El códice berlanguiano

Un electricista que trabaja en la catedral de Santiago de Compostela roba un códice del siglo XII valiosísimo y lo guarda en el garaje de su casa envuelto en papel de periódico, porque como se puede suponer a poco que se conozca la idiosincrasia española, no lo había robado para venderlo ni mucho menos para leerlo, sino para fastidiar a un cura. El manuscrito era, hasta hace poco, menos conocido que el Bosón de Higgs, así que si un electricista hace famoso el Códice Calixtino y un lechero nos garantiza la democracia por las mañanas, dentro de poco nos enteraremos de que un barrendero era el que estudiaba nuestros créditos hipotecarios.

El electricista, además de llevarse el códice bajo el abrigo delante de las cámaras de seguridad, estuvo limpiando el cepillo de la catedral durante varios años, a partir de una idea luminosa que convirtió en arte mecánica. No vivía como un marajá, pero la fortuna que había amasado era de consideración. Esto de robar para ahorrar y guardar el dinero en bolsas de basura denota una prudencia ante la crisis que debería servirle como atenuante en el juicio. Eso y que el electricista, como ladrón de catedrales, demuestra mayor maestría que el barrendero en el mismo trance, porque éste hubiera equivocado la utilidad del cepillo de la iglesia y se hubiera puesto a barrer la catedral con él.

Esta historia es digna de una película de Berlanga con guión de Azcona, a decir del almirante @cchurruca. Yo imagino perfectamente a Cassen en el papel de electricista, a Gracita Morales como su mujer, Manuel Alexandre haciendo de deán, Luis Ciges como el guarda de la Catedral y Agustín González como detective encargado del caso. A Luis Escobar lo dejamos en el papel de Arzobispo, José Luis López Vázquez de alcalde de Santiago y Juan Luis Galiardo como presidente del gobierno. Bueno no, como presidente mejor imaginamos a Queta Claver con una barba postiza para que pudiera interpretar con mayor comodidad el papel de personaje increíble.

El Códice, de un valor incalculable, no estaba asegurado. Hombre, esto se comprende: lo que siempre conviene asegurar aquí, en todo caso, es que salga una buena película.

La basura, ese lujo madrileño

Los que no sean de Madrid tal vez no sepan que los madrileños tenemos una tasa especial para la recogida de basuras desde el año 2009. Hace tres años, el anterior alcalde, hoy Ministro de Justicia y Notario Mayor del Reino, descubrió un lunes por la mañana que no nos cobraba lo suficiente por generar desperdicios. Lo que ya no soy capaz de recordar es cuál fue la excusa para pegarnos el palo, pero en su mentalidad paternalista prevalecerían, sin duda, un par de reconvenciones muy de gobernante, a saber, que no es menos guarro quien más limpia sino quien menos ensucia y que la cáscara de la sandía también se come.

Pero no piensen vds que nos cobraba más por lo mismo. No, no. Además de la tasa, nos impuso dividir la basura en bolsitas de colores con el aviso de que como se encontrara una cáscara de plátano en una bolsa azul multaría a todos los habitantes del inmueble, no tanto por entender que la culpabilidad es solidaria como por multiplicar cabalmente el importe de la multa por el número de vecinos. Que luego se mezclen los colorines en el punto de destino es lo de menos, que tampoco hay que meter la nariz donde no nos llaman, mucho menos en un basurero.

Ahora, tres años después, Anita Botella, Alcaldesa de Madrid por una gracia de Rajoy, ha echado números y ha llegado a la conclusión de que le falta pasta, a pesar del atraco. Pero no va a subir más la tasa, así que ya podemos respirar tranquilos. Ahora bien, una cosa es respirar tranquilos y otra poder respirar todos los días, porque a continuación ha anunciado que no se recogerá la basura a diario. Luego sale un tal Pedro Calvo, esbirro de competencias ampliadas y capacidades disminuidas, y suelta esta perla: «Esto es peor, pero no malo«, a lo que yo le respondo que si no es mejor, será que no es bueno y que si quiere seguir con jueguecitos de palabras que oposite para un parvulario. Y luego, por si acaso no ha quedado claro que no necesitamos ni un delegado de empleo ni a ningún calvo, nos dice que no nos preocupemos, porque «la calidad del servicio seguirá intacta«. Entonces: que haga oposiciones para un parvulario, sí, pero de alumno.

