Los fans de la prima

Ayer pasamos un día malísimo todos los españoles. Pero malo, malo de verdad. Resulta que se juntó todo: regreso de vacaciones para algunos, apertura de bolsas después de un lunes festivo en Europa, vuelta al cole de los niños, que eso entorpece el tráfico, el sueño y hasta el buen humor. En fin, un montón de desdichas. Y para colmo, la crisis.

Ya desde primera hora se veía venir el desastre. La prima de riesgo, oh, Dios mío, subía y subía. Todo el día al borde la intervención. Al borde o a los bordes, porque cada punto que subía, un nuevo borde. Una alarma, un desasosiego, un sinvivir. Terrible. Un día malo, malo, malo.

Encima el IBEX, que bajó casi tres puntos. Y menos mal que la mayor parte de la gente no estaba atenta, porque Milán, París y Londres se pegaron también un buen castañazo. Pero lo importante era el IBEX, que bajó de 7.500. Mira, qué mal rato pasamos, oye. Nadie tenía un duro invertido, pero el mal rato ya no nos lo quita nadie.

Para terminar de rematarlo, Rajoy se va del Senado sin hablar con los periodistas, inequívoca señal de que huye. Alarma general. Claramente, estamos al borde de la intervención y Rajoy corría hacia su casa a por el pijama y el cepillo de dientes, porque esa noche ya no dormiría en la Moncloa. Mira, qué horror y qué angustia.

Yo creo que si los españoles nos serenáramos un poco, nos iría mucho mejor, la verdad. En una ocasión, por motivos un poco largos de contar, me dijeron que los brasileños,en general, sabían mucho de finanzas. Me pareció una afirmación un poco estrafalaria y cuando pedí una explicación, la respuesta fue: «tú pregunta a cualquier brasileño a cómo está el dólar«. Algo parecido a esta estupidez nos viene pasando en España. En este país nadie había oído hablar de la prima de riesgo nunca, y en la mayor parte de los periódicos extranjeros no le prestan la atención que recibe aquí. Hoy, es materia de conversación en todos los bares y ascensores, en el supermercado y en el autobús, y se sigue como antaño se seguían las andanzas de una folclórica, con el mismo fervor…

Es tan ridículo que podría resultar hasta divertido. Podría.

Morirse a lo tonto

Todos moriremos, esto es un hecho. Y hay muchas formas de morir, y esto también es un hecho. Pero algunas son más elegantes que otras. Esto no sé si es un hecho, pero convendría que me dieran la razón si quieren seguir leyendo con la placidez que debemos exigir al tratamiento de estos temas tan escabrosos.

La elegancia al morirse está en la forma, pero también en el momento. No es lo mismo morir desnudo mientras te das un baño nocturno en una playa del Caribe, que morir en cueros porque la policía municipal te ha pegado un tiro por error en la redada de un burdel de mala muerte en Zamora. De mismo modo, puestos a que te coma un bicho, lo elegante es que te coma un león mientras haces un safari por Africa, y no por caerte al foso en el zoo de Alicante al resbalarte con una cáscara de naranja. Claro, que vds pensarán que total al finado ya le da lo mismo, pero no. Y la prueba es que en las películas de buenos y malos, los buenos siempre mueren de forma muy airosa, mientras que a los malos se los encuentra el detective fritos en una letrina, por ejemplo. Aunque el colmo de lo estrafalario es Parque Jurásico. Ya me contarán vds:  un tipo resucita a un bicho felizmente extinguido hace millones de años, se va a hacerle una visita con toda su familia para hacerle cuchi-cuchi y de pronto resulta que el bicho no es tan apacible como parecía por los cromos. El monstruo, hambriento, va y se come a todo el casting. Eso es una desdicha en la que lo menos ridículo es que chillen cuando se los están merendando. Al menos le podrían haber resucitado sin dentadura, digo yo…

Y luego hay veces que la realidad supera la ficción. Hay un tipo de 82 años, de nombre Rolf Eden y alemán para más señas, que ofrece 250.000 dólares a aquella mujer con la que esté haciendo el amor en el momento de morir. Así es que este buen hombre ha decidido cómo morirse e incluso paga por ello, aunque viendo la edad que tiene el caballero podría pensarse que realmente lo que ha decidido es no morirse nunca. Pero bien, aceptemos que sigue en forma y que el vigor que requiere el asunto le hace pensar que puede palmarla a poquito que se entusiasme con una señora. Así es que ha puesto un anuncio para que aquellas mujeres que estén dispuestas a hacer el amor con él sin poner reparos a que el amante se les muera en plena procesión, vayan y le animen la tarde. Supongo yo que estas señoritas no irán motivadas por hacer el amor sino por hacer caja, a través del sencillo método de reventar una (la torácica), espulgar otra (la de caudales), y cerrar la última (la del muerto).

