Ya lo sé, amigo filipino

curra-portada-postMi lector filipino me ha abandonado. Yo no sé cuándo dejó de venir por aquí, aunque sí podría calcular cuándo dejé yo de mirar de dónde venían los lectores. Y me saldría, no sé, ¿un par de años? Es verdad que cuando abres un blog te interesan mucho las visitas, en especial el número, y te motivas enormemente cuando recibes el mensaje ese de «your stats are booming». Hace muchísimo que no recibo ese mensaje. Es más, creo que pronto recibiré uno que diga «we have removed the message your stats are booming (for reasons of desperation)». Entonces, y sólo entonces, empezaré a creer que una programación contempla todas las posibilidades de experiencia cliente.

El número de países desde donde venían mis lectores han disminuido dramáticamente. Entran desde Colombia, Argentina y México, y en Europa sigo teniendo mis dos seguidores británicos y uno holandés (¡hola!) y esto es todo. El resto, todos españoles. Familia y amigos, supongo, especialmente Amalia (¡Hola, Amalia!).

– ¿Sigues escribiendo?
– Uf, cada vez menos, no sé por qué.

Primero le eché la culpa a que hice unos cursos de escritura y que aquello me hizo ver lo mala que era escribiendo, aparte de absorber la poca imaginación que me quedaba debajo del flequillo. Después te escudas en que tienes mucho trabajo, como si eso fuera una novedad. Luego que si llegas muy cansada a casa, ya ves, como si escribir no te quitara todas las penas. Y así hasta que miras un día aburrida la estadística y te dices que si el lector filipino se ha ido, lo ha hecho cargado de razón.

Creo que un día de estos miraré de nuevo la estadística para sacar una entrada de buscadores decepcionados. Espero no decepcionarme yo. Y es que, al final, escribir es una gimnasia y, si lo dejas, luego al retomarlo te salen muchas agujetas. A ver si consigo que vaya doliendo menos.

 

 

Adios, Gerardo, adiós

El alcalde del Poblachón se va. Bueno, rectifico: no se va, sino que lo han echado. Ha estado muy reñido, hasta el punto de que entre mis amigos hay quien cree que todo es un rumor y que Gerardo continuará otros cuatro años, pero no. Se va, se pira, se larga, fuera, out, a tomar viento, adiós, se acabó.

El administrador de mi casa, que estuvo en su equipo de gobierno, ya nos dijo en Semana Santa que la cosa estaba difícil este año. Según este hombre, que para esta ocasión extraordinaria se había quitado el disfraz que habitualmente lleva en verano (en agosto parece escapado de un crucero de Pullmantur) y que ahora venía con chandal y gorrilla, porque además de baja estaba de vacaciones (sí, las dos cosas a la vez, han leído bien), la ley d’Hont no les beneficiaba, porque Vox les quitaría votos. Ninguno entre los vecinos le quiso aclarar nada sobre el efecto de la circunscripción, aunque alguien sí se atrevió a recordar con sorna que tampoco se perdería nada, sino al contrario: evitaríamos que vaciara la presa para limpiarla durante la primavera, con lo que también evitaríamos estar sin agua en verano. ¡Eso es una feiknius!, gritó el gorrilla. Cuánto daño hace Tele5 en las mentes blandas, qué barbaridad…

A Gerardo le puse yo una denuncia hace años. Un primero de agosto, día laborable y fecha en la que yo empezaba mis vacaciones, me despertó a las ocho en punto de la mañana el ruido apocalíptico de un martillo neumático justo debajo de mi ventana. ¿Qué mejor momento para empezar a cambiar todas las farolas de una urbanización de veraneantes que un primero de agosto? Y es que, para este alcalde borrico, el verano es la fecha ideal para asfaltar las calles, repintar los pasos de cebra, quitar las barandillas peatonales, poner vallas random en cualquier curva o dar vacaciones al camión de la basura. Así es que me tiré de la cama y, con los ojos inyectados en sangre y el pelo revuelto, me fui derecha a la Guardia Civil y allí le puse una denuncia por psicópata, por turbar mi paz y por falta de respeto a mi descanso y al del resto de los veraneantes de la urbanización. Naturalmente la denuncia se desestimó al cabo de los años, pero al menos me sirvió para comprobar que la Benemérita es un cuerpo comprensivo con la ciudadanía, y en realidad el único que te defiende sin importar de dónde vengas.

