El rey Mago en la Noche de Reyes

Llegué a casa a las 3 de la madrugada. Había tomado un par de copas después de una cena con vino. Y aunque la farra iba a continuar, yo me había retirado prudentemente porque me esperaba algo de trabajo como rey mago y un seguro madrugón. Al llegar a casa, me quité aquellos zapatos incómodos. Descalza, cogí unas tijeras y entré en el salón.

Empecé a desenvolver los paquetes y a abrirlos. A comprobar que funcionaban. A cortar las etiquetas de los peluches. Dejé la maleta para el final. Cerrada no decía nada, y se me pasó por la cabeza dejarla en su caja, en donde aparecía una ilustración con el resultado final, una vez montado. Entonces la abrí y el panorama me pareció inaceptable. Un montón de bolsitas de plástico llenas de piezas pequeñas, las más grandes sueltas, todo ordenado pero sin alma. Aquello no era un juguete, aquello era un contenedor de cacharros sin sentido. ¡Aquello no podía hacer ilusión a unas niñas de cinco años! Miré el reloj: las tres y veinte. Bah, no me llevará mucho tiempo, si esto es para niños pequeños, y además, no tengo sueño…

Me preparé un café, busqué las gafas, me puse unas zapatillas y un jersey, y empecé a montar lo que tardó unas dos horas en parecerse a la [puñetera] Granja Escuela de Pin y Pon. Santo cielo. ¿Pero cuántas piezas puede perder un niño antes de terminar de edificar esto? ¿Pero un niño puede de verdad montar esto? Pero, pero ¿Y dónde están las instrucciones? Claro, no hay instrucciones. Total para qué, se dirán, si un niño a esas edades está en primero de recortables y lee sólo las letras gordas. ¿Y eso que hay detrás de la casa en la foto qué será? ¿Un naranjo? ¿Y cómo coño coloco el cercado para que quepa un naranjo? Va a ser el naranjo, lo estoy viendo. ¿Y ahora tengo que despegar la casa?… Uf, ya decía yo que esos agujeritos eran muy pequeños, me da que no voy a poder sacar la casa, que me la voy a cargar…

Cuando ya parecía que no quedaban más vaquitas, ni más burritos, ni más cerditos, patitos, gallinitas, tomatitos, florecitas y lechuguitas por los sillones ni por encima de la mesa, cuando ya parecía que aquello tenía un aspecto más que decente, empecé a recoger los papeles, las bolsas, las cajas y… No puede ser ¿¿¿MÁS PIN Y PON??? ¿Pero estos muñecos se reproducen como los conejos o qué? ¿Y esto qué es? ¿Otro tejado? ¿Esto es una escalera? ¿¿¿Y por qué hay caballitos??? … 

Exhausta, con los ojos llenos de colorines, me pude por fin meter en la cama a las seis y media de la mañana. Es agotador ser rey Mago.

El último post del año

Me invitaron a escribir en este blog (CLICK) sobre las cosas bonitas que me habían pasado este año, y se me ocurrió este post, a lo Perec, que con ligerísimas variaciones, comparto con vosotros. También incluyo un vídeo muy chorra que cambiaré en cuanto llegue el año nuevo, porque ése es el tiempo para el que me han dado permiso.

Feliz 2014 a todos.

