Esa primavera

La primavera está muy sobrevalorada. Claro, uno viene del largo invierno, de los días oscuros y cortos, de las noches oscuras y largas, y de pronto, al ver un rayo de sol un poco más brillante de lo normal, se emociona y empieza a quitarse ropa. Y de ahí tantos catarros. Eso si no tienes una alergia terrible a algo, y entonces es cuando la primavera te las hace pasar canutas. Hay quien vive la primavera muy equivocadamente y también quien la vive con resignación. Es lo que tiene mirar el calendario y pensar que los cambios de clima sobrevienen de golpe y porque lo pone en un papel.

La primavera se asocia a la juventud, al principio de algo, al amor, a la música alegre (cuánto daño ha hecho Vivaldi), al color, al calor, pero no es más que una convención y un exceso de poesía, porque en primavera también salen los abejorros, esos seres monstruosos, y los zánganos, esos seres inexplicables, y otros muchos bichitos que se dedican a ir de allá para acá incordiando a las flores y descolocando cosas, y expandiendo su ineficiencia un poco por todas partes. Es la época del ZZ-PAF. En cuanto al rayo de sol y a la temperatura amable, todo depende de dónde se viva, en esto convendrán conmigo, porque en Finlandia la primavera es cuando el invierno se suaviza y poco más. Y en el Trópico, o en el ecuador de la Tierra la primavera tal y como la entendemos nosotros es una estación irrelevante, aparte de que la parte del flower-power, con su carga de liberación, se toma con menos urgencia y probablemente con menor cursilería.

En fin, la primavera dura en principio lo mismo que el resto de las estaciones, de las que viene y a las que da paso de forma irremediable. Pero en el fondo, si se fijan, la verdadera primavera es cosa de un par de días: enseguida llegan la sequías del verano, justo cuando las noches dejan de ser terriblemente frías.

No se fíen de la primavera. Ni aunque sea árabe.

Casillas o el otro

El hombre llegó pasada la una de la tarde y, después de pedir un vermut para él y otro para su señora, hizo la pregunta del millón:

– ¿Con quién está jugando el Madrid?

Como le dijimos que con el Bilbao, aún tuvo el hombre que aclarar: No, ¿que si Casillas o el otro?, a lo que ya hubo que contestar, también aclarando: No, señor, hoy el Madrid juega con el otro, que canta igual pero llora menos. Y digo yo que es una pesadez este debate sobre la titularidad de Casillas, una trampa que consiste en confundir la parte con el todo, o sea, Casillas o el abismo.

Para lo de Gibraltar deberíamos enviar a Don Pelayo.

– Pero si está muerto

– Eso da igual. ¡Con todo lo que hizo aquel hombre por España!

O sea, que para el 9 del Madrid, ahora que llega Bale con el 11, suena Di Stéfano.

En España tendemos a mezclar las cosas, y así cualquiera diría que la portería del Madrid es más pequeña si está Casillas, porque tanta copa, medallas y diplomas incordian al delantero lo mismo que al voyeur los maceteros en el balcón.  Yo no le niego a Casillas que es un buen portero, ni todo lo que ha ganado.  Pero la exigencia la tiene hoy, y los disparos que tiene que parar son los de la Décima, no los de la Novena. Aunque a decir de los del Plus, es esa mirada felina la que cuenta en la Champions. Hay que ver cuánto daño le han hecho a algunos una infancia con Mazinguer Z…

En un mundillo en el que cada domingo se cambia de opinión, en donde los jugadores besan camisetas como el capitán del barco inglés y renegocian contratos a golpe de filtración, que no me vengan con cuentos de sentimentales eternos y de hermanos Malasombra. Casillas es un chico del club de toda la vida, sí, pero no juega gratis y está mejor pagado de lo que lo estaría en cualquier otro club del mundo. Por lo visto, ni eso ni su «madridismo incontestable» le ayuda a salir a decir que apoya al otro y que le desea suerte, algo que este madridista de toda la vida sí ha sabido hacer con jugadores del Barça. Será la timidez, que es por donde se le ve el plumero de la arrogancia. Si le molesta la suplencia, que piense en los suplentes de la Selección, a quienes el entrenador no pone porque les tiene, por lo visto, menos cariño y respeto. Pero que no venga reclamando su derecho a estar en la portería del mejor club del mundo con argumentos de bedel de ministerio, que como ganó una oposición, a él no le puede echar nadie.  Y luego, que me resulta agotador ese calimerismo al que se ha abonado este chaval que, como los malos estudiantes, sólo sabe decir que es que el profesor le tiene manía. Y yo no sé si el profesor le tiene manía; yo sólo sé que me aburren mucho los llorones. Y los tontainas.

Ayer, cuando el Bilbao marcó su golito, al hombre del vermut del bar del poblachón se le oyó decir «ésa la para Casillas«. Pues es posible. Claro que también hubiera podido decir que ésa la falla otro delantero. La cosa es especular, que hasta en eso el fútbol es muy distraído.