También he tenido que leer que somos la única capital europea que recoge sus basuras cada día, así es que despídanse del sol madrileño porque tendremos que alinearnos con la lluvia de otras capitales. Y estoy esperando el argumento monguis de la semana, que consistirá en decirnos que lo que pasa es que no reciclamos lo suficiente, y que esta es una medida buena para los madrileños porque nos ayudará a comprender el coste de los servicios públicos. Tócate las narices. O mejor, tápatelas.

Ya esta mañana he oído en la radio cómo un tertuliano afín al PP decía que podía entender la medida, puesto que con la crisis se generaba menos basura. O sea, que con la cáscara de sandía los madrileños estamos haciendo croquetas. Eso, o que ya nos comemos hasta las ruedas de un molino…

El abuelo fue picador

El abuelo fue picador, allá en la mina. Así empezaba una canción de Victor Manuel de finales de los años 60 muy bonita y llena de romanticismo. La vieja lucha del obrero de la primera mitad del siglo XX, que trabaja en condiciones extremas, que con sus manos extrae de la tierra la riqueza geológica, y que, fatigado vuelve a casa, donde su esposa le prepara una humilde sopa, porque un sueldo tan escaso no da para más. Es la imagen que tenemos del picador de la mina, enfermo de silicosis y desahuciado para la prosperidad, que envía a sus hijos a estudiar a la capital para que se labren un futuro mejor, lejos de la mina y lejos de la comarca, pobre, limitada y que tan sólo ofrece una vida llena de penurias, sinsabores y peligros.

El biznieto sigue siendo picador, y ahora corta la carretera que va a la capital para reivindicar sus derechos, que ya no son los mismos que los de su bisabuelo porque los años no pasan en balde para nadie. Los derechos del minero actual son los de alguien que vive de una subvención que le pagamos entre todos desde hace 30 años. Ahora lo que se reclama es un futuro para los hijos en el mismo pueblo, que para eso está enclavado en un verde valle rodeado de robustos montes, una especie de arcadia feliz leonesa o asturiana. Porque el oficio de minero sigue siendo muy, pero que muy perro, pero te llevas para casa un buen salario fijo, las máquinas evitan tener demasiada roña en las uñas y los horarios, gracias a los convenios colectivos, son muy llevaderos. Además, la jubilación llega pronto y en magníficas condiciones. El tataranieto, por tanto, será picador, aquí en la mina.

Los líos de la minería ya empezaron con Felipe González, y ahí siguen. Ahora, la bronca es porque les han recortado las subvenciones. No descarto que si reclaman que las ayudas europeas se vuelvan a prorrogar hasta 2018 no sea para que les llegue la prejubilación a quienes en los años 80 todavía mordían un chupete y que para esa fecha, y a poquito que se alargue, ya pasarán de la cuarentena. El carbón, una cosa muy poco ecológica, hoy sólo alimenta el 10% de la energía eléctrica que se consume en España y la producción ha bajado en los últimos 10 años un 70%. Las ayudas de papá Estado en todos estos años no han hecho sino anquilosar el sector y lo han ulcerado de tal forma que ya no sabe nadie cómo puede resolverse, porque ni se reconvierte, ni progresa, ni evoluciona, ni compite, ni nada. Treinta años perdidos allá en la mina, esperando no se sabe si a Godot o al Espíritu Santo.

Pero es la aristocracia obrera, señores, una imagen que ha pasado por los siglos del blanco y negro al color sin inmutarse y que exige la solidaridad incondicional. A un policía se le puede recortar el sueldo, igual que a un bombero, a un conductor de autobús o a uno del SAMUR, y se le puede poner a trabajar un 10% más de horas por el mismo jornal. Un taxista tendrá que dejar el taxi y ponerse de camarero, y un empleado de banca irse a la cola del paro a los 50 años o poner con la indemnización un puesto de chuches. Pero a un minero, que no necesita estudios ni un certificado de penales limpio para picar piedra, debemos comprenderle y defender su sueldo y su prejubilación, porque, a lo que se ve, 30 años no son suficientes para que comprendan que su trabajo no es útil, y que una subvención es lo mismo que una limosna.