Este año 2013 lo recordaré como el año…

  1. Este año 2013 lo recordaré como el año en el que me fui de viaje con mi hermana G. a los EEUU. Y el año que viene lo recordaré probablemente como el año en el que, por fin, terminé de ordenar las fotos y pude regalarles el álbum a ella y a la otra amiga con la que me fui.
  2. Este año 2013 lo recordaré como el año en el que el Madrid no ganó la Décima y con ello, nos ha permitido seguir soñando un año más. El deseo solo es deseo cuando no se cumple, y eso, además de la sala de trofeos, es lo que renueva mi devoción por ese gran club: ¡Hala Madrid!
  3. Este año 2013 lo recordaré como el año que empecé a contar los libros que me voy leyendo, ante la imposibilidad técnica y metafísica de no poder contar los libros que no puedo leerme.
  4. Este año 2013 lo recordaré como el año que instalé un buho de plástico en mi terraza para espantar a las palomas, por recomendación de mi hermana MJ. El dilema “¿Susto o muerte?” se resuelve en favor de la vida animal con una estética dudosa, pero con una eficacia notable.
  5. Este año 2013 lo recordaré como el año en el que me fui a pasar un fin de semana a un camping. Morirme sin hacer eso y sin comer coliflor estaba entre los grandes objetivos de mi vida, y ya no los podré cumplir. Lo que me lleva a pensar que, si me esfuerzo, tal vez también podré incumplir la parte del morirme, y eso me llena de esperanza.
  6. Este año 2013 lo recordaré como el año que cambié a Curra de peluquería. Y su pelo ahora es esponjoso, pero ya no huele a fresitas, lo que hace a mi perra mucho más humana, porque olerla, lo que se dice olerla, es un asunto reservado en prioridad a sus colegas perrunos.
  7. Este año 2013 lo recordaré como el año que Molinos publicó su primer libro y me lo firmó. Guardar la cola en aquella librería entusiasta, y ese “¿Y tú quién eres?” que me hizo mucha gracia, casi tanta como leer su libro.
  8. Este año 2013 lo recordaré como el año en el que tres amigos celebraron la cincuentena, fiesta sorpresa mediante. Y de camino, me pusieron en la lista de espera, cosa que no sé si es de agradecer, porque todavía queda muchiiiisimo y yo tiendo a la impaciencia. En fin, distraeré la espera acudiendo a todas las fiestas sorpresa que me quedan, que también serán muchísimas.
  9. Este año 2013 lo recordaré como el año en el que me encontré una mañana, de pronto, con @hermanoelectron. Resulta que trabaja en un edificio al lado del mío. Encontrarme con él fue un suceso tan extraordinario que no se ha vuelto a producir.
  10. Este año 2013 lo recordaré como el año en el que mis hermanas descubrieron el whasap. Mi vida en el 2.0, ya tan poblada, ahora incluye a los que me faltaban: ¡La familia!
  11. Este año 2013 lo recordaré como el año en el que Alice Munro ganó el Nobel y por el camino perdió a cuatro lectores. Y también el año en el que Poniatowska ganó el Cervantes y, por el camino, perdió un club de lectura que, a su vez, ganó un grito de guerra contra el aburrimiento y la intensidad: ¡Poniatowska!
  12. Este año 2013 lo recordaré como el año del baile del Staying Alive en el poblachón, antes de una cena, alrededor de una mesa, mientras unos niños menores de 10 años descubrían el significado de la frase “hacer el tonto”. Ah, la importancia de la educación.
  13. Este año 2013 lo recordaré como el año en el que me invitaron a escribir en un blog sobre las cosas bonitas y divertidas del año y, después de hacer una lista, me di cuenta de que me había dejado muchas en el tintero.

Lotería de Navidad

Tendría que decir hoy lo que siempre decía mi abuelo, y que yo recuerdo en el blog cada 22 de diciembre: no me ha tocado la lotería de Navidad por un número. Efectivamente, el gordo ha caído en el 62.246 y yo llevaba otro número.

Los amigos del poblachón solíamos jugar a la lotería de Navidad juntos, aunque lo dejamos de hacer hace un par de años. Mi amigo José Luis se ocupaba de comprar los décimos para todos, hasta que un buen año se cansó y nadie quiso darle el relevo, porque el encargo la verdad es que era un engorro. Nunca ganamos nada, salvo 15.000 pesetas de pedrea que nos tocó un año y que nos gastamos en una noche de farra. Aunque lo más divertido nos pasó en 2009, que quedamos unos cuantos a cenar unos días después del 22 de diciembre. Estábamos en mitad de la cena cuando mi amiga Merche sacó un décimo y dijo: ‘mirad, me ha tocado el gordo’. Naturalmente no la creímos, pero, previsora, sacó del bolso el periódico del día 22 y ahí estaba el número, que coincidía con el décimo que tenía en las manos: el 78.294 ¡El gordo de Navidad!

