pequeños. Y quien más y quien menos ya lleva sus buenos cuatro o cinco años, y eso se nota. Esa es mi teoría, aunque si usted tiene otra, estaré encantada de leerla.

En mi caso, les doy algunos números. El primer año, en 2010, escribí 98 entradas y eso que empecé en abril. Luego, los siguientes años, ya completos, estuve en 190,  213 y 186 en 2013. Este año llevo escritas 149 entradas y no creo que llegue a 160. Los números decaen, decaen.

Molinos contaba hace unos días lo maravilloso que es tener un blog, y la de cosas que le ha dado (igual no fue hace unos días, sino hace unos meses, porque no lo he encontrado para enlazarlo, lo siento) (o igual es que no era Molinos, lo siento más todavía, porque les estoy confundiendo), decía que lo maravilloso que es tener un blog y sí, yo estoy de acuerdo en que es verdad, te da más cosas que te quita. Realmente no te quita nada. Aunque sólo sea por la correspondencia y por las cuatro o cinco personas que conoces, ya lo vale. Pero son más cosas. Es simplemente llegar a casa y descargar la cabeza. Pero tiene que venir el post. Forzarlo es una tortura.

¿Ven? Ahí hay un post. La tortura de escribir un post cuando no viene solo, es un gran tema.  Me estoy dispersando por momentos.

A veces te sientas a escribir y tienes la sensación de que ya has contado esto o aquello. Otras veces, la hoja en blanco acaba contigo. Ya no es aquello de ir rumiando la entrada a lo largo del día. Ahora, si se te pasa por la cabeza la frase mágica («aquí hay un post»), luego no lo desarrollas, o te da pereza, o llegas a la conclusión de que, tal vez, ahí no había un post. Y es que no es sólo tener la idea. Hay que poner orden, pensar un poco. Lo que yo llamo cocinar el post. Porque realmente el post se cocina en la cabeza. Escribirlo es solo emplatar. Esto es muy de actualidad, Masterchef y eso.

Aquí había un post. Aunque me he dispersado. Eso, o que la cocina nunca ha sido mi fuerte.