Diez recuerdos de la Décima

Hoy hace diez días desde que el Real Madrid ganó su décima Copa de Europa. Diez días después, yo voy a elegir diez recuerdos.

1/ El cabezazo de Sergio Ramos. Realmente, este chico tiene cabeza para poco más que para atizarle a un balón. Pero ¿quién quiere más? Nos ha dado el pase a la final y nos dio la Décima, y ya tiene un hueco en la Historia del Madrid. Y mi respeto para siempre (bueno, o hasta que haga otra gansada).

2/ El gol de Bale. En realidad, fue medio gol de DiMaría, que hizo un partido excelente. Pero ahí estaba Bale, el de los 90 millones, el de la hernia, el de la galopada en la final de la Copa del Rey. Hizo un gol como de badminton. Pero un gol que vale la victoria.

3/ El gol de Marcelo. A mí Marcelo me gusta mucho, aunque siempre digo que tiene la cabeza de chorlito. Este gol suyo fue el que me permitió sentarme, que llevaba yo 45 minutos de pie. Y sudando. Pero de este gol no se acordará casi nadie en el futuro. Y no será justo, porque fue un gol merecido.

4/ Xabi Alonso corriendo por la banda. No tengo palabras. Para mí, la imagen de la final (goles aparte).

5/ La cantada de Casillas. En fin, yo quiero agradecer desde aquí a Casillas su contribución al Real Madrid a lo largo de estos años. Y también, quisiera desearle mucha suerte en una eventual nueva etapa en otro club, en donde seguro que también será muy querido.

6/ El gol de Cristiano.  Su gol era irrelevante y no había hecho gran cosa en el partido, probablemente porque no estaba pleno de forma. En cuanto a su celebración, estaba en su casa, quiso lucirse, y ya está. Esta Décima es 17 goles suya en 11 partidos, no hay que decir mucho más.

7/ El caso Illarra. Ancelotti había dicho que iba a jugar para sustituir a Alonso y luego puso a Khedira. Y hay quien dice que con esto le han podido hundir. No tiene por qué. Tal vez hubiera sido peor ponerle y que no hubiera estado a la altura. Es muy joven y tiene tiempo. Y si tiene carácter, saldrá adelante. Y si no, pues tendrá que irse a otro club con menos exigencia. Es la vida. Es el Real Madrid.

8/ El equipo. Aquí quedan escritos los que jugaron, por si lo quieren ustedes venir a consultar. Carvajal, Coentrao, Varane, Modric, Benzema, Isco, Morata, Khedira, Marcelo, Di María, Cristiano, Bale, Ramos y Casillas.

9/Ancelotti. Ahí está la Décima y no se hable más. Y con el micrófono cantando el himno en la celebración del Bernabéu, a mí ya me ha ganado para siempre.

10/ La competitividad del Madrid. Ahora es facil decir «yo siempre creí», pero yo siempre creí. Cuando el árbitro dijo que cinco minutos, dije «hay tiempo». Y una vez marcó el gol Ramos, yo creo que ningún madridista tuvo ninguna duda. También es cierto que el que va remontando tiene más posibilidades de acabar con la victoria. Fue duro para los atléticos, pero emocionantísimo para los madridistas.

 

Y un extra final: el himno. La primera vez que lo oí me pareció algo albanés. Como leí en algún sitio, parecía que íbamos a invadir Polonia. Pero cuando, al apagar la tele, me oí cantando el estribillo… Tengo algunas dudas con la letra y hay cosas que no me acaban de resultar cómodas, pero ese Madrid, Madrid, Madrid, Hala Madrid, y nada más, y nada más, Hala Madrid…

 

http://www.youtube.com/watch?v=RTEj1-AC_1E

 

 

Una madre con 78 años

sujetando a mamáAyer mi madre cumplió 78 años. Y claro que lo celebramos. No diré yo que por todo lo alto, pero sí que nos tomamos nuestra tarta, y sopló una vela, porque a decir de mi tía Pilar, que siempre anda con guasa para todo, cuando cumplió un año no la pudo soplar, porque estaba en el medio de una guerra.

Mi madre nació efectivamente en 1936, poco antes de que empezara la guerra civil. Siempre cuenta que cuando iba a la piscina del poblachón, con las otras madres, pillaba a las que eran mayores que ella, porque podían contar la guerra y ella no la podía contar. En su caso tanto la guerra como la inmediata postguerra, en un Madrid depauperado, por ser todavía una niña para ella eran siempre los bocados de los que se privaban los mayores, que sin duda lo pasaron mucho peor.

Con todo, mi abuelo llegó vivo del frente y con la venta de unas cacerolas que le había dejado su padre, logró poner un pequeño negocio con el que pudo comer toda la familia, y después progresar al mismo ritmo que el resto del país. Ella estudió y empezó a trabajar durante unos años en una casa discográfica, hasta que se casó. No cuenta apenas nada de las estrellas rutilantes que pasaban por allí, probablemente porque no pasaban. A cambio, habla siempre del puro de Don Fulanito (no me acuerdo del nombre), y del olor tan característico que dejaba por toda la oficina. Eran unos tiempos en los que el olor a puro era un buen olor.

Conoció a mi padre en un autobús que los llevaba a los dos a Pedraza, porque ella veraneaba allí de siempre y mi padre había sido invitado por unos amigos. Discutieron por alguna tontería y cuando el autobús llegó a su destino, resulta que eran los mismos amigos los que habían ido a recogerles a los dos a la parada. Y hasta hoy, aunque mi padre nos dejó para siempre un 20 de mayo de 1990, después de una larguísima enfermedad a la que ella se entregó con toda su alma, y para la que sólo tuvo ojos, oidos, cabeza, tacto, cariño y que la dejó exhausta, y casi sin ganas de vivir.

