De Prada y la imbecilidad

Juan Manuel de Prada escribe hoy un artículo en ABC que me ha provocado la indignación. Yo les enlazo el artículo CLICK y ustedes verán si se lo leen antes. Si no lo hacen, el inconveniente es que yo no pueda hacerles seguir bien el resto del post, pero la ventaja es que tal vez eviten, a su vez, indignarse.

Cree de Prada que por defender a los islamistas que se lían a tiros contra caricaturistas, periodistas y escritores que han criticado (u ofendido, me da igual y verán por qué me da igual) al Islam, defiende con ello la religión católica y defiende a Dios, al dios de los cristianos, y más en general a todos los dioses de todas las religiones. Cree defender al dios en el que él dice creer mucho, junto a esa iglesia a la que él cree que defiende de algo. Es una postura con la que ustedes también se habrán cruzado y que tal vez compartan, quién sabe. Ese insoportable  bueno, es que los de Charlie Hebdo se estaban pasando de la raya, que sigue con un es que los de Charlie Hebdo no tienen derecho a injuriar, blasfemar y ofender de ese modo; de ahí pasamos a un airado es que se pasan tres pueblos, y de pronto, después de un pesaroso eso tampoco se puede consentir, llegamos, con un saltito muy pequeño, hasta un ¡Bien hecho, Ali! Y es que hay pensamientos inocentes que nos pueden trasladar a sitios muy feos. A un lugar, en mi opinión, atroz.

Les voy a dar un comodín y pasaré por alto la desproporción de la respuesta. Lo de hacer una caricatura y recibir un balazo es tan desproporcionado como robar una cartera y que te apliquen garrote vil. En mi mundo, claro, que en las tinieblas de Prada no sé. Pero no me centraré en eso, porque hasta un niño podría entender lo que digo. No es la desproporción, sino el plano de la discusión en la que se situan estos tontainas lo que me hace escribir esto.

El terrorismo islamista no está ofendido por unas caricaturas ni por unos textos. No hay tal ofensa. Caer en eso es darles una primera victoria y a no ser que quieran ustedes que ganen, yo me abstendría de seguir por ahí. El terrorismo islamista usa unas caricaturas como excusa. ¿Cuántas caricaturas se habían publicado en EEUU antes del 11 de septiembre de 2001? ¿Y en Madrid antes del 11 de Marzo de 2004? Si no hubiera caricaturas, habría minifaldas, o rock and roll, habría homosexuales tolerados, o quizá les ofendería un bocadillo de jamón. Las caricaturas son una burda coartada para que todos, sin excepción, nos sometamos a sus reglas y a su modo de entender la vida y el mundo, no se engañen, por favor.

Esas reglas a las que nos quieren someter provienen de Estados teocráticos y de bandas paramilitares que, con mucha parafernalia piadosa, dicen interpretar a un dios en el que todos estamos obligados a creer. Obligados a creer, léanlo un par de veces y no se me despisten. ¿La fe? ¡Bah! ¿Qué puede importar la fe cuando se tiene un kalashnikov? Como decía Rushdie, se trata de culturas de un solo libro, en las que unos hombres viven de la ignorancia de los otros. Esos gobernantes y guerreros no buscan la paz, el amor, el bienestar y la vida eterna rodeados de huríes de sus gobernados, sino tener armas y poder, conquistar, hacer la guerra, degollar, e imponer su tiranía.  Y esto es muy prosaico, y no tiene que ver con la religión ni con la ofensa, señores. No hay ninguna diferencia entre estos barbudos y Pol pot, Hitler, Stalin o el animal ese que hay en Corea del Norte. Ninguna. Son iluminados que dictan y someten. Con ejércitos, policía y sobre todo, con impunidad. La impunidad que da estar al habla con dios, que es la misma impunidad que da ser un enviado del pueblo o el líder de una raza o de un partido único.

Así que situar la tiranía de esos barbudos en un plano religioso me parece una perfecta imbecilidad. Y discutir acerca del grado de respuesta a una ofensa, de una miopía extraordinaria. No es Alá el problema, por mí pueden creer en las piedras, mientras no me las arrojen a mí. O como diría mi madre ¡qué Alá ni qué Aló! El debate no es religión musulmana o religión católica o judaísmo o budismo o pastafarismo si me apuran. El debate es libertad o tiranía, civilización o barbarie, siglo XXI o siglo XII.   La idea de “o piensas como yo o te liquido” es más viejo que el hilo negro, así es que no se distraigan poniendo la religión a la altura de estos monstruos.