Ya estamos tan perdidos que uno no sabe dónde está lo revolucionario y dónde lo conservador. Que Santa Bárbara nos ampare. Tralará.

El pollo del tío Pepe

Ya tenemos otro pollo montado en España de esos que nos encantan a los españoles. Resulta que se va a abrir en Madrid un Apple Store en la Puerta del Sol, un tiendón que será probablemente el mayor de Europa. El edificio elegido por Apple es el Hotel París, en cuyo tejado estaba (estaba, porque lo habían quitado para arreglarlo) el anuncio de Tio Pepe, que previsiblemente no volverá porque, en su lugar se pondrá la manzana de Apple. Y el pollo se monta porque hay quien se opone a que se quite el luminoso de Tio Pepe porque considera que… no sé qué es lo que considera, si les digo la verdad.

Yo me imagino al responsable de la marca Apple revisando los dossieres con las ofertas para la ubicación de la tienda cuando se topa con la fotografía (nocturna) del edificio del Hotel París. Una vez recuperado del previsible desmayo, supongo que haría una sola pregunta: ¿Esa cosa se puede quitar? Y claro que eso se puede quitar: se desatornilla, se trae una grúa, y se quita. Tranquilamente. Hasta donde se sabe, el director de la marca Tio Pepe de Gonzalez Byass (empresa tan privada como Apple) no ha querido pujar por seguir teniendo una ubicación tan magnífica. Quizá es que no se ha recuperado del también previsible desmayo al ver el logo de la manzana. En cuanto al dueño del Hotel París, no ha considerado relevante el anuncio como para encarecer el contrato. O tal vez sí, que no lo sé, pero en todo caso, le ha convenido largar el edificio. Y en cuanto al Ayuntamiento, no sé si tiene vela en este entierro (no haré chistes fáciles sobre la opinión de la señora Botella, que también es mala suerte llamarse así para dilucidar sobre este asunto), pero si tanto ama el cartel, que se lo lleve al Reina Sofía o que lo deposite en otro lugar emblemático, ya que por lo visto, la publicidad en lugares emblemáticos se pueden regalar en Madrid con mis impuestos.

¿Que es un símbolo? ¿Una botella de Jerez vestida de bailaor con sombrero cordobés y con el slogan «Sol de Andalucía embotellado» es un símbolo de Madrid? ¿De qué Madrid? Del mío no, desde luego. Y supongo que de un tío con piercing tampoco. Si es para los visitantes de la plaza, que se fabriquen pins, abanicos, pañuelos y goodies diversos con la imagen del Tio Pepe y se regale a los paseantes (a costa de González Byass, claro), pero si tiene que salir la Puerta del Sol por la tele, prefiero mil veces que se vea el logo de una empresa que vende tecnología a un logo anticuado que representa los codigos más pandereteros y elementales de la España kitch de boina y botijo.

Pero en fin, hay que salvar a Tio Pepe. Yo sólo espero que no haya que salvarlo a base de consumirlo. Conmigo que no cuenten, desde luego. No me imagino pidiendo un Tio Pepe en una terracita de la Castellana o en un bar de copas de una zona pija de la ciudad. Ni no pija. Porque empiezas pidiendo Tio Pepe y terminas gritando al camarero para que te traiga cuanto antes un cola-cao, y que te dejen en paz todos los abueletes que se te acercan a ver si ligan.

Esto tiene  todos los ingredientes para que sea considerado como algo que se debe enseñar a futuros diplomáticos en las escuelas de las cancillerías extranjeras, ante un eventual destino del estudiante en esta España soleada en la que vivimos: un país que se moviliza para defender un lolailo de neón con el argumento de que hay que salvaguardar la tradición y los símbolos. Mi sugerencia es que se incluya en el capítulo dedicado a la expresión «adorar al santo por la peana«. Como caso práctico.