– Es que este alcalde tiene un TOC antiveraneante, señor agente, nos tratan peor que a las vacas. Vale que no damos leche, pero compramos en el súper, alquilamos casas y comemos cruasanes.
– Tiene usted razón. Ponga una denuncia: no le devolverá el sueño, pero sí el sosiego.

Como en tantos pueblos, en el Poblachón hemos sufrido muchos años a este cacique sin luces ni talento, cuya única ambición plausible ha sido convertir un pueblo estupendo en un suburbio hortera y perezoso. Debería atreverme a acusarle de más cosas, pero les invito a que lean, en Todo lo que era sólido, a Muñoz Molina cuando cita la más famosa de sus tropelías, que afortunadamente sólo quedó en intento, porque se hubiera llevado por delante el pinar.

En fin, sólo nos queda rezar para que el nuevo alcalde que viene no sea todavía más bruto. Lo tiene difícil, pero en esta España de los milagros todo ha dejado de ser sólido para ser, inevitablemente, posible.

 

La casa lúgubre, de Dickens (al 50%)

La casa lúgubreDickens es Dickens y conviene respetarlo. Yo debería venir aquí a hablar de Dickens, o de su libro de La casa lúgubre, pero sólo me saldrán porcentajes y fracciones. Atascada en un paupérrimo 51% desde hace más de una semana, sin tener ni el tiempo ni, sobre todo, el ánimo, de continuar. La culpa no es de Dickens ni de la vida, ni de lo que te obliga o te distrae. Siempre lo digo: sólo los mediocres le echan la culpa a la herramienta. Cuando la herramienta es el reloj, el que no va avisado le echa la culpa al tiempo. Y, sin embargo, el tiempo es la única variable de la vida que no se puede controlar y que va a su aire. El tiempo no se domina, el tiempo se aprovecha. En mi caso, ni lo uno ni lo otro, y la culpa no es del reloj.

En el club de Lectura, un club que ya no sobrevive, nuestro líder nos dijo “yo voy a leer a Dickens, ¿alguien se anima?”. Y así, uno de cinco lo propuso, dos de cuatro lo aceptamos y uno de dos no ha cumplido. Este es el balance del grupo. El mío, en particular, se queda en el mencionado 51%, que sigue siendo igual de paupérrimo que en el segundo párrafo. Y de no cumplir con la lectura, no paso por no cumplir con escribir este post. A mi líder del club se lo debo, que no a Dickens, porque una lee para distraerse y por afición, pero el compromiso, aunque venga cojo, es de las pocas cosas que nos van quedando.

Todo para decir que la culpa no es de Dickens. Dickens es Dickens y mi tiempo, mis obligaciones, mis noches trasnochadas, mis prioridades impuestas, pero irremediables, me impiden a Dickens. Ni siquiera mi tiempo libre me libera para dedicarle lo que, en mi devoción, este autor merece, que no es otra cosa que una devoción que me descubrió ND. Un 51%, paupérrimo, que llegará al 100% aunque tenga que esperar (el 100%, no yo). Porcentajes y fracciones importan poco de todos modos, no digamos ratios incomprensibles inventados por seres teóricos. Pero vayamos al (medio) libro, que a eso había yo venido.

Dice Chesterton en el prólogo que es su obra maestra, la que escribió con su madurez literaria. No me lo está pareciendo. Sí hay ese reconocible de Dickens de que parece que todos en Londres se conocen, que es todo un pequeño pueblito en el que todos los personajes acaban encontrándose. Pero ya sabemos que va al revés. La trama te va llevando, tú sabes que todo encajará sin saber cómo lo hará. Es la trama de intriga sin que haya intriga, el ovillo que se desenreda (¿esa es la imagen?), las piezas que se van posando en el puzzle. Muchos personajes y escenas, a la rusa sin ser rusa, y puntada a puntada el hilo va conformando el bordado hasta que lo ves completo. Y mientras tanto, estás tan distraída con las cosas tal y como suceden. Como en sus otras novelas, pero no en todas. ¿La mejor? No me lo está pareciendo. Su Historia de dos ciudades sigue para mí en el top, y la Pequeña Dorrit como una de las 1.000 páginas mejor aprovechadas que yo haya leído. ¿La mejor? Para Chesterton sí, pero yo no soy Chesterton.