De Prada nos dice escandalizado que la libertad de expresión sirve para ultrajar, dañar, injuriar, ofender y blasfemar, y para que Dios se tenga que aguantar con la ofensa. No, Prada, no. La libertad de expresión sirve para que yo pueda escribir que dios me parece un invento y que nadie me mate ni me encarcele por eso. Y también para que yo pueda decir que Dios no se ofende por las imbecilidades que tanto ofenden a De Prada y a tontos útiles como él. Ningún hombre en la Tierra ha sido mandatado por Dios para defenderlo, y cualquier meapilas estaría de acuerdo en que afirmar eso es blasfemo. En todo caso, defenderá sus propias creencias, y en ese caso, se está defendiendo a sí mismo. O sea, exactamente igual que en una discusión de fútbol. Saquemos a Dios de todo esto, porque si no me harán recurrir a un chiste de Charlie Hebdo: C’est dur d’être aimé par des cons (es duro ser amado por gilipollas, dice Alá en una caricatura). Además de gracia, tienen en eso mucha razón.

En el terror no hay una acción-reacción, porque sin caricaturas el terrorismo existe de igual modo. Pensar que si no hay acción (caricatura) no hay reacción (asesinato) es, automáticamente, darles la razón a ellos. Si aceptas que matan porque están ofendidos, y que el caricaturista debe callar, conviene pensar en el próximo paso: ¿Qué es lo siguiente que les ofenderá? ¿Que yo no lleve burka? ¿Que vaya a un bar sola? ¿Que yo trabaje? ¿Que lleve vaqueros? Abran esa puerta y verán llegar a los tiranos a lugares inimaginables. Yo no lo acepto, y creo que no hay dar ni un paso atrás.

Si usted, cuando yo digo que son unos bárbaros, me contrapone otras ofensas, automáticamente le da carta de naturaleza a los asesinatos, porque reconoce que ellos pueden tener una (al menos una) razón. Y si acepta que pueden tener una razón, poner una bomba o ir a un tribunal es sólo una cuestión de grado. Y no. Su reacción no es una cuestión de grado, sino de categoría, y conviene distinguirlo con claridad. No me gusta que saquen al Papa sodomizado, claro que no. Y tampoco que hagan chistes procaces sobre mujeres, o sobre ancianos o sobre subnormales, si a eso vamos. Pero defiendo el derecho a hacerlo sin que nadie te pegue un tiro por ello. Y si tengo que elegir entre esas bestias inmundas y un caricaturista pasado de vueltas, me quedo con el caricaturista sin dudarlo.

En este asunto no conviene tener dudas del lado en el que nos situamos. Se puede amar a Dios, tener fe, respetar al Papa y pertenecer a la Iglesia y defender a los caricaturistas. Yo lo hago, porque creo que no es la religión. La religión es sólo el señuelo: la presa es otra. Y no hay ofensa, sino coartada, y no entenderlo es claudicar.

Habla el fanático de Prada de la religión democrática. No creo que ningún fanático de esa “religión” que tanto vitupera degüelle a un hombre delante o detrás de unas cámaras. No es la religión, bobo, no es la religión. ABC es un gran periódico con grandísimos columnistas y sin quererlo, tanto Ignacio Camacho como Albiac le responden hoy, afortunadamente (CLICK y  CLICK).

Les dejo con un vídeo de Wafa Sultán, una psiquiatra siria exiliada en Estados Unidos que combate el fanatismo islámico y el anclaje irremediable de estas sociedades en la Edad Media. Esta entrevista es de 2006, pero podría ser de ayer mismo. Son cinco minutos largos, pero resumen bien el asunto que les he traído, a mi pesar, hoy. Pueden quitar el sonido: se evitarán la bronca.

Clase media

Leía yo ayer un artículo sobre las clases medias que me hizo pensar un poco. Sólo un poco, que estamos a martes. En realidad, el artículo trataba sobre la dificultad de definir lo que se entiende como clase media, y hacer el cálculo del sueldo para entrar en la definición o no.

