El códice berlanguiano

Un electricista que trabaja en la catedral de Santiago de Compostela roba un códice del siglo XII valiosísimo y lo guarda en el garaje de su casa envuelto en papel de periódico, porque como se puede suponer a poco que se conozca la idiosincrasia española, no lo había robado para venderlo ni mucho menos para leerlo, sino para fastidiar a un cura. El manuscrito era, hasta hace poco, menos conocido que el Bosón de Higgs, así que si un electricista hace famoso el Códice Calixtino y un lechero nos garantiza la democracia por las mañanas, dentro de poco nos enteraremos de que un barrendero era el que estudiaba nuestros créditos hipotecarios.

El electricista, además de llevarse el códice bajo el abrigo delante de las cámaras de seguridad, estuvo limpiando el cepillo de la catedral durante varios años, a partir de una idea luminosa que convirtió en arte mecánica. No vivía como un marajá, pero la fortuna que había amasado era de consideración. Esto de robar para ahorrar y guardar el dinero en bolsas de basura denota una prudencia ante la crisis que debería servirle como atenuante en el juicio. Eso y que el electricista, como ladrón de catedrales, demuestra mayor maestría que el barrendero en el mismo trance, porque éste hubiera equivocado la utilidad del cepillo de la iglesia y se hubiera puesto a barrer la catedral con él.

Esta historia es digna de una película de Berlanga con guión de Azcona, a decir del almirante @cchurruca. Yo imagino perfectamente a Cassen en el papel de electricista, a Gracita Morales como su mujer, Manuel Alexandre haciendo de deán, Luis Ciges como el guarda de la Catedral y Agustín González como detective encargado del caso. A Luis Escobar lo dejamos en el papel de Arzobispo, José Luis López Vázquez de alcalde de Santiago y Juan Luis Galiardo como presidente del gobierno. Bueno no, como presidente mejor imaginamos a Queta Claver con una barba postiza para que pudiera interpretar con mayor comodidad el papel de personaje increíble.

El Códice, de un valor incalculable, no estaba asegurado. Hombre, esto se comprende: lo que siempre conviene asegurar aquí, en todo caso, es que salga una buena película.

21 pensamientos en “El códice berlanguiano

  1. Lo del códice no tiene nombre, encima el tío llevaba un libro de ¡¡¡contabilidad con lo que robaba!!! y quieren hacernos creer que lo hacía el solo.
    Luego el juez del caso dando entrevistas en televisión, la gente diciendo que todo el muno sabía lo de los pisos que tenía y que compraba a tocateja y para más inri, esta mañana leo que hay un informe de un policia, un currito que el mismo día dice que sospecha que es el electricista.
    Lo que dices, Berlanga lo hubiera bordado…
    Cuanto sinverguenza suelto. A ver si va a hablar el electricista y más de uno se tiene que ir de España.
    Besos

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    • Es picaresca, y también que en España, el que roba no está mal visto del todo. Lo de llevar un libro de contabilidad no lo sabía. Pero que lo subaste, igual se saca unas perras y todo 🙂

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    • Mmmm, tienes razón. Sin embargo, con el dinero del seguro tal vez se pueda contratar a detectives un poco más rápidos, o algo así? Y si no, con el dinero hacer la película (nos ahorramos la subvención 🙂

      Gracias!

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    • Ay, esas pelis ya no se podrán hacer, tendremos que conformarnos con imaginar el guión.

      Sí, demasiados despropósitos a la vez. Pero casi mejor, así no hay despropósitos por otras partes (es una manera de ser optimista)

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  2. Lo del Códice es una astracanada de muchos bemoles pero a mí no me extraña. La última vez que visité el museo de la catedral de Santiago no me crucé con ningún vigilante en ninguna de las salas. Es verdad que no se me ocurrió tampoco intentar abrir ninguna vitrina, pero visto lo visto, a lo mejor la hubiese abierto sin problemas.

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    • Astracanada ¡Esa era la palabra que no me salía! Pero eso es más de Jardiel Poncela, que era el maestro del absurdo. esto es más un pitorreo a lo Berlanga, un lio made in Spain.

      No me he fijado cuando he estado en Santiago en eso que dices. De todos modos, el ladrón estaba en casa (ya no sé si sería de total confianza).

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  3. Yo estoy seguro de que el electricista iba a pachas con uno de los curas. Ya me imagino a Manuel Alexandre diciéndole a Cassen:

    «Anda chispas colócame este cáliz de oro y me das el 50% de lo que te den».

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    • Pues no veo yo mucho a Alexandre diciendo eso con voz temblorosa. Por aquí abajo proponen a Saza, que sí le pega más ir a pachas con el electricista y repartirse el dinero. Yo a Alexandre me lo figuro más diciendo «aparta, gandul, sal de esta casa de Dios», o algún vade retro por el estilo.

      Muchas gracias por el comentario y ¡bienvenido!

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  4. Toda esta historia es para echarse a reir y a llorar a la vez. Además, tan valioso que es podían tocarlo con guantes o algo así para preservarlo porque solo les ha faltado irse chupando el dedo para pasar de página. Y yo creo que no lo han hecho no por falta de ganas, sino por si acaso estaba el borde envenenado como en el nombre de la rosa…

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    • Si no le han pasado el dedo chupado es porque les daría asco. Y a mí también me lo daría, porque eso tiene más años que el canalillo, aparte de que ha estado en un sitio que debía tener porquería para aburrir. Y algún bichillo que otro.

      Pero sí que lo tratan como si fuera la última novela de Carmen Posadas, sí.

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    • Ya digo más arriba que Saza es más si fuera un deán maléfico, incluso recojo la idea de Hermano E, conchabado con el electricista. A Saza pensé en darle el papel de alcalde, pero necesitaba a alguien que hiciera bien aquello de «un amigo, un admirador, un esclavo, un siervo…» 🙂

      Gracias de nuevo a ti.

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  5. Esto demuestra que al cuerpo de policía es España no se la dan con queso. Que hasta el ladrón más astuto lo acaba pagando. Ahora bien, a lo mejor el libro que han encontrado no es el códice famoso, y el obispo, por no hacerle un feo al capitán, no ha querido decir nada. Menudo disgusto se llevaría Mariano.

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    • Oye, pues me gusta el giro de intriga que le has dado a la historia. Hasta ahora, la parte del engaño sólo la ponía el electricista (bueno, y Don Mariano en otro orden de cosas), pero introduce elementos de disimulo también muy berlanguianos. Me gusta.

      Cuando yo digo que los comentarios enriquecen…

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    • Huy, no, no. En una de Torrente hubieran aparecido mocos pegados al códice (con perdón), y habrían molido a palos al mendigo de la puerta.

      ¡Dejemos que corra el glamour! 😉

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