No sé yo si es más tonto resucitar a un bicho para que te coma o querer tomarse al pie de la letra precisamente eso de «morirse de gusto». De lo que sí tengo opinión es de lo que resulta, sin duda, más inelegante.

Un e-mail de lo más atractivo

He recibido este e-mail en la dirección de correo del blog:
Good day!
I am Mr. Adams Wayne director auditing and accounting department» Islamic Credit Agricole Bank (ICAB) Ouagadougou, Burkina Faso .I discovered the sum of ten million, five hundred thousand dollars (usd10.5) belonging to a deceased customer of this bank the fund has been lying in a suspense account without anybody coming to put claim over the money since the account owner late, Mr Salla khat from Lebanese who was involved in the December 28th 2006 Benin car crash.
 
it is therefore, upon this discovery that i decided to take this ultimatum and make this business proposal to you as the fund will be release to you as the next of kin or relation to the deceased for safety and subsequent disbursement since nobody is coming for it and i don’t want this money to go into the bank treasury as unclaimed bill the banking rules here stipulates that if such money remained unclaimed after five years, the money will be transferred into the bank treasury as unclaimed fund. The request of foreigner as next of kin in this business is occasioned by the fact that the deceased customer was a foreigner and a Burkinabe cannot stand as next of kin to a foreigner.
 
Therefore, I am soliciting for your assistance to come forward as the next of kin. I have agreed that 50% of this money will be for you as the beneficiary respect of the provision of your account and service rendered, 40% will be for me. Then 10% of the money will go to charity» people in the street and helping the orphanage. Then immediately the money transferred to your account from this bank, I will proceed to your country for the sharing of the fund.
 
This is my email address for more details that you need: (Mr.Adams_Wayne150@yahoo.com)
Yours faithful,
Mr. Adams Wayne

¿Qué hago? ¿Acepto?

Como ven, confío plenamente en vds y estoy segura de que no me pisarán el negocio y no escribirán a este amable señor para aprovecharse de este chollazo.

Entonces, ¿Qué hago? ¿Acepto?

 

Tres Goncourt y una guerra

Me recomendaron Calle de las tiendas oscuras, de Patrick Modiano, premio Goncourt. Me dijeron que era una historia en donde vería reflejada la servidumbre a través de un relato situado durante la ocupación alemana de Francia, en la segunda guerra mundial. Se trata de una novela que intriga, y que se sigue leyendo por ver en qué acaba la amnesia del protagonista, un hombre que busca su identidad en un pasado extraño y brumoso. Me decepcionó un poco y lo sentí tanto que quise insistir con este autor. Y fui a sus primeros libros. Acabo de terminar la Trilogía de la Ocupación (El lugar de la estrella, La ronda nocturna, Los paseos de circunvalación). Son tres libros, pero hacen los tres el mismo retrato: el de la parte más sórdida de la sociedad, la que contiene el lumpen, los bajos fondos y el mercado negro. Una cloaca repleta de gánsteres, putas y delincuentes que en época de guerra se convierten en chivatos, delatores, colaboracionistas y traidores. Criminales que convienen en mutar su crimen en una atmósfera doblemente viciada. Tres libros densos llenos de personajes desquiciados que actúan como en una pesadilla, condenados sin remedio primero por la sociedad y ahora por la Historia de una Ocupación desmitificada, esa drôle de guèrre que no fue tan drôle, y de la que es mejor no saber. Creo que ya no leeré más a este autor.

Una de las críticas que le hicieron a Modiano por su Trilogía de la Ocupación fue que él no había vivido en aquella época y por lo tanto no podía escribir sobre ella. Esa misma crítica tonta se la hicieron a Jonathan Littel por Les bienveillants (Las benévolas), otro Goncourt. Yo me malicio que el pobre Litell pena la osadía de, teniendo un origen judío, la doble nacionalidad franco-americana y viviendo en Barcelona, escribir en un buen francés. Eso, o el realismo feroz y la crueldad despiadada con los que compone el libro, en el que nos ofrece el punto de vista del verdugo, un oficial de la SS que, como Eichmann, sólo obedecía órdenes. El protagonista se pregunta, en algún momento, si el revisor que cambia las agujas cuando pasa un tren cargado de judíos hacia Auschwitz es responsable del Holocausto. Pues él es igual, un administrativo de la muerte, un funcionario del asesinato en masa, que habla del crimen con un cinismo tan descarado que pone los pelos de punta. Un hombre culto que razona e intelectualiza su participación, un hombre práctico que considera el Holocausto un error del Nazismo por lo que supuso en términos de pérdida de mano de obra y no por la insania del crimen… Es el verdugo, un canalla, pero un hombre: uno de tantos hombres que ejecutaron las ideas que unos locos, solos, no hubieran podido nunca convertir en genocidio. Alguien que cree tener conciencia porque es un hombre cultivado, pero que refleja un fondo bestial en su cobardía y en su conformismo,  y que no reconoce que termina convertido en un superviviente de su propia barbarie. He de decirles que tarde más de tres meses en leerlo, porque tenía que parar a respirar. De manera que sopesen antes de abordar las casi mil páginas del libro si les va a merecer la pena terminar con un sabor de boca no amargo, sino realmente agrio.

