Cristiano, Balón de oro 2013

cristiano-balonoro-reutersSi en 2011 y 2012 dejé escrito en el blog que el premio del Balón de Oro me parecía un concurso más que otra cosa, porque tiene el mismo valor el voto de Nueva Caledonia que el de Brasil, parecería muy ventajista cambiar de opinión en 2013, ahora que lo ha ganado Cristiano Ronaldo.

Capaz soy de desdecirme, no crean… pero no lo haré.

El Balón de Oro se ve que para CR7 era importante, y no es para menos. Lo que está haciendo en el Real Madrid, y lo que hace con su selección (ahí está el roto que le hizo a Suecia hace poco) le han hecho inevitable merecedor este año. En mi opinión, y con los números en la mano, Cristiano también se lo merecía el pasado, pero se lo dieron a Messi, que fue a recogerlo con un esmoquin de faralaes que todavía y de vez en cuando se me aparece en mis peores pesadillas, junto a Torrebruno (yo este año me lo esperaba con un terno a rayas horizontales, o con un estampado de leopardo, pero se ha superado: un traje de color rojo brillante que dice mucho de lo que tiene en la cabeza ese pobre chico, y que hace pensar que está peor aconsejado por su sastre que por sus asesores fiscales, que ya es decir).

Sea, Cristiano Balón de Oro 2013. Para mí que iba sereno y confiado pero, de pronto, ha saltado al escenario su hijo, una monada de criatura. Y entre eso, y que ha estado a punto de escurrirse con los lagrimones que había dejado Pelé por el escenario, pues se nos ha derrumbado. Habrá pensado que sólo los más grandes lloran, y que tratar de evitarlo es tontería. Y así es como ha honrado el premio.

Yo me alegro mucho, naturalmente. Lo que es bueno para Ronaldo, es bueno para el Madrid.

Ahora sólo me queda esperar a que Molinos haga un despelleje en toda regla de la gala. A ver si se anima y en ese caso lloraremos todos, pero de la risa.

Felicidades, Cristiano Ronaldo.

Atléticos

Pues es que mi padre era del Atleti. Y mi amigo Paco, y Carolo, y José Luis. Unos atléticos de primera. Pero es que los atléticos son siempre muy de primera. Ahora viene cuando digo que los del Atleti son muy de Primera salvo cuando son muy de Segunda, y entonces es cuando se me dan de baja 40 ó 50 seguidores del blog. Pero lo que yo quiero decir es que los del Atleti son muy del Atleti. O sea que no se puede ser un poco del Atleti, vaya.

Y después está lo de Tito, que dice que es del Barça, pero Tomás y yo creemos que es una pose, y que en realidad no le gusta el fútbol y dice eso para provocarnos. Y con la provocación a veces llega lejos, como cuando se pone la camiseta para venir a tomar el aperitivo, y yo le digo a Ana, su mujer, que no le deje hacer eso, que se ponga seria.

Pero el resto, o sea, la mayoría, somos madridistas. Podría incluso considerar a Javier como madridista, porque ser del Madrid es la vía más rápida para desentenderse del resultado y darlo por hecho.

Una de las cosas que siempre he envidiado del Atleti son sus campañas de publicidad. Desde aquel «Papá, ¿por qué somos del Atleti?», o ese otro en el que el Mono Burgos emergía de una alcantarilla (prometo no volver a hacer referencia a aquellas temporadas en el infierno), o aquel cartel con Kiko celebrando un gol con las llamas detrás (¿sería una referencia al calor de la afición?), siempre me ha parecido que el Atleti tiene entre sus aficionados a los mejores creativos de España. Porque la publicidad del Atleti la hacen creativos de publicidad que son del Atleti. ¿No lo sabían?

¡Hala Madrid! para que no haya dudas.

 

Post dedicado a Juanjo, para que deje de soñar cosas raras.

