Yo es que con el mundo chino tengo una relación que transita de la incomprensión a la perplejidad, con la sospecha añadida de que el tránsito, o sea, el sentimiento, es mutuo. En realidad, cuando yo digo «chino» me refiero a todo aquel que tenga los ojos oblicuos y la tez amarillenta. Cómo de oblicuos o cuánto de amarillento es algo que me parece insignificante, por no decir indiferente.
No es que no les entienda, no es eso en absoluto. Yo entiendo perfectamente que no les comprendo cuando hablan. Y también puedo entender que no se enteren de nada de lo que digo, no vayan a creer, que yo tengo un verbo entre pijo y entrecortado. Será por eso que esta tarde, al ir a echar gasolina y decir «Buenas tardes, lleno, por favor», me dice el chino, con la manguera verde ya en la mano y a punto de embocarla «¿Lleno sin plomo?». Un «¡NOO!» estremecido ha logrado paralizarle.
– ¿No lleno?
– Sí, lleno, ¡pero diesel!
– Pero tú dices sin plomo, señora.
Y yo ahora os pregunto, mis queridos amigos ¿Qué sentido tiene explicarle al chino que entre los sintagmas «por favor» y «sin plomo» sólo hay una vocal coincidente? Es verdad que se lo he dicho deprisa y desde el otro lado del coche, pero, en fin, tampoco me he bajado de un cohete espacial y le he pedido media docena de centollos del Cantábrico… Total, que para qué discutir, le he dicho que sí, que me he confundido, que no sé qué gasolina lleva mi coche. El chino asiente y sonríe porque eso le parece casi tan normal como lo de los centollos…
Este chino, en concreto, es relativamente fácil de esquivar porque sólo está en ese surtidor por las tardes. Y le temo. Le temo desde que, hace un par de años, no me funcionaba la banda magnética de la tarjeta Repsol y tuvo que llamar al centro autorizador. Ya se pueden imaginar la que lió entre el número de tarjeta, el del comercio, los kilómetros y la matrícula del coche… Les diré que terminé yo al teléfono hablando con la señorita del centro autorizador pero para pedirle que lo anulara todo, que ya pagaría con la Visa. La pobre me lo agradeció, porque estaba al borde del colapso.
Después de lo de hoy, creo que pasará otro par de años hasta que vuelva a ese surtidor por la tarde. Finalmente, por la mañana también tienen gasolina aunque, todo hay que decirlo, el llenado no me da para un post.
ja ja Me has hecho reír a carcajadas…..¡tremendo huir del chino!!! Un beso
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Me alegro que te haya divertido. Muchas gracias.
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jajaja Ten cuidado, yo tuve uno así en un Opencor aquí en la sierra y ahora es el Gerente 😀
Besazo
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Son muy largos, mucho, los chinos. Yo creo que se enteran de todo, después de todo.
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Que incomplensión, ¡hay que vel!
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no me ha complendido, no.
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A mí nunca me ha atendido un gasolinero chino. Me ha sonado como algo totalmente exótico, la verdad!
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Pues prueba, prueba: al lado del parque de Berlín, en Ramón y Cajal. La verdad es que es encantador, pero peligrosísimo!!
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Jo jo jo. Buenísimo.
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Me alegro de que te haya gustado
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Es que esta situación me ha pasado alguna vez aún sabiendo chino. O sea, imagínate. Jaja.
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Al menos es un chino con trabajo y todos los derechos. Supongo que estará contento. Un beso.
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Yo supongo que estará contento porque lleva al menos un par de años ya trabajando en ese surtidor.
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Sí, sí, pero tú míralo así: polfavol=sinplomo…pues tampoco, quiero yo ayudar al chino, pero no hay manera.
No vaya má a esa gasolinela, chino peligloso
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Hombre, si te pones así, pues igual se confunde un poco. De todos modos, el chino ayuda no necesita, es muy lanzado ya te digo.
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