Me sigue pareciendo que su mejor reconocible es su presentación de escenarios. Su forma de evocar describiendo y de describir evocando. Y hay otro reconocible, pero esto en toda la literatura del XIX, que es la presencia de las pánfilas, esos personajes a los que les darías dos hostias y te quedarías la mar de a gusto. O, y esto también es muy dickensiano, los personajes pequeñitos, miserables, infectos de envidia, de egoísmo, de indigencia moral, de maldad en definitiva. Y la grandeza de alma, siempre encontraremos a personajes así en Dickens. O sea, como en una oficina, pero en un Londres decimonónico y maloliente. Y hay un fondo de denuncia social nada comunista y muy saludable, precisamente porque no es nada comunista.

Yo terminaré La casa lúgubre y entonces les contaré el argumento. Mientras tanto, escribo este post y sólo hablo del libro. Y es que, por ahora y estando a la mitad, no sé bien dónde están los spoilers.

Probablemente tienen otras opiniones sobre el libro en La mesa cero del Blasco y espero que en el Blog del club, aunque es una probabilidad que voy a cifrar, por poner un número, en el 50%. No hay un próximo, hasta que alguien lo proponga. Veremos si pasa, pero si no pasa, pues no pasará nada.

 

 

 

El desbordamiento según Pla

– Nosotros, los directores del movimiento, no queríamos la revolución. Nuestros cuadros pensaban lo mismo. Así se lo dijimos al señor Lerroux. Pero nos ha ocurrido una cosa: hemos sido desbordados. 
–¿Desbordados por quién?
– Por la Solidaridad de Obreros Vascos, que era el ala izquierda de nuestro partido.
– ¡Ah!

Ahora ya verán ustedes cómo se pone de moda la teoría del desbordamiento. Companys ha sido desbordado por Dencàs. Besteiro ha sido desbordado por Largo Caballero y los intelectuales extremistas del socialismo. Los nacionalistas (Horn, Aguirre, Monzón) habrán sido desbordados por la Solidaridad de Obreros Vascos. Ya veremos cómo, en Asturias, Teodomiro Menéndez habrá sido desbordado también por hombres que un día u otro figurarán en las primeras páginas de los diarios.

Esta teoría es antigua. Si se dedican a la política demagógica, ¿quién podrá evitar que un demagogo más audaz siegue la hierba bajo sus pies y les desbanque? Companys ha sido desbordado por Dencàs. Y Dencàs, ¿por quién ha sido desbordado? ¿Por Badia? Y Badia, ¿por quién habrá sido desbordado? Es la cadena de los desbordamientos. Es la cadena que ha sido estudiada casi científicamente a propósito de la Revolución francesa: Necker desbordado por Sieyès; Sieyès desbordado por Mirabeau; Mirabeau desbordado por Brissot y los girondinos; Brissot desbordado por Danton; Danton desbordado por Robespierre y Marat; Robespierre desbordado por Bebeuf y los comunizantes… Después el desastre, y después del desastre la reacción que planta cara: ¡Termidor!

Ya ven ustedes, pues, que la invención de la teoría del desbordamiento no es del día 6 de octubre. Es tan vieja como la política. Los mismos estudios realizados sobre el desbordamiento considerado como ley política inexorable en relación con la Revolución francesa han sido aplicados a la historia de la Grecia antigua. Sería grotesco, pues, que, a fuer de explotar el desconocimiento absoluto de la historia de este país, los espíritus primarios que nos han desgobernado y cubierto de vergüenza durante tres años y medio pudieran decir:
–Hemos sido desbordados, ¿entiende? –Y se fueran a casa a descansar un poco, tranquilamente.

Los hombres del nacionalismo vasco son, pues, los responsables de la situación de su país. Son un partido formado por católicos. Son un partido tradicionalista y burgués. Son un partido contrario a la violencia, a la anarquía y al desorden. El hecho es que durante todo el verano funcionaron según el estilo de Esquerra de Catalunya. Con plena inconsciencia han seguido el juego a las fuerzas más subversivas del país. Nacionalistas a ultranza muchos de ellos, se convirtieron a última hora en seguidores de Prieto, Azaña y los comunistas. Es absurdo pensar y suponer que no iban a ser desbordados; lo extraño es que no lo hayan sido antes y más intensamente.

Extraigo esto del libro Tres periodistas en la revolución de Asturias,  publicado por Libros del asteroide. Los párrafos pertenecen a una crónica de Josep Pla en La Veu de Catalunya, publicada el 23 de octubre de 1934.

Qué cosas, ¿verdad?

