Momentos estelares de la Humanidad, de Stefan Zweig

momentos-estelares-de-la-humanidadEl libro que este mes hemos leído en el Club de Lectura es el de Momentos estelares de la Humanidad, de Stefan Zweig. Es un libro que yo ya había leído, y del que tengo un estupendo recuerdo. En general, como de todo lo que he leído de este autor, que hace que la historia y vidas de los personajes se conviertan en interesantísimas novelas, y que sus testimonios de la Historia sean una aventura serena de la que es difícil despegar los ojos.

El libro anuncia en el subtítulo catorce miniaturas históricas, aunque de miniaturas nada. Se trata, efectivamente, de momentos remarcables de los que la historia toma nota, y de los que luego Zweig rescata el detalle, aunque enmarcado cuidadosamente en la solemnidad del momento.

Y así, nos cuenta la muerte de Ciceron, el viaje de Lenin a Rusia, la creación del Mesias de Haendel, los últimos días de Tolstoi, el descubrimiento del Pacífico, la carrera por alcanzar el Polo Sur, o los intentos del presidente Wilson por crear una paz duradera después de la Primera guerra mundial, además de otros momentos históricos de interés.

Los episodios que más recordaba cuando volví a coger el libro para hacer este post eran tres, a los que se unió un cuarto. El de la aventura de tender el primer cable eléctrico para unir América con Europa. Zweig nos hace reparar en la transformación del valor del tiempo que supuso el telégrafo en la primera mitad del siglo XIX, y cómo los libros de Historia recogen batallas y guerras, cuando lo que de verdad hace progresara la Humanidad son inventos de este tipo.

Los otros episodios que recordaba eran el de la batalla de Waterloo, en la que Zweig nos cuenta cómo el mediocre mariscal Grouchy, con su falta de audacia y de iniciativa propia, perdió la oportunidad de pasar honrosamente a la Historia, además de que le pusieran su nombre a una avenida en París. Al pobre, después de la metedura de pata, no le han dedicado no ya una miserable callejuela en el Marais, sino ni siquiera un triste cul de sac perdido de la periferia.

También el momento estelar de la caída de Bizancio, en 1453, como símbolo y como puerta de Occidente, abandonada por una cristiandad hipócrita y desunida a su suerte. Zweig se fija en el sitio, en las inexpugnables murallas que rodeaban la ciudad, y que hacían de ella una fortificación invulnerable. Y cómo un despiste, el descuido de dejar una puerta trasera abierta, provocan el pánico de los ejércitos de resistencia y la caída de la ciudad.

O la creación de la Marsellesa, compuesta por un compositor mediocre en un momento de delirio patriótico, en Estrasburgo. Ese enardecimiento hace triunfar después la marcha en Marsella hasta ser transformada en el himno emocionante que conocemos. Pues sí, el famoso “aux armes citoyens, formez vos bataillons” que pone los pelos de punta cuando se oye cantar fue creado por un mediocre que murió amargado y peleado con el mundo, y después de componerlo se dedicó a oponerse a la Revolución y todos los regímenes que la sucedieron. Y si no le afeitaron el cuello fue de puro milagro, y no porque no diera ideas, con aquello de los soldados feroces que vienen a écorger nos fils et nos compagnes…

Zweig es una garantía de entretenimiento y también de aprender historia con la lectura de un libro de forma amena. Y muy especialmente con este libro, de episodios cortos, pero muy interesantes todos ellos, que además no exigen mucho tiempo y se pueden leer en ratos perdidos o entre otras lecturas.

Tenéis, como cada primero de mes, otras reseñas de este libro en La mesa cero del Blasco, en La originalidad perdida, en Delenda est Carthago y en el blog de Bichejo. Y a lo largo del mes seguiremos hablando de él en el blog del Club de lectura.

El héroe discreto, de Mario Vargas Llosa

El héroe discretoAquí estamos, día primero de mes, con el comentario del libro del Club de lectura. Este mes hemos leído El héroe discreto, de don Mario. A mí me gusta mucho este autor, creo que lo he dicho otras veces. Así es que yo, de partida, ya iba entregada. Y desde luego, no me ha decepcionado.