El tercer Goncourt cuya historia se sitúa en la segunda Guerra Mundial es HHhH, de Laurent Binet, un escritor muy joven que ha escrito un primer libro sencillamente magnífico sobre el atentado contra Heydrych en Praga en 1942. ¿He dicho sobre el atentado de Heydrych? Quizá no es tan simple. Realmente, el autor nos cuenta su propia aventura como escritor, su servidumbre hacia un relato y un personaje que le obsesiona, y gracias a esa obsesión nos ofrece un emocionante homenaje a aquellos checos que ejecutaron el atentado, un cuadro realista y vivo de aquellos años en los que Himmler tenía una cabeza que se llamaba Heydrych. Les enlazo el post de un blog amigo en donde encontrarán una muy buena referencia, mucho más completa y concienzuda que la mía. Si no lo han leído aun, hagan como yo: fíense de lo que dice este post.

Tres Goncourt y la misma, horrible, guerra.

Aviones

No hace tanto que viajaba muchísimo por motivos de trabajo. Durante tres años prácticamente viví en los aeropuertos y algún mes hubo que cogí hasta 18 vuelos, algunos de ellos transcontinentales. Se pueden figurar vds que me ha pasado casi de todo.

Nunca me ha dado miedo volar, la verdad. El racional me dice que es el medio de transporte más seguro que existe. Sin embargo, durante mucho tiempo pedía el asiento de pasillo porque mi racional me decía también que, en caso de emergencia, sería más fácil salir corriendo. Pero ya desde hace mucho cojo ventanilla. Se duerme mejor, los paisajes son mucho más distraídos y, sobre todo, no corres el riesgo de que te rebanen un tobillo con el carrito de las bebidas. Sí, luego te piden perdón, pero para entonces ya llevas una carrera en la media y te han echado a perder un zapato, por no hablar de la cojera que arrastras hasta la vuelta a casa, cuando ya te puedes poner una venda y darte un poco de mercromina.

Coger asiento de ventanilla te permite ver la cantidad de aviones que circulan por los cielos. Te pones a mirar y sólo tienes que esperar un par de minutos hasta que ves un avión que cruza, o que te adelanta, a mayor o menor distancia. Sin embargo, es un asiento peor situado para atender las explicaciones de seguridad de la azafata. Sí, atiendo a la azafata, porque mi racional me dice que nunca está de más escuchar a quien sabe más que tú y que además tiene  la bondad de explicarte amablemente qué hacer en caso de apuro. Y también porque nunca he comprendido del todo la parte en la que te dicen que, en caso de despresurización de la cabina, te pongas la mascarilla de oxígeno y respires con normalidad.  Es la parte de la normalidad lo que no acabo de entender… Así es que sí, soy una de las cuatro personas que atienden. Los otros tres son un sesentón aterrado, un cuarentón medio borracho muerto de risa y un quinceañero loco de amor por la azafata. Yo por mi parte, trato de poner cara de niña aplicada y espero a que la azafata me mire para darle ánimos y solidarizarme con ella, qué vaya papelón que hacen, las pobres.

Cuando viajas por trabajo muy raramente facturas el equipaje. Esa es otra de las cosas que siempre me ha llamado la atención: la cinta de recogida de equipajes. ¿Se han fijado vds que la primera maleta que sale nunca la coge nadie? Suele ser esa maleta solitaria que sigue dando vueltas y vueltas cuando ya todos los pasajeros se han marchado. Yo creo que es una maleta de mentirijilla, como las liebres de los canódromos.

Y por hoy, esto es todo, amigos.

Los habitantes de semáforos

No sé cuántos semáforos hay en Madrid. Todo lo que he encontrado en internet como estadística es que hay 2.700 semáforos por habitante, lo cual es una estadística idiota que no significa absolutamente nada. Tampoco hay ninguna estadística que nos diga cuántos semáforos “con” habitante hay en Madrid, y perdonen por la broma.

Hace ya mucho que no compro pañuelos de papel en una tienda. Sí, voy alternando la compra entre los tres vendedores que me encuentro diariamente al ir y volver de la oficina. Siempre me he preguntado si nos reconocen a los conductores que diariamente pasamos por allí, pero he llegado a la conclusión de que no reconocen a nadie, que miran pero no ven. Y ese es todo el gasto que hago en los semáforos, salvo ocasiones muy sangrantes que prefiero no relatar.

