Quemar la noche

Quemar la noche unmundoparacurra

Quemar la noche, de Liz Murray, es el libro de este mes del Club de Lectura.

Yo no sé si después de leerlo hay que quemar la noche, hay que quemar el libro o tengo que quemarme yo a lo bonzo para que, intensificando el sufrimiento, olvide mi penar por este horror literario que he tenido que sufrir. Si encuentran este libro en la estantería de una librería, huyan. Y si la estantería se encuentra en un aeropuerto (que será lo más probable), tiren su tarjeta de embarque, salten a la pista, y hagan lo posible por colarse en cualquier avión que tenga los motores encendidos. Y no teman morir por la presurización: es peor quedarse en tierra y hojear semejante bodrio.

Desde luego, América es la tierra de las oportunidades. Y no lo digo, como pudieran pensar los que hayan leído este panfleto, por la historia de la protagonista, una niñita de padres drogadictos, pobre, sucia y hambrienta como las ratas, a la que le pasa de todo y que un buen día decide estudiar mucho y no robar más.  La chiquilla lleva un carrerón que la conduce directa no ya al desamparo – en el que ha vivido toda su infancia y adolescencia -, sino a una delincuencia segura, viviendo entre bolsas de basuras, bañeras atrancadas (nivel cocodrilesco), mugre por doquier y un ambiente con indudable querencia a lo carcelario. Pero un día, oh revelación, llega al apartamento de una chica que vive sin la necesidad de mear en las escaleras de la finca y se cae del caballo, como Saulo en el Bronx. Y de no saber casi ni escribir pasa a exigirse sobresalientes en un instituto. Así, ya está. Y esto sólo con reflexionar media horita aunque, eso sí, un repentino afán de superación que pasa de lo inexistente a lo frenético. O sea, ustedes créanse a una homeless de 17 años recién desperezada de dormir en el metro que, tras robar por última vez una caja de donetes en el súper, se dice a sí misma que o Harvard o la nada. Y va y sale Harvard. En fin, el mérito de aprovechar la oportunidad no es el de la niña, sino el de la autora, que por lo visto es la misma y que, teniendo una historia de ese calado entre las manos, va y escribe un libro que parece el blog de Pipi Calzaslargas. Muy propio de América, ya digo, un continente en donde escupes y crece un árbol…

Pensarán que no tengo compasión, pero no se equivoquen sobre el sentido de mi crítica. La historia de esta niña me resulta conmovedora, y me parece más que loable, impresionante, lo que ha conseguido Liz Murray con su vida. Pero con su vida, no con su libro, que da dos penas: la de la niña y la de la escritora. El libro está horrorosamente escrito, redactado con habilidad de adolescente, con diálogos irrelevantes y descripciones que, además de infantiloides, tienen la misma calidad literaria que los textos de una caja de Kellogs. Y siendo malo, no es lo peor: me resulta insufrible encontrarme con libros escritos con el único propósito de fomentar otros negocios, ya sea el que una productora compre la historia, o como este caso, la promoción de conferencias o fundaciones. Y lo que ya me subleva es que, encima, se note. Como seguramente se notará que detesto los libros de autoayuda, que eso es, ni más ni menos Quemar la noche.

Tal vez mis co-bloggers sean más benévolos. Para saberlo, tendréis que pinchar aquí, aquí y aquí. Y también aquí, que este mes tenemos una nueva incorporación en el Club.

Pequeños fallos de atención

– «Hola! desde luego, no es la primera vez que cumples años – y ya van… -, pero sí es la primera que te felicito por Whatsapp!. ¡Quién me iba a decir a mí que te mandaría un mensaje por un móvil cuando llevábamos coletas! Muchas felicidades. Un besito».

G. J. está escribiendo un mensaje…

– «¿Y quién me iba a decir a mí que mi hermana, con la cabeza que tiene, me iba a felicitar sólo dos meses más tarde de mi cumple? ¿Tanto has tardado en escribirlo?»

Un nuevo Papa

Anne Igartiburu le hizo una última pregunta a Paloma Gómez Borrero. «¿Tú por quién apuestas?», y Paloma Gómez Borrero dijo un nombre y Anne corroboró: «sí, ésa es también mi apuesta», y le guiñó un ojo como cuando decía aquello de «hasta luego, corazones». Y así todos, apostando sobre algo que no admite apuestas, porque, finalmente, estando el Espíritu Santo de por medio cualquier cálculo se convierte en imposible…

Francisco I es jesuíta y es argentino. Y esto es todo lo que yo sé. Y creo, francamente, que los únicos que saben más de lo que este hombre es capaz de hacer son los cardenales que lo han elegido. Lo que haya hecho como cardenal nos dice sólo eso: lo que ha hecho como cardenal. Ahora es Papa, y ese es un trabajo diferente. ¿ Cómo lo hará, qué cosas logrará durante su papado? esto sólo nos lo puede decir el tiempo.

