Hoy sobra hasta el título.
Vive la France.
Ya es un clásico. En realidad, es un clásico en el año, como la Navidad. Llega junio, y es un clásico que a mí me lleven los demonios cuando veo la pasta que Hacienda me tiene que devolver por el pago anticipado de sus impuestos. Y al ver el agregado de lo que me han ido robando, tacita a tacita, ya pongo el grito en el cielo. Porque el cabreo de junio también es un agregado de los cabreos mensuales.
Una pasta. Yo podría haber dispuesto durante todo el año 2014 del dinero que me han confiscado y que ahora me devuelven en junio de 2015. No me dan a elegir. Por obligación, mi empresa les tiene que adelantar los impuestos, no sea que me vaya a escapar. Yo podría haberlo invertido. O podría haberlo distribuido a mi gusto, quizá consumiendo unos meses más y otros menos. Finalmente, es mi dinero, soy adulta para gestionarlo. Pero no: me lo quitan, y luego lo tengo que reclamar. Ah, y si se me olvida reclamarlo, no me lo devuelven, pero si me olvida pagar, me cobran intereses y me multan. ¿Dónde está el código de buenas prácticas con el que marean a las empresas, señores políticos?
Y lo que ya me deja estupefacta (pero eso todos los años) es la cantinela de «qué bien, me da a devolver» o su contraria «por lo menos no tienes que pagar más». El sistema es demoníaco, y picáis todos. Está pensado para dormirnos, para que no protestemos. Y eso no lo quiere cambiar nadie. Os asaltan y encima les dais las gracias. Oh, gracias, Estado benefactor, por ahorrar por mí, gracias por cuidar tanto de mis finanzas y por poner mi dinero a buen recaudo, gracias por darte cuenta de que soy imbécil e incapaz de gestionar mis cuentas, gracias por no dejarme pensar, ni actuar, ni decidir libremente. Gracias por devolverme mi propio dinero, gracias, gracias sobre todo por darme esta pequeña alegría en el mes de junio, que ya no contaba con este dinerito, que me viene fenomenal. Gracias, oh, Papá Estado.
Y ahora estáis pensando que tengo razón, pero que en el fondo, bah, no está tan mal encontrarse con este dinero de pronto. Es práctico ¿verdad? Pues sí, es muy práctico, pero sabed que no tenéis remedio y que merecéis que os roben y que os engañen.
Impuestos, de imponer. Cargar, obligar, someter. Es una gran mentira que los impuestos sirvan para la solidaridad. Mis impuestos sirven para sostener un Estado enorme e ineficiente, con múltiples capas de vagos y enchufados que viven a mi costa, con subsidios y ayudas muy discutibles y con la realización de actividades subvencionadas más discutibles todavía. ¿Sanidad, pensiones, educación, carreteras? Esa es la gran zanahoria que nos enseñan para dilapidar, malgastar, derrochar y tirar por un sumidero el fruto de tu trabajo. Y da igual quien gobierne: ningún partido, y mucho menos estos retroprogres casposos y demagogos que andan hoy asaltando ayuntamientos nos van a quitar ese yugo. Nos exprimirán más, con la excusa de que es para los pobres, y luego lo gastarán a su absoluta discreción, sin control y sin tener que dar cuentas a nadie.
Si alguien pensara en los pobres, pensarían mucho cada euro que gastan, cada enchufado que emplean y cada observatorio que inventan. Si alguien pensara en los pobres, adelgazarían el Estado de inmediato. Y nadie propone eso ¿verdad que no?
Anda, disfruta del dinero que te ha devuelto Hacienda. Siéntete solidario un rato y repite como un loro esa sarta de mentiras demagógicas sobre los pobrecitos y la solidaridad. Di eso de que estas orgulloso de pagar impuestos y que te sientes generoso con tus compatriotas (procura no detenerte en el detalle de que te lo han quitado a la fuerza y por adelantado). Pide que te los suban si con eso te prometen que nadie revolverá en un contenedor para comer. Pero sobre todo: sigue trabajando como un cabrón para mantener a tanto maniroto, a tanto caradura y a tanto demagogo. En el fondo, te está muy bien empleado.
