El embate y el envite

Duples Reyes CaballosVolvía a casa oyendo la radio cuando he oído algo referente a resistir un embate. No sé de qué hablaban – no escuchaba realmente – pero me ha sonado raro, y eso que es una frase muy corriente. Me ha venido a la cabeza la expresión resistir un envite, que también supongo que se puede decir en la acepción de ataque. Pero si tomamos envite en la acepción de apuesta, resistirlo es decir lo contrario de lo que se quiere decir. Creo. Un envite (una apuesta) no se resiste. Un envite se desprecia, se niega, se rechaza, pero no se resiste. Porque resistir un envite es en realidad aceptarlo. O eso me parece.

Los envites en los que tengo experiencia provienen del mus. Maravilloso juego que por cierto domino, siendo yo la mejor jugadora entre mis conocidos (y entre mis desconocidos, al menos en el planeta Tierra). Si te envidan puedes decir no quiero, pero en ese caso no resistes, sino que huyes, o eres prudente, o estás echándote el farol en la grande para pillar al contrario en los pares y darle el palo. También puedes decir quiero, o doblar la apuesta (me encanta lo de envido más) o decir que hasta cinco, o lanzar un órdago. Y me parece que es entonces cuando empieza tu resistencia. Y luego, cuando se levantan las cartas, ya se verá quién ha ganado, y por tanto resistido mejor el envite. En mi caso habré ganado yo, que para eso soy la mejor jugadora del mundo.

Lo del embate es otra cosa. Resistirlo es ponerse contra él, no aceptarlo, no acogerlo. Es quedarse quieto, parado, esperar mientras el mar embiste. El embate es más violento, más brutal, bumba, hala, agua va. Qué horror. Mucho más fino lo del envite, dónde va a parar. Cuatro cartas, un cigarrito, una copilla de pacharán, y dices «quiero» mientras miras con elegancia a tu adversario. Y ahora me lo comparan por favor con el estruendo de una ola encabronada que te deja completamente desmadejado y empapado en salitre.  El horror, el horror.

Y sin embargo, volviendo al principio del post, cualquiera diría que resiste el que no acepta un envite, el que se queda quieto, parado, el que no no acoge y lo incorpora en sus cartas, en su juego. El que no juega con él.

¿Resistir el embate? Bah, a la mano con un pimiento…

Los costes alocados

Esto de los costes alocados es una equivocada traducción del inglés allocated cost, que significa costes asignados. En francés se dice coûts alloués, o sea, costes asignados. Nada que ver con la famosa allouette, gentille alouette de la canción, que significa «alondra, dulce alondra», aunque en su literalidad es «alondra, amable alondra», si bien nadie imagina una alondra amable aunque sí una alondra dulce.

(¿Cómo es una alondra? Pues si pinchan aquí la verán y la oirán. Su piar es horrendo, casi casi como lo de los costes alocados. Alondra me suena a atolondra. La alondra que atolondra. La alondra atolondrada, o sea,como los costes alocados pero en plausible.)

Si lo de costes alocados se lo oyes decir a un español, entonces adviertes la pésima, ínfima y atolondrada traducción. Si se lo oyes a un francés o a un inglés, entonces te das cuenta de que es lo que se llama un falso amigo. Lo más extraño del asunto es que las veces que oído utilizar eso de costes alocados nadie hace la gracia que resulta evidente. ¿Cuál es esa gracia? Pues verán: a la pregunta, por ejemplo, de «¿Se han alocado los costes de este proyecto?» la respuesta debería ser «¿Alocados? En absoluto, mi capitán, son unos costes sensatos y ajustados y además están bajo control«. Y sin embargo la respuesta que se suele dar es «Sí, mi capitán, los costes están alocados desde el mes de septiembre, cuando se hizo el presupuesto de este año«.

Y a mí estas cosas me hacen casi tanta gracia como aquello de «vamos a seguir el mismo modus operanding» que me dijeron una vez y que casi me provoca un desmayo.

Menos mal que los marcianos no han venido. Y esperemos que, de venir algún día, no hablen español. Porque, de ser así y de oír una conversación así, nunca invertirían en España. Y eso es fatal para la economía, que se lo he oído yo decir a un ministro, ahora no sé si al de economía o al de educación.

Devanarse los sesos

cerebroNo deja de ser curiosa esta expresión. Devanar es, como todos ustedes saben y recuerda el DRAE, ir dando vueltas sucesivas a un hilo, alambre, cuerda, etc, alrededor de un eje, carrete, etc, etc. Por cierto, que tanto etc. en una definición me indica que los académicos tampoco se devanaron mucho los sesos para hacer esta entrada. Pero a lo que iba, que lo de devanarse los sesos tiene su punto de curiosidad. Veamos.

Los sesos, o masa encefálica, parecen un gurruño de hilo, pero dudo de que se puedan desenrollar para luego volver a enrollarlo con orden en un eje, o simplemente hacer un ovillo con ellos. Más bien habría que hilarlo si lo que se quiere es poner orden en ese gurruño, pero me temo que se perderían algunas neuronas por el camino, y ya no digamos si usamos una rueca: la muerte es casi segura.

Así es cuando oigan a alguien decir que se está devanando los sesos, desconfíen. Si tiene el cerebro construido de forma que se pueda devanar, el asunto tiene mala pinta. Y peor futuro. Ese cerebro no puede ser normal. En cualquier momento se le saldrá por las orejas y será, aparte de una marranada, un síntoma de desfallecimiento.

Y si alguien le dice eso tan socorrido de «tendrás que devanarte los sesos», procúrense una respuesta firme pero inequívoca. O sea, que se devane él lo que le pete, pero a usted, su gurruño, que no se lo toquen.

