SEÑORA: Es lo que yo digo: que hay gente muy mala por el mundo…
AMIGO: Muy mala, señora Gregoria
SEÑORA: Y que a perro flaco, to son pulgas.
AMIGO: También.
MARIDO: Pero al fin y al cabo, no hay mal que cien años dure, ¿no cree usté?
AMIGO: Eso, desde luego. Como que después de un año viene otro, y Dios aprieta, pero no ahoga.
MARIDO: ¡Ahí le duele! Claro que agua pasá no mueve molino, pero que yo me asocié con el Melecio por aquello de que más ven cuatro ojos que dos, y porque lo que uno no piensa, al otro se le ocurre. Pero de casta le viene al galgo el ser rabilargo: el padre de Melecio siempre ha sido de los de quítate tú para ponerme yo, y de tal palo tal astilla, y genio y figura hasta la sepultura. Total: que el tal Melecio empezó a asomar la oreja y yo a darme cuenta, porque por el humo se sabe dónde está el fuego.
AMIGO: Que lo que ca uno vale a la cara le sale.
SEÑORA: Y que antes se pilla a un embustero que a un cojo.
MARIDO: Eso es. Y como no hay que olvidar que de fuera vendrá quien de casa te echará, yo me dije digo: “Hasta aquí hemos llegao, se acabó lo que se daba; tanto va el cántaro a la fuente, que al fin se rompe; ca uno en su casa y Dios en la de tos; y a mal tiempo buena cara, y pa luego es tarde, que reirá mejor el que ría el último.”
SEÑORA: Y los malos ratos pasarlos pronto.
MARIDO: ¡Cabal! Conque le abordé al Melecio, porque los hombres hablando se entienden, y le dije: “Las cosas claras y el chocolate espeso; esto pasa de castaño oscuro, así que cruz y raya, y tú por un lao y yo por otro; ahí te quedas, mundo amargo, y si te he visto no me acuerdo”. ¿Y qué le parece que hizo él?
AMIGO: ¿El qué?
MARIDO: Pues contestarme con un refrán
AMIGO: ¿Qué le contestó a usté con un refrán?
MARIDO: (Indignado.) ¡Con un refrán!
SEÑORA: (Más indignada aún.) ¡Con un refrán, señor Eloy!
AMIGO: ¡Ay, qué tío más cínico!
MARIDO: ¿Será sinvergüenza?
AMIGO: Hombre, ese tío es un canalla capaz de to.
E. Jardiel Poncela, Eloísa está debajo de un almendro, Prólogo