Juan Manuel de Prada escribe hoy un artículo en ABC que me ha provocado la indignación. Yo les enlazo el artículo CLICK y ustedes verán si se lo leen antes. Si no lo hacen, el inconveniente es que yo no pueda hacerles seguir bien el resto del post, pero la ventaja es que tal vez eviten, a su vez, indignarse.
Cree de Prada que por defender a los islamistas que se lían a tiros contra caricaturistas, periodistas y escritores que han criticado (u ofendido, me da igual y verán por qué me da igual) al Islam, defiende con ello la religión católica y defiende a Dios, al dios de los cristianos, y más en general a todos los dioses de todas las religiones. Cree defender al dios en el que él dice creer mucho, junto a esa iglesia a la que él cree que defiende de algo. Es una postura con la que ustedes también se habrán cruzado y que tal vez compartan, quién sabe. Ese insoportable bueno, es que los de Charlie Hebdo se estaban pasando de la raya, que sigue con un es que los de Charlie Hebdo no tienen derecho a injuriar, blasfemar y ofender de ese modo; de ahí pasamos a un airado es que se pasan tres pueblos, y de pronto, después de un pesaroso eso tampoco se puede consentir, llegamos, con un saltito muy pequeño, hasta un ¡Bien hecho, Ali! Y es que hay pensamientos inocentes que nos pueden trasladar a sitios muy feos. A un lugar, en mi opinión, atroz.
Les voy a dar un comodín y pasaré por alto la desproporción de la respuesta. Lo de hacer una caricatura y recibir un balazo es tan desproporcionado como robar una cartera y que te apliquen garrote vil. En mi mundo, claro, que en las tinieblas de Prada no sé. Pero no me centraré en eso, porque hasta un niño podría entender lo que digo. No es la desproporción, sino el plano de la discusión en la que se situan estos tontainas lo que me hace escribir esto.
El terrorismo islamista no está ofendido por unas caricaturas ni por unos textos. No hay tal ofensa. Caer en eso es darles una primera victoria y a no ser que quieran ustedes que ganen, yo me abstendría de seguir por ahí. El terrorismo islamista usa unas caricaturas como excusa. ¿Cuántas caricaturas se habían publicado en EEUU antes del 11 de septiembre de 2001? ¿Y en Madrid antes del 11 de Marzo de 2004? Si no hubiera caricaturas, habría minifaldas, o rock and roll, habría homosexuales tolerados, o quizá les ofendería un bocadillo de jamón. Las caricaturas son una burda coartada para que todos, sin excepción, nos sometamos a sus reglas y a su modo de entender la vida y el mundo, no se engañen, por favor.
Esas reglas a las que nos quieren someter provienen de Estados teocráticos y de bandas paramilitares que, con mucha parafernalia piadosa, dicen interpretar a un dios en el que todos estamos obligados a creer. Obligados a creer, léanlo un par de veces y no se me despisten. ¿La fe? ¡Bah! ¿Qué puede importar la fe cuando se tiene un kalashnikov? Como decía Rushdie, se trata de culturas de un solo libro, en las que unos hombres viven de la ignorancia de los otros. Esos gobernantes y guerreros no buscan la paz, el amor, el bienestar y la vida eterna rodeados de huríes de sus gobernados, sino tener armas y poder, conquistar, hacer la guerra, degollar, e imponer su tiranía. Y esto es muy prosaico, y no tiene que ver con la religión ni con la ofensa, señores. No hay ninguna diferencia entre estos barbudos y Pol pot, Hitler, Stalin o el animal ese que hay en Corea del Norte. Ninguna. Son iluminados que dictan y someten. Con ejércitos, policía y sobre todo, con impunidad. La impunidad que da estar al habla con dios, que es la misma impunidad que da ser un enviado del pueblo o el líder de una raza o de un partido único.
Así que situar la tiranía de esos barbudos en un plano religioso me parece una perfecta imbecilidad. Y discutir acerca del grado de respuesta a una ofensa, de una miopía extraordinaria. No es Alá el problema, por mí pueden creer en las piedras, mientras no me las arrojen a mí. O como diría mi madre ¡qué Alá ni qué Aló! El debate no es religión musulmana o religión católica o judaísmo o budismo o pastafarismo si me apuran. El debate es libertad o tiranía, civilización o barbarie, siglo XXI o siglo XII. La idea de “o piensas como yo o te liquido” es más viejo que el hilo negro, así es que no se distraigan poniendo la religión a la altura de estos monstruos.