Pum, el Brexit

Me gusta mucho a mí esa frase que me encontré en un curso para Jefes de Proyecto: si no sabes dónde vas, lo más probable es que te pierdas. También está aquello [¿Cicerón?¿Séneca?¿Florentino Pérez?], de que si el barco no tiene un destino, ningún viento le es favorable. Con más o menos poesía, las dos frases vienen a explicarlo mismo: la deambulación.

No he seguido en detalle el asunto del Brexit porque es un lío endemoniado. Pero soy capaz de hacer mi propio resumen. Unos políticos más aficionados a discutir en la barra de un bar que en un parlamento (David, sujétame el cubata), deciden preguntarle al pueblo si ellos, los del pueblo, son más bonitos que un San Luis, por ejemplo el de los franceses. Y, claro, sale que sí. Nosotros somos mejores, los otros son unos infrahumanos que no se lavan, solos estaremos mejor, viva nuestra independencia. Y ahora hay que hacer caso del mandato, y entonces empiezan a comprender que el asunto es más complejo de lo que habían previsto y que los de enfrente también tienen cositas que defender. Pum, el Brexit.

Preguntarle al pueblo. Ya, ya. El pueblo es usted, sí, que se tiene por una persona informada, moderada y responsable. Pero debería pensar que el pueblo es también ese tío que con cuatro amigos empujó a una chavala al chiscón de un portal en Pamplona para violarla en grupo; es también ese descerebrado que se pone un pasamontañas para quemar un contenedor y es también ese que no se pierde un capítulo de Gran Hermano, o de cualquiera de esos programas vomitivos de la televisión. El pueblo son todos esos analfabetos que campean en Twitter corrigiendo a catedráticos y llamando hijodeputa a cualquiera que opine lo contrario de lo que piensa. El pueblo son los que no vacunan a sus hijos y los que creen que la Tierra es plana y que el hombre nunca llegó a la Luna. Y eso, como noticia, no es lo peor: lo peor es que son la mayoría.

Hace muchos años, mi amigo Alfredo fue destinado a Tenerife a hacer la mili. Cuando llegó allí, le pusieron a dar clases a otros reclutas, porque él tenía el bachillerato. Me contaba, entre sorprendido y disgustado, la cantidad de alumnos que tenía. «Nosotros vivimos en una burbuja, Carmen. El mundo no es nuestros amigos, nuestras familias, nuestros conocidos. Hay un mundo que no comprende lo que lee, que no sabe lo que es un porcentaje, que cree que la luna tiene luz propia y que no sabe quién era Felipe II. Llegas pensando que eso era una cosa XIX, pero te das cuenta de que a finales del XX esa gente también existe». Y a principios del XXI, añado yo ahora, sigue existiendo.

Así es que la democracia, un hombre un voto, está en manos de una mayoría de gente bastante borrica, lo que da a unas elecciones una apariencia de ejercicio de riesgo extremo. Eso de que el pueblo siempre tiene razón lo pongo yo muy en duda: el pueblo lo que tiene es suerte, que es distinto. Porque cuando a la masa de ignorancia le pones una mecha de demagogia ya tienes un bonito explosivo. Lo normal, entonces, es que a tu país le pase cualquier cosa, como por ejemplo, pum, el Brexit.

Entre los reclutas que formaba mi amigo Alfredo también había el biotipo que cree que las cosas se resuelven a bofetadas. Con valor, vaya.  Un personaje de G. Chevalier, en El miedo, dice que «el valor es una virtud de subalternos, la inteligencia es una virtud de jefe», y sí, puede ser, puede ser. Pum, el Brexit.

Las víctimas ancestrales

[…] Le processus parait désormais infini, car les crimes qu’il faut réparer sont parfois très anciens. On peut, à ce titre, s’interroger sur la propension de certains à se déclarer «descendant d’esclave». Si cette filiation est la plupart du temps réelle (nous écartons le cas marginal des imposteurs), la revendication effectue, elle, un tri entre les ancêtres de celui qui la formule. Tous ses aïeux n’étaient pas esclaves; certains ont vecu avant l’esclavage, d’autres après l’esclavage; certains ont peut-être été des grands résistants, des intellectuels brillants, des héros politiques. Cependant, au-delà de la nécessité indéniable de dénoncer le crime d’esclavage, l’attrait exercé par le statut de victime pousse à choisir dans son arbre génealogique ce qui est perçu, dans nos sociétés contemporaines, comme le plus gratifiant, c’est-à-dire, la victime.

