Tipografías

Ver un documento escrito con tipografía Comic Sans y ponerme mala es todo uno. Es una tipografía que no puedo soportar, ya conoces mis manías. Otro día te hablaré de los fondos de mail, o de algunas firmas automáticas que son como puñetazos. Pero hoy le ha tocado a las «tipos», tú sabes por qué.

Cuando llegué a este puesto me encontré con que esa era la simpática y original tipografía que se usaba. Para el exterior, no te lo pierdas. En interno se usaba cualquiera que saliera del ordenador. Cuando comprendí que lo hacían aposta tuve que combatir un previsible desmayo, y tardé un par de días en salir de la estupefacción. La tercera de mis instrucciones fue que no volvieran a utilizar esa tipografía en ningún documento. Y mucho menos en un acta, por no hablar de un presupuesto o de una presentación. Entre los documentos se incluían, naturalmente, los e-mails. No hizo falta repetirlo: mi cara, mi tono, y mi dedo índice extendido fueron suficientemente jupiterinos como para que se comprendiera al instante que el asunto me importaba y que hablaba muy en serio. Sin embargo, rearmé la sonrisa y el sentido de la persuasión para contestar a la pregunta de por qué.

Igual me pasé un poco en el juicio, lo admito, pero había que ser muy contundente: un momento de duda y tendría que corregir esa puñetera tipografía cada mañana. Por supuesto que después de esto, la siguiente pregunta que tuve que responder fue ¿Y cuál ponemos? 

No me preguntes cuál usamos ahora, porque no me acuerdo. Será, probablemente, la clásica Times o la insípida Arial. La verdad, querido, es que eso es algo que ya ha dejado de preocuparme.

La novena y media

Para ganar media Copa de Europa – y así acumular 9 y media -, el Madrid alineará probablemente a Van der Sar en la portería,  Fabio, Ferdinand, Vidic y O Shea en la defensa; Valencia, Giggs, Carrick y Park en el centro del campo; y Rooney y Chicharito Hernández en la delantera. Ponemos a estos porque todos los demás están sancionados…

Jugarán probablemente un juego vistoso y varonil, muy similar al que se juega en la Premier. La Güefa elegirá seguramente un arbitro avispado y sin cataratas (sólo estrabismo) y cuando Valdés vaya a chivarse porque Chicharito le ha roto una uña, el referee, que ha visto medio vídeo le dirá: «¡Taimado, bribón, a mí no me engañas, tú llevas guantes!» , y le tocará el pito, Piiiii, para asustarle mucho y meterle en vereda En el minuto 60 echará a Vidic, por ejemplo, que tiene nombre de serbio y fama de ser un malvado. No ha hecho nada, pero por si acaso, que con los serbios malvados nunca se sabe. Claro que, para entonces, el Madrid ya llevará marcados 7 goles, aunque sólo le habrán dado como válido uno, aquel en el que han metido dos balones a la vez (el reglamentario y otro que han echado los talibanes del Barça). Pero como han entrenado mucho para jugar sin Vidic, defenderán el resultado con pundonor, orgullo y hombría. Shakira, desde la grada norte, cantará «soy loca con mi tigre, loca, loca, loca«, y Piqué, a cuatro patas, hará grrauu y subirá a rematar en el minuto 25 del descuento: hips don’t lie… 

Y luego, de entrenador, estará Sir Alex Ferguson. Un tipo que no habla español, pero al menos no tendremos que entenderle todo lo que dice en la rueda de prensa. Esto es una gran ventaja para los madridistas y vale, por lo menos, media Copa de Europa.

Les cheveux en bataille

Siempre que mi jefe me saca de quicio – da igual el jefe, un jefe – acabo en la peluquería (o paseando la Visa). Pero no siempre que acabo en la peluquería es porque he tenido pelotera con el jefe. Ayer, por ejemplo, una reunión sobre control analítico de ingresos unitarios por centro de costes consolidados en cada sociedad participada me dejó sumida en el fondo de un oscuro complejo de inferioridad que me catapultó directa a la peluquería. En realidad, este tipo de cosas consiste simplemente en sumar, restar, partir la pera en dos y repartirla, pero las hojas de cálculo son de tal magnitud y los números tan chiquitines, que yo termino mareada y con el ánimo parecido al del gusanito de la pera. Decía mi tía Eulalia que lo malo no es encontrarte un gusano en una pera, sino encontrarte medio gusano, así es que os podeis imaginar lo que me cuesta recuperar el aliento después de reuniones así. Bueno, la cosa es que ayer estuve chez Vanessa, una morena racial y extrovertida que trata estupendamente mi pobre cabecita desdichada y llena de cheveux.

