Polillas en Madrid

Nos invade una plaga de polillas en Madrid. Son muy grandes, por lo visto. Yo no puedo decir cómo son porque no me he topado con ninguna en vivo.

Pero ¿cómo de grandes? ¿como una nuez? ¿como una naranja?  ¿como un melón?

Mi hermana pone el pulgar y el índice en pinza, con ese gesto tan característico con el que las mujeres explicamos lo que son diez centímetros.

Así. Y tengo la casa invadida. Me han entrado muchísimas.

– ¿Muchísimas son 100? ¿son 1.000? ¿son un millón?

– No he contado todas las que tengo en casa. En la cocina tenía cuatro, vale,  pero es que cuatro polillas juntas son muchísimas. Tengo la casa con un aroma a Polil que no hay quien pare.

– He oído en la radio que no hay que usar insecticida. No dijeron por qué, pero tal vez no se conozca el efecto: igual les echas spray, hacen PUF y se convierten en canario…

Ya sabíamos que eran inofensivas. Pero es que hoy leo en El Pais que no son polillas, sino mariposas. Si hubieran tenido las alas de colorines, Montoro habría salido en la televisión diciendo que España es un país atractivo y que las mariposas preceden a los capitales. Como son horrendas, saldrá en la tele diciendo que las polillas están de camino al norte de Europa, ese lugar de donde salen los objetivos. Bueno, o no, o probablemente no dirá nada, que él ya bastante tiene con buscar Messis con los que asustarnos.

No las mates, que son mariposas. No se comerán tu ropa. Son animalitos que están de paso y se han desorientado, pero sólo buscan el norte para ser fecundadas. Las mariposas son tus amigas: me parece una crueldad que mates a unas pobres lepidópteras en busca del amor…

– ¿Lepidópteras en busca del amor? Bien. Te traeré un par de ellas en una cajita. Y podrás criarlas a tu gusto, besarlas, reproducirlas, encerrarlas en el armario o comértelas con salsa de tomate… Mmmm… ¡Imbécil!

Esta plaga está poniendo a prueba nuestra intuición política y hasta nuestros buenos modales, por no hablar de nuestro amor por los animales y la naturaleza. Es lo que tiene no disponer de unas alas de colorines. O no crecer, y quedarse en gusano. Qué cosas.