He estado leyendo este librito de Balzac en estos días. Lo vi por casualidad, era uno de esos libros que te ponen al lado de la caja en las librerías, igual que en los supermercados te ponen las chuches. Y, como los caramelos, es un libro delicioso con el que me he reído mucho.
Tal y como ponen en la introducción, este libro se ha atribuido sólo recientemente a Balzac, puesto que lo escribió a medias con Émile Marco de Saint-Hilaire, quien sigue siendo considerado como el único autor. Balzac, a lo largo de su vida, tuvo muchos problemas con las deudas, porque se metió en muchos negocios fallidos, así es que se podría pensar que sabía de lo que hablaba. Y sin embargo, lo escribió con 28 años, es decir, antes de cualquier reconocimiento como escritor, aunque seguramente ya había dejado algunos pufos por ahí. Ese libro, por otra parte, no se había vuelto a publicar desde su primera y única edición en 1827, y quedó casi olvidado en la Maison de Balzac, de donde se ha rescatado y se ha traducido hace un par de años, aunque como es habitual, con algún que otro gazapo tanto de traducción como de edición.
El libro es delicioso. Empieza contando la historia de un tío imaginario del autor, que es un especialista en vivir del cuento desde su juventud. La historia del tío tiene momentos gloriosos, como cuando, ya al final de sus días cae enfermo y acude al hospital y reclama ser tratado como un privilegiado, puesto que la octava parte de lo que perdía en el juego y la quinta parte de las entradas a espectáculos iban destinadas a sostener hospitales, «de manera que en los últimos cuarenta años ya había pagado su puesto en el hospital por adelantado y que sólo se le estaba devolviendo lo que en cierta manera él había prestado.» ¡Y lo mejor de todo es que lo consigue!
Después ya entra en materia, y divide las 10 lecciones en 10 capítulos, en los que se ocupa de clasificar las deudas, los deudores, los acreedores, en donde nos habla de los alguaciles, del modo de vivir de un deudor, de cómo huir del acreedor, y hasta de la cárcel. Es el manual del perfecto caradura, pero contado con mucha gracia y mucho desparpajo. Nos cuenta cómo el acreedor está muy interesado en la buena salud del deudor, porque si muere, no cobrará la deuda. Y al revés, pues «mientras menos acreedores se tienen, menos recursos están disponibles«.
También nos habla de las características que debe tener un buen deudor, entre las que encontramos 18 físicas (talla, peso, envergadura, o ¡grosor de las patillas!) y 8 morales, aunque éstas bien se pueden resumir en tener aplomo: «Pues ¿qué es presencia de espíritu? Aplomo de los pensamientos. ¿Qué es memoria? Aplomo de los recuerdos. ¿Qué es sangre fría? Aplomo ante el peligro. ¿Qué es coraje? Aplomo en las acciones. ¿Qué es paciencia? Aplomo en los deseos. ¿Qué es agilidad? Nuevamente una especie de aplomo, a saber, del porte y los movimientos. Sólo la octava característica moral no puede ser sustituida con aplomo, es decir, el hambre. En efecto: con el estómago vacío no se pueden lograr ninguna de las grandes cosas del mundo, ni siquiera planearlas…»
Sólo al final se deshace la farsa de lo que ha sido presentado como un «Código de comercio», y se nos dice que lo de no pagar está feo, pero mientras tanto, el libro te permite disfrutar al ver el mundo al revés. Y algunas veces, no tan al revés… Les dejo con algo que resume bien el tono del libro, aunque si lo encuentran en el mostrador de una librería, cójanlo, no lo duden. Pasarán un buen rato.
La población de un imperio o de un reino también consiste en dos clases de gentes: los productores y los consumidores. Los productores no son otra cosa que los acreedores. Los consumidores que gastan dinero son los deudores. Es decir: si no existiera gente que gasta dinero, entonces también la gente que produce, que crea valores, sería superflua. O sea, que son aquellos que gastan los que permiten vivir a aquellos que producen, los que crean valores. Por consiguiente, resulta que una persona que crea valores, un productor, es decir, un acreedor, le debe algo a los deudores o consumidores: el no tener que pagarle lo que se le debe. Pues si no le debieran nada, lógicamente se moriría de hambre»
Pinta bien. Me lo apunto.
Gracias.
Me gustaMe gusta
seguro que esta bien. saludos
Me gustaMe gusta
Lo leeré, 🙂
Besos.
Me gustaMe gusta
Anotado queda.
¡¡Felices fiestas, hermosa!!
Besazo
Me gustaMe gusta
vengo a desearte que pases un feliz año nuevo. un gran abrazo
Me gustaMe gusta
Gracias a todos por vuestros comentarios.
Me gustaMe gusta
Tiene una pinta estupenda, Carmen. Lo anoto.
Por cierto, «Runaway» de A. Munro no acaba de convencerme. Los relatos, aun estando bien escritos, son un tanto desperanzadores; reflejan a personajes que van de acá para allá sin orden ni concierto y que raras veces logran resolver sus conflictos. Me falta el último relato, pero no me está maravillando, pese a su calidad literaria. » View from Castle Rock», como ya te comenté, sí me gustó.
Feliz 2014.
Me gustaMe gusta