He leído hace unas semanas este libro de Juan Manuel López Zafra, profesor en CUNEF y colaborador del periódico El Confidencial. En él se hace un repaso por la historia del oro, como moneda de intercambio y luego como valor de respaldo, como reserva. Repasa el oro como poder y como pesadilla, como excusa y como solución. Lo hace de una manera muy pedagógica y nada pesada, y el libro se hace muy interesante y muy instructivo.
Hasta el siglo XVIII, el oro servía como moneda, debidamente acuñado y a veces aleado con la plata, y servía como medio de intercambio económico. Es a partir de este siglo cuando se inician los experimentos para sustituir el oro como respaldo de los billetes emitidos, empezando por los assignats en Francia, y siguiendo, ya en el siglo XIX por los greenbacks, con los que Lincoln ganó la guerra de secesión, o ya en el siglo XX, el marco de la Alemania de Weimar. En situaciones de emergencia nacional, o de guerra, el oro se desvinculaba de la moneda para que los gobiernos pudieran emitir moneda a su antojo y pagar los gastos militares. Lo primero es lo primero, se debían decir. Claro que en situaciones de guerra, también se suspenden los derechos civiles…
Después de los acuerdos de Bretton Woods, en 1944, se pasó de un sistema de patrón oro a un sistema de «patrón de cambio», según el cual, era el dólar el que tenía un respaldo en oro, y las demás monedas se referenciaban al dólar. La paridad y el anclaje fueron eliminados en 1971 por Nixon, y hasta hoy, fecha en la que ni se sabe la cantidad de reservas de oro que hay, porque, total, para qué van a contarlo. Al no tener las monedas actuales un anclaje (o casi), una necesidad de estar respaldadas con algo que tenga valor real (y suficiente liquidez), los gobiernos ponen en marcha sus maquinitas de hacer billetes sobre la nada, con la consiguiente pérdida de valor y la aparición de la inflación y sobre todo, de deuda – una inflación pequeñita, nos dicen, pero que se va acumulando, y una deuda colosal, que globalmente ha pasado de 57 a 109 billones de dólares entre 2000 y 2010 -. No es sólo esto, naturalmente, pero sí hay una relación entre los dos asuntos.
También se ocupa el autor del coeficiente de caja, que es la obligación de respaldar los depósitos por parte de los bancos (centrales o no). En 1968 se suspendió la obligación de que hubiera ningún respaldo – actualmente, el coeficiente de caja en España se sitúa en el 2%, con lo cual, mecánicamente se expande el crédito sin que haya nada que lo respalde, o sea, que se presta lo que no se tiene, con el consiguiente riesgo de burbuja crediticia y, sobre todo, de riesgo moral.
El autor aboga por un regreso paulatino al oro como referencia, algo sin duda dificilísimo. Porque a ver quién le quita el juguete a nuestros gobernantes, que pueden vivir la alegre vida del que sabe que no tiene que esforzarse para ajustarse a un presupuesto ni pagar sus deudas que, como la mancha de mora, con mora se quita. La historia tiene ejemplos de que esto no es sano, ni trae nada bueno, pero ahí están, el FMI & Co., garantizando que lo etéreo, la nada, el soma en forma de billetes, siga gobernando nuestras vidas.
Yo tengo la sensación de que vivimos en un mundo de mentirijilla. Un mundo en el que hay una ficción, como la moneda, la política, lo que vemos en la tele, que es una capa distinta de la realidad. Un poco como Matrix, pero sin que nos tengan en posición fetal anclados a un tubo de alimentación. Lo que es seguro es que al oro, ese arma de control de los gobiernos, no estamos anclados.
Se ocupa poco de España (lo que se agradece mucho), pero da un dato muy divertido, que yo les dejo, para que no me digan que me lo guardo todo para mí.
En España, el valor nominal del PIB se ha doblado desde 1995; la deuda de las familias y de las empresas se ha multiplicado por seis en el mismo periodo, y la deuda de las administraciones públicas se ha multiplicado casi por tres, para un agregado de casi cinco veces. En mayo de 2013, en medio de la fase de «austeridad», el Gobierno de España había añadido 152.000 millones de euros en forma de deuda en sólo doce meses, cuando, en pleno fervor de estímulo a la demanda agregada, durante el año 2009 (recordemos el famoso Plan E), España acumuló 105.000 millones; al final del primer trimestre de 2013 la deuda de España (en relación con el PIB) era la tercera que más crecía en la zona euro, sólo superada por la de los países también sometidos a la austeridad de la troika, Irlanda y Grecia. En Estados Unidos, el PIB nominal se ha multiplicado en 2,1 veces desde 1995, el crédito al consumo lo ha hecho en 2,5 veces, y la deuda, en 6 veces.»