Reparto de tareas

Imagina que un día, además de trabajar, te pones a estudiar una carrera. Tienes, pongamos, 30 ó 40 años, da igual, y decides empezar a estudiar. Derecho, por ejemplo. O Geografía e Historia. O Matemáticas o un Máster, da lo mismo. Y entonces llega la temporada de exámenes y tú, ni corto ni perezoso,  te llevas los libros a la oficina para estudiar. Y te los llevas porque no te da tiempo a estudiarlo todo en tu casa. ¿Tú te lo imaginas?

¿Qué te parece? Venga, va, te dejo pensar un momentito.

Ya, lo que me esperaba. Nunca lo harías, porque te parece impensable. En el trabajo se está a lo que se está, desde luego, que para eso te pagan. Y por supuesto, tú que tienes equipo, no consentirías que ninguno lo hiciera, faltaría más. Menudo morro.

Y ahora, allez hop, dale la vuelta, hazme el favor. Y piensa en las veces que has tenido que llevarte trabajo a casa el fin de semana. No, no estoy hablando de ese informe interesante sobre el mercado que nunca tienes tiempo de leer, y tampoco te hablo de conectarte a esa página web que habla de tu profesión, que te encanta. No, no. Yo te estoy hablando de esa hoja de cálculo perra, de la preparación de la negociación, de la presentación canalla que no te ha dado tiempo de terminar, de ese informe que si no lo envías el lunes, el cielo se caerá encima de tu cabeza. Ahora mírate a ti mismo en el salón, con tu portátil… ¿tú te lo imaginas?

¿Qué te parece? Venga, va, te dejo pensar un momentito.