Laisse pisser le mérinos

Esta es una expresión que he aprendido hoy. No la conocía. Las circunstancias por las cuales este dicho francés ha llegado a mis bienaventurados oidos no se las voy a contar porque para eso necesitaría yo mucho tiempo y vds mucha paciencia. Pero les aseguro que no trabajo en una granja. Ni siquiera en una selva…

– Yo no sé ya qué nos queda por entregar. Les hemos dado todo tipo de información sobre el asunto.

– Ya, ya… Mira, yo he preguntado a Pepito, que tiene experiencia con ese departamento y me ha dicho textualmente “laisse pisser le mérinos”.

– ¿Cómo has dicho?

Laisse pisser le mérinos

–  ¿Laisse qué?

Pisser le merinos

– ¿ Pisser?

– Sí, pisser, pisser.

– No sé si te entiendo bien ¿Que deje que haga pis quién?

– Le “mérinos”… creo que es un tipo de oveja.

– ¿La oveja merina será?

– Sí, no sé, será la oveja merina. Laisse pisser le mérinos me ha dicho.

– ¿Que deje a la oveja merina que haga pis?

– Sí, sí, que haga pis la merina, que haga pis la merina.

– Bueno, pues nada, que haga pis la merina, no seré yo quien se lo impida…

Así que he dedicado 10 minutos de mi tarde del lunes a aprender que una oveja no puede hacer pis mientras camina, y por eso los pastores deben parar de vez en cuando para que las pobres se alivien y puedan seguir caminando. También he aprendido que a las vacas les pasa algo parecido.

Y del resto de animales no he querido saber nada, la clase de primero de ganadería me ha parecido más que suficiente por hoy. Cuando llegue a tercero de toro de lidia, les prometo volver sobre el asunto.

Más majo que las pesetas

Ese dicho de «es más majo que las pesetas» siempre me ha resultado de lo más , de lo más, de lo más… ¡de todo!. Paleto, cretino, cursi, bobalicón, inelegante y materialista. Y desde que gastamos euros, casposo y anticuado. Para empezar, ya lo de «majo» me molesta un poco. Y lo de «maja» también, a no ser que lo diga mi amiga Olga de Pamplona, que dice «Ay majaaaa«, con mucha gracia. Creo que es al único ser vivo con el don de la palabra hispana a quien se lo soporto.

¿Que a qué viene esto? Pues porque hace un ratillo me encuentro con un vecino que me pregunta por mi sobrino, que es un chico alto, delgado, monísimo, educado, bien vestido (a pesar de ciertas frivolités militares), que da gusto verle, y mirarle, y oirle, y olerle, y pensarle, y hablarle, y va y me dice «ah, tu sobrino, qué majo es… ¡es que es más majo que las pesetas!«. Se me ha puesto el rictus del revés. Y me ha empezado a salir humo por la coronilla. La vista se me nublaba y sentía un helicobácter por el píloro, diciéndome «déjame que salga, déjame que salga«. Y he contestado, con una sonrisa encantadora (encantadora de chica encantadora y llena de ingenuidad que no ha roto un plato en su vida y que aunque hubiera roto alguno seguiría siendo encantadora y llena de ingenuidad):

– ¿ Pesetas? ¿Y eso cuánto es en euros?

Bueno, la verdad es que no es verdad. No he contestado eso. No he contestado nada. Con el rictus del revés y un helicobácter macarra por el píloro se me hace muy cuesta arriba poner sonrisa encantadora. Por no hablar de fingir ingenuidad ¡un lunes!