Mi amigo el Poblachón

Me dice una buena amiga y lectora del bloc, que no planteo correctamente mi relación con el poblachón. En el bloc, quiere decir. Según ella, van vds a pensar que yo voy al Poblachón poco menos que a rastras, y que es un pueblo infame que sufro y que no disfruto, y – me dice – eso no es así. Me dice que el poblachón me sienta de maravilla, que vuelvo con un estupendo color de cara y una sonrisa relajada y que yo, en el fondo, soy muy feliz allí, y que eso no es lo que transmito aquí. Así es que, me dice, les tengo engañados. Humm… ¿Les tengo engañados?

Me deja pensativa. Tal vez ella tenga razón y deba arreglarlo. Voy a ver si lo resumo en diez puntos:

  1. El poblachón tiene un magnífico robledal a un lado y un extraordinario pinar al otro. Tiene un monte de nieves perpetuas, a decir de mi amigo Pepillo, y dos fuentes para ir de romería. Un riachuelo anónimo para coger moras y otro de nombre olvidado en el que no se sabe si mora el pez o no mora, porque en época de calores unos se bañan, y en épocas de fríos sólo se pescan resfriados.
  2. El poblachón tiene piedras gordas en medio de una calle y piedras muy gordas en un altozano a la salida del pueblo, según se va al monte de las nieves perpetuas a la derecha. También tiene unas piedras que se cree que depositaron unos extraterrestres camino de la Estación, aunque no se ha podido comprobar esto, dado que los trenes que pasan por el Poblachón no requieren billetes nominativos.
  3. El poblachón tiene un castillo rehabilitado, un convento reconstruido y un pasadizo secreto por el que, las noches sin luna, una princesa triste se encuentra con un caballero apuesto que viene de cruzarse unas monjitas, que huían despavoridas perseguidas por depravados sarracenos o por rojos malvados, que buscaban matarlas o algo peor. El pasadizo nunca se ha encontrado, lo cual no demuestra que no exista, sino que faltan arqueólogos motivados.
  4. El poblachón tiene una larga tradición de historias de murmullos en la noche, y de quebrados silbidos del viento. Se dividen en rítmicos lamentos al mecer las hojas de los árboles y aullidos lobunos que se retuercen para encontrar alivio en los postigos de las ventanas, las más de las veces mal cerradas.
  5. El poblachón advierte la vista solemne de las montañas de Gredos y reposa su emocionada mirada sobre el valle del sur, que es el valle de… de… ¿de dónde es ese valle?. Rectifico la frase para dar fiel reflejo de su posición geográfica: el poblachón se encuentra a real y mediancleta entre el final de Guadarrama y el valle del Alberche, con el resultado natural de unas bonitas vistas.
  6. El poblachón es pueblo de vacas más que de ovejas. De ardillas más que de topillos. De avispas más que de moscones. Esta relación se invierte en los bares.
  7. Hay más pájaros que mariposas y más águilas que cigüeñas. También hay más saltamontes que hormigas y más lagartijas que culebras. Esta relación no se puede verificar juiciosamente cuando entramos en los bares.
  8. En el poblachón no hay que temer picaduras ni fiebres malsanas provocadas por ningún bicho. Tampoco sustos mayores, que las vacas ya no transitan el pueblo como antaño, que estabas tomándote el botellín y tenías que cambiarte de sitio para que un ternero no te pegara un lametazo. El poblachón es tierra de piñas y de bostas, que en feliz desencuentro menudean por el suelo del pinar, lo que permite tirarle piñas al perro sin tener que lavarlo después de cada paseo.
  9. El poblachón concentra un mayor porcentaje de poligoneros que de jóvenes de la calle Serrano. Lo cual tiene toda la lógica, porque el Polígono queda mucho más cerca.
  10. El Poblachón es pueblo de dos rotondas, pero bien puestas a la vista para que el alcalde presuma de buen gasto y de mal gusto, si bien el alarde de florerío cursi sólo se puede admirar de día, porque de noche sólo alumbra una de cada tres farolas.
  11. El Poblachón es un pueblo de vientos benignos para el cutis y los pulmones, pero que maltratan el peinado. El peinado también sufre mucho con el agua, dura como una piedra y terrosa como la tierra que normalmente rodea a la piedra.
  12. De sol alegre que a menudo se rodea de nubarrones negros como grajo. ¿El frío? A tono con las nubes.