Responsabilidad compartida

La responsabilidad compartida no existe. La responsabilidad compartida es un mito inventado para repartir un poder muy escaso y así contentar a más gente. El mito de la responsabilidad compartida destruye la autoridad, la capacidad de decisión y deja el poder en manos de arribistas, gorilones, amantes de las triquiñuelas y tramposetes que echan las culpas de su fracaso a los demás. De esos que viven del cuento y de decir tonterías en inglés. Porque la responsabilidad compartida no es ni más ni menos que aversión al riesgo, miedo al fracaso, dilución de responsabilidad y escondite de errores. En este mundo blandito en el que vivimos, la sociedad acepta sumisamente que llegue cualquier memo con gorra y le prohiba algo por su bien. Ah, el bien del sumiso.

En las organizaciones multinacionales esto está a la orden del día. El asunto consiste en que uno manda y otro decide, pero no decide solo, sino a partir de lo que otro define, aquel avala, ese valida, otro pilota y aquel autoriza. Todo ello sin que falte el acuerdo de los implicados y el consejo del experto debidamente formalizado. Y por supuesto, las cuentas se hacen en otro lado y después se contrastan y analizan con seis o siete hipótesis, una de las cuales considera seriamente la llegada y posterior establecimiento de los extraterrestres. Y se debe respetar la norma, faltaría más: la nuestra, la de la matriz, la del regulador y la del gobierno, para lo que se necesita verificar que sean la misma. Ah, y las encuestas, que no se nos olviden las encuestas, porque el cliente es el rey. Si hay un liderazgo fuerte, esto funciona aunque es muy incómodo. Si no hay tal liderazgo, sólo te queda estar muy incómodo.

Si ya padecemos esta falta de claridad en organizaciones muy profesionalizadas cuyo objetivo es ser rentables, imaginen el carajal que tenemos montado con la crisis, de la que por no saber, no sabemos ya ni cuál es el objetivo. Yo lo llamaría la conjura de los necios por parecerme más literaria y porque los protagonistas me recuerdan al desfile de frikis que se pasean por el libro. Nadie sabe muy bien qué hay que hacer con el carrito de las salchichas, pero todos acaban por parecerse a Ignatius cuando nos hablan de su válvula entre explosiones gaseosas. Además de los jefes de gobierno y ministros del ramo diciendo cosas distintas a pesar de la traducción, aparece a veces un tal Rehn, o un Durao Barroso, o la inefable Lagarde, o un señor que se llama Van Rompuy, o ese Draghi, o uno que se apellida Junker y que confundo con Van Rompuy… Y cada cual agarra su salchicha y abre su válvula, porque uno manda, el otro decide, aquel aconseja, ese pilota, otro hace la norma y otro echa las cuentas. Y no crean, que aquí, entre los locales, vamos sobrados de Ignatius para empujar el carrito, desde el Andreu hasta un tal Percival. Esperando estoy a que aparezca Lancelot…

En toda esta realidad paralela Vds. y yo cumplimos un papel muy relevante, que es el de rey y soberano. No se quejen, que nos dejan que llevemos el armiño. A pesar de los calores.

El tío de la boina

No pensaba yo escribir sobre la final de la Copa del Rey que se jugó el viernes entre el Athletic de Bilbao y el Barça. Desde luego no sobre el partido en sí, que ni vi ni pensaba ver de todas formas. A mí me gusta el fútbol cuando hay algo de emoción de por medio. De emoción mía, se entiende. Y tampoco quería tratar la polémica del himno, porque creo que es una de tantas trampas que nos pone ese nazionalismo tan plasta y provocativo que tenemos y que cansa mucho, sobre todo a aquellos que creemos que se puede ser español sin necesidad de darse cuenta. Pero leí un artículo sobre la final de Copa que me enfadó mucho y me levantó dolor de cabeza. Si hacen CLICK aquí lo pueden leer.

El artículo, publicado en Italia, lo escribe el Sr. Segurola, periodista deportivo nacido en Bilbao y residente en Madrid, ciudad que tiene a gala acoger a gente de todas partes con una naturalidad que pasma al que viene de fuera. Una ciudad en donde por lo general se trata bien al visitante. O al menos se le trata igual que al madrileño, porque si hay que darle un bofetón a uno, lo que importa es dónde tiene la cara, no la partida de nacimiento.