Lo más habitual, decía el artículo (se lo enlazo aquí, por si lo quieren leer) es calcular el porcentaje de renta promedio en un lugar, y después agrupar todo lo que circula alrededor de ese sueldo promedio, en un porcentaje de más o de menos. Lo que es interesante es la idea de «lugar», y ponía el ejemplo de la diferencia entre la renta estimada en Phoenix y en Nueva York para considerar a la clase media. En efecto, en Phoenix la cosa está entre 30.000 y 100.000 dólares, mientras que en Nueva York el asunto sube a una renta entre 80.000 y 235.000 dólares.

En el artículo se explican bien estas diferencias, que tienen que ver con el coste del alquiler, el de las escuelas, y el coste de la vida en general. Y los salarios medios son correlativos, naturalmente,  y te encuentras con que un oficial de policía con 5 años de experiencia gana unos 70.000 dólares, lejos de lo que ganaría en Madrid, por poner la ciudad probablemente más cara de España. Y vuelvo a la idea de lugar, no sólo de renta, y de cómo, en un mismo país, las diferencias de salario pueden ser bastante grandes y, sin embargo, seguir perteneciendo a la misma clase media.

Yo creo que tratar de definir la clase media es un poco ponerle puertas al campo. Es verdad que tiene que ver con la renta, y que sin duda éste es el primer criterio que debería tenerse en cuenta. Pero creo que considerar tan sólo el nivel de renta sirve únicamente para que nuestros gobernantes nos metan en cajitas para darnos o quitarnos algo. Desde un punto de vista sociológico, creo que clase media tomaría en cuenta más cosas, como la educación, la profesión, el modo de vida, las aspiraciones y otras más que si me pusiera a pensar un rato seguro que me vendrían a la cabeza. O no, que hoy es martes y queda mucha semana como para malgastar cerebro.

Hay otra cosa que me parece que tiene interés, y es el rango de salarios. En esta España gritona que nos rodea (y merodea), parece que por ganar 150.000 euros uno ya es rico. Figúrense los berridos que tendríamos que oir si se nos ocurre decir que clase media puede ser un tipo que gana 235.000 dólares, que al cambio hoy son algo más de 200.000 euros. Aunque situemos al tipo en Nueva York, ganar eso en España es ser un rico podrido (un rico en España siempre está podrido, no hay que olvidarlo). ¿Que no? Si miramos la tabla de IRPF,  el rico empieza más abajo, en torno a los 60.000 euros si no me equivoco. A partir de este sueldo, en Hacienda por ejemplo ya no te hacen la declaración, porque estiman que tienes pasta para pagarte un asesor. En breve supongo que también les cobrarán por pedir una ambulancia en caso de infarto. Así es que un papá que gana 60.000 euros y que tiene dos hijos y una esposa que no trabaja (he mirado en el calculador de Cinco Días), gana en neto unos 43.000 euros, que en 14 pagas se le queda en un sueldazo de 3.000 euracos con los que pagar la casa, alimentarse los cuatro, comprarse zapatos, encender la luz e ir de veraneo. Un ricachón, vamos. Seguro que hasta tiene para comprarse un barco con el que surcar el Mediterráneo los jueves, cuando presumiblemente empieza su fin de semana (recuerden que es rico). Lo que yo digo: para meternos en una cajita. ¡De pino!

El empobrecimiento de la clase media empieza también con estas cosas, no crean. Empieza cuando a un tipo que gana 60.000 euros se le considera rico y se le aplica el tipo máximo de IRPF. Y es así porque entonces el tipo que gana 30.000 se considera automáticamente que está en la parte alta de la clase media y que nos debemos conformar con los 1.000 euros al mes, y que 1.500 ya es la «gran aspiración». Nos queremos poco y nos queremos mal, y yo creo (IRPF aparte) que el progreso tiene mucho que ver con la emulación, y que socialmente hemos decidido tomar, a ritmo del cangrejo, el camino hacia la mediocridad. Y que confundimos la clase media con la mayoría, y que por ahí se nos está yendo el país a la porra.