Gordo Navidad unmundoparacurraY ahora os podéis imaginar el alborozo. Y el alucine, claro. Y los comentarios. Y el nerviosismo de todos. Y es verdad que nos extrañaba un poco la serenidad y el aplomo que demostraba Merche mientras el resto nos pasábamos el décimo y el periódico de mano en mano («A ver, a ver, qué suerte, jolín qué suerte«), pero es verdad que mi amiga Merche conserva siempre la contención de la gente bien educada, que es una contención muy displicente para esto de ganar un saco de dinero de pronto.

Y así estuvo un rato, mirando cómo nos íbamos pasando el décimo de mano en mano. Y cuando consideró que ya todos habíamos dicho suficientes tonterías, soltó la bomba:

En realidad, si os fijais, pero hay que fijarse mucho, este décimo es del año pasado. Y por cierto que este número es el que jugamos todos los del Poblachón… Así es que podemos decir que nos  ha tocado la lotería con un año de retraso.

Luego Merche nos contó que el año anterior había decidido guardar un décimo cualquiera como recuerdo, por si acaso cambiaban los billetes de lotería (mi amiga Merche es así, no hagan muchas preguntas), y que por casualidad había guardado ése precisamente, y que casi le da un ataque al corazón cuando lo sacó confundido con los décimos de ese año para comprobar la lista del sorteo. Y claro que le pareció chocante que nadie la hubiera llamado para decirle que nos había tocado el gordo, pero por un momento se sintió como Merchitas, la heroína descubridora y portadora de las buenas noticias…

Desde luego, las casualidades existen, y el Gordo de Navidad es una de ellas. En fin, si mi abuelo decía que no le había tocado el gordo por un número, su nieta puede decir con mucha verdad que no le tocó el gordo por un año. Anda, que manda narices…

Regalos sindicales y otros cuentos

Ya llevo tiempo mordiéndome la lengua con este asunto de los ERE´s y de los sindicatos de Andalucía. No creo que yo pueda aportar ya mucho, y además no quisiera indignarles más. Así es que me iré por los Cerros de Úbeda, a ver por dónde aterrizo.

La primera vez que yo crucé el charco fue en el año 92, para ir a México. Fue un viaje divertidísimo en el que recorrí, junto con otras dos amigas, la península del Yucatán y más, porque, fuera de cualquier previsión inicial, decidimos llegar hasta el Pacífico. Pensaríamos que si lo logró Nuñez de Balboa hace quinientos años, cómo no íbamos a conseguirlo nosotras con nuestro Tsuru II, que era un coche del que probablemente ustedes no habrán oído hablar, algo que me parece normal porque es un coche feísimo. Una parte del viaje la hicimos con una amiga que estaba trabajando en unos yacimientos arqueológicos para la Cooperación Española, y que llevaba allí el tiempo suficiente como para advertirnos de que debíamos tener muchísimo cuidado con la policía. No la creímos demasiado, pero después de dejarla, una noche en un hotel trabamos conversación con un señor mejicano muy agradable. Andando la conversación, nos dijo que el país entonces era seguro, salvo si nos topábamos con la policía: si te paraban con el coche, era más seguro salir corriendo y arriesgarnos a que nos balasearan. Yo recuerdo nuestro desconcierto: la policía está para librarnos de los malos: si ellos son los malos, eso es el colmo de la inseguridad. Pero claro, nos decía este señor, un coctel en donde se mezcla mala paga, armas e impunidad, es un mal coctel.