He llevado el pelo de muchas maneras a lo largo de mi vida. En una época lo llevé rapado casi al uno, hasta que un día, al volver de la peluquería, mi padre me abrió la puerta y, mirándome con estupor, me dijo:

–       Hija, a ver si dejas de hacer tonterías.

Conociéndome, lo normal es que hubiera vuelto al día siguiente y me hubiera afeitado la cabeza del todo, pero supongo que no se me ocurrió. En otra ocasión me hice la permanente y, Antonio, el jurista de la empresa, vino corriendo desde la otra punta de la oficina sólo para verme y sentenciar: «Tía, cógete la baja«. También he llevado durante mucho tiempo media melena, de niña formal, seria y fiable, si bien entonces me decían que tenía “les cheveaux en bataille”, se comprende que me veían el plumero por debajo de la melena. Y el pelo a lo garçon, o capeado, desfilado, con flequillo, sin flequillo, raya a un lado, en medio. La peluquería me relaja, pero el diálogo con la peluquera no, de manera que a la pregunta de “cómo quieres que te corte”, por lo general respondo  en modo jefe-enrrollao-que-delega, dando libertad y confianza pero dirigiendo y marcando objetivos y pautas. Respuestas tipo “como veas mejor, pero poco”, o “descárgalo simplemente, sin marcar el corte”, cosas así. Si la visita va precedida de cabreo con el jefe, entonces las instrucciones son más precisas: “quítame esas chibarras, por dios” o “capea, capea, capea hasta que te salga sangre de los dedos”, e incluso “corta a lo loco, que necesito olvidar”. Recuerdo una vez que dije “haz lo que te dé la gana, que para eso tienes tú las tijeras, no estoy yo para decisiones”, y salí estupenda. Pero reconozco que desde hace algún tiempo estoy más sosa, y de forma casi invariable, digo “me da igual, tú quítame años”.

En cuanto al color, tardé en darme unos primeros reflejos. Apenas tengo canas, mientras que una de mis hermanas tenía a los treinta años la cabeza llena. Eso sí: las dos canas rebeldes siempre asoman en el ascensor, y me enervo. Y claro, una cosa lleva a la otra: me veo la cana, se me cruza el jefe, me pregunta por el presupuesto, me enerva más y acabo en la peluquería. Ya ves qué bobada…

Los reflejos se convirtieron en mechas rubias en Fuerteventura en el verano de 2004. Fui una semana con unas amigas y no había coches en alquiler, así que dedicábamos las tardes a recorrer un paseo marítimo hasta la hora de la cena. A la tercera tarde de “tontódromo”, les propuse que nos fuéramos a la peluquería a hacernos un cambio radical. Y es que debajo del pelo me sobra la imaginación, queridos. Tras los consabidos a que no te atreves, vaya que no, tú no me conoces, pues menuda soy yo, venga ya, eso quiero verlo, y machorradas parecidas impropias de mujeres mundanas de la capital, entramos en una droguería y preguntamos por una peluquería que no fuera demasiado paleta ni muy macarra. O sea, nada de salones de belleza. Cualquier prevención era poca, no imagináis la fauna que circulaba por aquel tontódromo, amigos. Yo colaboré en la aproximación cognitiva de la dependienta diciendo que no me importaba que fuera carísima, porque ya para entonces tenía la certeza de que la única que pasaría por el lavadero sería yo y, ante el riesgo de salir hecha un adefesio, al menos podría distraer al público asombrándole con el importe de la factura. O sea, que puestos a perder mi extraestima, prefería pasar por excéntrica que por majadera. Mis amigas se conformaron con comprar una laca de uñas y un rimel en agradecimiento a los consejos de la amable dependienta, pero la que tuvo que arriesgar la cabeza en una peluquería canaria seleccionada por una post-adolescente con piercing en el labio, espinillas en el mentón, uñas azules y peinado a lo jarrai fui yo. No fue valentía, es que siempre he tenido fe en la Virgen. Y esta es la historia de cómo cambié mi castaño oscuro natural y veteado por un rubio poco radical aunque indudable.

 Cuando volví a la oficina, después del verano, un jefazo se topó conmigo en el ascensor y, mirándome con curiosidad me dijo:

–       Has cambiado el moreno trigueño por el rubio. ¿Te has vuelto tonta?

Cuatro años tardé en recuperar (más o menos) mi color original. Y como ayer no había que cortar, porque estuve hace menos de tres semanas, dediqué tres horas en ajustar el color al necesario potencial de inteligencia que se me exige en la vida. Y, como siempre, salí estupenda.

