Leo que Facebook ha inaugurado su nueva sede en California, un espacio de 40.000 metros cuadrados al borde del mar en el que van a trabajar unos 3.000 empleados. La sede es un gran espacio abierto, sin despachos, con techos muy altos, y en el que el empleado tiene cocinas y entiendo que comedor, máquinas de vending subvencionadas, salas recreativas, campo deportivo, y supongo que también gimnasio y guardería. También leo que la cosa ha costado unos 17.000 millones (ahora no sé si de dólares o de euros, pero con esa cifra casi que ya da igual la moneda). Y a mí me parece muy bien.
Algunos empleados han empezado ya con las quejas, no faltaba más. Que si falta de intimidad, que si el ruido y que si los graffiti no son todo de su gusto. Hay gente para todo, pero a todo te acostumbras, eso también es seguro.
En España (y en otros lugares) hay sedes de ese tipo, aunque no las diseñe Frank Gehry. Lugares en los que se trata de ponérselo cómodo a los empleados, y hay cantina con precios subvencionados (y comida mas sana que esos restaurantes de fritanga repugnantes de menú que proliferan cerca de las oficinas), y cuando menos te lo esperas te encuentras con un saloncito en el que ver un rato la tele, o una mesa de futbolín o un espacio wifi, o un fisio o un servicio de farmacia. Cada empresa, en la medida de sus posibilidades, trata de facilitarle la vida al empleado y hacer un espacio agradable para trabajar. Y no es criticable creo yo, más bien al contrario. Otra cuestión es que nos guste el color de las paredes o que prefiramos coger el coche para irnos a comer lejos. Eso ya va en gustos o en el tiempo que quieras dedicar a eso.
Pero siempre encontraremos al que nos dice que si es todo una engañifa para encerrar ahí a los trabajadores y explotarlos, poco menos que alegrarse de trabajar en un sitio así, o envidiarlo, es estar muy alienado. «Te lo ponen chulo para que no salgas de ahí en el puto día», decía uno ayer. Ay, Jesús, válgame. Para hacer una jornada de trabajo de 8 horas nada mejor que trabajar en un polígono de mierda, con paredes resquebrajadas, ventanucos llenos de polvo, luz eléctrica todo el día y restaurantes con cucarachas en los alrededores. En esos casos, sales a echar no un pitillo, sino una cajetilla. También está fenomenal un edificio emblemático en el centro, que te pilla a una hora en metro de tu casa (el coche es impensable), en el que los restaurantes cuestan 15 euros, y en el que al abrir una ventana el ruido es infernal, aparte de que las instalaciones eléctricas son un asco, por no hablar de que se amplíe la plantilla y ya vamos todos bien apretaditos. Eso sí, va muy bien para salir de compras cuando acabas, después de estar ahí dentro «todo el puto día».
Todo tiene ventajas e inconvenientes, y no hay un lugar perfecto para trabajar. Yo siempre he dicho que me gustaría ir a trabajar en ascensor, porque si hay algo que me da pereza es ir y volver. O caminando, también me encantaría. Y me gustaría mucho tener cantina en el trabajo, con ensaladas ricas y cocina higiénica. Y tener ventana que se pudiera abrir y que oliera a césped recién regado. Y un criado que me abanique, ya puestos. Y una china que me haga la pedicura mientras hablo por teléfono. Una conferenscol, eso. En realidad, y ahora que lo pienso, me gustaría estar descalza mientras trabajo. Pero mejor no imaginarlo: la alienación me invadiría.
Qué cosas.
Es cierto que hay mucho soplagaitas de esos que dicen qué malos son que te pones una oficina bonita… Eso es que algo quieren.
Sí, claro, que estés más a gusto y eso no es malo.
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Aquí el que no protesta es porque no quiere. Un beso.
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Es la revolución divertida, lo importante es protestar, el motivo da igual
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Hay un libro de eso?
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