Doce puntos… Si no han llegado hasta aquí, probablemente es que merecen seguir engañados.

El partido como bien superior

Hace unos años, tuve que comentar en una tertulia el libro Un mundo feliz, de Aldous Huxley. Antes, les había envié un archivo que contenía 4 ó 5 fotos: la sede del FMI, la página web de una conocida tienda de deportes, la foto de una residencia de ancianos, una noticia sobre la eutanasia, otra de la oveja dolly, una foto del Sálvame… Empecé por ahí, y a través de la identificación de ciertos pasajes del libro con cada una de las fotos, conseguí horrorizar a todos. No estábamos tan lejos, no convenía reirse de lo ridículos que parecían aquellos personajes tan sumisos…

(CLICK si quieres seguir leyendo lo que he escrito en el Club de Lectura)

(CLICK si quieres leer también otro post de Un mundo para Curra en donde comentaba el libro de Aldous Huxley)

Las solidaridades misteriosas, de Pascal Quignard

La goule aux feesEste es un libro que habla del regreso, de la vuelta a las raíces y a la tierra, al primer amor, que no se sabe bien si es amor o simplemente la fidelidad al descubrimiento de lo que no se conoce, del regreso a uno mismo. Es la vuelta al pasado que se ha quedado en el alma y no quiere salir porque no es bienvenido, porque el alma tiene  tantos recovecos como las piedras escarpadas de los acantilados, rotos por la fuerza del mar y de la vida; tantos secretos como la landa que los circunda, donde no hay nada en apariencia, sólo la tierra que esconde aquello que hay que saber observar, mirar, sentir, y guardar de nuevo en el alma derrotada.

Claire Methuen abandona su vida de traductora para refugiarse en Bretaña, donde pasó su infancia. Busca el aislamiento, la soledad, y huye de una angustia con la que se obliga a vivir y contra la que no quiere luchar, una angustia que acepta, como una derrota. Su refugio es la tierra, el mar, el paisaje que hace suyo y que acoge en su interior, en su silencio. En un silencio que comparte con Paul, con quien le une la misteriosa solidaridad de los hermanos, el vínculo del origen y de la infancia, en su caso deslavazada y rota, una solidaridad en la que se aceptan todo, incluso lo que no comprenden.

En este libro pasan cosas, pasan historias, se desvelan secretos y se termina queriendo a los protagonistas, con los que se establece también una solidaridad misteriosa y a los que se termina por comprender y, en cierto modo, envidiar. El autor juega con los puntos de vista, y a mí estas cosas me encantan, me parece maravilloso cuando un autor es capaz de narrar y al mismo tiempo meterse en uno de los personajes para completar la historia y para buscar tu empatía. Y es ahí, cuando narran los protagonistas, cuando te encuentras los pasajes más literarios, con una prosa que da gusto leer (en una traducción muy meritoria, desde luego).

Es un libro que empieza en el pasado reciente y termina en el futuro, igual que El mapa y el territorio. Es como si al autor recogiera una historia y al ver que se le acaba el tiempo, decide proyectarlo en tu imaginación. En el caso de Quignard no hay una visión de la sociedad, tan solo de los personajes y de su peripecia, y por eso convierte el futuro de la historia en una certeza. Y debo decir que también dan muchas ganas de darse una vuelta por la costa de Esmeralda, en la Bretaña francesa, en el estuario del río Rancé que separa Dinard de Saint-Malo. Aunque después de leerse el libro, desde luego que te puedes ahorrar el viaje, porque está descrito con tanta precisión como lirismo. Léanlo, que vale la pena.

Kinder Tuiter

TW Reyes magosAlgunos ya lo hicimos el año pasado. Se trataba de ponerse como avatar una foto de cuando éramos niños para celebrar la llegada de los Reyes Magos. Pero mientras el año pasado sólo había visto cuatro o cinco fotos, este año medio tuiter andaba con avatares reales de cuando eran niños. Yo puse esta que ven al lado, pero no fui la única, y aquello realmente parecía una guardería. Y había de todo.