A mí me gustaría vivir en un país en el que se considerara muy saludable ganar 200.000 euros. Que los viéramos como el modelo a seguir y que fueran un ejemplo social. Que nos interesáramos por lo que habían estudiado, la carrera profesional que habían seguido, las competencias que habían tenido que desarrollar para llegar a eso. Que pensáramos que ganar ese dinero está a nuestro alcance, con nuestro esfuerzo, y que pertenecen a nuestra misma clase social, aunque su casa sea más grande y sus veraneos más lujosos. O sea, que están cerca, que no son marcianos. A cambio, vivo en un país en el que se considera que el que gana eso es porque es el hijo del jefe o es un lameculos, que vive arrodillado o simplemente ha tenido suerte, y que lo mejor que podemos hacer con él es confiscarle el 75% de su salario y considerarle sospechoso. Finalmente, los que valemos somos nosotros, que para eso somos la gente normal. O sea, la clase media.

Buscando a Cervantes desesperadamente

255px-Miguel_de_Cervantes_signature.svgPor fortuna Cervantes murió en la cama y no en la batalla de Lepanto. De haber sucumbido en aquel barco, a la desgracia de no disponer de El Quijote ahora se añadiría el tener que ir a drenar el mar Jónico para dar con los restos de Don Miguel. Algo mucho más costoso que llevarse por delante el suelo de la iglesia de las Trinitarias, dónde va a parar. Me dirán ustedes que si se buscan los restos de Cervantes es precisamente por haber escrito El Quijote, pero no estoy yo muy segura de eso. Piensen que cuanto menos dinero público queda, más idiotas hay para gastarlo, lo cual no deja de tener su correlación aunque no estoy segura de que ése sea el buen orden.

Confieso que no alcanzo a entender qué interés tiene remover ahora un montón de polvo, de huesos y de madera carcomida. Nunca se podrá estar del todo seguro de que los restos que encuentren  fueron alguna vez Miguel de Cervantes, a no ser que se topen con una carta firmada por un notario de la época atada a los restos de una mandíbula. Y aunque estemos seguros ¿qué? ¿cuál es la utilidad? ¿qué importancia tiene para el mundo? No tiene ninguna. Podría tener importancia si hubiera muerto asesinado, por ejemplo, y quisiéramos saber quién lo mató, aunque 400 años después lo único que le puede pasar al asesino es que dé con sus huesos en la cárcel, para lo que tendríamos que seguir desenterrando cadáveres por toda la capital.

De momento están muy contentos porque en un féretro que había en la cripta han descubierto un remache con clavos en donde se puede leer MC. Así es que se pusieron a celebrarlo (M de Miguel, C de Cervantes… ¡eureka!), pero luego, rascando, se han encontrado con restos de un hombre, sí, pero también de un niño y de una mujer. Yo me estoy esperando que encuentren huesos de algún ratoncillo del siglo XXI, ya verán. En fin, lo que podemos concluir es que, de momento, MC significa Muchos Cuerpos…

Y suponiendo que por fin encuentren algo que nos dé la absoluta certeza de haber encontrado los restos de Cervantes ¿qué pasa luego? ¿qué hacemos después con esos restos? ¿los exponemos en vivo? ¿esa guarrería? ¿¿really?? ¿lo metemos en una urna y nos lo llevamos de gira por provincias, como si fuera la Copa del Mundo? ¿lo volvemos a enterrar y le decimos a las monjas que le echen un Padrenuestro? De verdad, qué absurdo todo.

En fin, yo puedo estar de acuerdo en que el dedo de la monja que señalaba la cripta (¡Cervantes está ahí!) es menos espectacular que este despliegue de arqueólogos, forenses e historiadores metidos a desenterradores de postín y resultaba menos publicitario. Pero a los idealistas les diré que también era mucho más romántico. Y a los prácticos, mucho más barato.

 

Tocar la lotería

Nunca me ha tocado la lotería. Alguna pedrea, una vez que ya conté por aquí y otra jugando con mi amiga Sonia, que se alegró mucho más que yo porque se había olvidado de que jugábamos juntas un décimo. Tampoco juego mucho, la verdad. Es más, yo diría que sólo juego en Navidad al número de la oficina, al de los amigos y otro que juego con mi madre. Alguna participación que me venden y poco más.