El libro cuenta dos historias en paralelo, la de Felícito Yanaqué (menudo nombre), que es un transportista hecho a sí mismo y que es chantajeado; y Rigoberto, un empleado de una aseguradora que, cuando se dispone a jubilarse, es reclamado por su jefe para que sea testigo de su próximo matrimonio con una criada. Las dos historias van alternando los capítulos, una sucede en Piura, la otra en Lima, sin una relación aparente y de forma independiente, aunque el lector espera el momento en que el autor relacione a los personajes. Y hasta aquí de qué va la novela. No digo más porque no quiero destriparos nada de una trama que el propio autor se encarga de calificar:

Dios mío, qué historias organizaba la vida cotidiana; no eran obras maestras, estaban más cerca de los culebrones venezolanos, brasileños, colombianos y mexicanos que de Cervantes o Tolstoi, sin duda. Pero no tan lejos de Alejandro Dumas, Émile Zola, Dickens o Pérez Galdós»

No hay que descubrir ahora a Vargas Llosa, que es un autor en mi opinión formidable. Lo era antes del Nobel y lo va a seguir siendo ojalá que por muchos años. Don Mario consigue que vayamos siguiendo las historias con mucho interés. Las dos son tramas en donde encontramos chantajes, venganzas, lealtades inquebrantables, principios irrenunciables, traiciones, trapacerías, y en el fondo, dos historias que van y vienen entre la pillería y los códigos de honor, ambos más propios de un mundo de siglos pasados que en América te vuelves a encontrar de forma actualizada. Yo no sé si sólo me pasa a mí, pero siempre que leo a autores sudamericanos me imagino un mundo de principios de siglo. Vargas Llosa sitúa el libro en el Perú actual, pero sea por el lenguaje o sea por imaginaciones mías, yo veo a las señoras con miriñaque y a los caballeros con panamá.

Un párrafo especial merece el vocabulario. Madre mía. Vargas Llosa necesita un diccionario para él solo. Abro el libro. Empiezo a leer y en la primera página ya he anotado: chancaca, melcochas, chifles… bueno, eso es comida. Pero cuando se ponen a hablar… ¡Uf! Mangaches, pucha, camal, churre, mataperradas, trompeaderas, bulín, cafiche, encanar, lúcuma… Cuando las usa mucho, ya las entiendes (churre = chaval), pero otras son difíciles de comprender. Con todo, es un lenguaje muy sonoro, y muy divertido. Tiene giros, como «sacar canas verdes» o «tener a alguien en pichingas» (en ascuas) que yo he decidido incorporar a mi lenguaje habitual. Si hasta se divierte el autor:

«¿Enchucharse?», pensó don Rigoberto. «Debe ser la palabra más fea de la lengua castellana. Una palabra que apesta y tiene pelos»

El libro tiene ritmo, y Mario Vargas Llosa hace algo que me parece una genialidad, y es que maneja varias escenas a la vez simplemente alternando las conversaciones, es decir, introduciendo la conversación de otro personaje que está en un plano temporal distinto en la primera conversación. Y lo hace sin que te des cuenta. Hasta tres escenas llega a manejar y le sale con una naturalidad pasmosa. Es un recurso que parece más del cine, y que yo no había visto nunca (quizá se usa muy a menudo, yo no lo sé) y me ha parecido muy estiloso y muy elegante.

A mí me ha encantado el libro y me ha divertido mucho. Pues sí, che guá.

Tenéis, como cada primero de mes, otras reseñas de este libro en La mesa cero del Blasco, en La originalidad perdida, en Delenda est Carthago y en el blog de Bichejo. Y a lo largo del mes seguiremos hablando de él en el blog del Club de lectura.

 

Joyland, de Stephen King

Joyland unmundoparacurraNo soy una persona particularmente miedosa, pero sí me dan miedo las películas y los libros de miedo. Hay quien disfruta con el género, sea porque tienen un reptiliano poco activo y el subidón de adrenalina les hace mucho bien, o sea porque tienen capacidad para no olvidar que se trata de una simple ficción, y esos libros les hacen pasar un rato interesante. Pero a mí no me gusta pasar miedo, qué le vamos a hacer.

Naturalmente, no hay que confundir el miedo con la intriga o con el suspense, aunque vaya acompañado de sustillos, que tampoco me hacen ninguna gracia. Pero vamos, que no me molan nada las historias de fantasmas, ni de muertos vivientes llenos de moco por la cabeza, ni los cementerios a la luz de la luna, ni los fenómenos paranormales, ni los monstruos, ni la sangre, ni los libros de perturbados malévolos, ni los demonios, ni las sectas. Me es indiferente que el fantasma sea bueno: es un fantasma, y a mí los fantasmas me dan susto.