Como católica yo le deseo mucha suerte y que haga cosas que sean buenas, productivas y positivas para la Humanidad. Y no le puedo desear otra cosa porque, como cualquier Papa, hará naturalmente lo que Dios le dé a entender.

Encontrar dos trabajos

curra-juguete.jpgCuando terminé la carrera, me puse a trabajar en una consultora. Se dedicaba a la gestión de la información y bases de datos, y la dirigía un antiguo profesor. Estuve trabajando allí cinco o seis meses, estudiando temas de turismo. El caso es que un buen día, la consultora, cerró. Y yo me fui a la calle.

Mi situación no era en absoluto dramática. Vivía con mis padres, tenía casa, comida y el sueldo que me habían pagado en la consultora me proporcionaba un buen calcetín para aguantar unos meses pagándome mis caprichos. Por otra parte, ese trabajo lo había encontrado casi sin despeinarme, sin que me hubiera costado acceder a varias entrevistas. Así es que era muy joven, tenía las espaldas cubiertas, una buena preparación y el paso por la consultora me había aportado algo de currículum. Sí, me había ido al paro, pero eso ya lo había descontado cuando estudiaba.

Mi padre había recibido un diagnóstico de cáncer muy feo. Hoy el cáncer se cura, y más el de colon, pero a él le habían dado unos pocos meses, que después, sumando sumando, llegarían a 24, un número que permite medir el tiempo en años, aunque no lo alargue. Así es que ni le quise preocupar a él, ni quise tampoco distraer a mi madre, de manera que no lo conté en casa. Cada mañana me levantaba, me arreglaba como si fuera a la oficina y salía de casa a la hora habitual. Pero en realidad, me iba a casa de una de mis hermanas. Allí me ponía a leer, veía la tele, enviaba currículums, escuchaba música… Me resultaba tan aburrido que opté por decirles que no perdieran el tiempo por las mañanas adecentando su casa. Yo les hacía la cama, limpiaba el baño, recogía el desayuno y pasaba el aspirador por el salón, y así mi hermana y mi cuñado dispusieron durante algún tiempo de una chacha de total confianza, muy discreta y que además les salía gratis. Todo muy conveniente. En especial para ellos, porque aunque yo nunca he sido una gran profesional del plumero, sí que me esmeraba por hacer las cosas con mucha convicción y artesanía y les dejaba el exprimidor del zumo como los chorros del oro.

Esta situación duró un par de meses o tres, hasta que encontré un nuevo trabajo. En realidad, encontré dos: uno para mí y otro para la asistenta que mi hermana contrató una semana después de que yo dejara de pasarme por su casa…

Al Chico de la Consuelo, por su inspiración

La tarta Mierden y los accidentes de calidad

curra-portada-postDonde quiero yo llegar es que todo modelo tiene un límite. Ni los ingresos pueden ser infinitos ni los costes pueden ser cero. En algún momento hay que recolocar el contador, hay que refrescarlo. Hay tendencias que, o aceptas que se renueven, o quiebran y son irrecuperables.

Reduces, reduces, reduces… Y al cabo, lo pierdes todo. Porque te pone en su sitio un accidente. O lo que no es un accidente. Porque cuando el gafotas te dice que tienes que quitar dos personas del departamento de calidad, o que sobran tres supervisores, o llega el consultor con su bonito powerpoint a contarte que eso mismo se puede hacer con menos… eso no es un accidente. Eso es olvidar el oficio y pretender llevarse la última peseta, cuando todos sabemos, porque nos lo enseñaron nuestros padres, que es mejor que la última peseta se la lleve otro.

En la aduana de China, la tarta de chocolate llevaba heces. Tenía que ser, precisamente, la tarta de chocolate, no podía haber sido la de crema. Así es que además de la librería Pili y el sillón Songherl, tenemos la tarta Mierden. Un proveedor que no levantará ya cabeza. Pero el distribuidor tendrá que recuperar su reputación, y ese gasto no compensará jamás el ahorro marginal que pretendía el consultor gafotas o la sala de compras que llevó al límite al proveedor. Es sólo un ejemplo, que además deberá ser explicado, pero me vale para el razonamiento.