Cada mochuelo a su olivo

mochuelo-europeo_1227634321Eso es más o menos lo que nos viene a pasar cuando llega septiembre: que cada mochuelo vuelve a su olivo. Se terminan las vacaciones y la diáspora en la que se ha convertido tu vida social durante el mes de agosto se disipa, se contrae y se reconcentra, hasta que volvemos cada uno a nuestra casa y ya podemos volver a marcar los números fijos de teléfono.

Cada mochuelo a su olivo. Me encanta la expresión. Mi madre lo dice mucho, y lo acompaña de un chasquido de lengua que lo mismo le podría servir para animar a una burra a trotar. ¡Hala, cada mochuelo a su olivo, tchlac!, y se acabó la fiesta, cada uno a su casa. ¡Arrea, Francisca, tchlac!, y la burra Francisca se pone al trote. Muy poético, ya digo. Salvo que mi madre nunca ha tenido una burra que se llamara Francisca. Bueno, mi madre, hasta dónde yo sé, nunca ha tenido una burra, ni que se llamara Francisca ni ningún otro nombre de contundencia similar o de diferente grado.

Yo no sé de dónde vendrá la expresión de los mochuelos. He consultado un libro de aves que era de mi padre para ver si venía algo sobre su placentera vida en las ramas de los olivos, pero no he encontrado nada sobre el hábitat de los mochuelos, más allá de que viven un poco en todas partes. Yo esperaba encontrar algo como:

Mochuelo común: Ave rapaz nocturna parecida a la lechuza que habita preferentemente en las ramas de los olivos, en los que anidan desarrollando un tremendo instinto territorial hasta el punto de que cada uno tiene el suyo y vive en él desde su nacimiento hasta su muerte. Una vez el óbito del mochuelo propietario es efectivo y tras consulta testamentaria con el mochuelo notario, el olivo es legado al  polluelo primogénito si lo hubiere y si no al que hubiere, quien puede a su vez vender, alquilar o pignorar el susodicho olivo, suceso que ocurre con relativa poca frecuencia debido a que el polluelo de mochuelo, una vez alcanzada la edad adulta, se va a vivir a su propio olivo.

mochuelo pescadorY no. Lo máximo que he encontrado es que comen ratones, cangrejos y hasta ranas, y que la variedad de mochuelo pescador tiene cejas y cara de fuerte instinto territorial, de olivo o de lo que se tercie. En realidad era de esperar, porque el libro es más un libro de fotos con pequeñas reseñas de aves. Y por otra parte, tiene ya tantos años que a buen seguro que todos los pájaros fotografiados están ya en el reino de los cielos… pero, bueno, esto último es irrelevante, porque aunque el libro sea antiguo, supongo que ni los mochuelos ni las cacatúas habrán evolucionado mucho en los últimos cincuenta años, que es más o menos la edad que debe tener el libro en cuestión.  

Ahora que lo pienso, las cacatúas sí se han actualizado… Ah, no, espera, que eso es para otro post.

En fin, que cada mochuelo a su olivo se podría convertir en cada mochuelo a su pino, o a su alcornoque, o a su abeto, o a su algarrobo, o a su ___________________ (espacio para rellenar con el árbol de su preferencia). ¿Por qué olivo? He mirado en el Correas y en otro librito que tengo por casa y no he encontrado una explicación, así es que supongo que simplemente se dice lo del olivo porque cumple la función poética del lenguaje. Acepto otras explicaciones, desde luego, pero para ser éste el primer post de después de las vacaciones, les pido misericordia por anticipado.

Otra expresión con mochuelos de protagonistas es la de «caerte el mochuelo«. Digamos que va todo junto: la vuelta al trabajo tiene estas cosas. Pero en fin, no se estresen si leen esto y siguen de vacaciones todavía. En realidad, que llegue septiembre carece de importancia: de aquí a nada estamos en Navidad. 

 

 

Esplender

Esplender, si se mira en el diccionario de Manuel Seco, aparece como resplandecer. Hay que tener cuidado, porque se refiere al significado, no a la conjugación. Es decir, no es esplendezco, esplendeces, esplendece. No hay que equivocarse con esto.

El verbo esplender (que no «esplendecer», que eso no existe) se conjuga así:

Esplendo

Esplendes

Esplende

Esplendemos

Esplendéis

Esplenden.

Y si vamos al pasado, empezaría la cosa por un «yo esplendí, tú esplendiste, él esplendió«, o también por «yo he esplendido, tú has esplendido, él ha esplendido«. El imperativo es «esplende«, o «esplended» y el gerundio es «esplendiendo»

Con este verbo hay que reprimir las ganas de poner una x en algún sitio y terminar diciendo «explendo», lo cual, además de un error, sería una pena, porque el verbo esplender es, de forma y de significado, un verbo amable, sereno y esplendoroso.

Creo que acabo de expeler una entrada.

Vivérrido

Vivérrido es una palabra que he encontrado entre vivero y viveza.

Un poco más arriba de vivérrido, en el diccionario encontramos vivariense, que es la persona natural de Vivero, en Lugo. También está viveño, que es el natural de Ibahernando, en la provincia de Cáceres. Ya ven qué cosas. Para que se fíen de la etimología.

A la derecha de vivérrimo nos encontramos con vividura, que es el modo de vivir una colectividad dentro de un cierto horizonte de posibilidades e imposibilidades vitales. No hay que confundirlo con vividora, que es la palabra que precede a vividura y que se refiere a la persona que sabe disfrutar de la vida generalmente a expensas de los demás.

Por cierto, que un vivérrido es un mamífero de la familia de carnívoros al que pertenecen la mangosta y la gineta.

Y no me pidan más para un lunes, que con seguir siendo viviente ya llevo bastante.