Hoy les comento el libro de Stephen King, Joyland, que es lo que hemos leído en el club de lectura. Después de la introducción, me dirán que cómo se me ocurre no vetar ese libro. No todos los libros de Stephen King son de miedo, me dijeron… Lo que puede ser verdad, casi tanto como que con éste he tenido mala puntería.

En fin, la historia sucede en una feria, Joyland, en la que ha habido un crimen hace algunos años. El escenario ya te pone los pelos de punta, porque las ferias son siniestras, como los circos antiguos: un asesino disfrazado de payaso es algo que pone los pelos de punta a cualquiera. Pero es que además, el fantasma de la asesinada va por ahí como alma en pena apareciéndose, tal vez porque el asesino se sabe que anda suelto, porque no lo pillaron… La primera mención que hacen de que hay un fantasma, yo iba leyendo en un tren que me traía de Córdoba. Envié un wasap al grupo de lectura:

– ¿EL LIBRO ES DE MIEDO????

– No, da miedo. Es de tensión.

– ¡¡¡Pero hay un fantasma!!! ¿Qué coño tensión?

– No es de miedo, miedo

– O sea, es de miedo.

Yo leo por las noches, antes de dormir, con mi casa en un silencio en el que sólo se oye el tictac del reloj de la cocina. Este libro lo he leído de día. Me levantaba pronto por las mañanas, le echaba 20 páginillas y luego me iba a trabajar, a que se me pasara el tembleque, no les digo más.

Por esto que digo no he disfrutado del libro. Me temía a cada momento que hubiera una aparición, o que saliera el asesino de debajo de una cama con un cuchillo, o un niño demoníaco, o cualquier cosa.  Reconozco que tiene intriga y que se lee muy bien, y que te acaba pillando, pero no me merece la pena leer estas cosas. Tengo que decir, por otra parte que me ha gustado mucho cómo escribe Stephen King, con un fondo de sarcasmo muy de mi gusto.

En fin, si no os dan miedo estas cosas, leedlo, que os va a gustar. Tenéis, como cada primero de mes, otras reseñas de este libro en La mesa cero del Blasco, en La originalidad perdida, en Delenda est Carthago y en el blog de Bichejo. Y a lo largo del mes seguiremos hablando de él en el blog del  Club de lectura.

 

La casa de la alegría, de Edith Wharton

La casa de la alegríaDía 1, y por lo tanto, post dedicado al libro del mes del Club de Lectura. Un libro que a ratos me ha parecido de una pesadez insoportable, y a ratos una historia interesante. Pero que en ningún momento, en ninguna de las páginas del libro, me ha hecho sentir la menor empatía por la protagonista. Leía su absurda peripecia y no dejaba de pensar en aquello que decía mi padre: Seis hijos y el sueldo de un albañil, y se te iba a quitar toda la tontería que tienes. Les pondré en antecedentes por si no conocen el libro.

Clase alta de principios de siglo en Nueva York.  La señorita Lily Bart, nacida y educada para ser florero, tiene  la mala suerte de que su padre primero se arruine y luego se muera. Ni qué decir tiene que lo primero le parece mucho más grave que lo segundo, y no sólo porque su padre fuera ese señor bajito que servía para producir dinero, sino también y sobre todo, porque la condena a tener que buscarse un marido para poderse pagar los vestidos y seguir pintando la mona en sociedad.

Pero nuestra amiga Lily Bart lo quiere todo: quiere que su príncipe azul sea guapo, simpático, culto, inteligente y que esté forrado. «Las preferencias de Lily se inclinaban por un noble inglés con ambiciones políticas y muchas tierras o, en su defecto, por un príncipe italiano con un castillo en los Apeninos y un cargo hereditario en el Vaticano«. Total nada. Y dos huevos duros, que diría el otro. Así que entre que lo busca y  no lo encuentra, y que lo encuentra pero no se decide, y que se decide pero ya se le ha ido con otra, pierde todos los trenes hasta que se le pasa el arroz. Un drama.