Un sindicato está, por definición, para defender a los trabajadores, darles asistencia legal, cuidar de que no se produzcan abusos por parte del empleador. Su razón de ser y su objetivo es mejorar la calidad y la cantidad del empleo, hacer que la vida laboral se desarrolle en un entorno más seguro. Esperen… Yo estaba hablando de la policía y ahora ¿hablo de los sindicatos? Ah, será porque la definición, vista así, se parece mucho. O quizá es que me ha venido a la cabeza eso de que un sindicato cobre un porcentaje de las indemnizaciones de los EREs que negocia…

En septiembre de 2009, el sindicato UGT de Andalucía celebró su IX congreso regional. Es normal que celebren congresos, y si tienen que asistir 700 personas, pues lo normal es que cueste un dinero. 563.000 euros fue el coste total. Hagan los cálculos que les parezcan oportunos, que a mí no me apetece. De esos 563.000 euros, 100.000 eran para regalos para los asistentes. Cien mil euros.  Hay una excusa que siempre ponen nuestros políticos y gobernantes, y es que antes, en los buenos tiempos, cuando había dinero, cuando todos vivíamos como ricos, pues se tendía a gastar más y, claro, ellos también. Bueno, esto es como si yo digo que si me pongo una chaqueta dos tallas más grandes entonces mis brazos tienden a crecer, pero en fin, sea. Veamos la talla de la chaqueta que se pusieron estos señores: En septiembre de 2009, el paro era del 17,93, y había tenido un crecimiento de casi 10 puntos desde 2007. Esto debería de dar que pensar a un sindicato, no sé. El PIB había pasado de crecer un 3,5 a crecer un 0,9 en 2008, y ese año decrecería un -3,8. En septiembre, esto lo sabe un sindicato, creo yo. O sea, que no parece que estuviera la Magdalena para muchos tafetanes…

Lo cierto es que yo no les puedo asegurar que la policía mejicana fuera peligrosa, porque no nos arriesgamos a comprobarlo. Sin embargo, sí les puedo decir que los sindicatos españoles son, ellos también, como para salir corriendo.

El vecino espía

Conste que tengo dudas todavía sobre si debo o no escribir este post. Tal vez la CIA ya se haya olvidado de mí y de mi dirección o tal vez no, y vengan a mi casa a pedirme explicaciones. Y me da la sensación de la CIA, pidiendo explicaciones, no es de muy buen conformar. O sí, no sé, que tampoco conozco a nadie de la CIA.

Verán, se trata del piso de enfrente, mirando por el patio. Yo no sé quién entra ni sale en esa casa, porque tenemos ascensores diferentes y su puerta está separada de la mía por el rellano de una escalera y un montacargas. Yo empecé a darme cuenta en verano, cuando se duerme con las ventanas bien abiertas para que entre algo de aire. En medio de una noche de insomnio, el zumbido de la lavadora y te dices que vaya horas. Y en medio de otra noche, en la que te despiertas para ir al baño y medio dormida ves toda su casa encendida, y él que va y viene con cacharros, del pasillo al salón y del salón al pasillo, todas las ventanas abiertas, todo con mucho sigilo. Y no le das importancia pero se repite la escena otras noches, quizá todas, tú no lo sabes, porque tampoco te levantas todas las noches.  Y ya te pica la curiosidad y te fijas y te das cuenta de que sólo por las noches sube las persianas, que permanecen cerradas durante el día. Y así hasta que llega el invierno y tras los visillos observas la misma pauta. Es un tipo alto, con pinta de extranjero. Es extranjero.

Total, que decidí que era un espía de la CIA. Y no me pregunten por qué, pero decidí que era espía. Y así he vivido mucho tiempo, convencida de compartir vecindad con un espía. Pero un espía bueno. O eso quise pensar.