Sobre otros habitantes de los semáforos, ¿Qué decir? Les puedo hablar de esos saltimbanquis que me hacían gracia hasta que un día una malabarista argentina de la Plaza de Cuzco me empezó a gritar porque, según pasaba su sombrero, le hice distraída un signo negativo con la cabeza. Lo mejor de todo es que no me abroncaba por negarle una moneda, sino porque consideró que no estaba valorando sus dotes artísticas: «¡ sho no ehtoy acá porque quiera su plaata, guárdese su plata en la poompa, solo bahtaría con un aplauso!. Como lo leen. Cuándo ya me gritaba que qué te has creído vos que sos, el semáforo se puso felizmente en verde y pude escapar de aquella loca. Una loca que me sigo encontrando prácticamente cada mediodía. Se pueden figurar que ahora sonrío mucho…

Dejo para el final a esos delincuentes que, armados de una gamuza mugrienta sujeta a un palo y una botella de un líquido sospechosamente marrón, vienen de dos en dos a enguarrarte el parabrisas. Yo ya he aprendido a no ser amable ni a decir por favor que no con una sonrisa. Cuando lo era (amable), acababa pasando por el impuesto revolucionario de esos chulos de semáforo. O pagaba las consecuencias, claro, y no en dinero. En una ocasión, un chavalín me engañó con el truco de “perder”la moneda y tuve que pasar por caja dos veces sin obtener ningún servicio. Otra vez, un cerdo me pegó un moco en el parabrisas y ahí lo tuve que llevar un rato largo, sin lograr evitar las arcadas, con el consiguiente peligro para la circulación. Sí, ríanse, ríanse, pero en otra ocasión, después de decir que no quería y tras poner en funcionamiento el limpiaparabrisas, uno de estos macarras me lo retorció, enfadado, y me lo dejó hecho un gusanillo, y tuve que poner limpias nuevos. Así es que ahora bajo un poquito la ventanilla para que puedan oírme y, con cara de una ferocidad difícil de creer, y el dedo índice bien estirado, les digo que NO de manera tan explícita como agresiva.  Las frases dependen del humor, pero suelen ser secas, cortas y suficientemente soeces para resultar creíble. Y alguna vez me he oído decir “Como toques el coche me bajo y te fostio” o “Llamo a la madera y se te acaba el semáforo, cabrón”. Yo creo que esos disparates no me aportan seguridad, pero provocan el suficiente desconcierto para que me dejen en paz.

Y después de contar esto, solo me queda apelar a mis lectores conocidos para que digan, a los que no me conocen, que yo soy muy pacífica. Por favor.

Y ese Madrid

Después de los dos últimos empates en liga, con el Málaga y el Villareal, empates de último minuto y de falta desgraciada, el Madrid jugó ayer con el Osasuna y ganó por 1-5. El partido del Osasuna era el primero de un campo de minas liguero que le espera al Madrid en las próximas semanas. Pues ahí van cinco goles, veinte minutos para los sobreros, y a esperar al siguiente.

El Osasuna es un equipo de medio pelo, a menudo luchando por la permanencia, que si es duro de roer es porque juega en un patatal donde suele hacer un frío que pela, tiene una afición no muy friendly, y pegan patadas hasta en el cielo de la boca. Y, sobre todo, que se motiva especialmente cuando viene el Madrid.

Pero ¿Cuándo no es fiesta, si viene el Madrid? Tengo por ahí escrito que si eres del Real Madrid ves los mejores partidos de la liga no sólo por cómo juega el Madrid, sino sobre todo por el partidazo que suele hacer el equipo contrario, siempre motivado por ganar a una leyenda, siempre detrás de vencer al mito, siempre queriendo matar al padre. Viendo esos partidos, nunca te explicas que haya tres equipos que bajen a segunda y que sólo cuatro jueguen la Champions…

Así es que yo soy madridista por puro sentido lúdico y también por un cierto regusto por la productividad. Cuando Mourinho acusó a ese petimetre que entrenaba al Sporting de Gijón de haber tirado el partido contra el Barça no iba desencaminado. Pero la respuesta encampanada del aludido fue equivocada. Debió decir » No hay que ser duro con el humilde, que está feo«. Ya sabemos que al Barça hay que darle la pelota para luego poder pedir las sales, por favor, y que se me pase el desmayo. Con el Madrid, sin embargo, cinta al pelo, puñal en la boca, y dientes rechinando. Al final de la película, que sigan preocupados por el descenso y que lo intente el siguiente.

Así es que así seguimos, a 6 puntos, aunque la humildad de los más humildes deje la diferencia en 3 por anticipado. Esos humildes que se extasían en un Milán-Barça, que, aunque Champions, es un partido que no vería yo aunque el único libro que tuviera en casa fuese de Vila-Matas. Esos humildes que, este año, vuelven a jugar con la desventaja de quien no tiene un buen sparring. Y a mí, plin.