Toros y accidentes

toro1_hornHace tiempo, en la empresa donde trabajo se organizaban todos los años una especie de “olimpiadas” en las que participaban todas las empresas del grupo. En cada filial se formaba un equipo de unas 20 personas y se le enviaba a competir en lo que en definitiva era una gran jinkana. Yo fui un año en que los juegos se celebraron en la Camarga, en el sur de Francia. En esa región son muy aficionados a los toros, así que una de las pruebas, entre el tiro con arco, la carrera de piraguas y la contrareloj en burro (cosas de ese tipo), hubo una corrida à la cocarde, que consiste en que sueltan un torito en una plaza con una escarapela entre los cuernos y los mozos del pueblo se tiran al ruedo para quitársela, con lo que aquello, más que una corrida parece un concurso de recortes. Desde luego, ni en los festejos serios se trata de toros sino de unos novillos muy jovencitos y altos aunque, eso sí, con unos cuernos que parecen velones y una agilidad que ríete tú de los gatos.  Y la cosa tiene su emoción, que es proporcional al peligro, que también lo tiene, sin ninguna duda.

Tal y como era obligatorio, en nuestras olimpiadas dos de cada equipo estaban apuntados para saltar al ruedo. Pero aquello del toro à la cocarde daba para mucho barullo, y al final, ahí saltaba un poco quien le daba la gana. La cuestión es que ninguno de los españoles se tiró al ruedo, ni siquiera para quedarse pegadito al burladero. Desde las gradas, nos dedicamos a bailar y a dar palmas mientras el resto de nacionalidades se daba unas tortas como panes, se dejaban el culo enganchado entre los cuernos del bicho y se rompían algún que otro diente al encaramarse a la grada, que de todo hubo. Y nos decían, entre chichones y rozaduras, “Eh, los españoles ¿por qué no os tiráis?”, y nosotros nos reíamos mucho. No hubo accidentados de consideración, aunque es verdad que aquello que soltaron era casi una vaquilla. Pero tenía sus cuernitos, no crean.

Ayer fue el último encierro de San Fermín y una chavala australiana se llevó un cornalón en el pecho por estar haciendo el idiota en el trayecto del encierro. Bien pegadita a la valla por el lado de dentro, que es en el que se presume de fuertes emociones. Lo que pasa es que también es el lado por donde pasa el toro. Es el mismo lado por donde te puede partir el pulmón de una cornada y mandarte de momento al hospital de Navarra, y ya veremos si terminas tomándote unos chiquitos con Hemingway.  Que si me subo, que si me bajo, me tiro, no me tiro, viva España y San Fermín, toro hey, toro hey. A un lugareño le puede matar un toro, desde luego, pero de lo que no me cabe duda es que sabe lo que es un toro, sabe lo que está haciendo y sabe lo que le puede pasar. O sea, puede tener un accidente. En el caso de estos turistas que se tiran a correr en los encierros, no creo que se pueda hablar de accidentes. Hay una diferencia de grado, que es la misma que hay entre no haber corrido nunca a un toro y ser un perfecto imbécil.

En fin, yo espero que se cure, ella y el resto de la turistada. Del cornalón, porque de la tontería supongo que se curan nada más subirse a la ambulancia…

7 pensamientos en “Toros y accidentes

  1. Es lo que pasa cuando corres el encierro para tener una anécdota que contar al volver a casa. La gente de aquí está bastante concienciada que no se corre después de haber estado toda la noche de juerga. Y no se va a sacar fotos, sino a correr. Aunque siempre existe el riesgo.

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  2. Creo que cualquier fiesta que se masifica, pierde su esencia y termina siendo cualquier cosa menos lo que era.
    He visto muchos casos, pero ésta encima, tiene peligro de muerte así que creo que deberían poner coto a tanta turistada.
    Besazo

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  3. Pingback: Bitacoras.com

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