Mis sobrinas gemelas la devolvieron a la vida, y a sus 55 años pudo disfrutar de nuevo de los bebés, y luego de los niños. Después de mis sobrinas vinieron otros 3 nietos, y los disfruta aun ahora en su adolescencia atontolinada. Mi madre siempre dice que, de haber tenido dinero, habría tenido 6 ó 7 hijos, y no sólo 3. Tres hijas a las que dice que quiere por igual y yo la creo, porque a una madre no se le debe llevar la contraria.

78 años que, como yo le dije por la mañana, son los nuevos 68. Tiene buena salud, a pesar de llevar dos operaciones serias de espalda, de que le falte un riñón, de un principio de Parkinson estabilizado y de unas cataratas que no acaban de quererle operar. Quizás es esto último lo que peor lleva, aunque eso lo dice ahora que le han quitado unos dolores de espalda que la tenían paralizada.

Quien me conoce sabe la devoción que siento por mi madre. Es una mujer que siempre nos ha dado libertad e independencia, que nos ha educado y al mismo tiempo nos ha dejado hacer lo que nos diera la gana, que tiene sentido del humor y una enorme paciencia, con una fortaleza y una determinación poco común. Como todas las madres de su época, ha luchado mucho (ella diría bregado) y ahora aspira a una vejez apacible y tranquila, que será larga si atendemos a los antecedentes familiares, con un poco de barullo diario en el que ver crecer, vivir y disfrutar a los que vienen detrás, que son esos a los que ella ha dado el origen.

Y yo también aspiro a que su vejez sea tranquila y apacible. Y que sea larga, muy, muy larga.

Momentos estelares de la Humanidad, de Stefan Zweig

momentos-estelares-de-la-humanidadEl libro que este mes hemos leído en el Club de Lectura es el de Momentos estelares de la Humanidad, de Stefan Zweig. Es un libro que yo ya había leído, y del que tengo un estupendo recuerdo. En general, como de todo lo que he leído de este autor, que hace que la historia y vidas de los personajes se conviertan en interesantísimas novelas, y que sus testimonios de la Historia sean una aventura serena de la que es difícil despegar los ojos.

El libro anuncia en el subtítulo catorce miniaturas históricas, aunque de miniaturas nada. Se trata, efectivamente, de momentos remarcables de los que la historia toma nota, y de los que luego Zweig rescata el detalle, aunque enmarcado cuidadosamente en la solemnidad del momento.

Y así, nos cuenta la muerte de Ciceron, el viaje de Lenin a Rusia, la creación del Mesias de Haendel, los últimos días de Tolstoi, el descubrimiento del Pacífico, la carrera por alcanzar el Polo Sur, o los intentos del presidente Wilson por crear una paz duradera después de la Primera guerra mundial, además de otros momentos históricos de interés.

Los episodios que más recordaba cuando volví a coger el libro para hacer este post eran tres, a los que se unió un cuarto. El de la aventura de tender el primer cable eléctrico para unir América con Europa. Zweig nos hace reparar en la transformación del valor del tiempo que supuso el telégrafo en la primera mitad del siglo XIX, y cómo los libros de Historia recogen batallas y guerras, cuando lo que de verdad hace progresara la Humanidad son inventos de este tipo.

Los otros episodios que recordaba eran el de la batalla de Waterloo, en la que Zweig nos cuenta cómo el mediocre mariscal Grouchy, con su falta de audacia y de iniciativa propia, perdió la oportunidad de pasar honrosamente a la Historia, además de que le pusieran su nombre a una avenida en París. Al pobre, después de la metedura de pata, no le han dedicado no ya una miserable callejuela en el Marais, sino ni siquiera un triste cul de sac perdido de la periferia.

También el momento estelar de la caída de Bizancio, en 1453, como símbolo y como puerta de Occidente, abandonada por una cristiandad hipócrita y desunida a su suerte. Zweig se fija en el sitio, en las inexpugnables murallas que rodeaban la ciudad, y que hacían de ella una fortificación invulnerable. Y cómo un despiste, el descuido de dejar una puerta trasera abierta, provocan el pánico de los ejércitos de resistencia y la caída de la ciudad.

O la creación de la Marsellesa, compuesta por un compositor mediocre en un momento de delirio patriótico, en Estrasburgo. Ese enardecimiento hace triunfar después la marcha en Marsella hasta ser transformada en el himno emocionante que conocemos. Pues sí, el famoso “aux armes citoyens, formez vos bataillons” que pone los pelos de punta cuando se oye cantar fue creado por un mediocre que murió amargado y peleado con el mundo, y después de componerlo se dedicó a oponerse a la Revolución y todos los regímenes que la sucedieron. Y si no le afeitaron el cuello fue de puro milagro, y no porque no diera ideas, con aquello de los soldados feroces que vienen a écorger nos fils et nos compagnes…

Zweig es una garantía de entretenimiento y también de aprender historia con la lectura de un libro de forma amena. Y muy especialmente con este libro, de episodios cortos, pero muy interesantes todos ellos, que además no exigen mucho tiempo y se pueden leer en ratos perdidos o entre otras lecturas.

Tenéis, como cada primero de mes, otras reseñas de este libro en La mesa cero del Blasco, en La originalidad perdida, en Delenda est Carthago y en el blog de Bichejo. Y a lo largo del mes seguiremos hablando de él en el blog del Club de lectura.