De Prada nos dice escandalizado que la libertad de expresión sirve para ultrajar, dañar, injuriar, ofender y blasfemar, y para que Dios se tenga que aguantar con la ofensa. No, Prada, no. La libertad de expresión sirve para que yo pueda escribir que dios me parece un invento y que nadie me mate ni me encarcele por eso. Y también para que yo pueda decir que Dios no se ofende por las imbecilidades que tanto ofenden a De Prada y a tontos útiles como él. Ningún hombre en la Tierra ha sido mandatado por Dios para defenderlo, y cualquier meapilas estaría de acuerdo en que afirmar eso es blasfemo. En todo caso, defenderá sus propias creencias, y en ese caso, se está defendiendo a sí mismo. O sea, exactamente igual que en una discusión de fútbol. Saquemos a Dios de todo esto, porque si no me harán recurrir a un chiste de Charlie Hebdo: C’est dur d’être aimé par des cons (es duro ser amado por gilipollas, dice Alá en una caricatura). Además de gracia, tienen en eso mucha razón.
En el terror no hay una acción-reacción, porque sin caricaturas el terrorismo existe de igual modo. Pensar que si no hay acción (caricatura) no hay reacción (asesinato) es, automáticamente, darles la razón a ellos. Si aceptas que matan porque están ofendidos, y que el caricaturista debe callar, conviene pensar en el próximo paso: ¿Qué es lo siguiente que les ofenderá? ¿Que yo no lleve burka? ¿Que vaya a un bar sola? ¿Que yo trabaje? ¿Que lleve vaqueros? Abran esa puerta y verán llegar a los tiranos a lugares inimaginables. Yo no lo acepto, y creo que no hay dar ni un paso atrás.
Si usted, cuando yo digo que son unos bárbaros, me contrapone otras ofensas, automáticamente le da carta de naturaleza a los asesinatos, porque reconoce que ellos pueden tener una (al menos una) razón. Y si acepta que pueden tener una razón, poner una bomba o ir a un tribunal es sólo una cuestión de grado. Y no. Su reacción no es una cuestión de grado, sino de categoría, y conviene distinguirlo con claridad. No me gusta que saquen al Papa sodomizado, claro que no. Y tampoco que hagan chistes procaces sobre mujeres, o sobre ancianos o sobre subnormales, si a eso vamos. Pero defiendo el derecho a hacerlo sin que nadie te pegue un tiro por ello. Y si tengo que elegir entre esas bestias inmundas y un caricaturista pasado de vueltas, me quedo con el caricaturista sin dudarlo.
En este asunto no conviene tener dudas del lado en el que nos situamos. Se puede amar a Dios, tener fe, respetar al Papa y pertenecer a la Iglesia y defender a los caricaturistas. Yo lo hago, porque creo que no es la religión. La religión es sólo el señuelo: la presa es otra. Y no hay ofensa, sino coartada, y no entenderlo es claudicar.
Habla el fanático de Prada de la religión democrática. No creo que ningún fanático de esa “religión” que tanto vitupera degüelle a un hombre delante o detrás de unas cámaras. No es la religión, bobo, no es la religión. ABC es un gran periódico con grandísimos columnistas y sin quererlo, tanto Ignacio Camacho como Albiac le responden hoy, afortunadamente (CLICK y CLICK).
Les dejo con un vídeo de Wafa Sultán, una psiquiatra siria exiliada en Estados Unidos que combate el fanatismo islámico y el anclaje irremediable de estas sociedades en la Edad Media. Esta entrevista es de 2006, pero podría ser de ayer mismo. Son cinco minutos largos, pero resumen bien el asunto que les he traído, a mi pesar, hoy. Pueden quitar el sonido: se evitarán la bronca.
¿A qué dios ofendía Malala Yousafzai por querer aprender a leer? Hoy hemos tenido una nueva respuesta a esa pregunta. No buscan el respeto a un profeta, sino el sometimiento a una tiranía.
Yo también soy Charlie Hebdo. Bien sûr!
Traducción: Si Mahoma volviera… – ¡Que soy Mahoma, bruto! – ¡Cierra la bocaza, infiel!