Segurola habla de todo menos de fútbol, salvo por esos dos parrafitos que le sirven de excusa para decir bobadas. Empieza con un sentido homenaje a esos pobres hinchas oprimidos que venían a gritar su amor patrio al Bernabéu en la época de Franco (1) (2), y luego se viene arriba para terminar llamándonos opresores a los madrileños del siglo XXI. Ese «o haces lo que quieren o te lo harán saber a la fuerza» pone los pelos de punta sólo de pensar de qué película de serie B lo habrá sacado. Nos dice también que hay 15.000 bilbaínos que están en Madrid sin entrada y que eso es culpa de la derecha más irreductible y del madridismo más intolerante, y compone un collage subliminal madridismo-derecha/Bernabéu-Franco muy propio de ese victimismo palurdo que gasta esta gente tan pesada. Hombre, Segurola, a ver si tú también vas a atribuir a la maldad de otros lo que es sólo estupidez de unos, porque hacerse cuatrocientos kilómetros para ver el partido en un bar tiene algo de Homer Simpson. O de Forrest Gump, que parece más progresista. Eso o que tienes mucha pasta y poco que hacer. Pero en fin, se queja de que se juegue en el Calderón, aunque considera maravillosa la final de hace 3 años en un Mestalla que tiene 2.000 asientos menos y está  lejísimos de Bilbao. Para mí que lo que le fastidia es no poder invitar a sus amigos a unos potes en su casa después del partido, y enseñarles de paso el barrio. No se puede ser tan comodón, Segurola, no se puede ser tan comodón.

En el último párrafo ya se ve que el hombre tenía prisa y cogió la brocha. Me es indiferente el odio africano que tiene a Esperanza Aguirre, e incluso que invierta la carga de culpabilidad, como suelen hacer estos trileros de sentimientos cuando empiezan una provocación; y también me parece algo ridículo tratar de asustar a la gente con una manifestación de impávidos que se podría celebrar en un minicine. Ambas cosas forman parte del desparrame idiotizado en el que los españoles somos capaces de convertir un bonito partido de fútbol. Pero en todo caso Segurola, si lo piensa un poco, les concederá ese derecho a la libertad de expresión que tan emotivamente reclama para los que quieren silbar un himno. No se lo negará en el fondo de su corazón democrático, porque sería tener «un instinto autoritario más fuerte que la tolerancia a puntos de vista opuestos«. Y él, claro, es hombre mesurado y nada fanatizado por unos colores y un origen.

Las obras menores del Bernabéu le han pillado a contrapie, sin duda, y ha confundido las viejas letrinas con algún recuerdo infantil. Nadie debe tener ningún miedo a venir a Madrid. No tenga miedo nadie a pasear una Ikurriña, una Señera, una camiseta a rayas en la capital. No lo tenga de los madrileños, que aquí no hay «clima de violencia», ni pegamos tiros a los de fuera. Aquí nos los pegan unos que se interesan por el RH. Eso sí, no damos las gracias cuando nos ponen bombas, pero cualquiera puede entender que no es porque no nos tiemble el pulso, sino porque, ante esas circunstancias, nos tiemblan las piernas.

Mis más sinceras felicitaciones al Barça.

(1) El Athletic de Bilbao ganó 5 «Copas del Generalísimo»en el Bernabéu, tantas como perdió, algunas cuando se llamaba Nuevo Chamartín. Para ganar las otras cuatro que ganarón con Franco tuvieron que irse a Montjuic (2) o al Calderón (2). No he podido averiguar si Franco se desplazó a esos estadios a dársela personalmente o no fue para así oprimir más a los del Athletic. Por cierto que, viendo la estadística, si yo fuera del Bilbao preferiría jugar la final en cualquier sitio menos en el Bernabéu…
(2) Franco murió hace 37 años

El papelito de las autonomías

Este jueves se celebró el consejo de política fiscal y financiera en el que el Estado y las Comunidades Autónomas llegaron a un acuerdo para reducir gastos y alcanzar un objetivo de déficit común. Muy serios ellos. Un día después, cuatro comunidades hicieron que se tuviera que revisar la cifra porque, ¡ups!, se les había olvidado contabilizar algunos millones de euros. Unas decimillas, que tampoco es para tanto, a decir del Ministro Guindos. Y a todo esto, estamos en Mayo…