El cliente tampoco es inocente. Hace unos días yo hablaba aquí de los vuelos low cost, en donde llevan a la gente como ganado. La cultura del low cost, del barato barato, tiene estas cosas. Para vender barato hay que fabricar barato. Para fabricar barato tienes que ceder calidad. Vamos aceptando que baje la calidad porque nos lo sirven al mismo precio, o a un precio menor. Pero hay un límite. Cuando se sobrepasa ese límite, ya no hay controles que valgan, porque tarde o temprano un espabilado aceptará que se redondeen los gramos de ternera con carne de caballo. Nadie mira, nadie compara, nadie comprende el sabor, sólo es relevante el precio. Nadie quiere pagar el coste de la calidad, ni el de los controles, que son costes escondidos cuyo beneficio está en la sombra y sólo aparece cuando falta escandalosamente. Nos dan gato por liebre, y estamos encantados con el gato, porque es barato y se parece a la liebre. Hasta que aparece la pelagra.

Ni la empresa aceptará ganar menos ni el cliente aceptará pagar más. Mientras tanto, nuestro funcionariado local y europeo seguirá apilando normas. Y el estratega recomendará poner muchos cartelitos para decir que lo primero es el cliente, tal vez en el sobreentendido de que lo primero es el margen. Y el cliente recomendará el chollo que ha encontrado cuando lo que ha comprado es, además de la librería Pili, la tarta Mierden. Y así, hasta que la tendencia se quiebre.

El partido del Manchester

El partido de anoche entre el Madrid y el Manchester fue lo más visto de la tele, muy por delante de otro programita que se había estrenado el día anterior y que consistía en ver cómo se tiraba a una piscina un grupo de famosos. Naturalmente se tiraban de uno en uno, aunque mira que me extraña que en Antena 3 (dueña del engendro piscinero) no hayan optado por ofrecer el espectáculo de una reata de famosos atados con una cuerda y echados en grupo y de cabeza a una piscina. Así, han renunciado tontamente a una gran profusión de alaridos, unas muy ordinarias imprecaciones y un riesgo fetén que hubiera petado el share. Sin duda, faltó algo, pero no sé si fue imaginación de los programadores o voluntarios para darse un chapuzón en compañía.

Pero en fin, a lo que iba: el partido del Manchester. Yo sé que un post de estos ahuyenta a muchos de mis más queridos y fieles lectores, aunque es verdad que atrae a muchos otros visitantes. Ya me lo preguntó mi amiga Susana:

–  ¿Y tú por qué pones post de fútbol, que son un aburrimiento?

–  Pues porque pongo uno y me arregla la estadística del mes.

Claro, que está por demostrar que éste termine siendo un post de fútbol. Y es que tampoco quiero abusar, porque llevo tres seguidos hablando del Madrid. Vuelvo de nuevo a lo que iba, que no era ni la temática de este blog ni mi share particular – que por cierto me importa un pepino -, sino el partido del Manchester, aunque sólo sea para que no se enfaden los lectores que han seguido leyendo atraídos por el título del post.

En fin, Yo voy a hacer mi resumen en un tuit. Descarto, por tanto hacer pedagogía porque si necesitan leerme para aprender de fútbol es que no quieren aprender de fútbol…

ManU unmundoparacurra tuit

Mou, en un alarde de iconoclastia – o quizá porque ha hecho una apuesta con la Historia -, dijo después que había perdido el mejor. No, Mou: esta vez el mejor ha pasado la eliminatoria, no le des más vueltas.

El dedito de Jordi Alba

alba3--146x110Jordi Alba es un jugador del FCB que quiso celebrar el gol de Messi el pasado sábado con la grada del Bernabéu. Y para ello, sacó su dedito a pasear, tal y como ven en la foto de la izquierda. Como buen meritorio de los valores de la Masia y de su inmaculada beatitud, ha tenido que aclarar qué quería decir, como si no pudiéramos entenderle en Madrid, tierra de chulapos. Y como excusa, nos dice que su dedo no era el corazón, sino el índice, y que lo que quería decir es que Messi es el número 1. Y no sé yo qué es más insultante para la grada del Bernabéu, la verdad, si que le hagan la peseta devaluada o que le señalen a lo tonto (léanme bien, que he dicho a lo tonto, no al tonto).

Ay, el hipocritilla meritorio. Querido Jordi, lo que importa no es el dedo que se use, sino lo que se diga con el dedo. Y con un dedo, aunque sea el índice, se pueden querer decir muchas cosas. A ver, te lo voy a explicar, tú atento:

Esto es decir «tú»:

tu

Esto es decir «te lo advierto»:

Aviso

Esto es decir «Me llamo Bond»:

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Esto es decir «Uno»:

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Y esto es un «doigt d’honneur», te pongas como te pongas:

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Ay, el hipocritilla meritorio.