Empieza por que la calle es suya. Y como es suya, puede hacer parcelitas, pintarlas de colores, y alquilarlas al precio que quiera y a quien quiera, que para eso la calle es suya. Los espacios reservados a las embajadas y los de los ministerios no pagan. Ni tampoco esas plazas que dedica a poner contenedores que no se limpian más que un día a la semana.
Si usted es residente en la zona y quiere aparcar, le conviene sacarse una tarjetita con un número que le identifica a usted y a su coche. Lo soluciona con 25 euros al año. Luego ya, cuando vaya a aparcar, debe buscar una parcelita que esté pintada de verde porque si es azul, entonces paga usted por horas como cualquier hijo de vecino. De vecino de otro barrio, se entiende.
Este año, la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, conocida por su preparación y experiencia como ama de casa, se ha inventado una nueva norma para los residentes que tengan un coche y quieran aparcar en su barrio. Mire, nos dice, si usted tiene un coche propio, vale. Pero si su coche es de renting, voy a mirar a ver dónde vive esa empresa. Y si esa empresa de renting no tiene su sede social en Madrid, usted no tiene derecho a la tarjeta de residente. Usted vive aquí, pero su coche no nació aquí. Algo así.
¿Por qué hace esto esta señora tan absurda que sufrimos los madrileños? Pues porque quiere obligar a estas empresas a pagar el impuesto de vehículos en Madrid. No comprende esta mema que las empresas de renting me sirven el coche a mí y a un señor de Cuenca, o de Barcelona, o de Sevilla. Ella quiere lo suyo, y si por el camino me fastidia, pues es mi problema.
A ella le importa una higa que usted tenga un contrato con esa empresa de renting en vigor y que no lo pueda cambiar así por las buenas sin perder una pasta. También le importa un comino que a usted le cueste una plaza de garaje por su zona 2.500 euros al año. Usted es un daño colateral, ella va buscando algo y si por el camino le atropella, pues le atropella.
A esto le llamo yo cambiar las reglas del juego en mitad del partido. Unas11.000 personas, según el periódico, estamos en esta situación. Al periódico le parece bien, porque las empresas de renting son malvadas, ya se sabe. Mira que centralizar la gestión en un ayuntamiento distinto al de Madrid, qué canallada. Al resto de partidos políticos también les parece muy bien, por lo mismo que al lerdoperiódico. El pequeño detalle es que a mí nadie me dijo esto antes de coger el coche hace dos años. A la empresa de renting tampoco. Y así estamos, a la espera de que el ayuntamiento decida el día 19 si sigue con esta arbitrariedad o recula. Apuesten…
¿Y la alcaldesa gana algo fastidiándome? No gana nada. Yo le alquilaré una plaza a un señor al que pagaré en negro (que no lo dude nadie) y dejaré de pagar 25 euros al ayuntamiento a partir del 2 de enero. Y la empresa de renting seguirá radicada donde le salga de las pelotas. ¿y usted? ¿Cree usted que se va a librar? No. Mañana decidirá que los coches a partir de determinada cilindrada, o con x años tampoco tienen derecho. Y cállese la boca, hombre ya.
Son peor que una plaga. Son un virus infeccioso imposible de curar. Tipeja.
Cualquier cuerpo vivo genera porquería. Excretar se le llama a eso, aunque se reserva para la orina u otros residuos metabólicos como el anhídrido carbónico de la respiración según el DRAE. Los españoles nos reservamos el verbo excrementar para los excrementos digamos de arte mayor.
Es lo que hay y lo que somos. Unos bichos de apariencia sana y limpia, pero que generamos residuos. Y menos mal que los generamos, porque si no lo hiciéramos no estaríamos vivos. Vivir es cagar, o sea, y lamento ser tan ordinaria, pero es que tampoco estoy muy segura de que me entiendan porque en España por lo general usamos el verbo deponer en su forma transitiva y tendemos a ignorar el intransitivo.
Los humanos hemos evolucionado. Ya no convivimos entre la porquería que expelemos, que excretamos, que excrementamos. La modernidad nos ayuda a despejar la equis. Y aparte del perfume, y de la ducha, disponemos de papel higiénico. Y además, de una buena red de alcantarillado y servicios públicos que nos evitan tener que convivir con nuestros excrementos, nuestras excreciones, nuestras equis sin despejar.