Para @newland23, que me preguntó por esto hace unos días

La última noche en Twisted River

Hoy es día 1 y toca reseña del libro del Club de Lectura. Este mes hablaremos de un libro de John Irving que se llama, ni más ni menos, La última noche en Twisted River. Si os digo la verdad, no sé ni por dónde empezar la reseña, así es que iré sobre seguro y empezaré por comentar lo que más me ha gustado: lo que más me ha gustado de este libro es el título. Vamos, sin ninguna duda. Lo que ya me resulta muy difícil es deciros qué es lo que menos me ha gustado… Tal vez haya algún spoiler en la reseña, de manera que si el título os parece atractivo y molón, no sigáis leyendo este post. Mi consejo es que tampoco sigáis leyendo el libro, pero allá vosotros, a mí no me digáis luego que no os avisé.

Un cocinero y su hijo viven en un asentamiento maderero del noreste de EEUU, dedicado a la tala y transporte de árboles por el río, en los años 50. El ambiente, por si no os lo podéis imaginar, yo os lo resumo: feo, brutal, miserable y sórdido. El cocinero está liado con una india monstruosa (allí todos son monstruosos), y una noche, cuando la india está a horcajadas encima del cocinero haciendo lo que seguramente estáis suponiendo, el hijo de doce años entra en la habitación, confunde a la india con un oso, piensa que, por los movimientos, se está cenando al padre, y va, le pega un sartenazo en la cabeza, y la mata en el acto. Lo del acto se puede entender de dos maneras, y ambas son correctas, si bien una de ellas es redundante con lo de las horcajadas.

La cosa se habría quedado ahí y no hubiera tenido mayor importancia, si tenemos en cuenta que el niño vive en un sitio en donde es posible confundir a la amante de tu padre con un oso que se ha colado en el dormitorio. El problema es que la india está liada a su vez con el sherif del pueblo, que es una mala bestia además de una mala persona. Así que el cocinero decide prudentemente largarse de Twisted River la noche del título del libro para que el sherif no los mate a los dos, al padre por acostarse con su amante y al hijo por A) confundirla con un oso y B) matarla de un sartenazo. Luego el cocinero va montando restaurantes conforme va huyendo del sherif de una ciudad a otra, el hijo se hace escritor y así, el padre cocinando y el hijo escribiendo, llegamos al 2005 y por fin el hijo se decide a contar la historia del sartenazo (y todo lo que ronda). Por su parte, John Irving decide que ya es hora de ir publicando, que ya llevamos 700 páginas y aquí cabe comentar que es una verdadera lástima que no haya sido éste el primer libro de Irving, porque nos habríamos ahorrado unos cuarenta años de historietas y unas cuantas siestas imprevistas a media mañana.

John Irving, a mi entender, en esta novela hace un ejercicio de metaliteratura. En realidad la historia que nos está contando es la del escritor- hijo, y la novela realmente cuenta cómo el hijo va componiendo sus novelas en función de su peripecia vital hasta que decide abordar y escribir la historia que realmente da origen a su vida, que empieza antes del sartenazo y que se compone de los personajes, el ambiente y las circunstancias que rodean el asentamiento maderero. Así que no deja de tener su gracia que, en una doble pirueta con tirabuzón, Irving le haga decir al personaje que «la tediosa máxima de Hemingway sobre la conveniencia de escribir acerca de lo que uno conoce» tiene como resultado construir novelas «soporíferamente realistas». Lo cual me permite deducir que Irving ignora el significado de soporífero y que su padre nunca tuvo a un oso como amante.

Supongo que le dedicaré algún post en el blog del Club de Lectura para explicar con más detalle por qué el libro me ha parecido aburrido, pesado y por momentos insoportable, eso suponiendo que no me quede sopa sólo de recordarlo. Leer cada dos páginas expresiones como «eres más tonto que la cagarruta de un mapache», en un estilo de lenguaje cowboy de película de serie B americana («oh, vamos, Danny, por los clavos oxidados de Cristo, que no se te crucen los huevos ahora!»), montones de descripciones absolutamente prescindibles sobre dónde están exactamente los sitios o cómo se cocinaba un plato, o la entrada de personajes en las que invierte un capítulo entero contándonos su absurda peripecia para que luego le cuadre una palabra o un detalle en la historia me resulta un abuso del escritor, un alarde de componedor de novelas, que abre una trama tras otra para que luego todo vaya encajando poquito a poco, este detalle aquí, aquel detalle allá y así sentir que ha escrito una compleja historia y reconocerse como un escritor épico. Y yo, francamente queridos, con estas condiciones prefiero hacer crucigramas.

Ya el colmo viene casi al final del libro, cuando la novela llega a 2001 y mete el 11S como a capón y los personajes que dos capítulos antes eran unos analfabetos embrutecidos y bestiales, se marcan unas reflexiones sobre política internacional que no desentonarían en un capítulo de El ala oeste de la Casa Blanca. Como diría uno de los personajes del libro, es una tontería más grande que una montaña de mierda de arce. Pero en fin, para gustos, los colores. Tenéis otras reseñas, algunas de las cuales serán muy positivas, en La mesa cero del Blasco,, en La originalidad perdida y chez Delenda est Carthago. Y a lo largo del mes, en vuestro blog preferido de libros Club de lectura.