Cristina es culpable

La infanta está condenada. No hace falta que la acusen, ni tampoco que la juzguen. Está condenada. En eso debe de consistir lo de que la justicia es igual para todos: que se la juzgue por griterío popular.

Hay una cierta prensa que, aunque la acusaran, la llevaran a juicio y la declararan inocente, seguiría buscando sus propias pruebas, y estableciendo sus propias conclusiones. Ya lo hace sin que la acusen, y sin que la lleven a juicio.

Casi todos los políticos, después de alegrarse mucho de que «la justicia sea igual para todos»,  mirarán para otro lado cuando se les diga, con el ordenamiento jurídico en la mano, que aquí, los que no son iguales son ellos. Ahí están, los aforados, dando clases de «igualdad ante la justicia», con un par.

Los jueces y fiscales que entienden la causa tienen su propio protagonismo. Y tanto el uno como el otro son sospechosos de una cosa y de su contraria. Queda fuera de cualquier posibilidad que actuen conforme a la ley y según su entendimiento y buena fe. Pero en todo caso, el ruido mediático no les permitirá hacer su trabajo en paz.

Naturalmente, el pueblo ya ha decidido que ella es culpable. El pueblo no se va a conformar si la Infanta no va a la cárcel. De momento, el pueblo grita para que haga el paseíllo. Que se enfrente al enfado de la gente. Que escuche sus insultos. Que dé la cara. Pero sobre todo, que se joda. El pueblo no le da ni una sola posibilidad a que pueda ser inocente, a que no haya hecho nada ilegal o punible. De momento, veremos el espectáculo en los juzgados, al que se prestarán las chonis desocupadas.

Hay un tufo de rencor social insoportable en España. Proviene de cuando la sociedad se convierte en una masa manipulable, de cuando el pueblo se convierte en populacho.

Ya que pedimos la igualdad ante la ley, deberíamos pensar que a nosotros no se nos vapulea socialmente y se nos insulta desde los periódicos y los programas de griterío antes de ser acusados y juzgados. Ya que pedimos igualdad de trato, convendría pensar un poco el trato le damos a ese amigo que ha ocultado el IVA cuando ha pagado al pintor, o a ese otro que ha metido el ordenador personal de su hijo como gasto de la empresa. Tampoco estaría de más pensar si nosotros no haríamos todo lo que estuviera en nuestra mano para pagar lo menos posible a Hacienda. Y también, ya que estamos, si no nos hemos casado con quien nos ha dado la gana, y si no haríamos cualquier cosa para defender a nuestra familia.

Ah, es verdad: es que ella es una Infanta. Pero vamos a ver, ¿No pedimos que se la trate como a los demás? ¿Pero en qué quedamos?