Lo cual que no significa que nuestros organismos hayan dejado de expeler porquería. Y no se engañen con la civilización, porque no nos evita tener que producir la porquería sino que nos evita tener que vivir con ella, lo cual es muy diferente. La civilización permite limpiarla, despejarla, ordenarla y situarla allí donde es tolerable para tener una vida sana y, sobre todo, limpia. Pero no evita su existencia y quien le diga lo contrario, miente.
El solución entonces no pasa por negar el sistema. El sistema, como cualquier sistema vivo, y sano, genera porquería, porque si no estaría muerto. Eso mismo que se expele fue, en el origen y en su conjunto, lo que aportó músculo, y fibra, y nutrientes, y grasa, y lo que nos permite la vida. Va todo junto. Un sistema sin excrementos no existe. No vale decir que no existirán, porque existirán. No vale decir que no los veremos, porque entonces cabe sospechar que se meterán debajo de una alfombra. La solución es disponer de los recursos de limpieza y eliminación de residuos que nos permitan vivir sin ensuciarnos más de lo que es razonablemente imprescindible.
Hay que pedir justicia, claro, porque en el caso de nuestro sistema político la justicia es la correcta y ordenada canalización de la porquería. Y eso es una cosa y otra muy distinta pretender eliminar la porquería matando al bicho. O lo que es lo mismo: pensar que hay que deponer la sociedad en la que vivimos para acabar con sus deposiciones, algo tan tradicionalmente español como matar al perro para acabar con la rabia.
El intransitivo.
Acabo de hacer una declaración de amor al gobierno central, al autonómico y al local, además de declarar mi amor a todos los cargos, carguillos y carguetes que viven tan escondidos que es imposible contarlos a todos y de los que sólo tenemos constancia cuando emergen sobre la inmundicia de su corrupción.
He hecho una declaración de amor a todos los funcionarios vagos y a los asesores inútiles que dedican el poco tiempo y la poca energía que les queda entre el redesayuno con café y la cervecita con tortilla a complicarnos la existencia con sus trámites kafkianos y sus disposiciones arbitrarias.
También es una declaración de amor al ejército de diputados europeos, estatales y autonómicos que con mi dinero se rascarán los huevos en sus escaños los pocos días que se acercan por esos edificios tan chulos en los que beben gin tonic subvencionado y viven de puta madre a mi costa.
He hecho una declaración de amor a esos sindicatos golfos, a esas patronales acartonadas y a esos partidos políticos que organizan absurdas convenciones, congresos inanes, campañas y folletos tan extravagantes como fuera de la realidad. También (que no se me olvide) a esos florecientes partidillos demagogos que van de famélica legión y que sólo quieren robarme más de lo que me roban ya los otros, y que por el momento, se conforman con insultar mi inteligencia todos los días.
He hecho una declaración de amor a esos jueces vagos y politizados, que se preocupan mucho por lo que pasa a 12.000 kilómetros y que viven de pelearse por casos que les propulsen a las primeras páginas de los periódicos, pero que se han olvidado de lo que es la justicia, que es trabajar mucho y rápido.
He hecho una declaración de amor a todos esos que viven de no pegar palo al agua, que disfrazan de asistencia social lo que no es más que cálculo para vivir de los otros. Que hacen chapuzas mientras cobran un per, o una prestación para redondear sus ingresos.
He hecho una declaración de amor a todos aquellos que exigen que el Estado se ocupe de cosas de las que deberían ocuparse ellos. Y a esos otros que llaman social a tener wifi gratis en los ayuntamientos, que les alarguen el pene o que el Estado les pague la entrada al teatro.
He hecho una declaración de amor a las catorce o quince televisiones públicas que emiten basura. También a todas esas empresas que viven de las subvenciones del Estado y de los gobiernillos autonómicos y que no aguantarían ni cinco días la competencia del peor de su mercado.
He hecho una declaración de amor a esos dirigentes que sólo se ocupan de agitar banderas inventadas y pasadas de moda. Banderas grasientas que sólo esconden impudicia y odio.