Fotos en blanco y negro, en sepia, o en esos tonos amarillentos y de colores desvaídos y apagados tan de los 70. Fotos que quieren ser un daguerrotipo sin serlo. Fotos recortadas de otras fotos, en las que se adivina el barullo, la familia, la escuela, otros niños. Fotos extrañamente ampliadas, fotos borrosas, fotos de estudio con una luz perfecta. Fotos tomadas por sorpresa, fotos cuidadas, fotos casuales, fotos típicas, fotos forzadas.

Alguna mascota, algún juguete asoma. Paisajes de fondo, salones, playas, puertas tras las que imaginas la escuela, o una calle, o una plaza. El campo de fútbol, la feria, la piscina en verano, el zoo, un puerto de mar, la orilla de un río. El medio del campo. El interior de una casa, el salón de fondo o la entrada, el sillón y el perchero. Paredes que limitan el patio del colegio, o un patio con flores, un patio de pueblo, el patio de los abuelos.

Camisetas de rayas, polos abiertos, jersecitos de pico, rebecas abotonadas. Pichis y falditas, vestiditos de tirantes, de nido de abeja. Pantalones cortos, trajes de baño, petos. Rayas horizontales y cuadros grandes de colores, blancos impolutos, o negros en los que se adivina un azul marino, o un verde botella. Rojos, rosas, azulones. Un tutú de bailarina, un traje de flamenca, una equipación de futbolista. Cuellos de puntilla, cuellos voladores de pico, cuellos redondos, cuellos de cisne. Sandalias, zapatitos de hebilla, de cinta, merceditas, calcetinillos de perlé caídos o hasta la rodilla, patucos, botitas. Falditas cortas, cadenitas como todo vestido, pendientes de perlitas. Alguna bufanda con borlas, abriguitos de cuadros y con botones y cuello aterciopelados. La camisetilla donde se lee “había una vez” y el marinerito de comunión.

Dos coletas, o una, rizos rebeldes, pelos locos, flequillos matemáticos, kikis como fontanas, pelos cortos y repeinados, melenitas lamidas o completamente desbocadas, diademas, caperuzas de ganchillo, tocados de organdí, algún verdugo y alguna bufanda con borlas, gorros de invierno con pompón, gorros de paja, gorritas de sol, gorras de marinero y hasta de capitán de barco.

Arrastra ese burrito de juguete, más alto que él, con una muñeca peliroja de trapo; monta la bicicleta, el triciclo, el pony; lleva unos auriculares enormes, y unas gafas más enormes aún, y está al lado de una cadena de música; mira a través del agujerito que le dejan sus dedos, no porque quiere ver el cielo, sino porque estaba en un banco vendiendo hojas; se rodea de lapiceros y presenta dos cubiletes, ni más ni menos; sujeta dos globos, el globo azúl y el globo rojo; acaba de peinar a la muñeca, que es suya y de nadie más; está sobre una colchoneta y terminará por caerse; acaba de recibir una bolsa de caramelos y se los va a comer todos; sentada a la mesa, un brazo la sujeta para que no se caiga ni ella ni el vaso; baila con sus bracitos en alto; rodeada de palomas, espatarrada, y cuando miras se le ven las bragas; está pasando las de Cain comiéndose ese limón; sonríe a cámara mientras sujeta un marco con las manos; duerme con la placidez con la que solo pueden dormir los niños; ¡Tiene una manguera y seguro que la sabe usar!

Está muerto de la risa. Ese aire de gitanillo. El gesto vergonzoso, con las manos en la espalda. Las manos en la espalda, escondiendo algo. La cara de yo no he sido. La mirada de determinación del chaval moreno, la mirada retadora, los labios apretados. La niña buena que esconde a la gamberra. La gamberra. El pose adusto, formal, yo tampoco he sido. La cara de ilusión. El bebetón. La carita angelical, le dijeron que posara. La mueca enseñando los cuatro dientes que tiene. Los dos dientecillos de abajo. Los dientecillos separados. Las encías sin dientecillos. Pucheros que no falten, y hasta alguna que otra pompa con saliva. El gesto enfadado. El gesto soñador. Pero, definitivamente, yo no he sido

Las miradas. Los mofletes.  El descaro. La inocencia. Y la sonrisa.