Y el Barça pasó

El Barça pasó por el Bernabéu. Y se marchó con una derrota que es como un pellizco de monja en la Liga. (Por cierto, diré de paso que el martes pasado el Real Madrid había estado zarandeando al Barça en su casa sin contemplaciones, que un título es un título, y bromitas las justas).

Ya sé, que ayer había que reservarse porque lo importante es el partido del próximo martes en Old Trafford…

Ya sé, que hay que dejar descansar a los jugadores…

Ya sé, que el Madrid tiró la liga en octubre…

Sí, sí, ya sé, ya sé…

Pero al Barça se le gana en el Bernabéu. Y ya está.

Tuit cj madrid-barca

 

¡Cómo no te voy a querer!

Hala Madrid.

Corinna

Decía yo en diciembre de 2011, a propósito del tal Iñaki, que a la monarquía no se la llevaría por delante ninguna opción política sino que bastarían un par de escándalos. Algo más de un año después, reconozco mi equivocación: este rey nuestro es escandalcoholic, y ya sólo le falta que al Príncipe le pillen, como a Benzema, a 216 kilómetros por hora por la M-40 para que le añada variedad a la intensidad y a la frecuencia.

Un rey al que cualquier mindundi de provincias le puede instar a abdicar, y en vez de la hilaridad generalizada consigue que se debata la majadería en toda la prensa nacional, es un rey sonado. Ya vale todo, y cualquier pelagatos se acerca a un programa casposo a gritar lo que el rey debe hacer y a dar consejos a la reina de España. Y es que se ha abierto la veda hace mucho y aunque la cacería era de cochinos, tiramos balas a ver si cae el rinoceronte blanco. La monarquía, pretendiendo igualarse al pueblo, se ha encontrado con la masa embrutecida y sus sacerdotes supremos, que son todavía más brutos. Y no se explican por qué la gente cree que las cosas son lo que parecen. Y las cosas son lo que parecen porque, con el bobainas del rey a la cabeza, llevan 35 años intentando parecer lo que no son. Y se han encontrado con la horma de su zapato: un pueblo que sólo sabe distinguir entre Belén Esteban y Carmen Lomana, y eso cuando se pone gafas.

princesa-Corinna-zu-Sayn-Wittgenstein-portada-revista-HolaY entonces, aparece Corinna vestida de ejecutiva del Vogue. Y el pueblo se divide entre los que la llaman puta de lujo y los que, babeando, prefieren soñar con tirársela. Así estamos, todo muy class. Personalmente, hasta que el propio rey y ella, conjuntamente, no me enseñen una foto, sostenida por ambos en sus manos, en donde estén ella y él en la cama desnudos, con ese rubor tan característico que todos conocemos y tapándose con una sábana, y se peguen un chusco con lengua delante de la cámara, yo no me creo que se hayan liado. Porque hemos llegado a un punto en que, entre la monarquía y la prensa, no sé qué me merece más credibilidad. Quizá la monarquía, porque casi todas las simplezas que dicen se las escriben unos funcionarios anticuados con vocación de adormideras.

Que Corinna no ha estado liada con el rey me parece evidente. Si hubieran intimado, Juanqui le habría prevenido, en una noche sin luna, del país que somos: un país que se cree que una línea férrea de 4.000 km en una tierra lejana o un pedido de 70 aviones, un suponer, los consigue un vendedor con corbata comprada en el Sepu y armado de un powerpoint con musiquita en una ipad. La comunidad de Tuiter, que consideran muy normal contarle a un desconocido lo que está cenando y que piensa que la influencia se mide en faveos, sospecha que Corinna tiene burdel propio porque no tiene cuenta en el Linkedin con la que justificar sus buenas relaciones. «Somos un país sencillo, de vuelta y vuelta, – le habría dicho Don Juan Carlos –, un país de Quijotes y Sanchos, de Quevedos y Góngoras, de Nadales y Ballesteros, y de algún que otro Guardiola, aunque por fortuna, de ésos menos. No te preocupes, Corinna mía, y échanos una mano para que el potentado Pepito se le ponga al teléfono al ministro ése. Que aunque parece un dómine Cabra sin hambre, es un representante del pueblo, ese pueblo aquerrido, orgulloso y con una historia como para llenar varias enciclopedias..

Y Cori, que no sabe seguro quién es el dómine Cabra pero sí el rey de España, va y se mete en este país de berenjenas a intentar aclarar algo. Pobre…