El libro es una crítica ferocísima a esa sociedad cerrada, hipócrita y frívola, en la que las buenas relaciones están alimentadas de dinero, pero no al revés. Pero no creo que la autora pretenda revelarnos ninguna enseñanza con la historia de la protagonista, una mujer para quien la belleza es la materia prima de la conquista, olvidando que la falta de inteligencia es lo que provoca los errores de cálculo. Nuestra Lily es tan hipocritilla e interesada como sus amigos, pero en esa sociedad, un pobre no puede permitirse la soberbia. Su orgullo y su pose altiva no le impiden mentir, manipular y gorronear a discreción, y al final, por tratar de evitar la humillación, se humilla y es humillada.  Como dice uno de los personajes en el libro «Sé que hay algo vulgar en el dinero y es tener que preocuparse por él«. Lily cae en el descrédito social, pero previamente ha pasado por una profunda vulgaridad moral.

En fin, es una novela en donde todo es social. Naturalmente, está la vida social, pero también la ambición, los hábitos, las relaciones, las corrientes, las normas y la existencia. Pero igual que encuentras la existencia social, también puedes encontrar la inexistencia social, esa que produce salir del escenario social, pasando por un suburbio social e incluso llegando al estercolero social. No he leído que haya frío social, pero eso les debe de sobrevenir sólo cuando se mueren.

En fin, empiecen a leerlo que igual les gusta. Creo que hay una película por ahí basada en el libro, pero yo casi que me la voy a saltar. He terminado un poco harta de esta pandilla de tontainas.

Tenéis, como cada primero de mes, otras reseñas de este libro en La mesa cero del Blasco, en La originalidad perdida, en Delenda est Carthago. Y a lo largo del mes seguiremos hablando de él en el blog del  Club de lectura.

Noche salvaje, de Jim Thompson

Lo malo de matar es que resulta muy fácil. Te encuentras con que casi lo has hecho y no lo has pensado. En vez de pensar, matas».

Noche Salvaje Jim ThompsonEsta es una frase entresacada del libro de Jim Thompson, Noche salvaje, que es el primer libro que hemos leído en 2014 en el Club de lectura. Me parece una frase magnífica, y he querido empezar con ella para que luego no me digan que me pongo negativa.

Un asesino a sueldo es contratado para acabar con un corredor de apuestas que anda pendiente de juicio, se supone que para que no diga ni pío. La parte contratante es un llamado Jefe al que sólo le falta aparecer acariciando un gato blanco con un ojo de cada color, y del que no se conocen los motivos ni las intenciones. En cuanto al asesino, se trata, ni más ni menos de…

El más sanguinario y escurridizo asesino de la historia del crimen»

De fondo suena una música inquietante, y cuando está a punto de sonar el ¡tachán!, aparece nuestro asesino, que es un tipo de metro y medio, 45 kilos, con dentadura postiza, lentillas de culo de vaso y un cuerpo jota de mucho cuidado, porque le pega al frasco y a la cajetilla de Winston que es un primor. Y así le pasa, que entre los esputos, el que se tiene que poner los dientes  y luego que le dan retortijones cada dos por tres, se pasa en el cuarto de baño aproximadamente la mitad del libro. La otra mitad se la pasa suelto, pero contenido, disimulando mucho para que no le pillen las malas intenciones ni el sherif ni el morituri, y con un ojo en cada esquina por si acaso a alguien se le ocurre venir a matarle a él, que ya se sabe que donde las dan, las toman.

Bien, no contaré nada más de la novela, porque se trata de una novela negra y sobre todo de suspense. Tal vez porque se trataba de una novela de suspense, el autor ha colocado puntos suspensivos en dos de cada tres frases, en un estilo balbuceante que enerva mucho y que parece como si se hubiera puesto a un tartamudo a transcribir una conversación.

– N-no…Quiero decir que está bien así, Carl. Creo…, creo que debo…

La novela mantiene la intriga hasta el final e incluso más allá del final, porque es difícil enterarse de cómo termina. Y en algunos pasajes también es difícil enterarse de nada, porque aparte de los diálogos llenos de puntos suspensivos, la traducción (quiero pensar que es eso), es como para ponerse a comprobar si, efectivamente, lo de matar es fácil. Claro, que el autor tampoco ayuda mucho, porque los personajes hacen cosas incomprensibles, a veces completamente absurdas y a veces completamente idiotas, por no hablar de la aparición de un rebaño de cabras en medio del desenlace cuya explicación sólo está al alcance del doctor Jiménez del Oso, siempre que tuviera a bien volver del más allá a contárnoslo.