En fin, hoy he hecho una declaración de amor a los parásitos de la sociedad. La declaración de la renta, ni más ni menos. Ah, y para colmo, me da a devolver. Un amor ciego…
AVISO: EL TONO DE ESTE POST NO ES EL HABITUAL DE ESTE BLOG.
Cuando llega esta época del año y tengo que hacer la declaración de impuestos, siempre acabo con unos rebotes poco normales. Yo no soy de esas personas que se pone contenta porque la declaración le da a devolver. Todo lo contrario. No sólo pagamos unos impuestos disparatados para sostener el despilfarro de todos estos hijos de su madre, sino que además nos estafan por adelantado. Se aprovechan del trabajo de las empresas, a quienes usan como recaudadores de impuestos involuntarios. Cuando nos suben los impuestos, vemos cómo disminuye nuestra nómina, y nos cabreamos mucho, sí, pero al final el sentimiento, dos meses después, es que la empresa nos paga poco. Finalmente, cuando llega el mes de Junio, a casi todos nos devuelven dinero, con lo que el efecto del pillaje al que estamos sometidos queda muy diluido. Debería haber manifestaciones de protesta por el robo a mano armada que suponen los impuestos, pero se produce el efecto contrario: se observan picos en el consumo, la gente aprovecha la devolución para pagar deudas, cosas así. La gente es feliz, yo creo que nadie mira lo que pone en la casilla de retenciones a cuenta, sólo miran la casilla de devolución y se van a celebrarlo. Lo más estupefaciente es que hay quien dice cosas como «Y encima me da a pagar», cuando, efectivamente, se ha librado del robo por adelantado y ha podido tener su dinero en su cuenta corriente, disponiendo libremente de él durante todo el año.
En Francia, tú cobras el sueldo bruto, y cuando llega Junio, te arreglas con el Estado, que para eso eres mayorcito. En España nos han acostumbrado a cambiarnos los pañales. Y somos tan ignorantes y tan brutos que le agradecemos al Estado que ahorre por nosotros, cuando además de anticiparles el dinero siguen endeudándose hasta las cejas y con déficits sobre el PIB escalofriantes.
Este año, como gran novedad, yo tengo que perder parte de mi tiempo en mi trabajo para bajarme el programa y hacer la puñetera declaración. No me mandan el borrador a pesar de tener todos mis datos, y al usar Mac, la descarga del programa no me funciona. Me dicen que se han producido variaciones en mi patrimonio pero es mentira: se han producido variaciones en la ley, cabrones, que sois todos unos cabrones. Trabajo para ellos, produzco impuestos que me roban por adelantado, y cuando quiero recuperar mi dinero, entonces tengo que hacer yo su trabajo y gastar mi tiempo: y más me vale hacerlo, porque si no hago nada, ganan ellos y pierdo yo. Los muy cabrones. Ellos ahorran sólo en la parte de la administración que está cara al público, sólo ahorran en los servicios que dan al ciudadano. Por lo demás, siguen viviendo estupendamente a nuestra costa, pagando sueldos a sus familiares y amiguetes, tocándose ellos los huevos y tocándonos los cojones a los demás . Poniendo Wifis en las plazas (Madrid ya tiene 6), para que sigamos agradeciéndoles que hayan nacido.
Yo maldigo a estos mierdas de gobernantes, a esta gentuza de políticos, maldigo a toda su descendencia. Hijos de su madre, tened por seguro una cosa: si puedo os estafaré, si puedo trataré de evadir impuestos, trataré de engañaros y de defraudar. Cabrones.
Paso hasta de vuestros comentarios, entre otras razones porque seguro que me arrepentiré y acabaré borrando este post.
... no tendría que haber recortado el sueldo a los funcionarios«. Impertérrito, Zapatero también le dijo a Carlos Herrera en Onda Cero que «en 2011 habrá más oportunidades para encontrar empleo«.
En la entrevista, predijo que España cumplirá sus objetivos 2011 de reducir al 6% el déficit, que él no es responsable de la subida del petróleo, y por tanto de la inflación, y que, «a pesar de la crisis, estamos en mejor situación que en 2004«.
Pero vamos a ver:
¿ NADIE LE HA DICHO TODAVÍA
A ESTE TIO
QUE LOS REYES SON LOS PADRES?