Los mínimos de la abuela

Recordando lo que escribí hace un par de días, pensaba esta mañana yo de camino a la oficina sobre el mismo asunto. Me ha salido una frase rarísima. La dejo para que lo que viene a continuación os parezca un razonamiento facilito.

Los manipuladores de opinión, periodistas, tertulianos, también los politiquitos de casa o de allende nos dicen y repiten que hay que instalar la democracia en esos países que aun no la tienen, como paso imprescindible para el bienestar. Y yo me acuerdo de algunos consejos de mi abuela: el pelo y los zapatos siempre limpios y cuidados; mujer sin medias, vestida a medias; antes del maquillaje, hay que limpiarse la cara. Mis hermanas y yo llamábamos a esto los mínimos. Había más, pero hoy no me hacen falta.

¿Qué tiene que ver eso con la democracia? Pues muy fácil: que todo en la vida tiene unos mínimos, unos básicos, que conviene respetar. Y esto vale para el aspecto de mis hermanas – y mío – tanto como para la democracia. A ver,  con un estado cleptocrático y corrupto por arriba y un 70% de analfabetos y pobres de solemnidad por abajo, tú pon urnas. Y a ver qué tal te quedan. Y al contemplar a las mujeres con burka en la cola del colegio electoral, preocúpate sólo por si llevan medias, puesto que la democracia habrá resuelto  su libertad. Claro que sí: pueden elegir entre firmar con la huella del dedo – previo quitarse el guante un momentito –  o dejarse poner un chorreón de pintura en la cocorota. ¡Amigos, es el precio de la igualdad!: ellas, como los hombres, tampoco pueden votar dos veces.

¿ Tengo que explicar también lo del maquillaje o me busco otra frase rara?

Egipto

Hombres sin nada que hacer, asqueados en la puerta del bar, con su té. A su alrededor, todo cayéndose de viejo, la dejadez, el abandono.  Los lavabos de señoras llenos de agua porque las mujeres entran asfixiadas, y tienen que quitarse la cárcel de ropa para refrescarse un poco.

Un fondo de indignación entre las clases más instruidas por el despropósito de nombrar al hijo de Mubarak sucesor. Hambre. Hartura. El barrunto de que algo pasa.

Gente encantadora, bromista con el extranjero, a quien aparentemente toleran. ¿Será un espejismo? La policía turística, de blanco, está por todas partes. La matanza de coptos nos devuelve al desierto.

Un polo turístico de primer orden. El Canal de Suez. Una producción agrícola considerable. Materias primas. Una posición geoestratégica magnífica. Una potencia demográfica de 80 millones de cabezas, 160 millones de brazos. Todo echado a perder. Y un problemón a compartir.

Porque ya es mala suerte tener que aguantar a un dictador 30 años. Pero que además sea tan incompetente es tener a la divinidad entera de espaldas. Empezando por Anubis.