Por lo demás, cabe decir que en el prólogo se puede leer que «es la mejor novela de Jim Thompson», cosa que yo no voy a poner en duda, si bien me reservo la pregunta de cómo será la peor. Y mira que me extraña porque el autor venía pero que muy bien recomendado. Y aunque sólo sea por eso, creo que le daré otra oportunidad cualquier día de éstos, porque a mí la novela negra, aunque no la frecuento, me gusta.

Tenéis, como cada primero de mes, otras reseñas de este libro en La mesa cero del Blasco, en La originalidad perdida, en Delenda est Carthago . Y a lo largo del mes seguiremos hablando de él en el blog del  Club de lectura.

Os dejo para terminar con un par de descripciones que me han gustado, para que no se diga:

Con mirarla a los ojos bastaba para saber que era capaz de llamarte más palabras obscenas de las que encontrarías en un millar de retretes.»

Le acompañaba una dama, con cara de cuchillo, que lucía un rígido vestido de satén negro y un sombrero semejante a la pantalla de una lámpara. Me quité el sombrero y dirigí hacia ella una sonrisa, preguntándome por qué no habrían echado mano de ella para que les agriara la nata.»

El partido como bien superior

Hace unos años, tuve que comentar en una tertulia el libro Un mundo feliz, de Aldous Huxley. Antes, les había envié un archivo que contenía 4 ó 5 fotos: la sede del FMI, la página web de una conocida tienda de deportes, la foto de una residencia de ancianos, una noticia sobre la eutanasia, otra de la oveja dolly, una foto del Sálvame… Empecé por ahí, y a través de la identificación de ciertos pasajes del libro con cada una de las fotos, conseguí horrorizar a todos. No estábamos tan lejos, no convenía reirse de lo ridículos que parecían aquellos personajes tan sumisos…

(CLICK si quieres seguir leyendo lo que he escrito en el Club de Lectura)

(CLICK si quieres leer también otro post de Un mundo para Curra en donde comentaba el libro de Aldous Huxley)

El cero y el infinito, de Arthur Koestler

El cero y el infinito unmundoparacurraHoy, día de Año nuevo (¡Feliz 2014!) inauguramos las reseñas del club de lectura de 2014 con un libro extraordinario y muy recomendable: El cero y el infinito, de Arthur Koestler. Un libro que yo copiaría entero, no tanto para ahorrarme el resumen como para ponérselo fácil y que se lo lean. Que después me vienen con el «vale, me lo apunto», pero luego que si tengo blog y me quita tiempo, que si tengo una cola de libros por leer, que si tengo que cocer unas acelgas… Nada, nada, excusitas. Lo que tienen que hacer vds es ponerse a leer este libro de inmediato y luego reflexionar mucho sobre lo que han leído, así, sentados y con la mano en la frente. Naturalmente, todo esto suponiendo que no se lo hayan leído ya, y en ese caso les autorizo a que me regañen por haber llegado a mi edad sin leerlo.

Los totalitarismos son buenos amigos de la literatura cuando el que escribe disiente y además, le da por denunciarlo. En estos casos, si se libra del Gulag, nos encontramos con libros en los que, además de contar una historia, presentan de manera cruda el horror en el que viven. La historia se enmarca en la Historia y no se comprende sin ella, aunque se haga muy difícil entender cómo el ser humano ha podido construir ésta última, con las excrecencias que aún hoy pululan por el mundo y con fanáticos que son capaces, a estas alturas de la vida, de defenderlas.

Rubachof, un revolucionario ruso de la primera hora, cae en desgracia y es encarcelado y sometido a una nada sutil tortura, hasta reconocer su equivocación. ¿Y cuál es su equivocación? El partido sólo conocía un crimen: apartarse del camino trazado… Rubachof sabe que ha dejado de ser útil al partido, se ha convertido en un individuo molesto, como todos los que llegaron en la primera hora. Sabe que está perdido, como perdidos estaban aquellos a los que él mismo envió a la muerte a su vez. Conoce la maquinaria, sabe que es implacable. Conoce perfectamente cuáles son los métodos, las triquiñuelas, las mentiras, los medios que usa el poder para someter a los hombres.