El rey Mago en la Noche de Reyes

Llegué a casa a las 3 de la madrugada. Había tomado un par de copas después de una cena con vino. Y aunque la farra iba a continuar, yo me había retirado prudentemente porque me esperaba algo de trabajo como rey mago y un seguro madrugón. Al llegar a casa, me quité aquellos zapatos incómodos. Descalza, cogí unas tijeras y entré en el salón.

Empecé a desenvolver los paquetes y a abrirlos. A comprobar que funcionaban. A cortar las etiquetas de los peluches. Dejé la maleta para el final. Cerrada no decía nada, y se me pasó por la cabeza dejarla en su caja, en donde aparecía una ilustración con el resultado final, una vez montado. Entonces la abrí y el panorama me pareció inaceptable. Un montón de bolsitas de plástico llenas de piezas pequeñas, las más grandes sueltas, todo ordenado pero sin alma. Aquello no era un juguete, aquello era un contenedor de cacharros sin sentido. ¡Aquello no podía hacer ilusión a unas niñas de cinco años! Miré el reloj: las tres y veinte. Bah, no me llevará mucho tiempo, si esto es para niños pequeños, y además, no tengo sueño…

Me preparé un café, busqué las gafas, me puse unas zapatillas y un jersey, y empecé a montar lo que tardó unas dos horas en parecerse a la [puñetera] Granja Escuela de Pin y Pon. Santo cielo. ¿Pero cuántas piezas puede perder un niño antes de terminar de edificar esto? ¿Pero un niño puede de verdad montar esto? Pero, pero ¿Y dónde están las instrucciones? Claro, no hay instrucciones. Total para qué, se dirán, si un niño a esas edades está en primero de recortables y lee sólo las letras gordas. ¿Y eso que hay detrás de la casa en la foto qué será? ¿Un naranjo? ¿Y cómo coño coloco el cercado para que quepa un naranjo? Va a ser el naranjo, lo estoy viendo. ¿Y ahora tengo que despegar la casa?… Uf, ya decía yo que esos agujeritos eran muy pequeños, me da que no voy a poder sacar la casa, que me la voy a cargar…

Cuando ya parecía que no quedaban más vaquitas, ni más burritos, ni más cerditos, patitos, gallinitas, tomatitos, florecitas y lechuguitas por los sillones ni por encima de la mesa, cuando ya parecía que aquello tenía un aspecto más que decente, empecé a recoger los papeles, las bolsas, las cajas y… No puede ser ¿¿¿MÁS PIN Y PON??? ¿Pero estos muñecos se reproducen como los conejos o qué? ¿Y esto qué es? ¿Otro tejado? ¿Esto es una escalera? ¿¿¿Y por qué hay caballitos??? … 

Exhausta, con los ojos llenos de colorines, me pude por fin meter en la cama a las seis y media de la mañana. Es agotador ser rey Mago.

¿Conciliación?

Una sucesión de tuits contaba esta historia:

Algo curioso. Una señora farmacéutica contrata a otra señora para las guardias. Esta señora decide q quiere tener hijos, y comienza a … intentarlo, con inseminaciones, 3 intentos durante los cuales está de baja. Hasta que logra quedarse embarazada, con lo q sigue de baja… además dice, que cuando pase la baja maternal piensa quedarse otra vez embarazada, la farmacéutica jefa paga la mitad de la baja… Pues bien, agotada la señora jefa empresaria y sin dinero para contratar a otra persona pide no tener guardias, y se lo conceden… Pero el problema es que se trata de la única farmacia del pueblo, por lo cual 3000 personas quedan sin farmacia de guardia y quieren linchar …. A la empresaria farmacéutica q puya [pilla] depresión, lo malo es q si se da de baja a ella no le pagan nada, así q traga y continúa. afirmando… que cuando la otra se reincorpore la despedirá y volverá a haber guardias, eso si, volverá a quedar mal por despedir a una madre… El mundo a veces es muy complicado, la historia es real y a mi por lo menos me da a entender que nada es blanco o negro» @Raven_neo