¿Qué haría yo si me tocara la lotería? Pues no lo sé. Un décimo son 400.000 euros, que es un dinero, oigan. Y aunque después de impuestos se queda la cosa en 320.000, yo hay meses que no lo gasto. Lo que es seguro es que me pensaría mucho qué hacer con todo eso. Y lo que es seguro también es que no haría algunas cosas. Veamos.

Desde luego, no iría a la administración de lotería a darle un abrazo al lotero. Vamos, ni se me pasaría por la mente. No consigo entender, cuando lo veo por la tele, a toda esa gente que va allí a darse besos y abrazos con una botella de sidra y, en no pocas ocasiones, con la lagartijera ya cogida, a dar vítores y oés oés oés a la tele. Es más: yo creo que la mayoría no son ganadores y que están allí para echarse un buchito gratis. Y para salir en la tele, que eso a la peña le encanta.

Desde luego, no diría eso de «usarlo para tapar agujeros«. No estoy diciendo que no pagaría lo que me queda de hipoteca con ese dinero, sino que no diría lo de los agujeros. Qué horror.

No me compraría un coche. Me parece la peor inversión que existe, aparte de un despilfarro.

No me iría de viaje a Nueva York. O no de inmediato. Quiero decir, lo descartaría como efecto.

No lloraría. Ni gritaría. Tampoco me veo poniéndome muy nerviosa. Me veo más diciendo «Juer…» y riéndome, eso sí.

Ni se me pasaría por la mente tener ese décimo más de un día en mi casa. Ya no digamos irme a la calle con él a enseñarlo por la televisión.

No me lo callaría, sino que se lo diría a mis amigos. Aunque me costara unas cañas.

No lo dedicaría a gastarlo en caprichos. Tengo caprichos, claro. Pero eso, ya los tengo.

No me compraría una casa.

No dejaría de trabajar.

No me arruinaría.

Yo no sé ustedes, pero yo sé lo que haría con 320.000 euros. O sí lo sé, pero ya el post se va haciendo largo. Quizá se lo cuente otro día.

Ovulos congelados

Debo decir que al principio no entendí la noticia. Es lo que tienen los titulares, que son demasiado cortos. Luego ya, cuando me detuve a leer me costó volver a ponerme en marcha porque me quedé perpleja. Y es que resulta que Apple y Facebook han decidido costear la congelación de ovulos a las mujeres que trabajen en sus empresas para que lo de tener niños no incordie su carrera profesional.

Qué modernos. De verdad, qué modernos. Si fueran una empresa de Albacete le darían a las empleadas una caja de condones, pero en Silicon Valey, un sitio tan comprometido con la tecnología y con lo virtual, gente creativa donde la haya, han debido de pensar que lo moderno es esto, y no paridas como la conciliación, la naturalidad, el ejemplo, o la sencilla valoración del mérito sin más.

Pero no malinterpreten el asunto, por favor, que hablamos de empresas punteras y modernas. No es «¿Quieres tener un niño, bonita? Pues mira, o te esperas unos diez años o te va a ascender tu puta madre». No, no. Ellos han ideado la forma de compendiar, unificar, integrar el futuro profesional y familiar de las mujeres. Y así, en vez de que la muchacha tenga que esperar a ser abuela para llegar a directora, lo que tendrá que hacer es esperar a ser directora para llegar a ser madre, lo cual tiene pinta de ser un salto generacional virtual con freno y marcha atrás.

Lo que más mola de todo es la forma de presentar las cosas, no sé si los de Facebook y Apple o los periódicos. Podrían haber titulado «O niños o ascenso«, pero no: pagan la congelación de óvulos para retener el talento. Hombre, yo lo que creo es que lo que pretenden es retener al niño, mayormente por la vía de retener las ganas de tenerlos. Ya puestos, me figuro que además de congelar ovarios les costearán también el psicólogo, a ver si se van a quedar embarazadas virtualmente y tenemos un lío. Y por otra parte, también supongo que habrán previsto cubrir otras eventualidades, por ejemplo, el caso de un empleado con potencial que se quede viudo con un par de hijos a su cargo. En este caso, me malicio que la solución pasará por descongelar a la abuela…

En fin, amigos, si yo trabajara en una de esas empresas saldría de allí corriendo y no pararía hasta llegar a Alaska. Allí sólo correría riesgo de congelarme la nariz: al menos los óvulos estarían a buen resguardo, con su temperatura al natural ambiente.