Y duda. El que se equivoca debe pagar, el que tiene razón será absuelto. Pero ¿Quién tiene la razón? Sólo el tiempo lo dirá, y él no dispone de ese tiempo, porque hoy él está equivocado para el poder, y de todos modos, el poder, el partido, siempre tendrá la razón. «Pagaré», se dice. «Es mi deber», se dice. «Muere en silencio», le dicen. Reconocer la culpa, aunque no exista, por el bien del país, del partido, de la colectividad. Ha dejado de ser útil, como otros lo fueron antes. Muere en silencio, se dice.

Por otra parte, rara vez se hablaba de «muerte», y no se empleaba casi nunca la palabra «ejecución»; la expresión habitual era «liquidación física». Estas palabras no evocaban más que una sola idea concreta: el cese de toda actividad política. El acto de morir no era más que un detalle técnico, sin ninguna pretensión de interesar.»

El partido es un bien superior, y el fin colectivo justifica todos los medios. Lean un par de veces la frase anterior, que tiene su miga. A partir de aquí, el individuo está subordinado a esta verdad. Una verdad, por cierto, que se define como lo que es útil a la Humanidad, siendo la mentira lo que es nocivo. Es una idea tan monstruosa como simple, y como es simple, tiene sus adeptos incluso hoy en día, no crean: la masa, definida más bonitamente como la Humanidad, en la que el individuo se diluye y pierde la importancia que tiene como Hombre, como ser humano. Y es que al final todo esto del bien común y de la Humanidad lo resume y decide un tirano disfrazado de líder, que tiene la razón porque tiene el poder. Se cierra el círculo y a otra cosa.

El libro se lee con mucho interés desde la primera página hasta la última. La vida que recuerda y que cuenta en la prisión, la relación con otros encarcelados, su paso por lo interrogatorios y el combate dialéctico con sus carceleros y con él mismo, sus propias reflexiones sobre el sistema ideal que imaginó en la revolución, y el sistema real, práctico, en el que vive y que ha contribuido a mantener, prolongan la tensión del relato y dejan tiempo para respirar, para pensar y para imaginar un final que hasta casi las últimas páginas se mantiene abierto.

Tienen, como cada primero de mes, otras reseñas de este libro en La mesa cero del Blasco, en La originalidad perdida, en Delenda est Carthago . Y a lo largo del mes seguiremos hablando de él en el blog del  Club de lectura. Este mes serán coincidentes en la buena crítica. No es para menos, porque el libro lo merece.

Os dejo finalmente con una cita que da que pensar.

– No apruebo la mezcla de ideología – prosiguió Ivanof -. No hay más que dos concepciones de la ética humana, y las dos son polos opuestos. Una de ellas es cristiana y humanitaria, declara sagrado al individuo y afirma que las reglas de la aritmética no deben aplicarse a las unidades humanas. La otra concepción arranca fundamentalmente del principio de que un fin colectivo justifica todos los medios, y no sólo permite, sino incluso exige que el individuo esté absolutamente subordinado y sacrificado a la comunidad… Quienquiera que lleve sobre sí el fardo del Poder y de la responsabilidad se da cuenta a primera vista de que es necesario escoger y, fatalmente, es conducido a escoger la segunda concepción. ¿Conoces tú, desde el establecimiento del cristianismo como religión de Estado, un sólo ejemplo de Estado que haya seguido realmente una moral cristiana? No podrás designarme ni uno solo. En los momentos difíciles (y la política es una serie ininterrumpida de momentos difíciles) los gobernantes han podido invocar las circunstancias excepcionales que exigen medidas excepcionales también. Desde que existen naciones y clases, viven en un estado permanente de legítima defensa que les fuerza a remitir para otros tiempos la aplicación práctica del humanitarismo…»

Contar una historia

George y Roberta viven juntos desde hace relativamente poco. Roberta tiene dos hijas de un anterior matrimonio, y abandonó a su marido porque se convirtió en aburrido, porque no la llenaba, porque no la excitaba, porque se dio cuenta de que no le quería.

Valerie trabajaba con Georges en un colegio, y cuando Roberta dejó a su marido, se fue a vivir con ella. Fue así como se conocieron Georges y Roberta. Al principio surgio la fascinación del uno por el otro. El la vio como alguien alegre, divertida, atractiva. Ella le vio a él como una persona bromista, fuerte, un hombre misterioso y reflexivo a veces, que quería dejar el colegio y dedicarse a la escultura en una granja que se acababa de comprar, tranquilo, dedicado a criar gallinas y a plantar verduras. Los dos tuvieron una primera impresión.