Desde luego, nada es blanco o negro. Pero hay veces en que las cosas son más negras que blancas. Y en este caso en concreto, lo más probable es que la farmacéutica contrate a un hombre… Y así, muchas mujeres muy bien preparadas, trabajadoras, con talento, con ganas y ambición, se quedarán por el camino porque alguien temerá encontrarse con una pesadilla como esta si la contratan. Los derechos son derechos hasta que se retuercen, y los llamados avances sociales se pueden convertir perfectamente en retrocesos para la parte de la sociedad a los que iban dirigidos. Sí que es algo curioso.

Un embarazo no es una enfermedad. La baja por maternidad es la única baja que se puede prever y anticipar con el tiempo suficiente para que cause el menor descalabro en una empresa. Y una vez el niño viene al mundo, esa familia que ha decidido tener hijos deberá organizarse. Y organizarse es elegir, del mismo modo que se eligen muchas otras cosas en la vida, no sólo ésta. Y ese asunto es privado, allá cómo lo resuelva cada cual. Si decides irte a vivir a 70 kilómetros de tu lugar de trabajo, no pidas a la empresa o al Estado que te subvencione la gasolina o que te compense por el tiempo que pierdes cada día en el tren. Hay problemas privados que sobrevienen de elecciones privadas. Asumirlo es un acto de madurez y cualquier otra cosa es una anormalidad social.

Al lado de esta señora que decide, privadamente, que los demás le paguemos sus dificultades para embarazarse y todo lo que le ronda, porque está en su derecho – pero sobre todo porque le da la gana -, hay muchas mujeres que han estado con su bombo yendo a trabajar hasta el día que rompen aguas. Que han sacrificado carreras y sueldos por buscar trabajos que les permitieran criar a sus hijos y no perder el tren del mundo laboral al mismo tiempo. Y que luchan porque, en un futuro, no haya que chocar contra un muro que a veces algunas de nosotras levantamos con la indolencia, la cara dura y con una protección muy mal entendida. Porque no vale todo. Los vagos son los peores enemigos de los trabajadores. Y muchas mujeres son las peores enemigas de cualquier ambición que puedan tener otras mujeres.

¿Techo de cristal? Sí, y suelo de barro.

Fin de año en el Poblachón

Creo que no lo sabéis, entre otras cosas porque no os lo he contado, pero he pasado este fin de año en el Poblachón. Pues sí, glamour que tiene una. Resulta que mis hermanas se iban cada una por su cuenta a celebrar el fin de año, y nos quedábamos mi madre, mi tía, yo y 36 uvas colgadas. Desde luego, teníamos otras alternativas. Pensamos en ir a Gstaad, pero teniendo Suiza tan mala prensa nos ha dado miedo Montoro y sus neuras. Ya sabéis, este hombre es capaz de poner una alambrada en el control de pasaportes y como no enseñes el justificante de amnistiado fiscal, le dice al guardia que te sacuda una torta. Luego, para Aspen son pocos días, que está muy lejos. En cuanto a Londres o Nueva York, tengo entendido que estos días se ponen muy tontos si quieres pasar un tupper con uvas.

En fin, la cuestión es que toda vez que no había ninguna ciclogénesis explosiva amenazando el mapa del tiempo de la 1, decidimos irnos al poblachón, que en invierno es muy tranquilito. Bueno, en invierno y en verano, para qué nos vamos a engañar. Hacía mucho que no iba en navidades. Mi madre recordaba un fin de año con la familia del que hoy es uno de mis cuñados, y sus hijas tienen ahora 22 años. Calculen. Calculen el tiempo que hace que no voy, y déjense de otros cálculos cotillas.

Felices fiestasEntonces, les comunico que tal y como me imaginaba, el mismo cartel de Felices Fiestas que te da la bienvenida iluminado en las fiestas de Julio y Agosto, lo encienden también en Navidad. Sí, ya sé, la foto se ve de pena, pero no crean que con ese frío es fácil conservar la presencia de ánimo, sobre todo si te quitas los guantes para darle al botoncito del móvil.