Que moro perquè no moro…

STTERESA

 

Viu sense viure en mi,
i tan alta vida espero,
que moro perquè no moro.
Visc ja fora de mi,
després que moro d’amor;
perquè viu en el Senyor,
que em va voler para si:
quan el cor li vaig donar
va posar en ell aquest rètol,
que moro perquè no moro.

No sé si será moro o no moro, pero hay por ahí un tal Víctor Cucurull que dice que Santa Teresa de Jesús era catalana de arriba abajo, o sea, completamente catalana. Así es que he acudido al traductor de Google para poder disfrutar de los famosos versos en su versión original, versos con los que abro el post de hoy.

Miren, yo me lo creo. Porque la historia hay que contarla como es. En el principio creó Dios los cielos y la tierra, o sea, Catalunya, y luego el resto de los habitantes de la tierra, que además de no ser catalanes, somos muy malvados, los fuimos invadiendo y ahí se han quedado los pobres, chiquititos y esquinados. O esquinats, no sé. Lo de Santa Teresa se explica perfectamente: los castellanos invadimos Avila, y como las desgracias nunca vienen solas, después de la invasión tradujimos a Santa Teresa, y el famosísimo moro perquè no moro devino en muero porque no muero, mucho más violento, dónde va a parar.

No queda ahí la cosa, que por lo visto Cervantes también era catalanísimo. Y miren, no me extraña. Si los castellanos fuimos capaces de invadir Avila, con esas murallas tan sólidas y solemnes ¿se nos iba a resistir Alcalá de Henares, esa ciudad sin importancia? Naturalmente que no. De hecho, yo me malicio que el brazo no lo perdió Cervantes en Lepanto, sino que fue en la guerra de la independencia catalana, luchando a brazo partido (perdonen la manera de señalar), contra los bárbaros castellanos que pretendían arrasar la ciudad, con la universidad incluida.

En fin, como el traductor de Google es gratis, y asumiendo que los madrileños somos mucho más roñosos que los catalanes – ya se sabe, unos cortan la lana y otros se llevan la fama – he vuelto a acudir a él para poder deleitarles con ese famosísimo principio del quijote (¿El Quixot?) en su lengua de origen:

En un lloc de la Manxa, del nom del qual no vull acordar-me, no ha molt temps que vivia un gentilhome dels de llança en drassana, adarga antiga, rossí flac i llebrer corredor… 

Igual mañana me animo y les cuento la conquista de América, según cucu-rucu-cull, colomba…

El Estado caracol

caracolMe levanto y mientras desayuno leo el periódico. En lugar destacado, la reforma del Poder Judicial del ministro Gallardón, ese señor con dos cejas. Se trata de una reforma que tiene dos grandes objetivos: proporcionar algo de rapidez a la justicia y mejorar la seguridad jurídica. Paso por alto que en medio de Europa, después de casi 40 años de democracia y bien entrado el siglo XXI haya que preocuparse por estas cosas porque están sin hacer. Y también me olvido de que el señor de las dos cejas haya tardado dos años en parir una reforma: puedo entender que, con tanto por suspirar, ya no sepa por dónde tirar…

Bien, la cuestión es que, manos a la obra, arreglemos esto. A pesar de tener cuenta en Twitter, yo no sé si es una buena reforma y cumplirá con los objetivos propuestos, porque no tengo ni idea de cuáles son los buenos drivers – que diría un cursi -, para arreglar el desaguisado judicial en el que vivimos. Así que aviso para no se me despisten: este post no va del fondo de la reforma, sino que me he fijado en otra cosita. Lean este párrafo aterrador:

«Esta última norma – esencial para la aplicación del nuevo modelo – no se aprobará antes de dos años desde la entrada en vigor de la LOPJ y su elaboración exigirá oir a las comunidades autónomas sobre la necesidad o no de mantener sedes desplazadas, ya que la sede de los Tribunales Provinciales de Instancia (TPI) estará en la capital de cada provincial. Transitoriamente, hasta que entre en vigor la Ley de Planta, se mantendrán abiertas todas las actuales sedes judiciales

O sea, que para que pase algo y se arregle algo, hay que aprobar una cosa esencial. Y para aprobar esa cosa esencial, se necesitan ¡dos años!, porque hay que atender la opinión de las giliautonomías. Y mientras tanto, tendremos lo antiguo y lo nuevo. Un planazo. Claro que, para presumir, hay que sufrir. Sin ir más lejos, yo presumo que seguiremos igual, y no vean lo que sufro.