La stratégie de l’émotion, Anne.-Cécile Robert (Lettres libres)

Que traducido viene a decir que el proceso de victimización parece ya infinito, porque los crímenes que hay que reparar son a veces muy antiguos. Nos podríamos interrogar, en este sentido, sobre la propensión de algunos a declararse «descendiente de esclavo». Si esta filiación es en la mayor parte de las veces real (descartamos el caso aislado de los impostores), la reivindicación efectúa, en sí misma, un sesgo, una clasificación, una elección entre los ancestros de aquel que la formula. Todos sus antepasados no eran esclavos, algunos vivieron antes de la esclavitud, otros después; algunos pudieron ser grandes resistentes, intelectuales brillantes o héroes políticos. Sin embargo, más allá de la necesidad innegable de denunciar el crimen de la esclavitud, el atractivo que ejerce el estatuto de víctima empuja a elegir, entre el árbol genealógico, lo que se percibe como más gratificante, es decir, la víctima.

Y el que dice esclavo, dice republicano, o nacional, o indígena, o whatever. Tú coges, miras en tu árbol genealógico, y alguna víctima encontrarás. Aunque sea la víctima de un accidente de coche, pero alguna encontrarás. Y a reclamar perdón y a dar pena, que es gratis.

Este verano en Colombia, un individuo bien blanquito y bien rubio nos enseñaba, en un pueblo muisca de mentirijilla, un mapita en el que se leía que dos millones de indígenas habían sido asesinados por 250 españoles que remontaron el río Magdalena. El cuento era muy grosero. ¿De dónde son ustedes?, nos preguntó antes de empezar a decir tonterías. De España, contestamos. Ah, nos dice, pues discúlpenme si digo algo que les ofenda.

En fin, de aquella charleta lo único ofensivo que recuerdo era el desprecio a la menor inteligencia. ¿Qué podría decir aquel individuo que me pudiera ofender a mí? Los últimos antepasados cuya mala mención me puede llegar a ofender son mis abuelos, y estoy segurísima de que ninguno de ellos remontó el Magdalena. ¿Qué debería ofenderme entonces? ¿Lo que hicieron sus propios antepasados sin duda europeos? ¿Lo que votaron sus abuelos? ¿Lo que no han hecho sus padres? ¿Debo ofenderme por un pasado inventado sobre cuya historia tan manipulada como truculenta un tontainas se ha montado un negocio? ¿En 2018? ¿En serio? Ya lo decía Cipolla: contra la estupidez es inútil luchar, sólo se puede intentar huir.

Les confesaré una cosa: Cortés es mi cuarto apellido. No pienso pedir perdón a nadie. Y digo más: que se anden con ojo los mexicanos, que igual me ofendo y les exijo una reparación. ¡A mi abuela ni tocarla!

Vuelve Zidane, esa mirada

ZidaneEntre la historia que tu hiciste y la Historia por hacer, Zidane ha vuelto. Y yo estoy encantada. La cosa por lo visto estaba entre Mourinho y Zidane, o sea, entre dar motivos para que nos odien o dar motivos para que nos envidien, sabiendo que medio mundo nos seguirá odiando o envidiando aunque juguemos cada semana por el bien de la Humanidad o aunque perdamos tres títulos en una semana. Es lo que tiene ser grandioso, qué le vamos a hacer.

Como sé que no van a buscarlo, les volveré a contar lo mío con Zidane.

No recuerdo en qué año fue, pero él era todavía jugador. Yo estaba esperando en Roissy para volver a Madrid en el último vuelo de la tarde cuando pasó por delante de mí en la fila de embarque. Cuando entré en el avión, él ya estaba sentado en su asiento de Primera. Tenía una revista en las manos. Levantó la cabeza, me miró, le miré, suspiré, tuve la serenidad de no tropezar con nada y opté por enamorarme perdidamente.

Zidane aporta ilusión y sentido común. Ayer iba vestido rarísimo, pero yo se lo perdono, igual que le perdonaba sus escupitajos cuando jugaba, y también que cuando rompía a sudar pareciera una Cibeles espigada. Con Zidane sigue estando todo perdido, pero ya no lo parece. Nos recordó lo que hizo y lo que dejó de hacer en estos tres años, y eso es tanto como prometerlo todo.