18.000 millones es lo que tienen que ajustar las Comunidades autónomas. Son cifras de las que se habla con mucha normalidad, pero son colosales. Miren, si cada euro fuera un segundo, el ajuste nos situaría en el año 1441. O sea, antes del Descubrimiento de América. Y si fueran metros, con el ajuste iríamos y volveríamos de la luna 22 veces. Si consideramos que una casa vale 150.000 euros, el ajuste da para comprarse 120.000 casas, o sea, Jaen entero. En España en 2011 se matricularon 808.000 vehículos. Hagan cálculos y verán como con ese ajuste se pueden comprar todos.

No conviene despistarse en este asunto, porque aquí no cumple ninguno. Y si Cataluña tiene que aportar un 25% del total de los 18.000 millones, en Castilla la Mancha cada habitante tiene que apoquinar 787 eurazos, más que el salario mínimo. Murcia debe ajustar 623 millones, casi lo mismo que Madrid pero ¡con menos de un cuarto de población! Es tal el desmadre que cualquier día se les va a colar el gasto de El Pireo y no se van a dar cuenta. Pero ya lo han arreglado, porque en el Consejo de política fiscal han puesto en un papelito que van a cumplir este año. Probablemente el papelito será un Power point y se titulará ¡PODEMOS!, lo que denota el hábil dominio del lenguaje político, para quien lo mismo da el indicativo de poder que el subjuntivo de podar.

Ayer, dos días después de la firma del papelito, fue la final de la Champions League entre el Chelsea y el Bayern de Munich. Es un acontecimiento deportivo de primera magnitud, nadie lo pone en duda, y es normal que se retransmita. Yo lo estuve viendo en la 1 de TVE, que da señal a toda España. Pero también podría haberlo visto en TeleMadrid. Y en la tele de Galicia. Y en la de Castilla la Mancha… Prime time, un sábado por la noche. Estos son nuestros gestores.

Sí, un Power point seguro. Y no es imposible que hayan usado la Comic Sans…

Libertad de prensa

El pasado 3 de Mayo se celebró el Día Mundial de la Libertad de Prensa, que tiene también su entrada en la Wiki. Una entrada tirando a pobre si tenemos en cuenta la capacidad que se supone a los periodistas para sintetizar y divulgar y su tendencia demostrada a mirarse en el ombligo. Pero sea, así podemos enterarnos de que esto se celebra desde 1993, con la idea de «fomentar la libertad de prensa en el mundo al reconocer que una prensa libre, pluralista e independiente es un componente esencial de toda sociedad democrática». 

Y menos mal que está la Wiki, porque si nos atenemos a las celebraciones en España, se trataba de una concentración sindical en la que reclamaban mayor seguridad, mejor salario y más empleo, como si se fueran vulgares empleados de banca, quienes por cierto se concentran poco en la calle y mucho en la oficina, que es la mejor manera de no perder el trabajo. Poca autocrítica  y ningún golpe de pecho, nada que nos indique que han comprendido alguno de los pecados que han cometido para ser, hoy en España, la profesión que genera mayor desconfianza después de la política.

Ya no es sólo la mala gramática y las faltas de ortografía que te encuentras en portadas de periódicos centenarios como el ABC, no vayamos a ponernos tiquismiquis en un país de tan poca exigencia; ni la desolación que produce que un mismo hecho tenga conclusiones radicalmente diferentes en dos medios, aprovechando que la población esté suficientemente engorilada como para creérselo. No, son más cosas aunque no hay por qué decirlas todas. Es un telediario que dedica diez minutos en Julio para decirnos que hace calor, en el que nunca falta un accidente de coche en la provincia de Toledo y que presenta como tendencia de opinión lo que sale por el Twitter. Telediarios a los que solo les interesa el morbo, no la información, que nos enseña una sociedad llena de anormales sociales, del mismo modo que la prensa del corazón, por tener que compartir contenidos con carroñeros, putas y traficantes, extiende el campo de interés hacia otras vísceras menos nobles, y mezcla princesas y toreros con poligoneras y chulos. Y es que eso es hoy la información: simplemente espectáculo.