Le pregunté con disimulo al portero, distraída, como de paso, como quien no quiere la cosa. Y bien orgullosa que estoy de que no se me notara que estaba sonsacándole información y que él no se diera cuenta mientras me daba los datos que necesitaba. Así es que me enteré de que no vivía solo el hombre, sino que también había una mujer a quien yo no había visto jamás. Hum. Y que ella trabajaba en la embajada americana. ¿Alguien necesita más pruebas?

Y es que yo sería una magnífica espía si no tuviera tan mala memoria. Bueno, por la memoria y porque obtuve toda la información ayer, o sea, unos quince meses después de que el supuesto espía y su señora se volvieran a su país y dejaran de ser mis vecinos…

¿Algo marrón?

Vino a Madrid porque su hermano había sufrido un percance grave de salud cuando había llegado aquí por trabajo. Y pasaba un día y otro, sin saber si se convertirían en tres o en cuatro, resuelto a hacer una guardia permanente en un hospital alejado del centro mientras esperaba a que diera la hora de estar unos pocos minutos con el enfermo, pocos para él, muchos para el paciente a decir de los médicos.

Sólo quise acercarme a saludar, a decir hola, a calmar su aburrimiento sin curarlo del todo, porque tampoco era cosa de quedarme allí a pasar la tarde. No me preocupé mucho por la impresión que causaría, la verdad, porque siempre causo la misma impresión en general. Así es que, por casualidad, el pantalón era beige, la camisa era blanca con botones y ojales negros, la chaqueta era larga de color chocolate, el bolso y el cinturón eran de color camel, los zapatos eran negros con un poco de tacón, igual que la correa del reloj. Podría haber sido azul, porque iba al poblachón, pero era negra, porque venía del trabajo. Como pueden ver, o al menos imaginar, la combinación de colores era adecuada y las tonalidades eran discretas, en tonos perfectamente distinguibles aunque siempre se puede discutir si son distinguidos.

Tampoco es cosa de sacar el pantonario, pero prefiero concretar las cosas para no dejar ningún lugar a la duda o a los matices. En cuanto a las opiniones, me interesan muy poco. Así que técnicamente y siguiendo el código CMYK, los pantalones son un 20-20-30-0, la chaqueta es una mezcla con 50-50-70-20 y en cuanto al bolso y el cinturón, es más difícil, pero yo calculo que estarán en unos porcentajes de 30-50-90-10. En cuanto al negro no era un 100% K, sino que se quedaría al 80%, y luego con algo más de Cian que de Magenta o Amarillo. El blanco llevaba un 0% de todo, incluso a las cinco de la tarde y después de una ajetreada mañana de viernes.

Y así vestida, señores, que alguien piense que yo iba de marrón es fijarse poco en los detalles. Y que ese mismo alguien además te lo diga, es calcular poco otros detalles tan importantes como aquellos en los que no se ha fijado. Así es que no pude por menos que reaccionar de forma rotunda, con la única naturalidad que me fue posible:

– ¿Marrón???? ¡Yo nunca voy de marrón!

En fin, se lo tendré que perdonar, aunque me cueste la paciencia…

El slogan anti energúmenos

Curra et Wilma ds la bagnoleHace unos días, o tal vez unas semanas, leí un tuit que me hizo mucha gracia y que creía que había almacenado en favoritos y que ahora no encuentro. Venía a decir que todas las mujeres saben que, en un grupo de hombres, el primero que se altera en una conversación es el peor en la cama. Sí, ya sé que esto es algo que no esperaban vds encontrar en este blog tan apacible, pero Twitter es así de algo a veces.