Me da un poco de pena Solari, que me parece un caballero y un gran madridista. Pero sea, no le han salido las cosas y se tiene que ir. A cambio nos ha dejado ver a algunos jugadores extraordinarios que serán, con el tiempo, magníficos jugadores, como Vinicius o Reguilón, y también nos ha enseñado las miserias de otros, como Isco. También los límites, la proximidad del final, la desconexión y la arrogancia de muchos. Y las ganas y el compromiso y la clase de algunos. Lo que Solari no ha tenido que mostrarnos es la soberbia de Ramos, porque esa ya la conocíamos todos.

Zidane sabrá qué hacer con este grupo de jugadores. Y lo que haga, bien estará. Os lo digo yo, que he visto su mirada.

Hala Madrid.

Historia por hacer

Entre la Historia que tu hiciste y la Historia por hacer, al Madrid le ha ganado el Barça en el Bernabéu dos veces en cuatro días. Por el camino, nos han echado de la Copa del Rey y nos dejan a doce puntos en liga. Muy triste y, sobre todo, muy humillante. Así es que la Historia por hacer de este año es otra Champions, que sería la número catorce. Estupendo, sí, claro que es muy ilusionante, pero eso de dejar la Liga y la Copa para que la ganen otros no es digno ni aceptable en el Madrid. Un año puede, pero no más.

Hay algo en el Real Madrid que sobra, pero yo no sé qué es. Por el momento, no parece que fuera Cristiano. Es tremendo que alguien en sus cabales pensara que se puede dejar marchar a un jugador como él, (sin que venga un jugador clutch consagrado de repuesto) y que no le pase nada al equipo. Cristiano no era sólo los goles que metía, que también. Es que Cristiano es un jugador que cunde y que atemoriza al rival. Para mí hubiera sido mejor que se fueran cuatro jugadores (no cuatro al azar, cuatro estrellitas muy concretas), antes que Cristiano Ronaldo. Y aún ahora, sin ellos en el Club, el Madrid mejoraría. Y es que el futbol es calidad, piernas, energía, pero también es cabeza. Y buen rollo, y ejemplo.

Tampoco parece que sobrara Zidane. Un entrenador sirve para cosas, no es un muñeco. Un entrenador decide alineaciones, da instrucciones, impone un estilo de juego, estudia a los rivales y motiva a los jugadores. No es entendible que trajeran al triste de Lopetegui, un tipo que no había ganado nada, y cuyo legado en la selección fue un equipo de rumiadores insoportable. Así nos ha ido. En cuanto a Solari… en fin, Solari no es Zidane, al menos de momento, y la flauta de cambiar a un entrenador horrendo con el que te has equivocado no va a sonar siempre. Bueno, al menos Solari es un tipo agradable de mirar y de escuchar, ya es algo, pero un entrenador del Madrid es una pieza clave a la que no parece que se le dé mucha importancia.

El Madrid está muy visto y también parece que ya no lo respeta nadie. Viene al Bernis cualquier equipillo y va y nos gana. ¿Historia por hacer? Pues sí, pero de momento la están haciendo otros a nuestra costa, porque ganar al Real Madrid es como matar al padre. En fútbol no se puede vivir ni de eslóganes ni del pasado, y aunque ganar la Copa de Europa se haya convertido en una costumbre, la historia por hacer sigue pendiente.

En fin, Hala Madrid (qué depresión).

Comprar una casa por impulso

Me topé yo el otro día en un suplemento de prensa este titular:

Todo lo que tiene que saber antes de comprar una casa. ¿Cuánto puedo gastarme? ¿Qué tamaño de vivienda necesito? y ¿En qué zona? Responder a estas tres sencillas preguntas pueden evitar una decisión impulsiva que termine en una mala compra.

Una decisión impulsiva. A ver, yo creo que por impulso uno puede comprarse unos zapatos, o un abrigo, pero ¿una casa? ¿Decisión impulsiva? Verdaderamente, si alguien tiene riesgo de decidir impulsivamente la compra de una casa, no creo que ese artículo le sirva de mucho. Ni el artículo ni la cabeza. Otra cosa es la decisión rápida, pero ¿impulsiva?

