La declaración

Acabo de hacer  una declaración de amor al gobierno central, al autonómico y al local, además de declarar mi amor a todos los cargos, carguillos y carguetes que viven tan escondidos que es imposible contarlos a todos y de los que sólo tenemos constancia cuando emergen sobre la inmundicia de su corrupción.

He hecho una declaración de amor a todos los funcionarios vagos y a los asesores inútiles que dedican el poco tiempo y la poca energía que les queda entre el redesayuno con café y la cervecita con tortilla a complicarnos la existencia con sus trámites kafkianos y sus disposiciones arbitrarias.

También es una declaración de amor al ejército de diputados europeos, estatales y autonómicos que con mi dinero se rascarán los huevos en sus escaños los pocos días que se acercan por esos edificios tan chulos en los que beben gin tonic subvencionado y viven de puta madre a mi costa.

He hecho una declaración de amor a esos sindicatos golfos, a esas patronales acartonadas y a esos partidos políticos que organizan absurdas convenciones, congresos inanes, campañas y folletos tan extravagantes como fuera de la realidad. También (que no se me olvide) a esos florecientes partidillos demagogos que van de famélica legión y que sólo quieren robarme más de lo que me roban ya los otros, y que por el momento, se conforman con insultar mi inteligencia todos los días.

He hecho una declaración de amor a esos jueces vagos y politizados, que se preocupan mucho por lo que pasa a 12.000 kilómetros y que viven de pelearse por casos que les propulsen a las primeras páginas de los periódicos, pero que se han olvidado de lo que es la justicia, que es trabajar mucho y rápido.

He hecho una declaración de amor a todos esos que viven de no pegar palo al agua, que disfrazan de asistencia social lo que no es más que cálculo para vivir de los otros. Que hacen chapuzas mientras cobran un per, o una prestación para redondear sus ingresos.

He hecho una declaración de amor a todos aquellos que exigen que el Estado se ocupe de cosas de las que deberían ocuparse ellos. Y a esos otros que llaman social a tener wifi gratis en los ayuntamientos, que les alarguen el pene o que el Estado les pague la entrada al teatro.

He hecho una declaración de amor a las catorce o quince televisiones públicas que emiten basura. También a todas esas empresas que viven de las subvenciones del Estado y de los gobiernillos autonómicos y que no aguantarían ni cinco días la competencia del peor de su mercado.

He hecho una declaración de amor a esos dirigentes que sólo se ocupan de agitar banderas inventadas y pasadas de moda. Banderas grasientas que sólo esconden impudicia y odio.

En fin, hoy he hecho una declaración de amor a los parásitos de la sociedad. La declaración de la renta, ni más ni menos. Ah, y para colmo, me da a devolver. Un amor ciego…

 

6 pensamientos en “La declaración

  1. Yo ya la hice hace tiempo, esa misma y también me salió a devolver el problema es que la devuelven cuando les da la gana. Como si fuera un regalo y no lo que te han cobrado de más durante el año anterior con total impunidad.
    Besazo y muy buena entrada

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