En fin, no voy a meterme en la cabeza de otras mujeres porque bastante tengo con estar instalada dentro de la mía, pero al leerlo pensé que algo de cierto había en ese tuit. Sin necesidad de tener que llegar a imaginar según qué situaciones cuando estás de conversación con hombres, sí me parece que el tipo gritón y engorilado, ese especímen que se enrabieta fácilmente y que se pone en plan «te vuelo la cabeza» a la primera de cambio es el que provoca un mayor sentimiento de antilujuria entre las mujeres. También es cierto que no todas tenemos los mismos gustos, pero estoy segura de que incluso muchas de las que dicen sentirse atraídas por eso que llaman «hombres – hombres», prefieren llevar al lado a un tipo tranquilo y seguro de sí mismo que si es menester, entonces sí, le vuela la cabeza al que sea, antes que a un sietemachos histérico y gritón que no tiene ni media bofetada. Y por cierto, que eso de hombre-hombre me resulta dificilísimo de definir, probablemente porque no alcanzo a entenderlo.

Me ha venido a la cabeza ese tuit esta tarde, cuando volvía de la oficina en coche. Estaba parada en un semáforo de la calle Francisco Silvela, cuando, al cambiar a verde, del asiento del copiloto de un Ibiza negro que estaba en primera línea en otro carril se ha bajado un chaval de unos 30 años, regordete de los de tripilla con rebaba y culo de Xbox, vestido con unos pantalones de cuadros por debajo de la rodilla, chanclas, camiseta de tirantes y con los cuatro pelos de rigor peinados en punta… en fin, un outfit muy de polígono. Como digo, se ha bajado del coche y se ha puesto a gritar al señor del coche de detrás. Le decía algo como «Qué pasa, por qué pitas, ¿eh? ¿por qué pitas hijo de puta?…«. Todo sin moverse de su puerta, probablemente porque no podía calibrar cuál era el tamaño, agilidad y condiciones del conductor del otro coche.

Así que yo he cerrado mi ventanilla, he dado el intermitente, he sobrepasado a los dos coches y he seguido mi camino, aprovechando que el semáforo seguía en verde y sin que me interesara lo más mínimo el final de la historia ni sus causas.

Y entonces he recordado el tuit y al recordarlo, me he dado cuenta de que se podría adaptar muy bien a las broncas de tráfico y con ello hacer campañas publicitarias encaminadas a hacer la vida de los conductores más tolerante y con menores sobresaltos. Imaginen poner grandes carteles por la calle que digan «Si te comportas como un chulo violento y conduces con agresividad, entonces las mujeres pensarán que eres un horror en la cama«. Estoy segura de que esto le llegará al fondo del cerebro a esos tipos que van tan enfadados en el coche, y empezarían a tomarse el tráfico con otra filosofía.

Lo que ya no se me ocurre es cómo tendría que ser el slogan dirigido a las mujeres. Se aceptan sugerencias.

PS: Si me estás leyendo y eres el dueño del tuit que cito, por favor házmelo saber.

Le voy a hacer caso, señora

Me voy a comprar zapatillas para el verano con mi sobrino, como cada año. La tienda está en el centro de Madrid y tiene su aquel: es una tienda más pequeña que mi cocina, y hay más gente que en un purgatorio. Con decirles que tienen un turnomatic ya les digo todo, y la gente espera fuera, como si regalaran las zapatillas. Llega el momento de las abarcas:

– Quiero esas que están al lado de las burdeos, que son más claras…

– No, esas claras son en realidad rojas. Es que han perdido el color.

– Bueno, pues entonces las verde lima

– Ok, unas verde pistacho

– Mmmm… tráeme también las rojas, hazme el favor, a ver de qué rojo hablamos.

Abarcas rojas unmundoparacurraAsí es que escojo las rojas, que son más bonitas que las verdes (confirmo: no eran lima, sino pistacho, un mundo entre los dos colores) y mientras espero a que me traigan unas alpargatas amarillo pollo de mi número, un chico con gafas de metal plateado que ya no cumplía los 35, con un polo Fred Perry de rayas blancas y azules horizontales y unos chinos beige, pide unas abarcas caqui y otras burdeos del 42. El dependiente le contesta que burdeos no tiene de ese número y que las de al lado no son como parecen, sino rojas.