Entre el periodismo de opinión, esos tertulianos mendicantes que un día fueron buenos periodistas y hoy se arrastran de una emisora a otra para cubrir una cuota de partido, que se obligan a sí mismos a llenar tiempo de micrófono hablando de lo que no saben después de reconocerlo sin rubor. Directores de periódico sólo interesados en vender un ladrillo (que llaman libro, claro) o marujonas que conducen tertulias como podrían presentar un programa de cocina. Y en cuanto al periodismo de investigación, yo lo llamaría periodismo de crucifixión. Se retuercen los datos y el investigado pierde su reputación sin remedio mientras le persigue la jauría. Y ya cuando «no quieres dejar que la realidad te estropee un buen titular» es cuando Mercedes Milá enseña el culo en la tele.

¿Libertad de prensa? No parece que sea eso lo que falta. Los periodistas concentrados reclamaban seguridad y un buen salario. Lo que quieren es trabajar en la banca, aunque no sabemos si en la de un casino.

 

¡Rayos!

Ayer leo en el periódico el siguiente titular: «Sobrevive sin heridas graves a un rayo que le entró por el escroto y le salió por el pie«. No pude por menos que seguir leyendo.

No conviene reírse de estas cosas. Sólo un tercio de las personas a las que les cae un rayo sobrevive, y las tres cuartas partes tienen graves secuelas. Sin embargo, nuestro hombre sólo tuvo quemaduras en la zona de entrada y de salida del rayo, pero nada preocupante dentro las lógicas molestias. Sobre todo en el pie, que debe doler muchísimo. Según el Samur también tuvo un leve déficit motor en las piernas. Eso también se puede imaginar perfectamente: Ver que un rayo te convierte la entrepierna en un árbol de Navidad debe, como mínimo, asustar un poco.

A este señor le ingresaron de todos modos para hacerle un electrocardiograma y un escáner. Supongo yo que también le darían alguna pomada. Ah, y un tranquilizante, para cuando le dejaran de temblar las piernas. Y luego le dejaron en observación. No pone si además de médicos llamaron a algún astrónomo, para interesarse por las estrellas que debió de ver aquel hombre…

Ayer colgué un post en donde recogía una cita en donde se hablaba de probabilidades. Pues bien, la probabilidadde que un rayo alcance a un hombre es de 1 entre 3 millones. ¿Por qué será que, a pesar de todo, me parece poca puntería?

La patota

Soy una jefa de estado, no soy una patota»

Desviamos la vista del televisor y nos miramos.

– ¿Qué ha dicho?

– ¿Al final? No sé… ¿No soy una patata?

– No, no, creo que ha cerrado algo los labios. Además, las patatas son de América, no puede negarlo… ¿Patocha?

– Patocha no, no significa nada… Bueno sí, ¿Que hace patochadas quizá?… ¿Pamema?

– Mema vale, pero ¿Pamema? Ni siquiera en Argentina usarían así esa palabra… ¿Patona, tal vez?

– Sí puede ser, patona, femenino de patán… Sí, puede ser… ¿ Y patosa?

– También puede ser patosa aunque no creo que se arriesgara: si lo niega puede alertar a su pueblo…¿Palota?

– ¿Y qué es palota? ¿que va dando «palos» por ahí? No sé, sería como hablar de la soga en casa del ahorcado… ¿Y no será paleta?

– ¿Paleta? Puf, ni siquiera ella hablaría tan claro del nacionalismo… ¿Pelota? 

– No, a ver, pelota no: si está delante de un montón de cámaras…

Un día tardamos en que un periódico nos hiciera la gracia de sacarnos de dudas, y de paso traducirnos la frase. Definitivamente, no hay quien entienda a los argentinos.

A quien sin embargo entendí perfectamente fue al Sr. Brufau cuando le preguntaron por Repsol. Dijo (de memoria, no es textual):

– ¿Qué le queda a Repsol? A Repsol le queda todo. Le queda el futuro. Y le queda no tener que pensar ya más en Argentina.

 

PS: «Patota» parece ser que significa «bravucona». De locos…