Yo les voy a contar cómo se compraron mis padres la casa del Poblachón. Resulta que entonces veraneábamos en un pueblo cercano, mucho más pequeño que el Poblachón e infinitamente más antipático. Figúrense si sería pequeño que no tenía pescadería. Y sigue sin tenerla, por cierto. Y era muy antipático porque no vendían recortables en la tienda de los chuches. No sé si los despacharán ahora, yo hace ya mucho que no juego. La cosa es que sin pescado ni recortables, aquel pueblito no acababa de convencer a la familia. Sí, un pinar grandioso; sí, una tranquilidad fascinante; sí, un aire mega puro. Pero, en fin, no fish, no party.

Una buena tarde de verano, bajamos al Poblachón, que queda como a 15 km, a comprar pescado. Mi hermana y yo acompañábamos a mis padres por los recortables, aquellos con los que vestías a unos muñecos muy cabezones con los ojos muy grandes. Si alguien de mi edad me lee, sabrá de qué recortables hablo. La cosa es que, cuando terminamos de comprar, mis padres se quisieron acercar a la urbanización por delante de la cual siempre pasábamos cuando íbamos a Avila. Porque también nos llegábamos a Ávila de vez en cuando, supongo que no para comprar pescado y recortables, aunque seguramente aprovecharíamos el viaje. En esa urbanización habían comprado casa algunos amigos de mis padres que también salieron huyendo de aquel pueblito antipático sin pescado ni recortables. Y mi madre, siempre que pasaba por delante, decía algo como «pues esta urbanización está muy bien, tenemos que ir a ver las casas un día, Julio».

El resumen es que aquel día volvimos del Poblachón al pueblito con una merluza, un par de paquetes de recortables y un contrato de compraventa por el que mi padre había pagado la nada despreciable cantidad de dos mil pesetas de señal. Así, como estas, ahí tiene lo que me ha sobrado de la pescadería. Eso es poderío y lo demás que se quite, no me digan que no. ¿Compra por impulso? Yo creo que el asunto estaba más que estudiado y que realmente la compra por impulso fue la merluza. Sea como fuere y en todo caso, tendrán que reconocerme que es originalísimo ir a un pueblo a comprar pescado y volverse con un apartamento.

El artículo que mencionaba arriba no valía nada, por cierto. Compra por impulso, bah.

Dentera

Hay unos médicos que son menos desagradables que otros. Se me ocurre, por ejemplo, por ejemplo…, pues no, no se me ocurre ninguno, pero alguno habrá que no sea desagradable. Y es que hay dos miedos cuando uno va al médico: la incertidumbre del diagnóstico y el mal rato de la exploración. La cura puede también tener lo suyo, pero como vamos a mejor, pues lo abordas con más optimismo.

Decía mi abuela del médico y del abogado que sabes cómo entras, pero nunca cómo vas a salir cuando vas a verlos. Yo tengo otra, y es que entras con un problema y sales con cinco, cuatro de los cuales ni te imaginabas que tenías. De los médicos pienso así desde que una vez fui a que me miraran una rodilla que me dolía y salí del ambulatorio con un volante para el endocrino.

Un caso especial es el del dentista. Sólo pensar en lo que debían penar los pacientes hace un siglo pone los pelos de punta a cualquiera. Pero hoy te ponen la anestesia, un simple pinchacito de nada QUE TE MERECE MUCHO LA PENA, y ya está, que hurgue todo lo que quiera. Luego, cuando se pasa la anestesia, ya es harina de otro costal. Sin embargo hay dos cosas que no remedia la anestesia. La primera es el miedo. Miedo a que se le escape el taladro y te salga por la mejilla. O por la coronilla, ya puestos. Y luego el miedo irracional a que se acabe el efecto de la anestesia antes de tiempo, hasta el punto que no sabes si quieres que acabe rápido porque lo estás pasando fatal o por la incertidumbre de cuánto dura una encía dormida.

La segunda cosa que no tiene remedio es la dentera. ¿Qué clase de aparatito es ese con el que te van rascando la superficie de los dientes, chis, chis, ñac, ñac? ¿Es un bisturí chiquitín? Chis, chis, ñac, ñac. ¿Y qué me dicen de la lima que te pasan entre el colmillo y el premolar? ras, ras, chis, chis. La lima es tremenda. En general, cualquier papelillo de esos que tiene el dentista provoca mucha dentera. O ese ganchito romo entre las muelas, clac, ñiac, clac, ñiac. Un horror. Por no hablar del algodón seco, sequísimo, que te pasan o que te ponen en la encía, que es la bola de algodón más seca del mundo. ¿Y qué me dicen del aire? ¿el aire, eh, el aire? Fiiis, fiiiis.

No sigo más.