– Huy, no, rojas no.

– Pues son bien bonitas en rojo – intervengo desde mi medio metro cuadrado -, mira qué bonitas son (abro la caja para que las vea).

– Ya, sí, pero para una mujer. Para un chico no…

– ¿Para un chico? Para un chico son preciosas, bien originales. No como las caqui, que están muy vistas ¿no?.

– Ya, pero yo no sé si me atrevo.

– Bueno, ya si no te atreves es otro problema. Pero para chico son perfectas… – pasa mi dependiente buscándome –  ¡Sí, eh, yo, aquí, esas alpargatas amarillas son para mí!…

Cuando termino de pagar y me giro para salir, me topo con el chico del polo Fred Perry, que me suelta con una sonrisa:

– Al final le he hecho caso, señora. ¡Las he comprado rojas!

Yo hubiera dado dinero, ¡DINERO!, por que mi sobrino no lo hubiera oído. Pero es joven, me quiere mucho y estaba atento… He sufrido un poco para explicarle que no había más que verle el polo de rayas Fred Perry y la montura de las gafas para darse cuenta de que su único problema no era atreverse con unas zapatillas rojas, no digamos dudar del consejo de una mujer joven y atractiva… Y mi sobrino, un chico comprensivo que me quiere mucho me ha dejado más que tranquila: ya no cumpliré 35, vale, pero en todo caso, aparento menos de 60…

Toros y accidentes

toro1_hornHace tiempo, en la empresa donde trabajo se organizaban todos los años una especie de “olimpiadas” en las que participaban todas las empresas del grupo. En cada filial se formaba un equipo de unas 20 personas y se le enviaba a competir en lo que en definitiva era una gran jinkana. Yo fui un año en que los juegos se celebraron en la Camarga, en el sur de Francia. En esa región son muy aficionados a los toros, así que una de las pruebas, entre el tiro con arco, la carrera de piraguas y la contrareloj en burro (cosas de ese tipo), hubo una corrida à la cocarde, que consiste en que sueltan un torito en una plaza con una escarapela entre los cuernos y los mozos del pueblo se tiran al ruedo para quitársela, con lo que aquello, más que una corrida parece un concurso de recortes. Desde luego, ni en los festejos serios se trata de toros sino de unos novillos muy jovencitos y altos aunque, eso sí, con unos cuernos que parecen velones y una agilidad que ríete tú de los gatos.  Y la cosa tiene su emoción, que es proporcional al peligro, que también lo tiene, sin ninguna duda.

Tal y como era obligatorio, en nuestras olimpiadas dos de cada equipo estaban apuntados para saltar al ruedo. Pero aquello del toro à la cocarde daba para mucho barullo, y al final, ahí saltaba un poco quien le daba la gana. La cuestión es que ninguno de los españoles se tiró al ruedo, ni siquiera para quedarse pegadito al burladero. Desde las gradas, nos dedicamos a bailar y a dar palmas mientras el resto de nacionalidades se daba unas tortas como panes, se dejaban el culo enganchado entre los cuernos del bicho y se rompían algún que otro diente al encaramarse a la grada, que de todo hubo. Y nos decían, entre chichones y rozaduras, “Eh, los españoles ¿por qué no os tiráis?”, y nosotros nos reíamos mucho. No hubo accidentados de consideración, aunque es verdad que aquello que soltaron era casi una vaquilla. Pero tenía sus cuernitos, no crean.