O sea, que además de llevar la velocidad del caracol, seguiremos viviendo en una tela de araña. Caracoles, arañas…Hum, esto debe de ser lo de la España invertebrada. Para vertebrarla, señores, olvídense de Ortega, porque mucho mejor recurrir a la marmota: en dos años habremos tenido elecciones autonómicas y generales.

Jolín, dos años… No quiero ni pensar como además tengan que cambiar algo en la informática…

 

 

 

Casillas en la muerte de Suárez

«Ha muerto Adolfo Suárez, un abulense».

Este era el tuit de un Casillas consternado ante la muerte de un señor al que sentía cercano. Cercano, sí, porque Cebreros está a escasos 50 kilómetros de Navalacruz, pasando por El Barraco. Y dado que Suárez le sonaba a gobernante, y por si acaso se metía en algún lío político, nuestro portero más transversal optó por el gentilicio, aunque él lo confunda con la amabilidad.

No se puede pedir a un portero de fútbol que sepa de todo, y menos teniendo poco más de 30 años. No ha sido el único que ha dicho tontadas por tuiter y en situaciones así, la mayoría siente que debe decir algo y acaba metiendo la pata. Dentro de todo, esto sólo revela ignorancia y paletez. Hay cosas peores.

Tal vez no todo es culpa suya: los enanitos que nos gobiernan, que son todos errores de casting de los partidos políticos, se han ocupado sobradamente de que se nos olvide a los españoles dónde estábamos antes de llegar Suárez. Y también, qué hizo aquel hombre. Sí, un tipo que venía del franquismo, un tipo al que puso a dedo el Rey. Pero habrá que reconocerle que, en poco menos de 7 años, pasamos de Franco a Felipe González, casi sin que nos diéramos cuenta. Y sin matarnos entre nosotros.

En fin, que para Casillas, todo eso lo hizo siendo abulense, con que figúrense qué no habría hecho si llega a ser de Móstoles. Claro que si el portero de la selección y de la Décima hubiera estado viendo a Manolo Lama y al otro Manolo en la Cuatro a esas horas, se habría sobresaltado al oír la noticia del fallecimiento de Luis Suárez. «Ha muerto Luis Suárez», dijeron. Y ése, Casillas, también sabe quién es: un gallego.

Test de españolidad

Bandera de España unmundoparacurraUna asistenta extrajera que trabajaba en mi casa, que por cierto ha regresado a su país, me dijo en una ocasión que al día siguiente llegaría algo más tarde porque tenía que hacer unos trámites para conseguir la nacionalidad española. Mi respuesta, reconozco que sin reflexionar, me salió del alma:

– ¿Pero por qué?

Supongo que cinco minutos antes habría leído yo cualquier periódico y estaría en ese estado de desolación antipatriótica que se me queda siempre que acabo de leer la sección de nacional. O quizá me vino a la mente aquella frase de Cánovas, que decía que «es español el que no puede ser otra cosa». Ella me miró sin comprender y supongo que le pareció una falta de tacto por mi parte, y hasta puede que tuviera razón. Esta brusquedad nuestra, tan maleducada, tan de escupidera, tan de contestar con prontos, tan irreflexiva, es el reflejo de lo que es un español de pura cepa. Dime qué piensas y me opongo, qué haces y  te lo critico y qué quieres, que quiero algo igual.

Me venía esta anécdota a la cabeza leyendo un artículo sobre la intención del gobierno de uniformizar los exámenes (test o juicios) que se hacen a los inmigrantes para determinar si están suficientemente integrados y así, si los superan, darles la nacionalidad española. Por lo visto, aquí cada uno pregunta un poco lo que le da la gana, hasta el punto en que hay casos en que lo que se hacen son exámenes de cultura general que  no pasaría el 60% de los españoles, por poner un porcentaje amable. Porque si tú preguntas por ahí, como decía el periódico, cuáles son las dinastías que han reinado en España, hay españoles a los que habría que explicar previamente lo que es una dinastía.