Ahora yo tendría que investigar para saber cuál es el sistema de encendido que utilizan. Quiero decir, si va una cuadrilla a hacer un empalme especial para cada cuchipanda o se trata de algo más sofisticado. No sé, un cuadro de mandos en el salón de plenos del ayuntamiento, con una palanca roja y un cartelito que pone debajo “FF entrada del pueblo, ATENSION”. O tal vez se trata de un interruptor que cuelga de la cama del señor alcalde:

–  María, dale tú a la pera, que yo no llego desde aquí y mañana arden fiestas.

Araña unmundoparacurraAdemás del mencionado cartel, en el pueblo habían colgado unos decorados luminosos muy monos en la Avenida Principal. A mí me parece que son también los mismos que en verano pero algo más descargados. La cuestión es que quedan más elegantones, y pasan de parecer una sopa Juliana a un detallito más acorde con el roscón de reyes. Lo que sí es específico de la Navidad es la Iglesia del Cristo, con una decoración luminosa a lo Moneo y el viejo olmo de la plaza (que ya no es un olmo), que lo han dejado muy del estilo Champs Elisées.

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Esto por la parte del decorado. La parte del tiempo ha sido una sucesión de nubes altas que de pronto se convertían en bajas y no se veía un pimiento. Según mi tía, el pinar estaba bellísimo, como de postal. Y como mi tía suele tener razón en casi todo, deduje que esto sería posible si a la postal le das la vuelta y por supuesto, no escribes.  Nos cruzamos en estos días con un señor que llevaba un perro precioso, Choco. Se oían unas vacas mugir, a lo lejos en la niebla. Y el tal Choco para allá que se fue, a verificar el tolón-tolón, y a los treinta metros ya no se veía al perro. Naturalmente, Choco volvió, aunque el hombre debió de tomarse unas pastillas para la garganta por la noche, porque se quedó afónico.

Y poco más que reseñar, salvo que he vuelto con la cabeza muy despejada. Ya veremos lo que me dura, en estos Madriles tan llenos de gente con bolsas de un sitio para otro…

El cero y el infinito, de Arthur Koestler

El cero y el infinito unmundoparacurraHoy, día de Año nuevo (¡Feliz 2014!) inauguramos las reseñas del club de lectura de 2014 con un libro extraordinario y muy recomendable: El cero y el infinito, de Arthur Koestler. Un libro que yo copiaría entero, no tanto para ahorrarme el resumen como para ponérselo fácil y que se lo lean. Que después me vienen con el «vale, me lo apunto», pero luego que si tengo blog y me quita tiempo, que si tengo una cola de libros por leer, que si tengo que cocer unas acelgas… Nada, nada, excusitas. Lo que tienen que hacer vds es ponerse a leer este libro de inmediato y luego reflexionar mucho sobre lo que han leído, así, sentados y con la mano en la frente. Naturalmente, todo esto suponiendo que no se lo hayan leído ya, y en ese caso les autorizo a que me regañen por haber llegado a mi edad sin leerlo.

Los totalitarismos son buenos amigos de la literatura cuando el que escribe disiente y además, le da por denunciarlo. En estos casos, si se libra del Gulag, nos encontramos con libros en los que, además de contar una historia, presentan de manera cruda el horror en el que viven. La historia se enmarca en la Historia y no se comprende sin ella, aunque se haga muy difícil entender cómo el ser humano ha podido construir ésta última, con las excrecencias que aún hoy pululan por el mundo y con fanáticos que son capaces, a estas alturas de la vida, de defenderlas.

Rubachof, un revolucionario ruso de la primera hora, cae en desgracia y es encarcelado y sometido a una nada sutil tortura, hasta reconocer su equivocación. ¿Y cuál es su equivocación? El partido sólo conocía un crimen: apartarse del camino trazado… Rubachof sabe que ha dejado de ser útil al partido, se ha convertido en un individuo molesto, como todos los que llegaron en la primera hora. Sabe que está perdido, como perdidos estaban aquellos a los que él mismo envió a la muerte a su vez. Conoce la maquinaria, sabe que es implacable. Conoce perfectamente cuáles son los métodos, las triquiñuelas, las mentiras, los medios que usa el poder para someter a los hombres.