Decidieron irse a vivir juntos.

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(Aviso: es una entrada en el Club de Lectura sobre uno de los relatos de Alice Munro de Las lunas de Júpiter y puede considerarse que contiene spoilers)

Las lunas de Júpiter, de Alice Munro

Las lunas de Jupiter Alice MunroHoy es día 1, y toca post del Club de Lectura. Por cierto, que el Club cambiará de nombre y de look en breve, o eso creo, aunque seguirá siendo lo que es: una cita con un libro cada mes, para la que cinco lectores muy diferentes leemos un libro y al menos tres de ellos pasan las de Caín para terminarlo.

Este que voy a comentar hoy y que hemos leido en noviembre es el último del año 2013, puesto que el que leamos en diciembre, al tener el post dedicado el 1 de enero, ya lo consideramos perteneciente al 2014. Este pequeño lío que nos traemos con el calendario en realidad a ustedes les debería de dar lo mismo pero yo prefiero decírselo por anticipado para que, en el hipotético caso de que no lo entiendan, no se entretengan con una intriga irrelevante.

En fin, el libro de este mes es Las lunas de Júpiter, de Alice Munro, la última ganadora del Nobel. Ya comenté hace un tiempo otro libro de esta escritora canadiense, que me encantó, y voy a rescatar algún que otro párrafo que sirve también para este libro. Efectivamente, Las lunas de Júpiter es, como Demasiada felicidad, un libro de relatos en el que Alice Munro se detiene en un momento preciso de la vida de cada protagonista para contarnos, sin que nos demos cuenta, la vida entera. Historias que siempre sorprenden, historias extraordinarias dentro de una apariencia común y corriente… Alice Munro tiene una manera de escribir sencilla, pero a la vez muy condensada, pone mucha información en cada frase y por eso hay que leerla despacio y con atención, porque en un relato cuenta la vida de cada protagonista y queda dibujado como un cuadro impresionista, va poniendo motitas con cada pincelada.

En este libro, Alice Munro compone 11 relatos. Hay un par de ellos que me han parecido un poco pesados, pero hay otros que me han resultado extraordinarios, como son el de la señora Cross y la Señora Kidd, La temporada del pavo, El pez negro, El accidente y el último que da título al libro, Las lunas de Júpiter. Alice Munro rodea la anécdota y construye el relato, sin que pase nada, pero contándolo todo. Es como ponerte a escuchar a una señora que está en una hamaca recordando cosas y te las va contando a su aire, pero de forma que tú te haces una idea precisa de cada personaje, de cada ambiente y cada vida.

Con todo, es un libro que me ha parecido, en su conjunto, triste. Los personajes, mujeres protagonistas en la mayoría de los relatos, componen una sociedad de vidas solitarias, en muchos casos desengañadas, y casi nunca se trata de historias de éxito o de felicidad. Yo lo recomiendo, aunque me parece que este mes voy a ser la única. Si queréis leer otras opiniones, las podéis encontrar como siempre en La mesa cero del Blasco, en La originalidad perdida, en Delenda est Carthago . Y a lo largo del mes, en vuestro blog preferido de libros Club de lectura..

La elección de libros del Club de lectura 2.0 (parte 1)

En el post de Doña Perfecta del día 1 de Noviembre, un/a amable comentarista me pregunta, desde Estrasburgo, cómo elegimos los libros en el club. Pensaba escribir sobre ello, pero da para mucho, así es que he escrito solamente una parte sobre cómo los elegimos el año pasado para este 2013, además de un resumen del año. No me ha quedado ánimo para contar la peripecia de la elección de libros para 2014, que ha sido un poco caótica, así es que eso lo contaré en una segunda entrada. Les dejo con el principio del post y ya, si quieren, siguen en el blog del Club.

Supongo que los lectores de este blog, que no son menos heroicos que nosotros, los cinco blogueros que destripamos los libros cual terroncillo de azúcar, están ya perfectamente al corriente de nuestro sistema de elección de lecturas para el año. 

– ¿Y a ti cómo te gustaría morirte? 

– Pues mira, leyendo un libro de 824 páginas estaría bien. A ser posible, en la 823, más que nada para conservar el interés hasta el fin de mis días. 

Os contaré que el año pasado, ND propuso como libro La máquina de la muerte y a todos nos pareció de lo más adecuado para celebrar el ecuador del año, si bien en el último momento…

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