Pero en fin, que el gobierno va a poner orden. Eso de que se pregunte qué pasó en 1714 no parece una buena idea, porque tal y como están las cosas, la mayoría contestará que es el minuto en el que el Camp Nou se dedica a pedir la independencia. Y por otra parte, para detectar a un español, no hay que preguntarle si sabe quién es Bárcenas, sino si le tiene un poco de envidia.

Yo, francamente, creo que bastaría con medir los decibelios que alcanza el inmigrante cuando discute. Y si todavía son pocos, le daría el libro de Belén Esteban para que se lo leyera por encima y una bandera con la condición de que sólo la usara en caso de que España llegue a una final de un mundial. Con eso y con un «vuelva vd. mañana», asunto resuelto.

Salarios y políticos

DSC_0027 recortadaUsted puede estar mal pagado de dos formas: porque cobra menos de lo que merece, en cuyo caso usted pringa, o porque cobra más de lo que sería razonable, en cuyo caso quien sale perjudicado es su empresa. ¿Cuál es el salario justo? Pues esto es difícil de decir. No solamente el retorno en forma de beneficios contantes de lo que se gana es lo que debe primar, puesto que en ese caso ¿Cómo pagamos a un médico, a un maestro, a un barrendero? ¿O cómo pagamos a un contable?

Lo conté en una ocasión: la historia de aquel señor que buscaba las llaves debajo de una farola no porque tuviera la certeza de que las llaves estaban ahí, sino porque era el único sitio donde había luz. Y así, es fácil – y hasta intuitivo – calcular la rentabilidad (en forma de retorno o en forma de productividad) de un señor que trabaja en una línea de producción, en una caja en un supermercado, o en una red comercial. Pero hay otros puestos para cuya medición la cosa se pone realmente difícil, y uno tiene que hacer los cálculos a partir de la pérdida que provoca su ausencia, o de los riesgos que evita.  O del daño que produce hacer mal su trabajo, como es el caso del comandante de un avión, cuyo pilotaje no atrae a más viajeros, pero puede provocar una catástrofe.

Así que me parece evidente que no es solo el retorno de la inversión del trabajo lo que determina el salario. También el equilibrio entre oferta y demanda importa y mucho, y hay que considerar igualmente la cualificación y la dificultad del trabajo que se desempeña. Y la responsabilidad, porque no mucha gente está dispuesta a aceptar un salario, por muy bueno que éste sea, si implica poder acabar en una carcel por firmar papeles, o simplemente si implica llevarte trabajo a casa los fines de semana. El trabajo es un producto que vende el trabajador, con su precio, con su elasticidad, su estabilidad, su escasez y su abundancia.

¿Y cómo medimos a los políticos, para saber si están bien o mal pagados?

La respuesta corta sobre el sueldo de los políticos es que cobran más de lo que merecen y menos de lo que sería razonable. O sea, que están mal pagados, pero al revés que la gente normal. Lo cual es normal, porque casi todo lo que tiene que ver con los políticos es anormal.

Los políticos en España son, por lo general, medio analfabetos, sin experiencia profesional, de ética más que dudosa, y sin ningún mérito o utilidad que reseñar en su historial. Como encima son legión, la empresa España SA se deja hasta las pestañas para mantenerlos a todos sin obtener nada a cambio. Sin embargo, no parece razonable que algunas posiciones del Estado estén remuneradas como si fueran directivos de medio pelo en una empresa mediana. Con lo cual, España SA sólo atrae a mediocres, y vuelta a empezar.

Yo le pagaría gustosa a Rajoy un bonus de 10 millones de euros si hiciera un buen ERE para el 80% los asesores, enchufados, diputaditos, gentucilla y chupópteros diversos de la política. Y un extra de 100.000 si aprendiera alemán con buen acento osie (es rentable: nos ahorramos el traductor para la Merkel). Y a Montoro le daría una comisión por cada euro de gasto público absurdo que redujera. Pero ellos se conforman con sus 70.000 al año, qué le vamos a hacer. Y son felices, porque salen en la tele y pueden equivocarse en sus estimaciones cuanto les dé la gana.

Usted no se altere y siga pagando impuestos, que el asunto no tiene remedio.