Y duda. El que se equivoca debe pagar, el que tiene razón será absuelto. Pero ¿Quién tiene la razón? Sólo el tiempo lo dirá, y él no dispone de ese tiempo, porque hoy él está equivocado para el poder, y de todos modos, el poder, el partido, siempre tendrá la razón. «Pagaré», se dice. «Es mi deber», se dice. «Muere en silencio», le dicen. Reconocer la culpa, aunque no exista, por el bien del país, del partido, de la colectividad. Ha dejado de ser útil, como otros lo fueron antes. Muere en silencio, se dice.

Por otra parte, rara vez se hablaba de «muerte», y no se empleaba casi nunca la palabra «ejecución»; la expresión habitual era «liquidación física». Estas palabras no evocaban más que una sola idea concreta: el cese de toda actividad política. El acto de morir no era más que un detalle técnico, sin ninguna pretensión de interesar.»

El partido es un bien superior, y el fin colectivo justifica todos los medios. Lean un par de veces la frase anterior, que tiene su miga. A partir de aquí, el individuo está subordinado a esta verdad. Una verdad, por cierto, que se define como lo que es útil a la Humanidad, siendo la mentira lo que es nocivo. Es una idea tan monstruosa como simple, y como es simple, tiene sus adeptos incluso hoy en día, no crean: la masa, definida más bonitamente como la Humanidad, en la que el individuo se diluye y pierde la importancia que tiene como Hombre, como ser humano. Y es que al final todo esto del bien común y de la Humanidad lo resume y decide un tirano disfrazado de líder, que tiene la razón porque tiene el poder. Se cierra el círculo y a otra cosa.

El libro se lee con mucho interés desde la primera página hasta la última. La vida que recuerda y que cuenta en la prisión, la relación con otros encarcelados, su paso por lo interrogatorios y el combate dialéctico con sus carceleros y con él mismo, sus propias reflexiones sobre el sistema ideal que imaginó en la revolución, y el sistema real, práctico, en el que vive y que ha contribuido a mantener, prolongan la tensión del relato y dejan tiempo para respirar, para pensar y para imaginar un final que hasta casi las últimas páginas se mantiene abierto.

Tienen, como cada primero de mes, otras reseñas de este libro en La mesa cero del Blasco, en La originalidad perdida, en Delenda est Carthago . Y a lo largo del mes seguiremos hablando de él en el blog del  Club de lectura. Este mes serán coincidentes en la buena crítica. No es para menos, porque el libro lo merece.

Os dejo finalmente con una cita que da que pensar.

– No apruebo la mezcla de ideología – prosiguió Ivanof -. No hay más que dos concepciones de la ética humana, y las dos son polos opuestos. Una de ellas es cristiana y humanitaria, declara sagrado al individuo y afirma que las reglas de la aritmética no deben aplicarse a las unidades humanas. La otra concepción arranca fundamentalmente del principio de que un fin colectivo justifica todos los medios, y no sólo permite, sino incluso exige que el individuo esté absolutamente subordinado y sacrificado a la comunidad… Quienquiera que lleve sobre sí el fardo del Poder y de la responsabilidad se da cuenta a primera vista de que es necesario escoger y, fatalmente, es conducido a escoger la segunda concepción. ¿Conoces tú, desde el establecimiento del cristianismo como religión de Estado, un sólo ejemplo de Estado que haya seguido realmente una moral cristiana? No podrás designarme ni uno solo. En los momentos difíciles (y la política es una serie ininterrumpida de momentos difíciles) los gobernantes han podido invocar las circunstancias excepcionales que exigen medidas excepcionales también. Desde que existen naciones y clases, viven en un estado permanente de legítima defensa que les fuerza a remitir para otros tiempos la aplicación práctica del humanitarismo…»