Ayer fue el último encierro de San Fermín y una chavala australiana se llevó un cornalón en el pecho por estar haciendo el idiota en el trayecto del encierro. Bien pegadita a la valla por el lado de dentro, que es en el que se presume de fuertes emociones. Lo que pasa es que también es el lado por donde pasa el toro. Es el mismo lado por donde te puede partir el pulmón de una cornada y mandarte de momento al hospital de Navarra, y ya veremos si terminas tomándote unos chiquitos con Hemingway.  Que si me subo, que si me bajo, me tiro, no me tiro, viva España y San Fermín, toro hey, toro hey. A un lugareño le puede matar un toro, desde luego, pero de lo que no me cabe duda es que sabe lo que es un toro, sabe lo que está haciendo y sabe lo que le puede pasar. O sea, puede tener un accidente. En el caso de estos turistas que se tiran a correr en los encierros, no creo que se pueda hablar de accidentes. Hay una diferencia de grado, que es la misma que hay entre no haber corrido nunca a un toro y ser un perfecto imbécil.

En fin, yo espero que se cure, ella y el resto de la turistada. Del cornalón, porque de la tontería supongo que se curan nada más subirse a la ambulancia…

El géiser domesticado

Geiser despues unmundo para CurraY fuimos a Geysir. En Geysir hay un géiser. Bueno, hay varios, pero que haga esto que ven a su izquierda sólo hay uno. El resto son fumarolas. Y, en estado de reposo, charcos humeantes.

Parece ser que el géiser subía hasta 40 metros a veces. El problema venía por la parte del «a veces», porque hacía erupción un poco cuando le daba la gana. Y eso era una lata porque podías pasarte cuatro días esperando a que aquello hiciera FUUUU en condiciones. Bueno, cuatro días igual es mucho, pero echar la tarde ya lo creo que podías hacerlo allí, esperando el FUUUU del géiser. Y considerando que en Islandia, en verano, las tardes son eternas, pues la mayoría de los visitantes se iban de Geysir sin ver el géiser. O lo veían, pero en malas condiciones:  te pillaba tan desprevenido que no te daba tiempo ni a echarle una fotico para el álbum. Y ya de posar ni hablamos. Claro que el descontrol también podía ser el contrario, es decir, podías verlo hacer FUUUU cuatro veces en veinte minutos. Esto es una exageración mía, pero si ves eso explotar un par de veces sin que nadie te avise, se te quedan los nervios como para robar panderetas, y ya no duermes en toda la noche pensando que estás en una tierra hostil y que esa fuerza de la naturaleza buscará la manera de escapar de la tierra. Y puedes hasta tener pesadillas con las erupciones del géiser, saliendo en tromba o bien por el desagüe de la ducha o por otros sanitarios menos honorables, aquello haciendo FUUUU mientras tú tarareas algo de Mecano y saliendo despedida a la estratosfera… El horror islandés, ya digo.

Geiser-antes-unmundoparacurAsí es que los islandeses, muy astutos, hicieron algo para evitar aquel descontrol, y manipularon el géiser para que las erupciones fueran más manejables. No me pregunten cómo lo hicieron porque no lo sé, pero supongo que pondrían unas cañerías y un temporizador y así, el géiser hace FUUUU de manera regular. Regular de horario y regular de calidad, porque ahora el chorro es menos alto, aunque sigue siendo espectacular, eso sí, y se levanta unos 15 metros, más o menos. La leyenda cuenta que todo aquello vino como consecuencia del accidente de un matrimonio americano. Por lo visto, la mujer quería probar el agua del géiser en reposo, se remangó el pantalón y se puso a chapotear con los pies desnudos en el agua. Estos americanos… El caso es que algún dios islandés se ofendió de tal forma que hizo FUUUU por la tremenda y la mujer de aquella perdió las gafas. En fin, sea como fuere, el géiser ahora es un géiser domesticado y tiene desde entonces, aparte del notable atractivo turístico, una utlidad semejante a la del Big Ben.

Y una vez que vimos (y olimos) varias veces el géiser en explosión furibunda, tiramos las fotos de rigor y nos fuimos con la música a otra parte a seguir mirando calamidades geológicas. Pero los géiseres ya no son lo que eran. Eso sí: al del bar de enfrente le va de maravilla. FUUUU…