Prensa del día

Aparte de la prensa que me leo en casa – actividad privada y no remunerada -, recibo artículos de la prensa internacional especializada que me cuentan cosas muy variadas, como por ejemplo, que Abercrombie & Fitch nunca ha ocultado que su ropa está fabricada al menor coste posible en Camboya y en otros países del sudeste asiático, al borde de una explotación perfectamente imaginable, pero que eso no les impide que sus tiendas se posicionen como class, elegantes, desenfadadas y sobre todo muy optimistas. Es así cómo ven el mundo, en Abercrombie (& Fitch). También he leído que para formar a «nuestros equipos de consejeros en moda» (vulgo, para seleccionar dependientes), reciben una media de 4.000 solicitudes de cuerpazos distinguidos y distinguibles por lo torneados, todo gente class, elegante, desenfadada y, sobre todo, muy optimista. O sea, que su ropa es una porquería a la última moda. Y aunque yo ya lo sabía (debo confesar que hice cola en la tienda de la 5ª Avenida con mis sobrinaaaaas), debo leer estas cosas porque el criterio de selección de noticias asignado a mi puesto – que no termino de entender – dice que conviene que yo lea eso. Y dios me libre de llevarle la contraria a un motor informático oficinil. Si repaso lo escrito, creo que debo aclarar que lo que no entiendo es el criterio de asignación de noticias, no mi puesto. Sigo. Así que voy amontonando los artículos y dos veces al mes despacho los de los últimos 15 días. No creo que Abercrombie (& Fitch) vaya a cambiar de pronto de proveedores, de manera que el método que tengo para leer estas cosas es estupendo (de todos modos, no tengo otro).

También tenemos, como muchas empresas, un dossier de prensa diario colgado de la intranet, en donde vienen los recortes de interés del día. Naturalmente, en relación con el curro, no crean vds que ponen algo sobre William y Kate. Y hoy, en la sección de macroeconomía, venían dos artículos seguidos en el siguiente orden:

1º: Titular: Funcas alerta de una fuerte caída de la renta familiar. Subtítulo: los hogares asisten a un proceso de empobrecimiento castigados por las subidas de impuestos, el paro, la inflación y la falta de ahorro (Expansión).

2º: Titular: Las CCAA mantienen 179 ‘embajadas’ en el exterior y se gastan 400 millones. Subtítulo: Cataluña, Valencia y Andalucía lideran el ‘ranking’ con 38, 23 y 22 delegaciones, respectivamente (El economista).

Y he vuelto mi pensamiento hacia Abercrombie & Fitch y su ropa mala vendida como class, elegante, desenfadada y sobre todo, muy optimista. Más o menos como las delegaciones de las CCAA.

A los españolitos, mientras tanto, nos toca hacer el papel de camboyanos… 

Día de la madre en propiedad

Hoy, Día de la Madre, leo en algún sitio que Miguel Bosé ha sido papá. Gemelos, por lo visto. El asunto me interesa poco, de manera que sólo he leído los titulares. Será por eso que no me he enterado de si su próximo disco se titulará «Papuchi», considerando la edad que ya calza y teniendo en cuenta que el disco de «Papito» lo lanzó antes de encontrarle utilidad a su semen. Semen de enorme calidad genética por cierto, si atendemos a la casta de su padre y la belleza y talento de su madre. Y semen que, a falta de voluntarias o de otras candidaturas más selectas, ha ido a parar a un vientre de alquiler para fecundar un óvulo que esté a la altura de tan divina genealogía. El vientre es al parecer propiedad de una mujer cultísima, sensibilísima, monísima y, sin duda muy discreta, con un enorme talento escondido en el útero. Ah, y que toca el violín, si bien profesionalmente destaca por las trompas (de falopio).

Pues nada, Miguelón, enhorabuena, ya has proporcionado al mundo dos nuevos clientes para comprar el día del Padre, que está la economía muy «achuchá». Porque lo que harán el día de la Madre me tiene sumida en un profundo desconcierto: mi tía Pilar tiene una casa en alquiler y el inquilino no le regala nunca nada ( y seguro que existe un Día Mundial del Arrendatario, me apuesto un vaso de agua).

Yo, que tengo una madre en propiedad, he salido esta mañana con Currita y le he comprado una rosa blanca en la gitana de la esquina de la calle Orense. Pero ¿Y estos niñitos? ¿Qué van a hacer si no tienen cerca a nadie que les venda flores? 

No tengáis miedo

No lo tuvo

No lo tuvimos

No lo tendremos